viernes, 9 de septiembre de 2011

Ahogo

Misha Gordin



Hay muchas leyendas relativas a la invención del ajedrez. Incluso las hay con un trasfondo moral: al parecer un soberano de la India maltrataba a su pueblo. Un sabio y antiguo maestro inventó un juego, el "chaturanga", en el cual el rey, la pieza más importante, dependía de todas las demás para protegerse, sobrevivir y salir victorioso. La historia cuenta que el monarca se mostró encantado con el juego, entendió la moraleja y prometió ser justo y amable el resto de su reinado.

Otras historias nos llevan al Oriente persa. El ajedrez se llamaba "shah-mat", y fue un invento del gran visir. En realidad, poco importa el lugar y nombre; lo que nos interesa de la historia es el premio que solicitó el inventor de tan fascinante juego. El visir o profesor solicitó que se le diera un único grano de trigo por el primer escaque (cuadrado), dos por el segundo, el doble de eso por el tercero y así sucesivamente, hasta que cada escaque recibiese su porción de trigo. Al rey le pareció poco premio un montoncito de trigo, e intentó convencer a su inventor de que aceptara un premio más suculento. Sin embargo, el sabio siguió en sus trece: se conformaba con el trigo.

Cuando empezaron a contar, el premio era, en efecto, insignificante: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, 1.024..., pero, más adelante, la cantidad de trigo necesario se volvió inmensa, hasta un número final de 18,5 trillones de granos. Es decir, más que la suma de toda la producción mundial de grano hoy en día. De hecho, 150 veces más.

El monarca no tenía trigo suficiente para responder al ruego, y suponemos que no se lo tomaría del todo bien. De hecho, cuenta una de las historias que el rey, mirando apenado al sabio, le dijo:

"Es famosa la corrupción de quienes se ocupan de los silos, y para que no se te robe, ni se pueda decir que falto a mi palabra, escoltado por estos guardias iras tu mismo a los silos reales y uno por uno contarás cada uno de los granos que se te deben, y para evitar que nadie te robe, no saldrás de los mismos hasta que hayas completado tu recompensa."



La progresión geométrica depara estas sorpresas. Hay más ejemplos de su fuerza: si doblo un folio por la mitad, éste medirá el doble. Si lo vuelvo a doblar, tendrá un espesor 4 veces mayor. Pues bien: si lo pudiera doblar 40 veces... ¿Cuánto mediría? ¿10 metros? ¿100 metros? ¿Acaso tendría un espesor equivalente a la altura del Empire State Building?

Lo cierto es que bastan 40 dobleces para que su espesor equivalga a la distancia de la Tierra a la Luna.

El ejemplo es más gráfico cuanto menor es el sujeto del experimento, y pocas cosas hay más pequeñas que una bacteria. Carl Sagan lo explica:

"En condiciones muy favorables, la población de bacterias puede llegar a doblarse cada 15 minutos. Esto significa que, aunque una bacteria sólo pesa alrededor de una billonésima de gramo, tras un día de desarrollo exponencial sus descendientes pesarán en conjunto tanto como una montaña; en poco más de día y medio pesarán tanto como la Tierra, en dos días más que el Sol... Y en no demasiado tiempo todo el universo estará constituido por bacterias".


¿Por qué no sucede?

La progresión geométrica siempre se encuentra con un límite, un momento a partir del cual las condiciones ambientales no permiten que continúe. La materia y la energía son finitas.

Es algo que conviene tener en cuenta: para mantener nuestro ritmo de vida nos hemos acostumbrado a un crecimiento casi exponencial de nuestros recursos. Pero estamos cerca del límite. Ya no hay energía ni recursos para todos, y el planeta se muestra agotado.

Pongamos el ejemplo de China, con una población de 1.347 millones de personas. Si los chinos siguen creciendo, y precisan de más energía eléctrica, de más petróleo... ¿Cuánto más podremos disponer de reservas? Y el mayor problema no es China, sino la India. Con  1.241 millones de habitantes, tiene un crecimiento demográfico tan alto que duplicará su población en 43 años, frente a los 92 años de China.

¿Y el caso de Nigeria? Un país pobre que cuenta con una población de 162 millones, que duplicará ¡en 22 años!

Para entendernos: hay certeza en lo que voy a decir. Los avances tecnológicos nos están dando una tregua, pero no hace falta ser muy perspicaz para observar que estamos  sobrepasando, con mucho, el límite de lo que nuestro planeta puede aportar. Incluso dentro de los propios países pertenecientes al primer mundo se está abriendo una brecha, cada vez mayor, entre ciudadanos con acceso ilimitado a recursos y otro grupo, muy numeroso, de ciudadanos de segunda que malviven rodeados de lujo y opulencia.

¿Cómo estallará esta burbuja inflacionaria? ¿Habrá revueltas sociales? De alguna manera, ¿no perciben ya el descontento en su bloque, en su calle o ciudad?

Cuando no haya pan para todos ¿qué seremos capaces de hacer por alimentar a nuestros hijos? ¿Cómo evitaremos la avalancha de inmigrantes procedentes del tercer mundo? ¿Cómo solventaremos las revueltas internas?

¿Apocalíptico? Posiblemente.

La culpa la tiene la televisión. Simplemente, hoy vi las noticias. Salí a la calle.

Y noté una desagradable sensación de ahogo.


Antonio Carrillo



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