domingo, 20 de abril de 2014

El verdadero oro de los Andes

Este texto es el extracto de un libro que estoy escribiendo sobre lo acaecido en el universo los últimos 14.000 millones de años.



La Era Cenozoica o Era Terciaria, se inicia tras la gran extinción de finales del cretáceo, hace unos 65 millones de años y se extiende hasta la actualidad.
Usted y yo, lector, vivimos en la era Cenozoica.
A finales del  Mesozoico, durante el cretáceo, el oeste de América daba signos de actividad, y se empezaron a formar las montañas rocosas al norte y los Andes al sur. Pero es en el Cenozoico que en Eurasia se alza un relieve con una orientación este – oeste, que comienza en los pirineos y finaliza en indochina, en las islas de Java y Sumatra. El cenozoico asiste al nacimiento de los Alpes, del Atlas, el Cáucaso o del Himalaya. Si las cordilleras americanas no generan grandes ecosistemas por su cercanía al mar, especialmente en el caso de los Andes, el relieve euroasiático sí provoca la aparición de enormes ecosistemas en los que destaca la biodiversidad.
Al inicio del Cenozoico Europa y una Groenlandia mucho más cálida estaban aún unidas. Un puente de tierra une por un breve periodo de tiempo Norteamérica y Europa, pero la deriva al oeste del continente norteamericano provocará su total aislamiento También Norteamérica y Groenlandia comienzan a alejarse entre sí.
En el sur los cambios no son menores. Lo que antaño fue Gondwana se ha disgregado en cinco masas de tierra: Sudamérica, Australia, Antártida, India y África.
Norteamérica y Suramérica se encuentran separadas por un mar ecuatorial, lo que provoca una diversidad biológica interesante. La Antártida se dirige al sur, en lo que constituirá un movimiento con enormes implicaciones climáticas. Australia se dirige al este y la India, a una velocidad sorprendente, toma una deriva norte que provocará su choque con el sur de Asia.
La colisión de la India con Asia sucedió hace unos 50 m.a.
Toda la placa Africana interactúa con la europea. Nacen los Pirineos, los Alpes o los Balcanes. Hace 45 millones de años, por ejemplo, la placa Adriática, la península Italiana, chocó contra Europa y se alzaron los Alpes, que crecieron durante 40 m.a. El antiguo mar de Tethys desaparece, y queda un mar interior entre Europa y África. Cuando la península Arábica choque con oriente próximo, hace 35 m.a.,  este mar sólo tendrá una salida al Atlántico: el estrecho de Gibraltar. Al este del mediterráneo, bajo la península Arábica, se conservan las enormes reservas de petróleo del mar de Tethys.
Pero centremos nuestra atención en Norteamérica, que avanza velozmente hacia el este abriendo el Océano Atlántico.
Hace 40 m.a. la masa de corteza continental choca con el fondo oceánico del Pacífico. Unos 10.000 Km de corteza se hunde bajo el empuje del continente. Esta fricción provoca una enorme actividad plutónica: volcanes, fallas y terremotos.
Al hundirse el fondo oceánico, la corteza se hace más gruesa. La placa continental americana avanza hacia el este, pero la actividad volcánica se traslada tierra adentro. El mejor ejemplo lo tenemos en tres estados: Wyoming, Colorado y Arizona. En el primero encontramos el parque nacional de Yellowstone, el punto caliente de mayor actividad de los EEUU. Uno de los supervolcanes más grandes del planeta.
Más al sur, la corteza muestra un espesor de 70 kilómetros. Esto explica que el Estado de Colorado consista en una planicie que supera los 1.000 metros, con montañas que sobrepasan los 4.000 metros de altitud. Si bajamos un poco, ya dentro de Arizona, la pendiente de los ríos y su erosión provoca la aparición de enormes cañones, como el famoso Cañón del Colorado.
 
Hacia el oeste, el punto de encuentro entre la placa del pacífico y la norteamericana provoca fenómenos como la falla de San Andrés. En esta falla de desplazamiento los terremotos son enormes y devastadores.
 
