lunes, 19 de marzo de 2012

Excéntricos





Un excéntrico es alguien que transpira libertad.

Al igual que las plantas liberan oxígeno, los excéntricos liberan inconformismo y un ansia
de aprender infantil e irrefrenable. Todo excéntrico es un tanto inadaptado porque
son incapaces de disimular su asombro, su entusiasmo. Distinguen colores donde
todos los demás percibimos sonidos, adivinan rostros en las sombras de los
árboles y sonrisas educadas en los semáforos. Trasuntan la realidad con sus
cráneos descapotables en los que se reflejan nubes y pájaros migrando. Atienden
al susurro de las horas, recogen los frutos que derraman la luz del sol y
respetan el ritmo de los vientos más tenues y desapercibidos.

Están siempre en un tiempo propio, fuera por tanto de lugar. Y, sin embargo, su visión del mundo nos enriquece a todos, aportando colores nuevos al prisma. Si no fuera por
ellos, lo convencional nos conduciría hacia un desierto vacío de matices y
asombros.

A menudo un excéntrico busca expresiones o gestos propios con los que expresar y
compartir una sensibilidad artística inaccesible para la mayoría. Sería algo así como un
vidente describiendo la Capilla Sixtina en un universo de ciegos. ¿Cómo poner
en palabras tanta belleza?

Observe este vídeo. Verá a una famosa pianista, Mitsuko Uchida, alumna de Wilhelm
Kempff y Stefan Askenase en Viena. Esta intérprete es una de las cinco mejores pianistas
del mundo.

http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=4XwLwOhZ6lw

¿Le ha parecido excéntrica? Lo supongo. Sin embargo, déjenme decirles algo: esta mujer ha sido capaz de adentrarse de tal manera en la esencia de la música, sin importar la época o el estilo, que se ha ganado una plaza junto a la mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín. Uchida afirma, por ejemplo, que el Concierto para Piano y Orquesta de Schoenberg, una obra moderna y para muchos incomprensible, es una pieza “poco complicada”; para su oído tiene la estructura simple de una sonata de Schubert. Esto nos recuerda las propia palabras del propio Schoenberg: “mi música no es difícil, solamente se toca mal".

¿Qué pasa por la mente de Uchida durante la interpretación de una obra? Sea lo que sea, le obliga a manifestarlo con una gesticulación desatada, incluso estrambótica.

Pero esta mujer desata toda su fuerza ante el sonido que percibe y es capaz de
electrizar a toda una sala de conciertos. Les aseguro que su virtuosismo es
asombroso; su control del tiempo, perfecto.

Es un privilegio escucharla en directo, y no incomoda el que su alma
transida agite su rostro y su cuerpo.

Cosa distinta es la de hacer de tu vida entera un ritual
de excentricidades que se acomoden a un personaje único
e irrepetible. Particularmente, me cuesta creer en la
sinceridad de gestos como los de Dalí, que llenaba el
asiento trasero de su Rolls Royce de coliflores o se
presentaba a dar una conferencia en la Sorbona
vestido de buzo.
Cuando se interpreta el papel de ser Sarah Bernard,
se puede vivir y dormir dentro de un ataúd, pero creo
que se cruza el umbral de lo excéntrico para adentrarse
en la impostura. Y la "prefabricación e imposición del
efecto" me parecen una manifestación de mal gusto y
falsedad.
Francamente, no me lo creo.
Considero necesario distinguir la excentricidad de la simple payasada.

Glenn Gould, al que hemos dedicado anteriormente tres artículos, tenía un
comportamiento extravagante; pero todos los que le conocían afirman que era una persona que no pretendía llamar la atención, y que lo que muchos consideraban manías tenían una explicación perfectamente plausible. Por ejemplo, su manera en absoluto ortodoxa de tocar el piano, casi rozando las teclas con la boca, se debía a una antigua lesión en la espalda. Glenn Gould no jugaba a ser extraño, ni seinventó un personaje acorde con su fama.
Era así, y no necesitó llegar a creérselo.

