miércoles, 26 de diciembre de 2012

Apolonio de Tiana: el Cristo que no fue

 

Voltaire admiraba la figura del filósofo y matemático griego Apolonio de Tiana. Llegó a decir que su importancia histórica superaba al mismísimo Jesucristo. Esto es, por supuesto, una solemne tontería.

Sin embargo, nos interesa, y mucho, el personaje de Apolonio porque, precisamente, ha sido reconocido históricamente como un trasunto pagano de Jesús de Nazaret. El teólogo exegético Ferdinand Christian Baur lo definía en el siglo XIX como una réplica filosófica a Cristo. Mucho antes, Eusebio de Cesarea, uno de los primeros padres de la iglesia, escribió su Discurso de Amor a la Verdad, en el que rebate a Hiérocles de Alejandría (gobernador romano y filósofo neoplatónico) en el intento de glorificar a Apolonio. Como vemos, desde muy pronto se establecieron concordancias entre la vida de Apolonio y la de Jesús. ¿Por qué?

De Apolonio sabemos bastante, mucho más que del Jesús histórico, del que no sabemos apenas nada (de fuentes fiables). La bella emperatriz Julia Domna, esposa y madre de emperadores (Severo y Caracalla), encargó al sofista griego Flavio Filóstrato que redactara su biografía. También lo citan, entre otros, Apuleyo, Vospico, Luciano, Lampride, Dione Casio u Orígenes. En el museo de Adana, en Turquía, una inscripción en piedra dice literalmente que Apolonio "extingue las faltas de los hombres", y que ascendió a los cielos para que pudiera "librar a los hombres de sus males".

 

No se conoce la fecha exacta de su nacimiento, pero la más probable se corresponde al año 4 ó 6 a.C. Apolonio nació, esto sí es seguro, en Tiana (ciudad de la hoy turca Capadocia), y era de familia noble. Su venida al mundo está revestida de todo tipo de leyendas, como corresponde a un personaje de su época y categoría. Según algunas crónicas, fue engendrado después de un sueño místico de su madre (al igual que Jesús). El parto, además, fue espectacular. Charles B. Waite, juez y teólogo decimonónico, autor de la “Historia de la Religión Cristiana hasta el año Doscientos” nos lo describe de esta guisa:

 

“’Antes de su nacimiento, Proteo, un dios egipcio, se le apareció a su madre y le anunció que se encarnaría en el niño venidero. Siguiendo las indicaciones dadas en un sueño, ella se dirigió a un prado para recoger flores. Estando allí, una bandada de cisnes formó un coro a su alrededor, agitando sus alas y cantando al unísono. Mientras estaban ocupados en ello, y el aire era abanicado por un delicado céfiro, Apolonio nació.”

 
Por lo leído, no hizo falta anestesia epidural alguna.

Con tales antecedentes, no es de extrañar que se tratara de un niño con una prodigiosa inteligencia y extrañas facultades. Contando apenas catorce años estudió ciencias fenicias en la ciudad de Tarso, bajo la tutela de Eutidemo, profesor de retórica (no el sofista citado por Platón). También se adentró en el conocimiento de la filosofía pitagórica y las matemáticas como pupilo de Euxeno de Heráclea.

Con la muerte de su padre, a los 20 años, heredó una gran fortuna, pero la donó en su totalidad, dando ejemplo de lo que sería su filosofía de vida. Muy influenciado por la corriente pitagórica, decidió vivir una vida ascética; vestía con una sencilla toga de lino blanco, optó por el celibato y jamás probó el vino. Sólo comía legumbres, frutas y verduras. Se refugiaba del frío en los templos, y solía ir descalzo.

Como ejemplo de introspección, basta con indicar que se abstuvo de hablar durante cinco años.

Con tales mimbres, pronto se ganó una reputación de sabio. Una cohorte de seguidores comenzó a seguir sus pasos por medio mundo: Grecia, por supuesto, pero también Babilonia, Egipto, Creta, Sicilia, Roma, Cádiz... Al final de sus días, Apolonio dominaba 16 idiomas.

