¿Otra
entrada en internet sobre Richard Feynman?, se preguntarán.
Y con razón.
Se cuentan por miles los artículos publicados sobre este peculiar personaje,
objeto de estudio en varios libros de éxito, que desentrañan sus muchas
anécdotas, casi todas ciertas.
Era un
sujeto, sin dudas, de lo más "peculiar".
Feynman,
premio Nobel de física, declarado deficiente mental por un médico del ejército
de los EEUU, estuvo a cargo de la división de cálculo del proyecto Manhattan,
el proyecto que desarrolló la bomba atómica. Pero el joven Feynman, aislado en
Los Álamos, se aburría; "no había
nada que hacer allí", confesó posteriormente. Por ello, se distrajo
descerrajando cajas fuertes en las que se guardaban los mayores secretos sobre
la bomba; una vez cometida la fechoría, y para desesperación de los
responsables de seguridad, dejaba notas graciosas.
Finalmente,
pasó más de una noche en una zona aislada, en un altozano del desierto, donde
aprendió a tocar el tambor al estilo indio. Años más tarde, alcanzó una gran
destreza con el instrumento y aprendió a tocar al estilo samba en Brasil.
Pero antes,
llega el nefando 16 de julio de 1945, y la primera bomba nuclear de la
historia, de nombre Gadget, explosiona para deshonra del sapiens. Todos los científicos y militares involucrados en el
proyecto utilizaron unas gafas oscuras para protegerse de los rayos
ultravioletas; todos, menos Feynman, que vio la explosión detrás del parabrisas
de un camión. Con posterioridad, describió el hondo sentimiento de culpabilidad
que atravesó su cuerpo ante tal resplandor de muerte. Muy cerca, un taciturno
Oppenheimer pensaba en una frase de la Bhagavad Gita:
"Ahora me he convertido en La Muerte, Destructora
de Mundos."
Yo,
particularmente, me quedo (por más creíble) con la frase que masculló Kenneth
Bainbridge, director de la prueba:
"Ahora todos somos unos hijos de puta".
Pero
volvamos a Feynman. Su trabajo en electrodinámica cuántica le valió el Premio
Nobel de Física en 1965, aunque también destacó en sus avances sobre
computación cuántica y nanotecnología. Era un adelantado a su tiempo, y su modo
de pensar y de actuar desconcertaba en ocasiones a colegas más convencionales.
Pondré un ejemplo: Feynman vivía en la región de Altadena, arrasada en 1978 por
un pavoroso incendio. Días después,
contrató, provocando con ello la burla de sus vecinos, un seguro ¡contra los
destrozos por agua! ¿Por qué? Feynman supuso que la destrucción ocasionaría la
erosión del paisaje, causando a la larga corrimientos e inundaciones. La riada
ocurrió en efecto al año siguiente, en 1979, después de las lluvias del
invierno, y destruyó muchas casas del vecindario. El único vecino cubierto por
un seguro fue el excéntrico y genial Feynman.
Era
proverbial su costumbre de comer cinco o seis veces por semana en un bar donde
las camareras atendían a la clientela en top-less.
A Feynman le gustaba el ambiente desinhibido de este tipo de bares; se relajaba
en ellos. Acompañado de un vaso de 7-Up, disfrutaba de la visión de las féminas
curvas y planicies, para después, ausente en su mundo de ensoñaciones, ponerse
a escribir reflexiones y ecuaciones en las servilletas del establecimiento.
Cuando las autoridades municipales propugnaron el cierre, no tuvo reparos en
salir públicamente en su defensa.
Pero el
mejor ejemplo del Feynman ajeno a la norma lo encontramos al final de su
vida. Algún alto cargo de la NASA tuvo
la idea de nombrarlo miembro de la Comisión Investigadora del Accidente del
Transbordador Challenger. Seguramente,
se arrepintió de haberlo hecho.
Mientras
todos los miembros de la comisión observaban escrupulosamente los
procedimientos establecidos, y mantenían sesudas reuniones para el estudio del
problema, Feynman se mantuvo ausente, ajeno desde el principio. ¿Dónde estaba
el viejo sabio?
Paseaba por
los hangares, conversando con técnicos e ingenieros de la NASA. Se interesó por
todo lo imaginable: por el tiempo que hacía el día del lanzamiento, por las
intuiciones, recomendaciones y dudas de las personas encargadas del
mantenimiento. Tuvo la idea de preguntar a quienes habían trabajado con el
transbordador siniestrado.
Fue el único
que lo hizo.
