Es por
la noche. Maldito atasco. Y llueve. Al menos hay fútbol, y la radio me entretiene.
Por el retrovisor veo los destellos de unas luces amarillas.
Podría
ser una ambulancia, o un vehículo de mantenimiento que acude a solucionar un
problema en la vía.
Las
luces rotativas amarillas o anaranjadas las llevan los camiones de la basura, los vehículos
que avisan del transporte de mercancías grandes, un servicio de limpieza o una
grúa.
Si
soy alemán o francés y conduzco por territorio español la cosa no me preocupa
demasiado; la luz amarilla o naranja me indica que no es un asunto demasiado urgente.
Porque desde hace 50 años en Europa las ambulancias y los bomberos, como la
policía, llevan luces de color azul.
En
1968, tras la Convención de Viena, se acordó que los vehículos europeos
implicados en una emergencia, a los que se debe facilitar inmediatamente el
paso, se identificarían por una luz azul.
Y así se hizo, menos en España.
Aquí,
en este bendito país soberano, la luz azul avisa de la presencia de la policía
o de la Guardia Civil. Es una luz que nos pone en un estado de alerta
inmediato, y al que respondemos sin rechistar.
Pues
bien, queridos lectores, tengo una noticia: a partir del 1 de julio de este año ambulancias,
bomberos, protección civil, policía y guardia civil… todos llevarán una misma luz
rotativa de color azul.
No
es que sea una gran noticia, ni mucho menos. Pero después de 50 años dejaremos
paso a las ambulancias con la misma premura que nos apartamos ante la policía.
50
años solo para adoptar una norma tan sensata. Es como para pensárselo.
Antonio
Carrillo
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