Si conoce usted a un físico, pregúntele qué es la gravedad. No cómo funciona, ni si sabemos formular su fuerza de atracción. Simplemente, pregúntele qué es. ¿Existen los gravitones?
Si conoce a un economista, pídale que haga una predicción macroeconómica para los próximos años, o pídale propuestas fiables que nos permitan salir de la crisis.
Si conoce a un psiquiatra, pregúntele lo que realmente sabe sobre la esquizofrenia. Cómo se origina, su componente genético, qué zonas del cerebro se ven afectadas, si hay una única forma de esquizofrenia, si disponemos de tratamientos eficaces y si éstos tienen los mismos efectos para todos los enfermos. Si puede predecir la deriva que tome la enfermedad…
Si conoce a un astrónomo, pregúntele por la energía oscura. Al fin y al cabo, le está preguntando por lo que forma el 80% del universo, su campo de estudio.
Si conoce a un juez, pregúntele por la justicia.
Si conoce a un titulado en empresariales, pídale consejo sobre cómo montar un negocio infalible, que seguro va a seguir abierto, dando beneficios, los próximos 10 años.
Si conoce a un agente de bolsa, pregúntele por unas inversiones seguras, con las que no pierda dinero.
Si conoce a un biólogo, pregúntele por lo que sabe de la fotosíntesis como fenómeno cuántico.
Si conoce a un director de cine, pregúntele cómo se hace una obra maestra.
Si conoce a un meteorólogo, pregúntele. Simplemente.
Si conoce a un padre, pídale el secreto para educar bien a un hijo. (Y compártalo de inmediato)
Si conoce a un entrenador de fútbol, pídale que explique la táctica ideal, y cómo acertar con un fichaje.
Si conoce a una mujer, pregúntele lo que sabe del hombre.
Si conoce a un hombre, pregúntele si sabe algo de la mujer.
Si conoce a un maestro, pregúntele cómo convertir un cenutrio en estudiante.
Si conoce a un sacerdote, imán o rabino, pídale una prueba de que su Dios es el verdadero.
Si conoce a un enamorado, pregúntele el porqué.
Si conoce a un futurólogo, pregúntele cualquier cosa inesperada que vaya a suceder mañana.
Si conoce a un jugador de ajedrez, pídale un movimiento infalible.
Si conoce a un neurólogo, pregúntele cuánto sabe realmente del funcionamiento del cerebro.
Si conoce a un antropólogo, pregúntele por la mejor de las culturas.
Si conoce a un oceanógrafo, pregúntele por lo que hay en lo más profundo de nuestro planeta, a 11 kilómetros de profundidad.
Si conoce a un sociólogo, pregúntele hacia dónde vamos.
Si conoce a un político, es afortunado: tendrá siempre una respuesta.
Si conoce a un poeta, pregúntele (de mi parte) de dónde le viene la poesía.
Si conoce a un soldado, pregúntele si se puede ganar una guerra.
Y a mí, pregúnteme algo sencillo: qué fue antes, el huevo o la gallina.
La gallina (gallus gallus) es el ave más numerosa del planeta. Podemos fechar la aparición de las primeras aves hace 150 millones de años aproximadamente (en el Jurásico superior), con la aparición del “arqueópterix”, una curiosa mezcla de dinosaurio y ave. Las gallinas, aves domésticas, son muy posteriores.
El huevo es un cuerpo redondeado con el que las hembras de algunos vertebrados protegen a sus embriones. Los primeros vertebrados fueron los “agnatos”, peces sin mandíbula que surgieron en el silúrico hace 438 millones de años.
Por consiguiente, el “huevo” es muchos millones de años anterior a la “gallina”.
De todo lo demás, lamento no tener respuesta.
Antonio Carrillo Tundidor