miércoles, 12 de agosto de 2015

La increíble anécdota del profesor y la estatua griega.





Hace unos años, y gracias a un generoso mecenazgo, un museo norteamericano pudo adquirir una joya a su colección de arte clásico: una estatua Griega del siglo IV a.C.

Se siguieron las pautas de rigor: se encargaron estudios arqueológicos, químicos, y de todo tipo. El coste final de los estudios realizados superó los 200.000$, y supusieron varios meses de investigación. Pero los gerentes estaban contentos; todos los expertos coincidían: habían adquirido una auténtica obra maestra de la Grecia clásica. Esto era excepcional; casi todas las estatuas griegas famosas que podemos ver en los museos son en realidad copias realizadas por escultores romanos.

Poco antes de la presentación de la obra recibieron la visita de un anciano profesor, que había dedicado su vida al estudio arqueológico de campo. Era un hombre sencillo, sin pretensiones; y a regañadientes accedió a ver la estatua para ofrecer su opinión. ¿Acaso podría dar alguna pista sobre su autor, sobre el lugar en el que fue esculpida?

El anciano esperó pacientemente a que descubrieran la inmensa lona que cubría por completo la estatua, y en ese momento, sin vacilar ni apenas pensárselo, dijo:

- Es falsa.

Los responsables del museo notaron un sudor frío por la espalda, y enseguida protestaron con enfado; ¿cómo podía este anciano decir que la obra era una falsificación, cuando varios expertos habían atestiguado científicamente su antigüedad? ¿Y sólo con mirarla ya era capaz de decir algo así?

Agitaron ante su rostro los cientos de folios que demostraban, sin género de dudas, que se trataba de una obra de hace 2.400 años. Análisis de su estructura química, de restos microscópicos adheridos, radiografías de la piedra, estudios concienzudos del tallado, de la estructura... todo conducía a una misma conclusión: la estatua no podía ser una falsificación.

El viejo arqueólogo alzó los hombros con gesto compungido, y como con pena afirmo:

- yo no sé nada de esos estudios que ustedes me dicen. Sólo sé que esta estatua es una falsificación.

" Pero aporte una razón" casi gritaron histéricos los responsables del museo. "En qué se basa"

El anciano arqueólogo, que había dedicado una larga vida a desenterrar estatuas, se quedó un instante pensativo. Lo que dijo a continuación terminó de exasperar a los directivos del museo:

- En realidad no sé porqué. Pero es falsa.

El museo dedicó muchos miles de dólares en completar una investigación exhaustiva sobre la obra. Finalmente, al cabo de unos meses, se descubrió que se trataba de una magnífica falsificación, casi imposible de distinguir de una obra original.

¿Cómo pudo el viejo profesor averiguar enseguida lo que a decenas de científicos les ocupó meses de arduo trabajo?

Según afirma Malcolm Gladwell en su libro "Inteligencia Intuitiva", de donde he extraído esta anécdota, hay áreas del conocimiento que están impregnadas de una sabiduría ancestral proveniente de nuestro cerebro más primitivo y emocional; algo a lo que llamamos intuición.


Sea como fuere, la historia, estarán de acuerdo, es asombrosa.


Antonio Carrillo.

   

2 comentarios:

  1. La intuición no existe como tal, es la combinación de observación, experiencia e inteligencia. Nada más. No hay nada de primitivo ni de emocional ni de sabiduría ancestral, en todo caso, todo lo contrario. Estos son cuentos de marketing que se inventan los americanos que se dirigen a un público inculto que necesita de parábolas infantiles para entender la naturaleza humana.

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  2. el proceso cognitivo en el que interviene el sistema límbico es, todavía, poco conocido y objeto de estudio. Russell decía saber si una formulación matemática era correcta antes de hacer la comprobación, al instante. Sólo le bastaba con percibir su belleza.
    No hay nada mágico, esotérico ni extraño en todo esto, todo se puede explicar desde la ciencia empírica; pero es un tema muy interesante.
    En todo caso, emplear términos como "público inculto" o "parábolas infantiles" me parece excesivo. No estamos subidos en un estrado, recién llegados de un departamento universitario, ni defendiendo una tesis ante un tribunal. Estamos en un ámbito distinto, en el que intentamos atraer la atención de los lectores hacia aspectos interesantes utilizando todos los recursos que tenemos a nuestro alcance: la sorpresa, el humor o la originalidad. Se empieza con Harry Potter y se acaba con "La Divina Comedia"; pero no al revés.
    Antonio Carrillo

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