 
Los seguidores lo abandonaron sin embargo cuando su caminar lo condujo lejos, muy lejos. Nada menos que a la India, en donde aprendió de los Brahmanes. Y más lejano aún, a Cachemira, y al Tíbet. Sabemos de su presencia en templos del Himalaya gracias a Damis, un discípulo que se encontró en el camino y el único que lo siguió en su andadura. De Damis y sus muchas anotaciones consiguió la información el biógrafo Filóstrato, dos siglos más tarde.

Este suceso extraordinario también lo asemeja a Jesús, del cual se rumorea que, en sus llamados "años perdidos" (desde la juventud hasta los 30 años), recorrió tierras de Oriente. Algunos autores afirman que existen pruebas, incluso documentales, de la presencia del nazareno en tierras del Tíbet.


¿Es esto posible? Es improbable, y desde luego no conozco ninguna prueba fiable de tal viaje, como tampoco de la existencia del Yeti. El corresponsal de guerra ruso Nicolás Notovitch visitó India y Tíbet a finales del XIX. Afirmó que oyó hablar de un manuscrito sobre la vida del Santo Issa (Jesús en árabe) guardado en el monasterio de Hemis Ladakh. Nadie ha podido demostrar su existencia. Sin embargo, sí parece que Apolonio tuvo conocimiento del pensamiento de Oriente; primero, existen textos sánscritos que citan a los ascetas de las regiones occidentales Apalunya (Apolonio) y Damisaa (Damis); segundo, a raíz de su extraordinario viaje, Occidente conoce de la existencia de los Upanishads (libros sagrados védicos) y de la Bhagavad Gita, parte del texto épico Majábharata.
 
 

A su vuelta del lejano Oriente su aspecto físico lo delata: más parecido a los Brahames que a los sofistas griegos, su barba era larga espesa, y largos también sus cabellos.

Vuelven entonces los discípulos, que adoptan tanto su aspecto como su forma de vida, y se genera una leyenda en vida de Apolonio como maestro del género humano. En el relato de su devenir abundan los milagros, los hechos sin explicación posible: se negó a subir a un barco augurando su naufragio, que en efecto se produjo. Predijo el asesinato del emperador Domiciano. En Roma resucitó a una doncella de noble cuna (¿Lázaro?), y en diversas celebraciones hizo aparecer de la nada panes o frutos (¿multiplicación de panes y peces?)

Sin embargo, en estos hechos extraordinarios encontramos una diferencia fundamental entre Apolonio y Jesús; mientras en el segundo los milagros se consideran pruebas irrefutables de su naturaleza divina, Apolonio quitaba importancia a los mismos, pues los consideraba como algo secundario y sujetos a una explicación racional. ¿Acaso reanimó a la joven utilizando sus conocimientos en medicina? Recordemos que Apolonio se ganó un profundo respeto en el templo de Esculapio por sus remedios curativos ¿Vio algo en el barco que le permitió augurar su próxima zozobra? Lo cierto y verdad es que Apolonio no le atribuía causas mistéricas a los fenómenos; afirmaba así que volcanes o mareas eran acontecimientos de orden natural, y que la hombre llegarían a conocer sus causas.

En definitiva, Apolonio ni era ni se creía un ser sagrado, no estaba llamado a una cruzada mesiánica. Tan sólo enseñaba, curaba, hablaba de paz y buenas costumbres. No pidió que le siguieran, y mucho menos que nadie continuara su obra.

Vespasiano le consideraba, sin embargo, cercano a la divinidad, y solía pedir su consejo en asuntos de Estado. Lo mismo otros monarcas de su época, persas, egipcios, babilonios, hindúes... Cuando el rey de Babilonia Vardane le preguntó cómo reinar en paz, la respuesta de Apolonio fue: "Ten muchos amigos y pocos confidentes". Es la respuesta de un filósofo.


