domingo, 17 de diciembre de 2017

La muerte del teatro.




Si usted, viajero en el tiempo, acude a una representación teatral en la Atenas del siglo V a.C., es probable que le aguarden grandes sorpresas. Acaba de salir el sol, y se van a representar cuatro obras seguidas durante la mañana, como es costumbre. El público se agolpa en la entrada. 

Ha tenido suerte; no es fácil conseguir una entrada. El teatro es una manifestación fundamental del orgullo griego, y acudir es un símbolo de estatus, de identidad, que se demuestra por del hecho de que los asientos principales están reservados a embajadores, magistrados, sacerdotes y demás miembros de la clase dirigente. También a los huérfanos de los muertos en batalla. Pero desde la época de Pericles el teatro está subvencionado; pertenece a la ciudad por entero. A todos incumbe. Toda la ciudad participa.

De todos modos, si bien los griegos le han dado nombre (la palabra "theatrón" significa 'lugar para contemplar') y han aportado algunos de sus autores más sobresalientes, no han sido sus inventores. Mil años antes, en Egipto, se representaban historias mitológicas, como la de Osiris, utilizando máscaras. Además, aunque no hagamos referencia alguna, existe una tradición teatral en oriente, muy especialmente en Japón, que merecería un artículo entero. También hay una tradición teatral maya (con obras como "el baile de los gigantes" o "Rabinal achi") e inca ("ollantay"). Creía conveniente al menos hacer mención a estas manifestaciones culturales ajenas a occidente, porque, a menudo, parece que toda historia se circunscribe a Europa y su entorno cultural. Y no es así.



Las máscaras son siempre importantes en la antigüedad. En Grecia, los actores representan un personaje llevando la máscara de un anciano, un joven o una mujer, con semblantes tristes o alegres. En todo lo alto, una gran peluca remata el efecto y le confiere más fuerza a la máscara, que está recién pintada con vivos colores. Puede que usted tuviera una idea más sobria del clasicismo griego, pero observe el Partenón: no es un edificio de mármol blanco. Está pintado con colores vivos: rojo, azul, dorado... Tiene un cierto aire "kirsch", ¿cierto?

Pero no puede apartar la mirada de las máscaras: no me extraña, son enormes, desproporcionadas. De esta manera, resultan perfectamente visibles para el público que ocupa las últimas filas. Al fin y  al cabo, el aforo es de unos 15.000 espectadores. Su gran tamaño, y su estudiado diseño cumplen otra función: hacen de megáfono; amplifican el volumen de la voz. De hecho, hay autores que defienden que la palabra "persona" procede de esas máscaras que se utilizaban "para sonar" ("per sonare"). Un mismo actor podía interpretar a más de un personaje (podía ser más de una "persona"); bastaba con que se cambiara de máscara. Para guardar las proporciones, los actores calzaban los "coturnos": zapatos con grandes alzas que los convertían en gigantes. Se rellenaban las vestimentas con almohadones para aumentar su volumen. 

Los actores, sobre todo de tragedias, eran personas de prestigio en la sociedad griega. Cuidaban de sus preciosas máscaras como si de un tesoro se tratara, y se requería su presencia a lo largo de todo el mundo heleno. Una polis griega tenía siempre un ágora y un teatro.



Han terminado las cuatro obras de la mañana. Afortunadamente, no suelen ser demasiado largas. Es hora de descansar y comer. Por la tarde aguarda una única obra: una comedia. A los griegos les gusta acabar la jornada con risas. El espectáculo cambia, el ambiente es más relajado, y los autores e intérpretes se muestran audaces. Un actor incluso sale del escenario y se dirige personalmente a un dirigente sentado entre el público. Nadie escapa de la sátira, y autores y actores disponen de inmunidad. En una democracia, cualquiera puede ser ridiculizado en público. A menudo, las mayores y más duras acusaciones se revisten con el alegre manto de la comedia. Se ridiculiza a gente muy conocida, como a Sócrates, el filósofo. El público ríe a carcajadas.



Esta libertad, síntoma de salud democrática, será una excepción en la historia del teatro (en la historia del mundo), como veremos al hablar del autor francés Moliere.

Años más tarde, ya en Roma, se respira otro ambiente, y acudir al teatro debía ser divertido para el público y un auténtico suplicio para autores e intérpretes. Plauto, un autor romano, se ve obligado a ofrecer algunas recomendaciones sobre cómo comportarse en el teatro. Con buen tino, comienza por el hecho, fundamental, de acudir con el estómago lleno.

"Los que han comido han procedido con talento (...) A decir verdad, cuando uno tiene en casa de qué vivir, no es de cuerdos venir al espectáculo sin haber antes cenado...