Meses más
tarde, en el momento de presentar el informe, frente a las cámaras de
televisión y los periodistas, Feynman pidió por sorpresa un vaso de agua
helada. Resultaba, explicó, que la noche del lanzamiento el tiempo era
inusualmente frío. Sumergió entonces en el vaso un anillo de unión del
transbordador, y demostró que el anillo sometido al frío intenso no recuperaba
sus propiedades iniciales.
Las
consecuencias eran evidentes: un pequeño anillo fue el responsable del
accidente del Challenger; algo, por cierto, de lo que habían avisado
infructuosamente los ingenieros responsables de mantenimiento. Bastó un vaso de
agua fría y unas charlas informales para llegar a la verdad.
Finalmente,
Feynman logró que se incluyera su informe en un anexo del expediente.
Pero lo que
realmente me fascina de Feynman, la razón por la que acude a este lugar de
asombros, no es su extravagancia, sus anécdotas ni su genialidad. Feynman era,
por encima de todo, profesor. Uno de los mejores.
De
cualquiera de nosotros se podría escribir un tratado de rarezas. Piénselo. Todo
humano es único, peculiar e irrepetible. Unos cuantos destacan por encima de la
media, y reciben un reconocimiento público por ello: ganan un Nobel, una
fortuna, un torneo de tenis, un Óscar, una medalla olímpica o tienen millones
de fans... Se cuentan por decenas de miles las personas brillantes, exitosas.
Si se fijan, oculto entre las bambalinas encontramos un amplio equipo de
personas anónimas, responsables, en buena medida, del mérito individualizado.
Sólo uno recibe un premio que cien han trabajado.
No admiro a
Feynman por ganar un Nobel, ni por sus supuestas extravagancias. Lo que me
fascina de este personaje es su ansia irrefrenable por enseñar, por compartir
lo que sabía con una generosidad extraordinaria. Fue una persona entregada a
los demás, especialmente a sus muchos alumnos. Y por ello merece una entrada en
este blog.
Nada más
acabar el proyecto Manhattan, a Feynman se le ofreció una plaza en el Instituto
de Estudios Avanzados, cerca de la Universidad de Princeton; un lugar
privilegiado, donde podía encontrarse con mentes como las de Albert Einstein,
Oppenheimer, Gödel o Von Neumann.
Sin embargo,
y para sorpresa de todos, Feynman rechazó tal privilegio. ¿La razón? En el
Instituto no había alumnos, y Feynman veía en sus estudiantes una fuente de
inspiración. Le encantaba enseñar, se sentía útil como profesor, y destacó
enseguida como enseñante. Sus alumnos en el Caltech (el Instituto de Tecnología
de California) le apodaban "El Gran
Explicador"; era muy cuidadoso cuando daba clase, nada pretencioso, y se
esforzaba en hacer de la física un área del saber accesible para los demás. Por
supuesto, había límites; como él mismo dijo, "Hay que tener la mente abierta. Pero no tanto como para que se te caiga
el cerebro." Estudiar en el Caltech exigía esfuerzo y disciplina; no
estaba al alcance de cualquiera. Por cierto, ¿sabía que los cuatro genios,
protagonistas de la serie "The Big Bang Theory", son investigadores
del Caltech?
Precisamente
porque en ocasiones la física obliga a adentrarse en terrenos difíciles de
comprender, Feynman hizo un gran esfuerzo por desnudarla a través de libros y
conferencias. Al fin y al cabo, en la física hay teorías que pueden
simplificarse (hacerse comprensibles) por medio de metáforas. Lo importante es
tener al menos la percepción de que la realidad es asombrosa, compleja y, en su
más íntima esencia, bella. Feynman dijo
"Para aquellos que no conocen las
matemáticas, es difícil sentir la belleza, la profunda belleza de la
naturaleza... Si quieres aprender sobre la naturaleza, apreciar la naturaleza,
es necesario aprender el lenguaje en el que habla."
Feynman
amaba la física, y respetaba a las personas. De esa conjunción nació el
divulgador; alguien que creía, en lo más íntimo, que cualquiera, experto o no,
debía de tener nociones sobre física cuántica, relatividad o partículas. La
humanidad del siglo XX había descubierto un universo mágico repleto de
paradojas. Era algo que debía hacerse público.
Como
profesor, Feynman detestaba el aprendizaje de memoria. Siempre abogó por la
necesidad de comprender cualquier problema en su misma esencia, y buscar medios
para darle respuesta. Memorizar una respuesta ofrecida por otros impedía
adentrarse, bucear, en la física. La ciencia había que vivirla, interiorizarla;
hacerla propia. Llegar a una respuesta tras mucho trabajo es un instante de
iluminación que define al científico. Lo importante, más que la solución en sí,
es el camino. La búsqueda.