Rechazó los sacrificios, le preocupaba la moderación en las costumbres, la paz entre los pueblos, y se negó a recibir prebendas de los poderosos. Sin embargo, los reconocimientos que recibió en vida fueron numerosos: Elio Lampride afirma que el emperador Alejandro Severo, el primer emperador que no persiguió a los cristianos, tenía en su lararium (altar privado), entre otras figuras como Jesús, Abraham y Orfeo, la imagen de Apolonio; el historiador Flavio Vopisco, en su obra "Vida de Aurelio", afirma en boca del emperador "que debe honrársele como ser superior". El autor llega a decir que "es un verdadero amigo de los dioses y entre los hombres no es posible encontrar un ser más santo y más parecido a Dios". Dione Casio afirma que el emperador Caracalla erigió un templo en su honor. El Emperador Tito, tras recibir consejo de Apolonio sobre el año 80 d.C., le respondió: "En mi propio nombre y en nombre de mi país le doy las gracias, y estaré atento a esas cosas. De hecho, yo he conquistado Jerusalén, pero Usted me tiene  capturado a mi".

Se dice que, cercano el fin de su vida, abrió una escuela esotérica en Éfeso; pero poco se sabe a ciencia cierta de su muerte. Ni siquiera se conoce la ubicación de su tumba. Unos autores dicen que murió en el templo de Atenea, en Lindo, Rodas (donde nació el sabio Cleóbulo); otros defienden que expiró en el templo dedicado a Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo.

 

Una leyenda (mi preferida, pues lo acerca a la figura de Epiménides, con la que veo alguna relación) sitúa su muerte en Creta, en un templo guardado por perros salvajes que, dóciles, dejaron entrar al sabio. Las puertas del templo se abrieron solas, y un coro celestial lo acompañó en su ascensión. Por cierto, muchos apologistas dan por cierto que resucitó, y que se apareció a un (suponemos que aterrado) discípulo, que dudaba de él.

¿Por qué Cristo fue Jesús de Nazaret, y no Apolonio de Tiana? Se me ocurren varias razones.

Apolonio no fundó una religión, y más que discípulos tuvo alumnos. No creo que se le apareciera en forma cuasi-incorpórea a un discípulo por tener dudas; la duda es amiga fiel de la filosofía, y Apolonio era filósofo. Es seguro que Apolonio no pretendió que nadie siguiera tras su muerte con un adoctrinamiento que él mismo desaconsejaba.  

Apolonio se expuso a muchos sucesos como protagonista absoluto de su época; no podía haber misterio ni enigma alguno si él mismo quitaba importancia a sus pretendidos milagros. Dejó tras de sí libros, cartas, enseñó todo a lo largo de su mundo y no daba lugar a interpretaciones. Fue un gran hombre, pero nada más. De hecho, muchos de los milagros y misterios que se le atribuyen parecen tomados de un cristianismo primigenio, como si desde el agnosticismo se quisiera responder a la figura emergente de Cristo.

También pudo ser al revés, y los autores de los evangelios podrían haberse apropiado de habladurías que circulaban sobre el famoso Apolonio. Es bien sabido que la Biblia rebosa de simbología recogida de tradiciones babilónicas y egipcias. Al fin y al cabo, la emulación de arquetipos y simbologías antiguas es algo común en la religiosidad humana. (Génesis, diluvio universal, pecado original, nacimiento de una virgen, resurrección al tercer día, etc.)

Pero, en mi opinión, el motivo más importante lo encontramos en otra personalidad excepcional: Pablo de Tarso. Pablo creó (moldeó) a Cristo y su iglesia sin conocer a Jesús. El cristianismo es más obra suya que de los evangelistas sinópticos, del evangelista Juan o del mismo Jesús histórico. No hubo un "Pablo" que supiera (o quisiera) hacer de Apolonio una figura mítica que trascendiera a la persona.