No menos espectacular resulta Sudamérica. El avance de la plataforma continental hacia el oeste también ha provocado que la actividad tectónica se traslade tierra adentro. Tenemos ejemplos como el volcán Cocopaxi de Ecuador, con 5.900 metros de altitud o el Láscar chileno, de 5.600 metros. Ninguno de estos volcanes se encuentra cerca de la costa. Yo mismo he estado a las faldas del volcán Galeras, en Colombia, lejos del pacífico. Es una mole que sobrecoge. Está considerado uno de los volcanes más peligrosos del mundo.
En estas zonas andinas las altitudes son difíciles de creer. Cerca del Galeras se encuentra un lugar maravilloso, la laguna de la Cocha; una extensión de agua a casi 3.000 metros de altitud. Entre Bolivia y Perú el lago Titicaca, a 3.800 metros sobre el nivel del mar, es el lago navegable más alto del mundo.
Todos estos fenómenos tienen su fundamento en que la corteza es más gruesa en los Andes que en cualquier otra parte del planeta. La Meseta del Collado, desde Perú hasta Argentina, tiene una altitud que llega a los 5.000 metros sobre el nivel del mar. En este punto la corteza terrestre supera los 75 kilómetros de grosor.
Las condiciones climáticas en estos parajes son extremas, con un clima muy frío y extraordinariamente seco. Pero lo peor es la altitud.
A 4.000 metros de altitud el peligro no es tanto el frío como la radiación solar. La vida del altiplano recibe cantidades ingentes de radiación procedente de nuestra estrella y del espacio. Además, la conocida como “Anomalía del Atlántico Sur” no está lejos, y debilita un tanto la fuerza del escudo del campo magnético terrestre. Pocos animales pueden sobrevivir a estas condiciones; los que lo han hecho, se han adaptado.
El ejemplo más sorprendente lo tenemos en un camélido domesticado por el hombre hace 7.000 años: la Alpaca.
 
En época precolombina sólo la nobleza Inca podía vestir ropajes confeccionados con lana de Alpaca: conocida como el “Oro de los Andes”. Hoy, uno de los textiles más lujosos y sorprendentes del mundo.
La lana de Alpaca (también la de la Vicuña, una especie similar) es muy resistente y extremadamente suave. Es una fibra hipoalergénica (no contiene lanolina) y no provoca por tanto rechazo. Su capacidad para conservar el calor es increíble: abriga siete veces más que la lana de oveja. Un fino abrigo de Alpaca resguarda del frío más intenso. Como detalle curioso, la NASA utilizó la tela de Alpaca en el espacio por ser la fibra natural con mejor rendimiento térmico.
Esta tela resiste el paso del tiempo, y las telas parecen nuevas con el paso de los años. Su textura es muy suave, similar al cachemir; es muy resistente al agua y no absorbe la humedad ambiental. Además, no arde sino es en contacto directo y constante con el fuego. Pero, además, su densidad y sus propiedades atómicas la convierten en un escudo eficaz contra las radiaciones.
Increíble, ¿no es cierto?
La naturaleza ideó un material como la lana de Alpaca que permite sobrevivir a 4.000 metros de altitud, al frío y la radiación. Para comprender las propiedades únicas de este verdadero tesoro es preciso estudiarla al microscopio.
La fibra de Alpaca es extremadamente fina, unas 30 micras de diámetro, mucho más delgada que la lana de oveja. Pero lo que llama la atención es que su núcleo está compuesto de células llenas de aire. Este hecho le ofrece la protección, ligereza y aislamiento que atesora.
La naturaleza ha diseñado millones de cámaras de aire de tamaño microscópico. Las condiciones ambientales fuerzan a que la naturaleza, el más sofisticado laboratorio de investigación que haya existido jamás, nos sorprenda una vez más.
Pero el asombro no ha hecho más que empezar.
 
Antonio Carrillo 

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