Para, posteriormente, ofrecer algunos consejos de carácter más general:



"ninguna joven de mundo se sentará en el proscenio;


los lictores no dirán ni una sola palabra, ni tampoco sus varas;


el ordenador no pasará por delante de nadie para acomodar a alguien mientras los actores estén en el escenario;


los que se han quedado durmiendo hasta las mil y una horas se resignaran a permanecer de pie, o que no duerman hasta tan tarde;


Las nodrizas deberán cuidar en casa a sus mamoncillos, en lugar de traerlos al espectáculo; es la mejor solución para no sentir sed ellas mismas, y para que sus criaturas no se mueran de hambre y no berreen aquí como cabritillos;


Las damas mirarán sin ruido, reirán sin ruido, moderando los estallidos de sus voces aflautadas. Dejen para más tarde su parloteo, no vayan a encolerizar también aquí a sus maridos como ya lo hacen en casa (sic)”



Solicita pues al público - y muy especialmente a la mujer - que se comporte con decoro y prudencia al subir el telón (un invento romano). Y es que son muchos los autores que expresan sus amargas quejas sobre el desorden, peleas y ruido entre el público, que a menudo impiden escuchar las obras. El espectáculo suele resultar más entretenido en la platea que en el escenario.



Era un mundo, el de la farándula, que se había devaluado bastante; los propios actores eran esclavos o libertos, agrupados en compañías (greges); es decir, no precisamente representantes de la clase alta. Durante el mandato de Tiberio el autor Tácito nos indica que:

“se votaron multitud de medidas sobre el salario de los actores y sobre la represión de los excesos de sus partidarios: se prohibió a los senadores que llevasen a sus casas pantomimas, que se las escoltase en la calle, o que se les permitiese actuar fuera del teatro. Se autorizó a los pretores a castigar con el exilio la conducta escandalosa de los espectadores... “




Como hemos dicho, los espectáculos teatrales en ocasiones derivan en comportamientos violentos. Sabemos incluso de enfrentamientos entre facciones del público, uno en concreto en el que varios soldados y un centurión murieron al querer imponer orden. En definitiva, poco queda de la sutileza del teatro griego.


Los autores malviven en su mayoría, dependiendo de unas pocas familias de empresarios que se dedican al mundo editorial, y sujetos a los caprichos de un público poco exigente, que requería obras que trataran temas actuales de una manera sencilla y, a menudo, soez. Trabajan a destajo y, salvo contadas excepciones, no se hacen ricos con su oficio de escritores.

Vaya; más o menos como ahora.

La época dorada griega de respeto, prestigio e influencia social desaparecerá para siempre.

Durante el mandato del emperador Nerón, la aristocracia se verá obligada a acudir a un arte que entusiasma al sátrapa. Los propios nobles acabarán subiendo al escenario. Nerón ofrece espectáculos crueles, con torturas y muertes reales. En ocasiones, de incógnito, el propio emperador propicia una bronca entre el público. Pero este ¿renacer? del teatro morirá con el tirano, y se irá apagando en el siglo II de nuestra era, para morir en el V.

Hará falta esperar casi mil trescientos años para que el teatro renazca en Occidente, de la mano de unos autores insuperable.





A finales del XVI y, sobre todo, el siglo XVII, el teatro, en efecto, vuelve a la vida. En España vivimos un siglo de oro, con autores como Cervantes, Calderón de la Barca y, muy especialmente, el increíble Lope de Vega.

Lo de Lope es digno de estudio; Cervantes lo definió como "monstruo de la naturaleza". Mantuvo a dos familias a la vez (lo cual era un escándalo), y tuvo varios hijos naturales (esto era más normal). En total tuvo más de 15 hijos reconocidos; escribió sus primeros versos a los cinco años y su primera obra a los 10.  Estrenó más de 1.800 obras teatrales, que se representaban en los "corrales de comedias", gestionadas por las hermandades. Creía que malgastaba su talento con tal arte, pero necesitaba el dinero. Escribía una obra completa en dos días, y trabajaba de secretario particular para cuatro nobles al mismo tiempo. Por cierto, una curiosidad: Lope de Vega se encuentra enterrado en la calle Cervantes de Madrid, y Cervantes en la calle Lope de Vega. Y es pura casualidad. 

En Europa, el autor más importante es, sin duda, Shakespeare. Cuando el autor inglés aparece, a finales del XVI, su obra atesora tal fuerza que cambia, de manera al principio imperceptible, la manera como se entiende el arte de la dramaturgia. Shakespeare dignifica un arte que llevaba abandonado muchos siglos.

Las primeras obras de Shakespeare debieron de representarse en los patios interiores de las posadas, en un ambiente de jolgorio y ruido francamente inadecuados. Pero el paulatino interés de la nobleza británica, su patrocinio, y el temor que manifestaban las autoridades locales por las reyertas y la poca higiene en tales locales, posibilitaron que en la época Isabelina se construyeran teatros a las afueras de la ciudad. Seguían pareciéndose a los patios de las tabernas, pero estaban mejor acondicionados, y ayudaron a prestigiar un tanto el oficio de actor y dramaturgo.



En Francia e Italia, al inicio del XVII, las obras se representan en salas largas y estrechas, mal alumbradas, con un escenario al fondo. En las paredes, dos pisos de galerías forman los palcos. Los actores descuidaban el vestuario, y acudían en masa ciudadanos de clase baja, que pagaban muy poco y aguantan toda la representación de pie. A menudo vociferan pidiendo asesinatos y acción en el escenario. Eran momentos de penuria: el empresario pagaba al autor una miseria, y le exigía lo que su público pedía: violencia y un lenguaje pobre y campechano. Los actores malviven como mendigos deambulantes.

