domingo, 1 de abril de 2018

La excomunión de las langostas



En la Segovia del año 1650, en concreto en los campos de la Abadía de Santa María de Párraces, se produjo una terrible plaga de langostas. Los lugareños, gentes rústicas y algo crédulas, pensaron que la mejor solución era pedir a la iglesia que actuara contra los acrídidos.

Había que excomulgar a las langostas.

El cura, hombre animoso, se decidió a realizar el juicio, en el que actuaron un fiscal, que pedía la excomunión, un defensor de las langostas, que basó su alegato en el hecho de que las langostas no tenían uso de razón y sólo pretendían alimentarse, y - curiosamente - un abogado defensor de las almas del purgatorio: por culpa del desastre económico causado por las langostas había menos misas para los difuntos.

Oídas las partes y los testigos, la sentencia fue demoledora: se instó a las langostas a que abandonaran los campos en un plazo máximo de 3 días. De no obrar así, serían excomulgadas.

Ni las langostas ni su abogado recurrieron la sentencia, y dado que los imprudentes bichejos hicieron caso omiso de la advertencia, fueron efectivamente excomulgados.

Curiosamente, las crónicas dicen que cuando se produjo la excomunión, las langostas marcharon.

Para volver al año siguiente.
Antonio Carrillo

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