Einstein es otra figura que resulta excéntrica, y cuya vida está repleta de anécdotas. Tantas que, con seguridad, la mayor parte son falsas. Sin embargo, sí podemos afirmar que era cierto que le gustaba navegar a vela, y que salía en su pequeño balandro precisamente los días en los que no había
viento. Cuando le preguntaron la razón contesto que lo hacía "por el reto".
Esto me recuerda otra anécdota del genial físico referente
a unos clips. Tenía que juntar un fajo de folios, y sus
ayudantes fueron incapaces de encontrar un clip.
Finalmente, Einstein encontró en un cajón uno medio
desarmado, y con una paciencia infinita se afanó en
su mesa intentando que el minúsculo objeto metálico
recuperara su forma original. Al cabo de unos minutos,
un ayudante apareció con una caja repleta de clips
nuevecitos, pero Einstein siguió con su tarea de
recomponer el viejo clip usado. Cuando un estudiante
le preguntó la razón por la que perdía su tiempo
en algo tan aparentemente absurdo, Einstein le
contestó: "es un problema de mi carácter, ¿sabe?
Una vez que me pongo a hacer algo, no puedo dejarlo hasta
que lo consigo".

¿Era excéntrico Einstein? Parece ser que sí; pero no lo era intencionadamente. O, por decirlo
de otro modo, no adoptaba una actitud excéntrica que se acomodara a la imagen
que pretendía dar de sí mismo. Simplemente, era así. Y posiblemente, sin esa
fuerza de voluntad o esa capacidad de vencer cualquier tipo de reto no hubiese
sido Einstein.

Cualquiera que se salga de la norma puede recibir el tratamiento de excéntrico.
Srivinisa Ramanujan, por ejemplo, el matemático hindú que dejó un legado en forma de cuaderno repleto de fórmulas que aún hoy siguen siendo un misterio. Este hombre, de familia humilde, fue un autodidacta que aprendió matemáticas a los 15 años sin ayuda de nadie, y cuyos postulados resultaron útiles tanto en cristalografía como, más recientemente, en la teoría de cuerdas (de la que acabamos de hablar). Murió con sólo 32 años. No es sencillo descifrar lo que
dejó escrito, porque a menudo utilizaba una notación propia que resulta muy complicada de reconstruir en una nomenclatura al uso.

También se salía de la norma Michel Petrucciani. Aquejado de una enfermedad
de los huesos (osteogénesis imperfecta), apenas llegaba al metro de altura.
Sin embargo, esto no le impidió convertirse en un pianista de fama mundial. Hubo
que adaptar los pedales de los pianos para que pudiera tocarlos. Falleció en 1999, y
se le enterró junto a Chopin.

¿Eran excéntricos Ramanujan o Petrucciani por el simple hecho de ser diferentes?
No lo creo.
Eran, sin duda, dos seres humanos excepcionales; pero no se les podía calificar
de excéntricos.
¿Se puede salir entonces de la norma, de lo establecido, sin
resultar excéntrico? Desde luego.
Un ejemplo reciente lo tenemos en el pianista y director de orquesta argentino/israelí
Daniel Baremboim, protagonista de una anécdota maravillosa, cuando se atrevió a
tocar música de Wagner en Israel. Le habían prohibido interpretar una ópera, y
le obligaron a cambiar el programa. Pero al finalizar el concierto se volvió al
público y les anunció que, a modo de bis, iba a interpretar una pieza de
Wagner. Invitó a los que no estuvieran de acuerdo a que abandonaran la sala.
Como unos pocos se mostraron en desacuerdo, Barenboim estuvo media hora
explicando en hebreo las razones para interpretar la pieza. Desde luego, hace falta
valor y entereza para interpretar en suelo israelí la música que sonaba en los
campos de concentración nazi. ¿Fue la de Baremboim una decisión excéntrica? En
absoluto. Tuvo el valor de proponer ante sus conciudadanos el sinsentido que
supone denostar la música de Wagner (o la filosofía de Nietzsche) sólo porque
les gustara a Hitler y sus acólitos. Si hubiera que censurar a todos los
autores que han vertido opiniones antisemitas a lo largo de los siglos,
seguramente nos llevaríamos una sorpresa de lo enorme que es la lista.