Hacia el año 1630 las personas instruidas comienzan a frecuentar el teatro. Al principio, y con el fin de que no me mezclaran con la plebe, los caballeros disponían de asientos en el mismo escenario, detrás de los actores. Las señoras asistían al espectáculo resguardadas en los palcos. El patio, como antes, seguía repleto de gentes de pobre condición y de jóvenes sin recursos. Pero pronto surgiría un autor nuevo en Francia, una voz a la que merecerá la pena escuchar y que, al igual que Shakespeare, dignificará el oficio con el genio de su pluma: Moliere.



Molière se caracteriza por tener una visión despiadada y certera respecto a las contradicciones e hipocresías de su época: con valentía realiza una crítica a la condición que vive la mujer, del culto al dinero, de la necedad del médico o del paciente, o la estulticia del enamorado. Pero su obra más polémica es "El Tartufo", una crítica a la iglesia que fue prohibida durante 5 largos años. A la muerte del autor, en 1673, fue necesaria la intervención personal del rey, a instancias de la esposa de Moliere, para que se le concediera el derecho a descansar en tierra santa. El más grande de los dramaturgos franceses fue enterrado de noche, sin ceremonia y en la parte del cementerio reservada a los niños no bautizados.  En realidad, esta prohibición se explica no sólo por lo polémico de su obra; la iglesia consideraba inmoral la profesión de actor, y en general se les negaba el entierro en terreno sagrado.

Han pasado dos milenios desde el esplendor griego, y las cosas han cambiado bastante.

Por cierto, como anécdota curiosa, 350 años más tarde, en 1982, una de las principales Prelaturas católicas, el Opus Dei, pone reparos en su recensión de la obra "Tartufo", a la que considera precursora del relativismo moral que impera hoy en día. Afirma textualmente en su "valoración doctrinal" que:


"Los supuestos cartesianos de moral moderada y equilibradora de Molière son incompatibles con el exceso de fervor. La verdadera religiosidad queda, pues, mal parada, resultando injustamente sospechosa cualquier manifestación de verdadera piedad, en la idea de que, si nadie es perfecto, lo más indicado es portarse mediocre o conformistamente en equilibrio. Como decía Napoleón, tras admirar el arte de Molière, "Tartufo nos presenta la devoción con tintes odiosos" ... "no vacilo en afirmar que si la obra hubiera sido compuesta en mis tiempos, no habría permitido que se representara". La devoción religiosa queda, pues, indirectamente e injustamente lesionada, aunque Molière afirme que no era su intención hacerlo."

  




Dejémoslo claro: lo que esta Prelatura opina tiene como únicos destinatarios a sus miembros, y no alcanza a otros estamentos sociales; ni tan siquiera es una postura oficial de la iglesia católica. Por desgracia, en varios países regidos por gobiernos totalitarios sí perdura una censura activa y militante, que define cuáles libros resultan peligrosos, y prohíbe en consecuencia su venta y acceso público. Es lo contrario a Grecia: se queman libros y se callan voces en detrimento de la pluralidad, la libertad y la democracia. Los poderosos se protegen de la crítica por miedo.

En definitiva, el teatro se muere. Lo habrán oído decir. Lleva muriéndose 2.500 años. Tuvo que soportar la competencia de los juegos olímpicos, de las luchas de gladiadores o las carreras de caballos. Después se tuvo que enfrentar a la pujanza del cine o la televisión, a la desconfianza de los poderosos, o al desinterés de una masa social inculta y desatenta a todo lo que no fuera entretenimiento fácil y fugaz.

En consecuencia, una vez más, el teatro se muere; constantemente. Es bien sabido. Y auguro que seguirá muriéndose 2.500 años más. Mientras podamos representar textos de Sófocles, Shakespeare, Moliere, Goethe, Tennessee Williams, Ibsen, Pirandello o Lorca, su agonía será larga, posiblemente eterna; y nos sobrevivirá a todos. Mientras en épocas convulsas de crisis (como la revolución francesa o "el corralito" en Argentina) el público busque el contacto personal e íntimo con el intérprete, como válvula de escape, el teatro tendrá un lugar propio en nuestras ciudades, ganado a pulso con el paso de los siglos.



Estoy completamente seguro. Quedan muchos telones por subir. Muchos aplausos guardados. Pero cuidado: Blanca Portillo, actriz y ex-directora del Festival de Teatro clásico de Mérida (ciudad extremeña en la que se halla uno de los teatros romanos más bellos del mundo) acaba de decir que "la cultura es un bien social, no debería existir una cultura de izquierdas o de derechas. No puede servir como arma arrojadiza entre partidos. Es un espacio de libertad. Y ahora más que nunca soy consciente de que me interesan las personas, no los partidos". 

A la pregunta de qué necesita el teatro en estos momentos, a Blanca le sale un grito: "¡Libertad!, por encima de todo. Y espacios donde hacerse, y gente que le guste y le interese el teatro de verdad".



