martes, 8 de mayo de 2012

Salvados por un peluquero


Ha vuelto.

El peluquero más estrambótico del orbe literario, el investigador más delirante que se oculta por los estantes de las librerías ha vuelto. El hombre sin nombre, protagonista -a su pesar- de tres novelas desternillantes, ha regresado, escapándose de la pluma genial de Eduardo Mendoza, acogido en la novela "El enredo de la bolsa y la vida".

Ha vuelto. Cuando más falta nos hace. Para poner orden.

Corríamos el riesgo de creérnoslo. De tanto insistir, casi nos convencieron de que el Banco Mundial y la Prima de Riesgo lo son todo. Hemos estado en un tris de caer en un estado hipnótico; un sueño inducido por los vaivenes del Mercado de Valores y las letanías monocordes de los políticos. Las radios vomitaban el Apocalipsis de un quinto jinete: el Sistema Financiero, al que debíamos tener lástima y rescatar. Llevamos meses en los que se ha levantado la más espesa y fría de las nieblas, sonámbulos todos, ateridos (y aterrados) por la crisis inmisericorde, y con la sensación de estar siendo constantemente manipulados. No en vano, este vacío nos ha arrebatado trabajos, ilusiones y, en mi caso, la vida de un amigo, que no encontró salida a tanta mierda.

Y cuando peor estaba todo, vuelve él. En su Barcelona de siempre, regentando una peluquería de señoras que amenaza ruina y rodeado de los personajes más pintorescos que la realidad pueda imaginar: estatuas vivientes que engalanan (cada vez más) nuestras plazas, para disfrute del turista en Safari fotográfico, prodigiosos bazares chinos, universos inabarcables en los que se vende de todo, alcaldes trastornados y una caterva de perdedores entrañables. Y es imposible no despertar, no reaccionar a este destello de luz que muestra las vergüenzas de nuestro presente.

La visión del loco está libre del velo de la corrección. Es diáfana y certera.

Ha vuelto a publicar Mendoza una "obra menor", como he leído en alguna crítica periodística. Y menos mal. Afortunadamente, este escritor no intenta comprar votos para la Real Academia de la Lengua vomitando bodrios nauseabundos que pretenden arrogarse el título de "alta literatura"; novelones infumables por densos, pretenciosos y tramposos, repletos de metáforas vacías y sentimentalismo barato.

Basura en tapa dura y gran tirada.

Por suerte, Mendoza ha escrito lo que le gustaría leer. Se lo ha pasado bien haciéndolo; se nota.

Ha vuelto, lo repito. Por si no se ha enterado. Después de leer esta novela no podrá subirse a un avión sin pensar en el secuestro aéreo más divertido que imaginarse pueda, y le aseguro que buscará en el fondo del pasillo del bazar la figura encorvada de un anciano chino, cuyas perlas de sabiduría añoraremos siempre. Pero Eduardo Mendoza, además, ha conseguido lo increíble: cuando en las portadas de los periódicos asome la adusta mirada de la canciller alemana, el viento le traerá, como si de un susurro se tratara, un nombre. "Angelines".

Y ya nada será lo mismo. Un libro ha venido a salvar nuestra cordura.

Saldremos de esta crisis. No mi amigo, que se quedó en el camino. Saldremos con menos derechos y la dignidad maltrecha. No se preocupen por las instituciones bancarias; seguro que salen reforzadas.

Pero los de a pie buscaremos refugio en Terry Pratchett o en Gerald Durrell, autores menores. Por curarnos las heridas. Y con escritores foráneos como Mendoza, poniendo orden en la insensatez. Con un castellano, dicho sea de paso, imposible, arriesgado y genial.

Porque Mendoza es un escritor magnífico ¿No lo dije?

Ha vuelto. El peluquero sin clientela que resuelve misterios policiales. La trama es casi lo de menos. Hace calor en Barcelona, y un artista callejero sufre varias lipotimias enfundado en su disfraz de reina portuguesa.

La vida cobra sentido. Por fin.

Y surge la risa. Liberadora.

Antonio Carrillo.

2 comentarios:

  1. Ayer mismo me regalaron este libro, de uno de mis escritores favoritos, seguro que no tendrá desperdicio, gracias por el artículo :)

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  2. Totalmente de acuerdo, en todo. En el fondo y en la forma. Para inmunizarnos contra tanta toxicidad, nuestro primer paso fue dar puerta a la caja tonta (http://buenosmal.wordpress.com/2012/03/04/ens-hem-canviat-la-tele/). El siguiente, sin duda, será leer el libro de Mendoza.

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