Por acabar: describimos la excentricidad como un modo extravagante e inusual
de vivir lo simbólico que afecta a determinados comportamientos más o menos
cotidianos. ¿Hemos establecido algún límite? La sinceridad del gesto, primero. Hay
ocasiones en las que los gestos son impuestos. Además, no basta con salirse de
la norma; el comportamiento debe tener un rasgo extravagante que lo
identifique. Yo diría que, además, una conducta excéntrica no puede resultar
totalmente desadaptativa, porque entonces se vuelve patológica; y sería
conveniente diferenciar a los excéntricos de los perturbados mentales.

Pondré un ejemplo: el del lógico y matemático Kurt Gödel,
gran amigo de Einstein, famoso por sus dos teoremas de la
incompletitud. Gödel podía ser un ejemplo paradigmático
de sabio excéntrico: pensaba que sufría del corazón (a raíz
de unas fiebres reumáticas), sufría colapsos nerviosos
y depresiones, utilizaba abrigos en verano...
y pensaba que tenían la intención de envenenarlo.
Esto último nos hace pensar en un desequilibrio mental
severo, en una paranoia grave que provocó su muerte.
Como sólo comía si su esposa probaba el alimento antes que
él, cuando su esposa enfermó y tuvo que ser hospitalizada,
Gödel murió de hambre.
En el momento de su muerte, en 1978, pesaba 30 kilos.
Gödel era un auténtico genio, sin duda, uno de los más grandes del siglo XX, pero su
comportamiento tenía como base una enfermedad mental.

Por último, una conducta excéntrica - si quiere recibir tal galardón -
no debe afectar a terceros. ¿Era un excéntrico Idi Amin, el dictador
ugandés que desmembraba a sus esposas cuando se cansaba de ellas,
que retransmitió torturas por televisión y practicó el canibalismo
hasta 1979? Era un monstruo y un megalómano, pero prefiero
reservar el término excéntrico para otra categoría de personas.

Tampoco era un excéntrico Saparmurat Niyazov, dictador de
Turkmenistán desde 1985. Cambió de nombre a todos los días
del año, reservándose enero para él mismo; prohibió y declaró ilegales
el pelo largo, el bigote, el teatro, los dientes de oro, el sida o el
maquillaje. Decretó que la infancia terminaba a los 13 años, la
adolescencia a los 25 y no se llegaba a la vejez hasta los 85 años. Su último decreto
en 2006 fue el de construir un zoológico con instalaciones para pingüinos y pistas sobre hielo en el desierto de Karakum, con una temperatura media de 50 grados.

Por sus actos merecería entrar en nuestro cuadro de honor de excéntricos, pero millones de ciudadanos tuvieron que sufrir por sus arrebatos, y muchos miles fueron ejecutados por pertenecer a la oposición.

Excéntricos fueron otros, hombres y mujeres geniales que dieron muestra de su arte o su valía con actitudes fuera de lo común sin que tuvieran que inventarse ningún personaje, ni sufrieran un trastorno mental ni su actitud afectara a terceros.
Excéntricos geniales abiertos al asombro.

Que navegaban y nos enseñan a navegar sin viento.

Antonio Carrillo.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado!!!! Buen análisis y reflexión. ¡Porqué resultaremos tan miopes ante la excepcionalidad y la diferencia!
    Gracias por compartir!!!!

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  2. Genial articulo, es muy necesario saber distinguir entre genialidad excéntrica y locura. Me ha encantado!

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  3. Comentario genial, Antonio,pero la excentricidad es entendida de distintas maneras. Has sido claro en tu exposición.Supongo que clarificas tus ideas, no la significación propia del vocablo.
    Igual, entretenido.

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