No se trata de volver a Grecia. Tampoco Atenas era ni mucho menos una democracia perfecta. Se trata, simplemente, de construir sociedades dignas y orgullosas de sí mismas. Sociedades justas y libres. Con prensa libre, libertad de cátedra, seguridad jurídica, en un entorno de orden y justicia social equitativa. 


Con voces en la noche que se expresen encima de un escenario.

Una vez más; las veces que haga falta: ¡con libertad!. 

Antonio Carrillo.

martes, 12 de diciembre de 2017

El supervolcán de Yellowstone y el fin de la civilización.



Q: What is Yellowstone doing to prevent an eruption?
¿Qué está haciendo Yellowstone para prevenir una erupción?

A: Nothing can be done to prevent an eruption. The temperatures, pressures, physical characteristics of partially molten rock, and the immensity of the magma chamber are beyond man's ability to influence--much less control
No se puede hacer nada para prevenir una erupción. Las temperaturas, presiones, características físicas de la roca parcialmente fundida y la enormidad de la cámara de magma están más allá de la capacidad del hombre para afectar – y mucho menos controlar. 

National Park Service. USA

1.600 d.C.

Desde las zonas más profundas y ardientes del manto terrestre, las más cercanas al núcleo, se elevan como columnas enormes flujos de roca fundida. La materia asciende porque la temperatura altera su densidad, haciéndola más liviana. En el interior de nuestro planeta hay inmensos ríos verticales de 500 kilómetros de diámetro que, ya cerca de la corteza, detienen su avance y fluyen hacia los lados, adoptando la forma de un inmenso hongo.

La presión que ejercen sobre la litosfera es enorme, y en estos puntos calientes la actividad plutónica es incesante. Hawái, Japón o las Canarias tienen su origen en estos pilares de magma.

Cerca de la superficie el magma se enfría y regresa a las profundidades en forma de columnas descendientes. Esta circulación de calor se denomina convección del manto terrestre.



En el año 1.600 d.C., en una zona del manto que confluye con un punto caliente del oeste de los Estados Unidos, 500 kilómetros cúbicos de magma inician un rápido ascenso. Su destino es inusual: no será un lugar de encuentro entre placas, que permita disipar parte de la energía acumulada. Cerca de la superficie se acumula una cantidad enorme de material candente en una cavidad monstruosa. El empuje final del magma que ha iniciado hoy su ascenso romperá un frágil equilibrio, y la corteza terrestre se fundirá y cederá, incapaz de detener la presión.

Comenzamos, pues, esta historia en el siglo XVII, el siglo de Newton, Galileo, Cervantes o Velázquez. Sin que lo sepamos ni podamos impedirlo, en el interior del planeta se han desatado unas fuerzas que, cinco siglos más tarde, acabarán con la civilización.

Un supervolcán estallará en Yellowstone al comienzo del segundo milenio.

1923. Yellowstone comienza a ser conocido como uno de los lugares más bellos de los EEUU. La mitad de los géiseres del planeta se encuentran en él, su riqueza geológica, hidrológica y biológica apabulla. Es el primer y más grande Parque Nacional. Pero su belleza oculta un peligro: los geólogos desde principios del siglo XX observan una enorme actividad hidrotermal. El terreno asciende, sometido a presiones inimaginables. Los terremotos son frecuentes. Pero nadie sabe realmente lo que sucede, la causa. Se piensa que Yellowstone es inofensivo.

1959 Yellowstone ya relata una historia geológica preocupante. Hay indicios en las piedras de al menos tres grandes erupciones en el pasado, la última de hace unos 600.000 años. La fuerza de la erupción parece descomunal, y lo más extraño es que no se encuentra el cráter ni la caldera. En este mismo año Yellowstone se agita por un terremoto de una magnitud de 7,5 sobre la escala de Richter en el que fallecen 28 personas. Sucede entonces algo asombroso: en el fondo del lago Hegben se abre una enorme grieta que lo vacía por completo. Posteriormente, los sedimentos taponan la herida y las aguas vuelven. Yellowstone, sea lo que sea, está vivo.

1970 Aunque geólogos y vulcanólogos son cada vez más conocedores de la potencia destructora de Yellowstone en el pasado, y de su incesante actividad geotermal y sísmica, no conocen nada parecido a los supervolcanes. Los vulcanólogos sí saben de la existencia de Traps o Grandes Provincias Ígneas: inmensas extensiones de material volcánico, fundamentalmente basalto, que ocupan áreas de cientos de kilómetros cuadrados. Pero Yellowstone es otra cosa. Está lo bastante concentrado para no ser considerado un trap, pero a su vez es demasiado grande y destructivo para ser un volcán. En el verano de 1975 se produjo otro gran terremoto de una magnitud de 6,1.

