En el diálogo "Protagoras" Platón nos narra el
mito de Epimeteo.
Este Titán recibe el encargo de dotar a los animales de
distintas cualidades. Pero el humano, el último en el reparto, que aguarda indefenso, descubre que Epimeteo ha gastado todas las facultades. No tenemos pues alas con
las que alzar el vuelo, ni poderosos caninos, ni la velocidad de una gacela ni
la dura coraza de la tortuga.
Somos, en esencia, un mono desnudo.
Prometeo, su hermano, decide entonces robar y otorgar a
los humanos algo que solo corresponde a los dioses: las artes civilizadas y el
fuego. Será cruelmente castigado por ello.
El regalo de Prometeo nos confiere a los hombres un
carácter casi divino; somos un animal que fabrica herramientas, domina el fuego, habla
y es inteligente e intuitivo.
A partir de este momento el humano no se limita a su
herencia, y es libre para decidir lo que quiere ser. Puede forjar su propio
destino.
Lo que Prometeo nos ha regalado, en esencia, es la
libertad.
El resto de los animales nos contemplan.
Aterrados.
Antonio Carrillo
De hecho, esos dones permitieron la subsistencia del mayor, del más eficiente depredador del planeta. Si Prometeo hubiese vislumbrado lo que el hombre haría con esos dones miles de años después ¿habría sido quizás más comedido con sus obsequios?
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