Dicen que las abejas desaparecen. Y es asunto que preocupa.
Mucho.
Einstein dijo en una ocasión que el día que desaparecieran
las abejas, a la civilización le quedaría una década de vida. En realidad,
exageraba; los países del primer mundo diseñaremos cultivos transgénicos que
nos librarán del hambre. Distinto es el tercer mundo: miles de millones de
seres humanos dependen de las abejas para conseguir polinizar sus cosechas.
Igual, empujados por el hambre y la desesperación de ver
morir a sus hijos, estos desgraciados se deciden a saltar las vallas que nos
separan. Y sospecho que no hay muro ni arma de fuego capaz de detener esta
marea.
En fin; hablaba de las abejas. Que no vuelan.
Y no saben el porqué.
Humildemente, propongo una razón: hace tiempo unos sesudos ingenieros
aeronáuticos estudiaron el tamaño del cuerpo de la abeja y la envergadura de
sus alas, y emitieron un dictamen basado en una larga cadena de razonamientos
matemáticos:
La física dicta que las abejas no pueden volar.
Por fortuna, las abejas no saben de aerodinámica y, por consiguiente,
vuelan.
¿Acaso las abejas, víctimas de una rara mutación genética, han
logrado avances en el campo de la mecánica de fluidos y han descubierto que, en
efecto, no pueden volar?
Este asunto me trae a la memoria a los padres aka.
Los pigmeos aka son una tribu de “salvajes incivilizados”
detenidos en una sociedad cazadora/recolectora paleolítica. Los pobres no saben
nada de los últimos avances en el estudio del comportamiento y la pedagogía
infantil.
Ello explica que hagan tan mal las cosas. Contraviniendo cualquier
manual al uso, los padres aka malcrían a sus hijos y acuden prestos si un niño
llora. Los niños akas pasan buena parte del tiempo en brazos de sus mayores, especialmente
de los padres.
Un estudio de Naciones Unidas proclamó a los hombres aka los
mejores padres: llevaban en brazos a sus hijos el 40% del tiempo. Impensable en
nuestra cultura de “dificultosa” conciliación familiar.
Les propongo una reflexión: un ratón resguarda a su progenie
en una madriguera, y se pasa el día fuera, buscando alimento. Sólo amamanta a
las crías unos instantes al cabo del día. En el extremo opuesto tenemos a los
primates, como los orangutanes o los chimpancés. Las hembras llevan a las crías
todo el tiempo en su regazo, y las alimentan a demanda.
Usted que cree; el Ser Humano, en última instancia, ¿es un
primate o un roedor?
Un niño occidental nace, y un pediatra se lo lleva para
lavarlo y hacerle los primeros estudios. La enfermera dejará al niño dormir en
una cuna para que la madre pueda descansar. Todo es muy aséptico.
Un niño aka nace, y toda la tribu se reúne alrededor de una
hoguera. La criatura recién nacida va pasando por los brazos de todos los
integrantes de la tribu, que lo manosean, besan, bailan con él y le cantan
melodías hermosísimas. Porque, curiosamente, la música aka es una de las más
bellas e intrincadas que existen. Músicos occidentales han estudiado sus
instrumentos, la asombrosa capacidad de improvisación y el uso casi instintivo
que hacen de la técnica del contrapunto en su música vocal.
Estos “salvajes” acogen al recién nacido como miembro de una
comunidad de la que forma ya parte, en la que crecerá como individuo y será cuidado
desde el principio como una persona merecedora de respeto. El niño no será una
pertenencia de los padres. Por cierto, los aka no conciben el maltrato
infantil. Lo consideran una aberración.
Los padres aka no saben de psicología infantil, ni tienen
acceso a los miles de ensayos escritos sobre cómo dormir, dar de comer o
controlar las rabietas de los niños. Y, sin embargo, algo extraño sucede: los
niños aka, a los que se calma cuando llaman la atención de sus mayores, lloran
de media mucho menos tiempo que los niños de las sociedades modernas. Son niños
con un despertar de habilidades motrices y psicosociales más temprana. Niños menos
dependientes.
Los aka lo hacen todo mal. Son como abejas, cuyo
desconocimiento de la física les permite volar.
Y los niños aka vuelan en las alas de la risa. Porque,
¿saben?, sus hijos ríen más que los nuestros.
Pobres salvajes ignorantes.
(Coda: los principios de la física que permiten comprender
el vuelo de las abejas se descubrieron hace poco; el asunto es más complejo de
lo que parece)
Antonio Carrillo
Me ha encantado . Gracias
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