La respuesta al misterio de Yellowstone provino de la paleontología: en 1971 se encontraron en Nebraska una gran cantidad de fósiles de animales jóvenes muertos bruscamente hacía 10 millones de años. Todos murieron de asfixia; una ceniza cortante rasgó sus tejidos pulmonares hasta ahogarlos en su propia sangre. En efecto, los huesos estaban cubiertos por ceniza volcánica. Pero en Nebraska no hay ni ha habido volcanes. Los análisis químicos de la ceniza demostraron que el volcán causante de la extinción se encontraba en Idaho, a 1.600 kilómetros de distancia. El lugar de origen se conoce como la caldera de Bruneau-Jarbidge. Era la primera vez que se observaba una erupción de un tamaño semejante. Sea lo que fuere, Yellowstone era parecido al supervolcán extinto de Idaho: un gigante capaz de matar a miles de kilómetros. Pero ¿dónde estaba la caldera?

A finales de los 60 la NASA quiso probar equipos de fotografía a gran altura como parte del proyecto Apolo, en la Luna. Preguntó al Servicio Geológico Norteamericano si había un lugar en la Tierra que quisieran fotografiar desde tan alto. La respuesta fue inmediata: Yellowstone. Cuando revelaron las fotografías, descubrieron por fin al monstruo: una caldera de 70 kilómetros de largo y 30 de ancho. Era demasiado grande para verla desde tierra.

Los vulcanólogos habían descubierto un supervolcán activo.

1980. En el verano de 1975 Yellowstone se agita con un nuevo terremoto de magnitud 6,1. A partir de ese momento los científicos observan que el suelo de la caldera de Yellowstone se eleva 18 centímetros de 1976 a 1984. Es imprescindible saber lo que sucede, conseguir imágenes desde un satélite capaces de detectar variaciones de temperatura. En 1984 el satélite Landsat ofrece nuevas imágenes del leviatán que oculta Yellowstone, y se confirman los peores pronósticos: es enorme y se muestra activo. En 1985 se producen 3.000 sacudidas menores.

1992 La vigilancia sobre lo que sucede en Yellowstone aumenta. Un sistema de 22 sismógrafos repartidos por todo el parque recibe las ondas de los terremotos, y analizándolas se generan imágenes de la cámara de magma. Tiene más de 20 kilómetros de largo, diez de ancho y cinco de profundidad. Se detecta una vez más un ascenso de la caldera desde el verano de 1992 al verano de 1995. El satélite, por su parte, confirma sucesivas elevaciones que finalizan en junio de 1997. El suelo de Yellowstone se mueve; a 10 kilómetros de profundidad el magma y los sistemas hidrotermales están bailando, en un juego peligroso por desconocido. Un estudio de septiembre de 1998 confirma finalmente estos datos que, sin embargo, no son de conocimiento público.            

2.000 Comienza una actividad frenética que intenta averiguar lo que está sucediendo. Un estudio muestra la existencia de antiguos ríos de lava de 32 kilómetros de longitud, los mayores encontrados jamás. Algunos son de hace sólo 70.000 años. El estudio de la lava muestra la personalidad explosiva de Yellowstone: la lava contiene cristales de cuarzo que a su vez contienen titanio. La cantidad de titanio varía según la velocidad de ascenso de la lava. Pues bien: la lava de Yellowstone subió rápidamente. Se sabe que la última gran erupción del supervolcán de Yellowstone, la llamada erupción de Lava Creek, expulsó cerca de 1.000 km3 de roca, polvo y ceniza. Los efectos afectaron a toda Norteamérica, incluido México. El clima de todo el planeta se vio alterado por un invierno nuclear. Es demasiado grave, demasiado grande para mantenerlo oculto. Cuando las productoras, imbuidas del ambiente catastrofista propio del cambio de milenio, buscan temas para sus documentales, Yellowstone ve la luz. El año 2000 la prestigiosa BBC produce un documental sobre el Supervolcán de Yellowstone. Por cierto, el término “supervolcán” aparece por primera vez en este programa. No todos los vulcanólogos lo admiten como apropiado.


La conmoción es tal que el gobierno de los EEUU se ve obligado a actuar. En mayo de 2001 se crea el “Observatorio Vulcanológico de Yellowstone” (YVO). Es fruto de la colaboración entre el servicio geológico Norteamericano, el parque nacional de Yellowstone y la Universidad de Utah. Su misión: estudiar la evolución del supervolcán y anticipar los riesgos de una erupción. Yellowstone es el volcán más vigilado del mundo.

2003. El 10 de agosto el Denver Post informa del descubrimiento de una gran y súbita elevación en el fondo del lago Yellowstone. Esta prominencia mide nada menos que 630 metros de largo por 30 metros de alto. El descubrimiento de una elevación a un kilómetro de la costa, que confirma el Salt Lake Tribune el mes de noviembre, motiva el envío de un submarino y su estudio por sónar. Hay preocupación porque se produzca no tanto una erupción como una explosión hidrotermal masiva. Es decir: el lago Yellowstone, con sus 32 kilómetros de longitud, 23 kilómetros de anchura y hasta 118 metros de profundidad, situado encima de la cámara de magma, puede colapsar por un terremoto o por el aumento de la presión de la cámara. Si el agua entra en contacto con la lava hirviendo, la explosión hidrotermal puede ser devastadora y desatar el caos.