Ello no le resta mérito al Apolonio hombre. Sin lugar a dudas, un ser humano excepcional. Pero no hijo de Dios. Tampoco Dios mismo.

 

Tan sólo filósofo.

Antonio Carrillo.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Puertas del infierno


 
Se encuentra usted en Darvaza, Turkmenistan, en el desierto de Karakum, un lugar yermo y gigantesco del Asia Central. Hace 41 años, un equipo de geólogos soviéticos buscaba en el subsuelo yacimientos de gas cuando, súbitamente, la tierra se hundió, dejando al descubierto una enorme fosa de 60 metros de diámetro y 20 metros de profundidad, tragándose todo el equipamiento e instrumental de los científicos.

No era cuestión perderlo todo; y los geólogos, preocupados por la fuerte emanación de gases venenosos, decidieron prenderle fuego. En unas horas, días a lo sumo, se debía consumir todo el gas.
 
 

Se prendió la llama en 1971, y en la actualidad sigue ardiendo con la intensidad del primer día. Seguro hay enormes depósitos de gas subterráneos, que abastecen el cráter de combustible. Los lugareños llamaron al fenómeno "la puerta del infierno".

Observe este vídeo. Entenderá el porqué del nombre.
 
 

Sin embargo, hay infiernos invisibles, tanto o más peligrosos que el cráter de Darvaza; no se me ocurre mejor ejemplo que la ciudad de Centralia, en Pensilvania, EEUU.

El municipio era un lugar próspero en el siglo XIX, que se enriqueció por el carbón de sus tierras. Llegó a tener siete iglesias, dos teatros y cinco hoteles. Dos vías férreas comunicaban Centralia con el resto del país.
 
 

Según avanzaba el siglo XX, el abandono de las minas provocó su progresivo declive; pero en absoluto era una ciudad muerta. Hasta que se produzco el silente desastre.

En mayo de 1962, cinco voluntarios de la compañía de bomberos se aprestaron a limpiar el vertedero municipal, situado en una mina abandonada. Le prendieron fuego, y aguardaron a su extinción. Pero el fuego no se apagaba.

Oculto bajo tierra, el fuego recorrió desatado kilómetros de túneles abarrotados de carbón. Toda la ciudad estaba minada, y fue imposible detener el fuego. Sin embargo, durante veinte años el infierno desatado pasó casi desapercibido. Sólo algunos vecinos se vieron afectados por extrañas emanaciones de monóxido de carbono.
 
 

En 1979 el empleado de una gasolinera verificó con una vara el nivel de combustible de los depósitos subterráneos. Cuando la retiró, estaba muy caliente. Tuvo la idea de bajar   un termómetro amarrado a una cuerda: la temperatura de la gasolina almacenada en el subsuelo alcanzaba los 78°C. Poco tiempo después un niño estuvo a punto de perder la vida, cuando el suelo cedió bajo sus pies.

La población tomo conciencia del problema: cientos de metros bajo la superficie, un incendio tremendo provoca temperaturas de cientos de grados; un auténtico infierno. El fuego lleva 50 años quemando carbón, uno de los combustibles con mayor poder calorífico que se conocen. Las entrañas de la arbolada Centralia ocultan un inmenso y poderoso horno.
 
 

Hoy Centralia consta como una población con 0 habitantes, y no tiene código postal, aunque hay algunas casas habitadas. Carteles advierten del peligro de adentrarse en la zona. Sin embargo, los indicios del horror son escasos: fumaradas al sur del municipio, algunos árboles quemados,  y una carretera con el firme agrietado.
 
 

¿Cuándo se apagará el infierno subterráneo de Centralia? No antes de 250 años.

Durante siglos, bajo la calma de los bosques, la tierra arderá en silencio, creando una puerta hacia el infierno.

Antonio Carrillo.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Trabajos suicidas




En este artículo, publicado por RSXXI, reflexiono sobre el trabajo y las tasas de suicidio tan elevadas que se relacionan con el entorno laboral.

