martes, 15 de marzo de 2011

La creación de un género: la novela gráfica y Will Eisner




El dolor de un padre: Contrato con Dios.


Will Eisner tenía 61 años en 1978, y pasaba por uno de los peores momentos de su vida. Su única hija, Alice, había muerto ocho años antes, de leucemia. La chica tenía 16 años, y la herida permanecía abierta en el pecho de su padre; "mi corazón todavía estaba roto".

Fue entonces, a una edad en la que otros se retiran, cuando Eisner creó un género literario nuevo, y exorcizó la muerte de su hija con una obra singular, única en su género. Creó "Contrato con Dios", una novela gráfica. Una absoluta e indiscutible obra maestra.

La expresión a través de un género como el cómic no tenía la pretensión de un trasfondo literario "serio"; no eran sino historietas destinadas a entretener, artículos de consumo rápido sin ánimo alguno de permanencia. Los había de gran calidad, como la serie "The Spirit" del propio Eisner, pero a nadie se le ocurriría comparar a un cómic con el universo literario. Pertenecían a mundos distintos, ambos necesarios, pero en absoluto complementarios. Superman no era Tolstoi, como Elvis no era Beethoven.

Pero a Will Eisner le dolía el alma. Y no sabía expresarse sino a través de su dibujo, en tonos grises; la tinta fluye como sangre, los textos breves golpean como versos. Y detrás hay una ciudad, y una época: Nueva York durante los años de la gran depresión.

Es asombroso cómo Eisner plasma el palpitar de un momento tan lejano, y nos lo acerca como si nos adentráramos en él. Por mucha tecnología 3D que se invente, nada como la sensibilidad creadora nos agita los sentidos, nos transporta, nos invade. En las cuatro historias de "Contrato con Dios" es toda una ciudad, toda una época, la que vuelve a la vida. Inmerso en la obra, uno vive el pasado porque está en él. Es una máquina del tiempo. Un milagro. Magia.

En las primeras imágenes un hombre vuelve, empapado por la lluvia. Encorvado, abatido, el texto nos dice que viene de enterrar a su única hija.

Por sus ropas sabemos que es un judío. Una vecina le pregunta en la escalera si necesita algo. Apenas susurra una negativa.

La obra maestra se caracteriza por la simplicidad, que no por la simpleza. Las primeras escenas de la película animada "Up", en la que se narra la historia de una pareja en apenas unos minutos, sin palabras, son arte en estado puro. Las primeras imágenes de "Contrato con Dios" rebosan belleza, fuerza, melancolía. Son arte.

El agua que Eisner ha dibujado nos cala a nosotros, sus lectores. Nos moja, nos empapa.

Luego vendrán otras historias: la de un cantante callejero, la de un encargado de un bloque de edificios, la de un lugar de veraneo.... Cada una ocupa su lugar en la historia del cómic y del arte del siglo XX.

Cuando escribió "Contrato con Dios" Eisner no encontró quien se atreviera a publicarla. Todavía hoy, posiblemente, falten muchos años para que lleguemos a entender la importancia de esta obra.

Mientras tanto, un consejo. Dejen que la lluvia les acoja; suban las desvencijadas escaleras, contesten a la vecina y pídanle cuentas al mismo Dios.


No se arrepentirán.


Antonio Carrillo Tundidor


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