Hay otras evidencias: aparecen numerosos peces muertos, lo que podría significar que hay grietas en el fondo del lago por las que se filtran gases sulfurosos. Además, en determinados lugares de la orilla se detecta un fuerte hedor a sulfuro. Aparecen nuevas fumarolas en el entorno del geiser Norris, por lo que se prohíben algunos accesos. También se observa un aumento de la actividad hidrotermal y de la temperatura del agua.

En marzo de 2004 un biólogo descubre los cuerpos de cinco bisontes muertos por envenenamiento debido a la emanación de gases junto al geiser Norris. En abril aumenta la actividad sísmica en todo el parque.

2006 Científicos del observatorio de Yellowstone y del Servicio Geológico de los Estados Unidos (UEGS) presentan las conclusiones de un estudio sobre lo que está sucediendo en Yellowstone. Reconocen que hay cambios en la actividad hidrotermal y en la cámara de magma, pero, en palabras de un geólogo del UEGS ,“aún no estamos seguros de si esta actividad es normal o no”.  Si se habían observado por satélite variaciones en la caldera de 4 a 6 centímetro por año.

2007 El 30 de abril se detectaron 16 terremotos de una magnitud superior a 2,7. El UEGS le otorga a Yellowstone el rango de “sistema de alto riesgo".  Al fin y al cabo, la caldera seguía subiendo a un ritmo cada vez mayor: 7,6 centímetros por año desde 2004 a 2008. El mayor nivel desde que se iniciaron las observaciones en 1923. Sin embargo, en 2009 el ritmo de crecimiento se desacelera, y en enero del 2010 el USGS hace público un mensaje tranquilizador: "el levantamiento de la caldera de Yellowstone se ha desacelerado significativamente".

Pero durante meses ha reinado la inquietud: entre diciembre y enero de 2008 y 2009, en un plazo de siete días, se monitorizaron 500 terremotos, algunos de una intensidad de 3,9. El 1 de enero de 2010 la Universidad de Utah hace pública una nota de prensa en la que afirma que “el Servicio del Parque Nacional de Yellowstone se mantiene al tanto sobre la actividad sísmica que está teniendo lugar, por vía electrónica y por teléfono con la Universidad de Utah y el USGS y que la Oficina de Seguridad Nacional de Wyoming está revisando los Planes de Respuesta a Terremotos”.

Los interesados pueden realizar un seguimiento en tiempo real de lo que está sucediendo en Yellowstone en la página:
Pulsar para seguimiento del volcán en tiempo real

2010 El año comienza muy movido. Entre el 17 de enero y 1 de febrero se detectan 1620 pequeños terremotos. A tantos sismos continuados se los denomina “enjambres”. Se observó que terremotos acaecidos a grandes distancias (incluso a 3.200 Km) afectaban al sistema de Yellowstone. El enjambre de 2010 guarda relación con el terrible terremoto de Haití de 12 de enero del mismo año, que causó más de 200.000 muertos.

2013. El 10 de septiembre Yellowstone parece volverse loco. Durante seis días se sucedieron los terremotos; 130 en total. Un profesor de geofísica de la universidad de Utah, visiblemente preocupado, afirma que “nunca he visto nada igual en 53 años de investigación en Yellowstone. Nunca he sido testigo de tres enjambres sísmicos simultáneos”.

Esta inusual actividad sísmica proporcionó una cantidad ingente de datos a los estudiosos. Cuando estudiaron el avance de las ondas sísmicas descubrieron que el supervolcán de Yellowstone es un 250% más grande de lo que se creía. Los científicos que participaban en la reunión anual de la Unión de Geofísicos de EE.UU. en San Francisco supieron que la caverna magmática tiene 90 kilómetros de largo, 30 de ancho y hasta 15km de profundidad, con un volumen que supera los 20.000 Km3 de magma. Y que apenas 8 kilómetros nos separan de este lugar apocalíptico. Es una noticia aterradora, que, sin embargo, apenas si ocupa espacio en los medios de prensa.


2014. En el mes de junio se cierran al público varias carreteras del Parque Nacional, como la que permite acceder al geiser Faithful, el más famoso del parque. Incluso se recomienda no caminar cerca de la zona, porque lo que parece tierra firme podría no serlo. El calor proveniente del interior ha derretido el asfalto y la grava de la carretera. El portavoz del parque es muy explícito: "Básicamente convirtió el asfalto en sopa. Transformó los caminos de grava en una gacha de avena". No duda en calificar la situación como "extrema e insólita". Como ejemplo de actividad, en la página web del centro de seguimiento del volcán del 25 de noviembre de 2014 se detectan 11 terremotos:

1.86
1.78
0.74
1.18
1.16
1.84
1.65
1.63
1.42
1.39
0.48

Los científicos llaman a la tranquilidad. La situación en Yellowstone no indica que vaya a producirse una erupción a corto plazo.