Utilizó un
ejemplo muy gráfico para explicarlo:
"Cuenta que a un estudiante que estaba a
punto de terminar su carrera sobre Grecia, se le pregunta en un examen: ¿Qué
idea tenía Sócrates acerca de la relación entre Verdad y Belleza? Ante lo cual
permanece literalmente mudo. No obstante, al preguntársele ¿Qué dijo Sócrates a
Platón en el Tercer Simposio? comienza a hablar sin interrupciones, recordando,
en un griego perfectamente pronunciado, todo lo que dijo Sócrates en el Tercer
Simposio. ¡Pero en el Tercer Simposio, Sócrates habló de la relación entre
Verdad y Belleza! Este ejemplo demuestra claramente la limitación de un
aprendizaje memorístico".
El actual
ministro de educación de España acaba de afirmar que los estudiantes deben
decidir sobre su ámbito de estudios no sobre la base de la vocación (corazón),
sino de la empleabilidad (bolsillo). Es una teoría del pragmatismo que habría
horrorizado a Feynman. En una carta a un estudiante que le pedía consejo,
escribió:
"El hombre feliz en su trabajo no es el
especialista estrecho de miras ni el hombre completo, sino el hombre que está
haciendo lo que le gusta hacer. Debe usted enamorarse de alguna
actividad".
Más claro,
agua. Quien habla no es un ministro, un tecnócrata ni un empleador.
Quien así se
manifiesta es, simplemente, un profesor.
Sus clases
para alumnos de primer año debían mantenerse en secreto, porque se llenaban de
profesores. Su secretaria durante 17 años, de apellido Tuck, tenía la orden de
impedir la entrada a su despacho. Sólo hubo una excepción: siempre mantuvo
abierta la puerta a cualquier alumno. De todas los premios y menciones que
recibió a lo largo de su vida, siempre estuvo orgulloso de recibir la
"Medalla Oersted" en 1972. Esta medalla, otorgada por la Asociación
Americana de Profesores de Física, reconoce contribuciones notables en el campo
de la enseñanza de la física. (Por cierto, en 1990 se le concedió a otro gran
divulgador: Carl Sagan)
En
definitiva, Richard Feynman fue un gran hombre. Ganó un premio Nobel, cierto,
pero, por encima de todo, escribió a un alumno de primer año lo siguiente:
«Estudie arduamente lo que más le interese de
la forma más indisciplinada, irreverente y original que pueda»
¿Reconocimientos?
Me quedo con este: poco después de su muerte, un grupo de estudiantes de
Caltech se saltó a la tolera todas las normas, escaló el frontispicio de la
Biblioteca Millikan de la universidad y colgó un gran cartel con la frase:
"We
love you Dick!" ("¡Te amamos, Dick!")
Excelentísimo
señor ministro de educación: estos hombres y mujeres lloraban la muerte de su
profesor.
No espero
que lo entienda.
Antonio
Carrillo.
Feynman,¡¡¡¡Qué hombres!! Muchas gracias por tan magnífico artículo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo! Uno tiene que amar y gozar su trabajo, sentir esa necesidad de seguir ampliando sus conocimientos, tener esa curiosidad intelectual para seguir aprendiendo y compartir los conocimientos con los demás.
ResponderEliminarEsta es la vocación del ministro Wert...
También hay que decir que el sistema educativo español tiene mucho que desear. En general, los estudiantes no tienen ese empeño en aprender y, los profesores, desafortunadamente, han perdido la ilusión de enseñar.
Es difícil esta interconnexión de enseñar-aprender cuando ambas partes no tiene mucho interés.
Por mi parte, no conocía a Feynman, así que hoy ya aprendí algo nuevo!
Saludos.
Anna, leyendo las declaraciones que hace el ministro Wert y leyendo con detenimiento el proyecto de ley LOMCE no me parece que su vocación sea despertar curiosidad intelectual para seguir aprendiendo... más bien todo lo contrario.
ResponderEliminarY, aunque el sistema educativo español es, sin duda, mejorable, quizá en lugar de otro cambio más que, además segrega, lo que necesita es servirse de métodos que fomenten en los alumnos el deseo de aprender.
Hace poco pregunté a un amigo de uno de mis hijos, quien había "abandonado" los estudios, en qué andaba metido y me dijo que se estaba preparando por su cuenta para entrar en la universidad a hacer Físicas. Ante mi sorpresa, y al sugerirle que quizá le podían interesar unos vídeos disponibles en una página web que yo había descubierto hacía poco, me dijo que ya la conocía y que era estupenda para aprender, en lugar de "tener a un profesor riñéndote cuando no entiendes".
