domingo, 28 de junio de 2015

Carta de suicidio de un músico


"Estimado sr juez

Le ruego disculpe si tono o tratamiento no es el adecuado. Es mi primera nota de suicidio. Y la última.

Eximo de toda responsabilidad a persona o institución alguna por el acto que estoy a punto de cometer. La desesperación no me deja otra salida. No veo futuro ni redención posible.

He fallado. A todos y a mí mismo.

Todo comenzó hace meses, cuando recibí el encargo de componer una obra sacra para conmemorar el milenio de la fundación de la orden mendicante de los Felixteos.

Enseguida surgieron los problemas. La música, que de normal me llega tras arduas jornadas de trabajo intelectivo, en esta ocasión provenía de lugares oscuros y recónditos, de eso que los cursis y antiguos llaman inspiración.

Y no es tanto el problema la procedencia como la naturaleza del sonido. ¡Era música tonal! Por más que me esforzaba en apaciguar la afluencia de sonidos armoniosos, el orden se imponía en una estructura amable, compleja pero agradable al oído y al espíritu.

Yo, que tan grandes aportaciones he hecho a la música contemporánea, utilizando cacerolas, cencerros o ventosidades, me veía compelido a cifrar sonidos para fagots, violas o flautines. Todos hermanados en un contrapunto que elevaba la armonía hasta la altura de una melodía definida.

Pero lo peor estaba por venir: el día del estreno vi reflejos de mi horror en las pupilas de críticos y musicólogos; y al público, a la gente común, le gustó mi obra, algo inaudito ¡Incluso se atrevieron a aplaudir, estruendo al que no estaba acostumbrado! ¡Jamás me habían aplaudido! Generalmente, el oyente nunca sabe cuándo acaban mis obras.

Es el fin, señor juez. Ya no soy compositor. Me he convertido en músico. Ayer me retiraron mi condición de socio de la ONG D.S.F (Dodecafónicos sin fronteras), y mis antiguos colegas me desprecian como el traidor que soy.

La música me ha atrapado en un abrazo cálido del que no puedo escapar. Del que no quiero escapar.

Tengo miedo."

 
Antonio Carrillo

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