2017. El 14 de marzo el nivel de las aguas en la orilla sureste del lago de Yellowstone ha ascendido dos metros. No es la primera vez que los árboles de la orilla se ven inundados súbitamente por el agua. Los satélites muestran que se ha producido un aumento repentino del suelo de la zona norte de la caldera, lo que ha desnivelado el nivel del lago. Hay un fuerte olor a gas en la zona. Se recomienda a los visitantes que eviten el lugar.

El 23 de octubre dos hectáreas de arbolado muerto parecen afectadas por la emanación de gases. Los árboles se han secado, y hay ardillas y otros pequeños mamíferos muertos por intoxicación. Se clausura la zona e impide el acceso. El 12 de diciembre se observa un cambio en los patrones de funcionamiento de los géiseres. En concreto, una docena dejan de expeler agua.

2019. El comportamiento del sistema hidrotermal del parque se hace más impredecible.  La UEGS remite al gobierno un informe confidencial en el que muestra su preocupación por estos nuevos indicios. Todo parece indicar que está aumentando la presión de la cámara de magma. Los enjambres sísmicos son cada vez mayores, y se detectan los focos a una menor profundidad. Las mediciones en el lago muestran un aumento de su nivel de acidez, lo que implica que se están disolviendo gases provenientes de grietas del fondo de la caldera. No es necesario elevar el nivel de alarma, pero se recomienda revisar los procedimientos de desalojo y actuación en caso de erupción.

2024. Los últimos tres años han sido tranquilos; incluso ha remitido la actividad sísmica. Pero de repente, el 4 de febrero, el parque sufre un terremoto con una intensidad de 6,8 localizado en una de las fallas que atraviesa el parque de norte a noroeste. Una cantidad indeterminada de agua del lago Yellowstone, que se encuentra congelado, ha desaparecido. La actividad geotermal de todo el parque se detiene bruscamente. Es la peor señal. El observatorio de Yellowstone cierra el parque y recomienda desalojar a la población civil que viva dentro de un diámetro de 60 kilómetros del parque. Los noticiarios dedican su programación por entero a lo que está sucediendo en Yellowstone.

El 23 de junio el estado de alarma se ha enfriado bastante en la opinión pública. El parque permanece cerrado, pero se oyen voces de empresarios y políticos pidiendo su reapertura. Los medios de comunicación se vuelcan en la noticia de un escándalo político. El día amanece tranquilo y caluroso. En el Observatorio de Yellowstone, que monitoriza con un equipo científico de refuerzo la actividad sísmica y tectónica del volcán al segundo, el responsable del turno de noche informa de un temblor de pequeña magnitud, 2,5, pero a una profundidad de apenas 7 kilómetros. El sismo se ha producido en el centro de la caldera, bajo el lago. Los sistemas hidrotermales siguen sin mostrar actividad alguna.

A las 12 de la mañana un becario, que se encuentra fumando en el exterior, llama a su supervisor. Le señala el cielo. Miles de aves abandonan Yellowstone en dirección sudeste, oscureciendo el cielo. No es época de migraciones. El supervisor llama por radio a los encargados de vigilar la actividad por todo el parque. Desde los puestos de observación se repite la misma noticia: los animales se mueven. Abandonan Yellowstone. El máximo responsable del observatorio descuelga un teléfono con línea directa a los asesores científicos del Presidente de los Estados Unidos.

Los animales no mienten: Yellowstone va a estallar.

El 25 de junio el silencio es aterrador, No se escuchan aves ni animal alguno. Los satélites informan que el lecho de la caldera se ha elevado diez metros en apenas 24 horas, pero en la orilla del lago ha bajado el nivel del agua casi tres metros. El olor sulfuroso impregna todo el parque, y queda un retén de voluntarios refugiados a 50 metros bajo tierra. La Guardia Nacional está evacuando a toda la población civil que vive en un diámetro de 90 kilómetros. La radio y televisión emiten mensajes institucionales recomendando a toda la población del oeste y centro de los Estados Unidos que se mantengan dentro de sus casas, hagan acopio de víveres y recojan las máscaras que el gobierno ha repartido por ayuntamientos y centros parroquiales. Si ven caer ceniza, no deben respirar al aire libre sin las máscaras. Es posible que no suceda nada, pero conviene estar preparados. En los mercados hay ya desabastecimiento de latas de alimento y envases de agua. Muchos han optado por intenta huir hacia la costa este, y en muchas carreteras el tráfico está colapsado. Empieza a faltar la gasolina.

El 28 de junio, a las 14:45, la caldera de Yellowstone finalmente colapsa. Un nuevo terremoto ha fisurado la corteza, prácticamente derretida por el inmenso calor, y los gases disueltos por efecto de la presión cambian súbitamente de fase, formándose burbujas que expanden al magma y elevan aún más la presión. Es una reacción en cadena que, en cuestión de segundos, libera una cantidad de energía inimaginable: más de 1.500 Km3 de materia incandescente explosiona en el mayor estallido que la Tierra haya presenciado en 70.000 años. Por un instante la corteza terrestre desaparece, hundiéndose decenas de kilómetros con un radio de 40 kilómetros. Es una herida abierta en el planeta, por la que sangra gas, polvo y roca. La erupción provoca que los miles de toneladas de agua del lago Yellowstone cambien súbitamente de fase por el contacto con las hirvientes entrañas de la tierra. Este hecho libera una inconmensurable cantidad de energía hidrotérmica en forma de explosión. La brecha que se abre es aún mayor: un enorme agujero de 70 kilómetros de diámetro libera toda la energía acumulada. Se ha dado el peor de lo escenarios posibles. La civilización humana está condenada.