Causas hay muchas; pero propongo una reflexión sobre el tiempo, sobre la violencia sobre el tiempo orgánico (interno) como expresión de esclavitud.

Espero que les guste. Hay mucho de mí en él.

Enlace a texto "trabajos suicidas"

Antonio Carrillo

jueves, 13 de diciembre de 2012

Entrevista a Antonio Carrillo, gerente de Tradux: La crisis del tiempo


 
Ha nacido una revista.
 
Es una buena noticia en estos tiempos, más propicios al miedo que a la aventura.
 
Además, la alegría es doble; RSXXI es un ámbito que apuesta por el humanismo, por una visión alternativa, más pausada, de la realidad cultural y socioeconómica. Frente a la moda de lo inmediato y lo escueto, Los Ritmos del Siglo XXI se detiene en el análisis en profundidad, procura despertar la conciencia de una sociedad adormilada y respeta la inteligencia de sus lectores. Es casi inaudito. 
 
Como afirma el lema de la London School of Economics, RSXXI pretende "Rerum causas cognoscere"; comprender el porqué de las cosas.
 
He tenido el privilegio de inagurar la sección "Sucesores de Tales", en la que empresarios con una visión humanística aportan su experiencia. Agradezco muy especialmente a Marcelino Covarrubias, filósofo, escritor y periodista, adjunto a dirección de RSXXI, que haya apostado por mi palabra, por mi verso libre. Es algo que le agradecere siempre.
 
Pero de las opiniones que se vierten a continuación, y que tienen mucho que ver con el mundo de la traducción, sólo yo tengo la culpa
 
 

Banderas



Las banderas son, grosso modo, paños coloridos que se alzan sobre un mástil vertical, a menudo acompañados de himnos laudatorios interpretados por una banda. Dependiendo del color, tamaño y disposición del dibujo se identifican con un territorio, una organización internacional o un equipo deportivo. Son un símbolo identitario de enorme fuerza por su simplicidad, y cuando se alzan, conmemorando por ejemplo una victoria deportiva, arropadas por el estruendo del fervoroso himno, suelen provocar lágrimas de emoción.

Las banderas antaño servían, fundamentalmente, para localizar a los tuyos en la refriega de la batalla, y así evitar desafortunados malentendidos. Esta ancestral función pervive en los campos de fútbol, lugares de pasión desenfrenada. También informa de la identidad nacional de un buque, y su hondear en popa manifiesta un determinado ordenamiento jurídico, unas costumbres, una cultura... Una patria, en definitiva.

La primera bandera documentada históricamente nos obliga a viajar lejos, al Imperio Persa, durante la Dinastía Aqueménide (550 a.C.), con la bandera denominada "Derafsh Kaviani". Pero si queremos encontrar la primera bandera rectangular sobre mástil vertical, debemos fijarnos en la (preciosa) bandera veneciana, que, si bien consta de un estandarte cuadrado (o gonfalón), se le añadieron unas tiras extra para que pudiera ondear mejor.



Fue una idea que prosperó con gran éxito.

¿Cuál es la bandera nacional más antigua? Según tengo entendido, es la, Dannebrog o “Bandera Danesa”, erigida hace casi 800 años.



Toda bandera busca un simbolismo en sus colores, formas o emblemas. El rojo es un homenaje a la sangre de los mártires de la patria (las patrias se construyen sobre la osamenta de sus muertos en combate), el azul puede llamar a la esperanza del cielo despejado o, como en el caso de Guatemala, a la presencia de dos océanos; el negro puede ser un tributo a un pasado esclavista y el blanco, a menudo, simboliza la pureza.

Pero hay ocasiones en las que la simbología es extraordinaria, y ningún ejemplo se me ocurre mejor que el de las dos Coreas.