A la vez, yo he conocido y conozco a profesores entusiastas que saben y consiguen motivar a sus alumnos. Con lo cual disiento de que ambas partes (profesores y alumnos) no tengan interés. Lo que sí ocurre es que, como dice Salman Khan, seguimos enseñando en muchas ocasiones con métodos y sistemas decimonónicos cuando la sociedad y nuestros jóvenes pertenecen al siglo XXI.
Uno tiene que perseguir aquello que le interesa. Y personas como Feynman quedarían fuera del sistema con políticas educativas como la promovida por el ministro Wert. Ya lo dice muy bien Antonio en su artículo: el médico del ejército lo declaró deficiente mental.
Una personalidad fascinante, aunque ahí queda la sombra de su participación en el Proyecto Manhattan. Pero, ¿quién no tiene sombras?
ResponderEliminarComo curiosidad se puede ver la película "Creadores de sombras", de Roland Joffé, si bien se centra en el papel que desempeñó Oppenheimer.
Soy argentino,me eximo de opinar sobre Wert.
ResponderEliminarPero vuelco mi atención en un lindero a veces abismal:los puntos medios, que, aunque supongo comprendidos, lo presento porque el tema de la obviedad no se puede soslayar a expensas de terminar a medias todo.
¿Qué veían los alumnos en Feynman? ¿Conocimiento?¿Atractivo de personalidad?¿Modos creativos de presentar un campo de la ciencia?
No podemos responder.
Destacada su didáctica, que es disciplina,y sumada su creatividad, cualidad intelectual, desarrollada, encuentro sí lo destacable y rico para el campo docente.
Prolijidad disciplinar y creatividad ordenada a un objetivo, diría, para no entrar en temas de personalidad que no tienen que ver con lo imitable o lo ideal, sería lo destacable en mi opinión.
Realzar creatividad desmantelando disciplina no parece creíble.
Pero como deseable.
Un profesor se ocupa de desarrollar esa habilidad, no sólo mostrarla.
La valora y la quiere en sus discípulos; plantea actividades para su logro.
El profesor no eclipsa........provoca y da lugar.
En docencia, la admiración no es el camino.
Abrazo y gracias por crear y permitir este espacio.
No entiendo bien su crítica. Creo que el artículo es fantástico, y el personaje también lo fue. Un Premio Nobel que quiere seguir enseñando, teniendo alumnos reales... Cuando en las univerisdades actuales se odia al alumno por encima de todas las cosas... Adoro a Feynman, y he aprendido mucho más de él que de la mayoría de mis profesores. "La Conferencia Perdida", "El Carácter de la Ley Física". Eso es pensar, y eso es enseñar, y poco más hay que decir.
EliminarPaloma, mis palabras respecto al ministro Wert son, obviamente, en sentido irónico. Y más, después de saber que se han suprimido las becas para estudiar idiomas en el extranjero.Cada vez más se nos cierran las puertas, se nos cortan las alas y nos dejan sin oportunidades.
ResponderEliminarRespecto a la educación española, estoy de acuerdo contigo cuando dices que se utilizan unos sistemas antiguos y que, probablemente, deberían mejorarse y actualizarse.
Yo también he tenido, afortunadamente, profesores entusiastas, con unas ganas de motivar al estudiante increíbles, de explicar las cosas de forma sencilla (sobre todo en matemáticas), etc. Pero pienso que también hay profesores que parece que solamente vayan a hacer sus horas, mandar deberes, leer la lección y listos. Aunque también entiendo su forma de actuar cuando se cambian las leyes de educación anualmente. Así no se puede crear un sistema educativo fuerte y estable.
Cuando un estudiante se encuentra con un profesor desmotivado, ese también pierde motivación. Para mi es una relación recíproca. Y por eso mismo, entiendo la decisión del amigo de tu hijo, la cual me parece genial y le deseo mucha suerte y ánimos.
Saludos,
A Feynman se le puede leer, y entonces es cuando uno se asombra de verdad. Enhorabuena por la entrada, me ha encantado.
ResponderEliminarFeynman, fue un gran físico grandioso maestro una persona que amaba enseñar, que disfrutaba su trabajo y eso lo hacía notar cuando estaba en el salón de clases, para que un maestro logré un poco de éxito necesitas tener pasión por lo que haces y eso se trasmite, además de hacer una clase amena e inteligente es básico tener conocimientos sobre lo que hablas, si eres de esos que solo se sientan y no tasmites nada, ninguna emoción te equivocaste de profesión, y aquello que ganes es mal habido, ser profesor es la mejor manera de ganarse la vida, nada como ver a los jóvenes interesados en temas de la física, experimentando y comprobando las palabras como lo decía Feynman.
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