En unos minutos muere todo rastro de vida en un radio de 200 kilómetros. De nada sirven refugios, provisiones o máscaras. Los mejor preparados podrán sobrevivir durante un tiempo, pero ya no pueden abandonar lo que será su tumba, aprisionados bajo metros de ceniza y roca.

La explosión barre el planeta a 1.200 kilómetros por hora. El estallido se escucha en todo el globo. El supervolcán inyecta gran cantidad de materia a las capas más altas de la atmósfera. En poco tiempo sobreviene una oscuridad de 24 horas. 2.000 kilómetros a la redonda del volcán la superficie se convierte en un páramo de ceniza de 3 metros de espesor. En menor medida, todos los EEUU, casi toda Canadá y buena parte de México se ahogan bajo la capa de polvo volcánico.

Las cosechas del primer productor de maíz y soja del mundo se pierden. EEUU no puede producir alimentos. Pero no es un problema que sólo afecte a Norteamérica: el polvo impide la llegada de luz solar, lo que inhibe la fotosíntesis. Las plantas mueren todo a lo largo del planeta. El hambre tarda muy poco en causar grandes estragos. Las reservas de alimentos son insuficientes para sostener a 6.000 millones de personas. Al cabo de pocos meses, miles de millones de seres humanos han fallecido.

Además, las temperaturas han bajado bruscamente, una media de 20 grados centígrados. El planeta entra en una era glacial, que no podemos combatir por la falta de suministro energético. La ceniza y las bajísimas temperaturas han obstruido, congelado e impedido el aporte de agua potable y gas a las casas, los vehículos no pueden circular porque los componentes de los motores se destrozan por los efectos de la ceniza. La aviación comercial sufre la acumulación de partículas, especialmente en las llamadas “corrientes en chorro”.

Este invierno de oscuridad y muerte durará al menos diez años. Una década sin cosechas, movilidad ni energía. Es una condena de la que no se puede escapar con vida.

Pero lo peor está por venir.

El supervolcán libera a la atmósfera enormes cantidades de dióxido de azufre (SO2). Este gas en la atmósfera suma otro átomo de oxígeno y se convierte en trióxido de azufre (SO3). Esta molécula se combina con agua (H2O), incorporando los dos átomos de hidrógeno y el átomo de oxígeno (H2SO4).

Del cielo llueve ácido sulfúrico.

Todo resto de vida expuesta a esta lluvia muere.

El escenario es terrible. Los océanos sufren la acción de la lluvia ácida, que ataca el ciclo de carbono. Los animales con caparazones mueren; es decir, casi todo el zooplacton que se encuentra en la base de la cadena alimenticia.

Hay más: la destrucción de Yellowstone ha provocado fortísimas réplicas sísmicas en los EEUU. Hay cinco centrales nucleares especialmente expuestas, situadas en zonas de alto riesgo sísmico. En todo el mundo existe riesgo de contaminación radioactiva. Los sistemas de control de las cientos de centrales nucleares no han previsto un escenario tan terrible.

No hay teléfonos móviles, televisión, transporte ni energía. Unas pocas miles de personas afortunadas sobreviven en refugios, mientras la mayor parte de la humanidad desaparece. La civilización basada en la tecnología nos ha hecho vulnerables. No sabemos hacer fuego, buscar agua ni tenemos nociones básicas de supervivencia. En un entorno apocalíptico, salir de casa es peligroso. Permanecer en ella, una condena a muerte. Pero las cadenas de producción son inútiles sin energía ni materias primas, y el desabastecimiento nos condena en apenas tres meses.

Las fuerzas del orden no son capaces de preservar el orden social. Proliferan los saqueos y ataques.

El derrumbe de la convivencia pacífica supone la muerte de la civilización.

Los humanos sobreviven, pero ya nada será igual. De un mundo poblado por 7.000 millones pasamos a otro con unos pocos centenares de miles.

Pasados diez años, en el 2034, tendremos que volver a empezar.


Coda:

Todo lo escrito hasta el 25 de noviembre de 2014 es absolutamente cierto. La pregunta es: ¿cuándo se producirá la erupción de Yellowstone? No podemos saberlo, pero todo parece indicar que no será un suceso próximo. Posiblemente, pasarán muchas generaciones hasta que alcancemos un nivel de auténtico riesgo. Incluso entonces, la erupción puede no ser tan catastrófica como la que describo.

Yellowstone no es el mayor peligro al que nos enfrentamos. Yo pondría en primer lugar el impacto de un gran meteorito. Sin embargo, el Centro de control de Yellowstone emite comunicados diariamente en tiempo real. Conviene estar atentos a las señales.

Vigilar. Aunque sea poco lo que podamos hacer.  

Antonio Carrillo