La Corea del Sur es un estado democrático, moderno y - esto es curioso - mayoritariamente agnóstico o cristiano (45% ateos, 30% de cristianos frente a un 22% de budistas). Sin embargo, la influencia taoísta es tan evidente que deja un reflejo en su enseña. La bandera de Corea del Sur, llamada Taegeukgi, es un compendio de representaciones simbólicas.

Sobre un fondo blanco, que representa la paz, el tajitu taoísta muestra el Yin y el Yang, manifestación del todo a partir de los opuestos. Por si esto fuera poco, a su alrededor aparecen cuatro trigramas, llamados gwae, que proceden del texto (en origen) taoísta "I Ching", (libro de los cambios). Son la tierra, el cielo, el agua (la luna) y el fuego (el sol). Sin duda, una bandera de lo más completa.

Frente a tanta espiritualidad, la vecina (y rival) Corea del Norte destaca por un pragmatismo admirable; fruto, sin duda, del materialismo histórico que impregna el marxismo que ostenta. Así, su emblema no puede ser más prosaico: a las faldas del monte paektu se nos muestra con todo detalle una central hidroeléctrica, con su torreta de alta tensión incluida.

Claro que el simbolismo puede ser más explícito. Preocupante, incluso. Así, el desaparecido reino de Benín, situado en el sudoeste de Nigeria, famoso por sus magníficas estatuas en bronce, no deja lugar a la interpretación en lo que a su bandera se refiere. Claramente, no es un reclamo turístico.

Sí tiene mucho de turística la bandera de Camboya, en la que muestran su tesoro nacional: el magnífico templo de Angkor, la mayor estructura religiosa construida por el hombre.

Y, frente a la violencia implícita en banderas como la de Hezbolá, me gusta la bandera del (breve) Emirato del Caucásico Norte, que a principios de siglo utilizaba la media luna musulmana para dibujar una sonrisa

Anécdotas sobre banderas hay miles. La bandera de Irak, por ejemplo, muestra la frase "Dios es grande". Esto no es extraordinario. Lo realmente asombroso es que el texto que aparecía en la bandera estaba escrito por Sadam Hussein. Era su letra.

Por supuesto, la bandera ha cambiado. Es normal que un país varíe el diseño varias veces a lo largo de su historia. En el caso concreto de Afganistán, el cambio es más norma que excepción; no en vano es la nación que más veces ha rediseñado su bandera a lo largo del siglo XX. Al menos eso afirma la CIA en su página web.

Hay banderas de todos tipos, unas sencillas y otras muy complejas. La bandera de Turkmenistán, por ejemplo, es una pesadilla para los niños que deben reproducirla en la escuela. La culpa la tiene una franja a la izquierda, que representa cinco diseños de alfombras. Casi la totalidad de las banderas son rectangulares, salvo la de Nepal. Además, tanto Suiza como el Vaticano presentan las únicas banderas cuadradas.



Acabamos, y lo hacemos como solemos, con alguna anécdota que les resulte atractiva.

Por ejemplo, habrán oído en más de una ocasión que los cinco anillos de la bandera olímpica representan a los cinco continentes. Sin embargo, y según afirma el Comité Olímpico Internacional, esto no es así; los anillos olímpicos representan en realidad el carácter universal de los juegos, ya que al menos uno de los cinco colores está en cualquier bandera del mundo.

En este año se han batido récords en lo que se refiere a tamaños. Los hinchas del equipo Universidad de Chile fabricaron una bandera de 18.500 metros cuadrados. Utilizaron 22 mil metros de tela en su construcción y tardaron tres en años en terminarla.

Y, sin embargo, no es la más grande. este honor corresponde al equipo bonaerense River Plate, que paseó por las calles de Buenos Aires una bandera de casi ocho kilómetros de longitud, y 35.233 metros cuadrados.

Por último, ¿sabían que Marte tiene bandera? Por supuesto no tiene carácter oficial, aunque ha sido aprobada por la Mars Society y la Sociedad Planetaria, y en la actualidad ondea sobre la Flashline Mars Arctic Research Station (FMARS) situada en la Isla Devon, Canadá. Además, ha viajado por el espacio a bordo del transbordador espacial Discovery.

