Las cejas de mi perro
Los perros nos acompañan desde hace al menos 30.000 años. Es
mucho tiempo; ningún animal ha convivido con el humano desde tan antiguo. El
perro es el resultado de una interacción constante y duradera, en la que hemos
moldeado al animal que denominamos nuestro mejor amigo.
El perro es obra del hombre, fruto de un proceso evolutivo
artificial y enormemente exitoso. Porque sin el perro nuestra existencia habría
sido mucho más azarosa y, posiblemente, solitaria. El perro ha vigilado nuestro
sueño por la noche, pastoreado nuestros rebaños y cobrado las piezas más esquivas. Los perros han cuidado de nuestros hijos con
una fidelidad inconmensurable y nos han brindado compañía y afecto. Lo siguen
haciendo.
De las muchas adaptaciones en la fisiología del perro que
denotan este proceso evolutivo, la más sorprendente, en mi opinión, es la
expresión de su mirada. Porque ningún animal nos mira como nuestro perro.
Los perros tienen dos pequeños músculos alrededor de los
ojos, el levator anguli oculi medialis (LAOM), que eleva la parte interior de
las cejas, y el retractor anguli oculi lateralis (RAOL) , encargado de estirar
los párpados en dirección a las orejas. Cuando el perro activa estos músculos,
y lo suelen hacer en presencia de sus dueños, los ojos se agrandan y se marca
un pliegue que se asemeja a la expresión de tristeza del rostro humano.
Es la expresión llamada comúnmente "ojos de
cachorro"; una expresión facial que a los humanos nos resulta adorable y a
la que resulta casi imposible no responder con ternura. Los perros parecen
indefensos, vulnerables como un bebé, y en nuestro sistema endocrino se dispara
la producción de oxitocina, la misma sustancia que nos activa la interacción
con nuestros niños.
El perro, con su expresión desvalida, impulsa nuestro
instinto primario de protección y el vínculo con el animal se ve fortalecido.
El perro no parece jamás una amenaza, y nos solicita atención y afecto. Es una
llamada a la que es imposible no responder.
Quien haya tenido un perro sabe de lo que hablo.
La clave de la domesticación del perro, su mayor éxito, son
las herramientas de comunicación con el humano. Ningún animal nos responde ni
interactúa con tanta sutileza. El perro entiende al humano y hace lo posible
por complacerlo, está atento a sus expresiones y gestos. Y hay un diálogo
inaudito entre dos especies distintas.
El perro no sabe lo que hace ni porqué utiliza estas
expresiones. Somos los humanos los que proyectamos nuestras preferencias e
instintos inconscientes, los que moldeamos los ojos de nuestros perros para
hacerlos más atractivos y confiables. Cuanto más tierna nos resulte su mirada
más cuidaremos de ellos, y después de miles de años hemos forzado por selección
no natural una mirada que nos resulta tranquilizadora. El lobo, del que
proviene el perro, no tiene estos músculos en el rostro, y las razas árticas de perro, las más cercanas evolutivamente al lobo, tienen los músculos LAOM y
RAOL menos evolucionados. La mirada del husky siberiano o del malamute de
Alaska nos resulta más fría.
Por cierto… me llama la atención que los llamados perros
salvajes africanos, los licaones, también tienen estos músculos. Están muy
alejados evolutivamente del perro, mucho más que el lobo y, sin embargo,
también ponen ojos de cachorro. Curiosamente, son los cánidos más sociables
después de los perros, unos animales con complejísimas interacciones y vínculos
profundos en la manada. Puede que ello explique que sea el mejor cazador de la
naturaleza, con tasas de éxito cercanas al 90%. Nunca ha podido ser
domesticado, a pesar de convivir con homininos desde hace un millón de años.
Pero esto, y el estornudo como herramienta de comunicación
de los licaones, daría para otro artículo.
Antonio Carrillo
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