Esta bandera es muy peculiar, en tanto representa el porvenir que se le espera al planeta Marte. La banda de color rojo simboliza Marte tal y como es en la actualidad. Los colores verde y azul simbolizan etapas en la transformación (terraformación) del planeta, con la presencia del agua y la vida.

Una bandera que representa una esperanza de futuro. Sin duda, el simbolismo llevado al extremo.

Aunque, si tuviera que elegir una bandera, creo que me quedaría con la de Naciones Unidas, que encabeza este artículo.

Esa sí es una bandera cargada de esperanza.

Amén.

Antonio Carrillo

martes, 11 de diciembre de 2012

LA VIDA OCULTA





 Por una vez, el texto no es mío ¡Qué más quisiera!

Es de mi amigo Antonio Téllez.

Gracias, Antonio.


Hay una idea que me ronda desde hace tiempo. Tiene varias caras y todas ellas podrían considerarse cuando menos sugerentes, tal vez inquietantes.

Surgió a raíz de un curioso fenómeno que experimentó mi padre como consecuencia de la fuerte medicación que se veía obligado a tomar para paliar los efectos del Parkinson que le había sido diagnosticado unos años antes. Esa medicación podía provocarle cierto tipo de alucinaciones, especialmente contemplar objetos o personas que no se encontraban frente a él, cuya existencia sólo se generaba en su cerebro medicado.

La primera vez que tuve conocimiento de ello fue una de las tardes que iba a visitarlo. Al llegar, y justo después de que nos besáramos, me dijo: “Sé que no es cierto pero acabo de verte aquí, frente a mí, en este salón”. Aquello me resultó curioso y, a pesar de que no volvimos a mencionar el asunto, a mí me dejó un extraño rastro, me asaltaron pensamientos que, en contra de lo que pudiera parecer, nada tenían que ver con la naturaleza de la alucinación sino con su propio significado y (de pronto descubrí que eso era lo que me perturbaba) su integración natural en el resto de acontecimientos “reales” que habían formado parte de aquella jornada de la vida de mi padre.

¿Acaso era más real cualquier imagen contemplada con la desgana habitual en la televisión que aquella representación de mi cuerpo en el salón?, ¿o el rumor ininteligible de un aparato de radio?, ¿o tal vez cualquier otro pensamiento, desde la más complicada reflexión intelectual a la ensoñación más delirante?. Para mi padre, durante la fracción de segundo que tardaba la desconfianza en poner en duda la visión inmediata, mi imagen era tan real como la que, minutos después, polemizaba con él, con el apasionamiento propio de nuestras discusiones, casi siempre de contenido político.

Una cosa me llevó a otra y, ya de vuelta en casa, me vi reflexionando acerca de todos los momentos en los que nuestras vidas se desarrollan en realidad en las vidas de otros. Son esos momentos en los que los demás nos piensan, nos sueñan, cuando formamos parte del recuerdo de otra persona, protagonistas de un suceso en el que participamos pero que, tal vez, nosotros ya ni siquiera recordemos. Y lo curioso es que tales pensamientos, sueños o recuerdos pueden llegar a ser extraordinariamente intensos para aquellos que los experimentan, sin que en la inmensa mayoría de los casos seamos nunca conscientes de ello.

Desde entonces esa idea, esa sensación de que existe una parte de la vida de cada uno de nosotros que se nos hurta, que permanece generalmente oculta a nuestro conocimiento, vuelve a manifestarse con cierta insistencia . Y cuando tomo conciencia de ser yo el sujeto de la vida oculta de otros, tras someter el suceso a un mínimo test de dolor y de oportunidad, como si de un regalo se tratase decido revelar esos momentos y me escucho decir: Anoche soñé contigo. He estado pensando en ti esta mañana. O Ayer me acordé de cuando nosotros….

Antonio Téllez