miércoles, 30 de enero de 2013

AB10



Si les pregunto por AB10 ¿saben a lo que me refiero?


AB10

 

Arma semiautomática, construida por la empresa Intratec. En sus orígenes fue un Subfusil ametrallador sueco, que una empresa subsidiaria, con sede en los EEUU, convirtió en un arma barata, rápida y ligera. Estas características la convirtieron en el arma preferida de los pandilleros que proliferaron durante los años 80. Por entonces su nombre era TEC-9 y, pocos años más tarde, fue reemplazada por la remodelada (y tristemente famosa) TEC-DC9.


Su mala fama, y la presión ejercida por el gobierno norteamericano en el año 1994, obligó a Intratec a realizar pequeños cambios, como acortar un tanto el tamaño y cambiar el nombre del arma a la denominación AB10.

En este punto, nos interesa señalar que Eric Harris y Dylan Klebold utilizaron la TEC-DC9 en la tristemente famosa masacre del instituto Columbine, en 1999.

Dos años después, en 2001, la empresa Intratec desapareció y cesó la producción del modelo AB-10.


AB10

 
Cerveza de la serie Abstrackt fabricada por la marca escocesa Brewdog. Envejecida cuatro meses en barricas de vino tinto de Málaga, con un 11,5% de alcohol, en junio de 2012 sólo salieron a la venta 9.872 botellas, todas ellas numeradas.

En Brewdog no destacan por su prudencia ni por su carácter timorato. En 2010 sacaron a la venta la ¿cerveza? más fuerte del mundo: "The End of History”, una bebida con una graduación de 55 grados. Igual valía para beber que para desinfectar heridas.
 
 

No era barata: 885 dólares (casi 600 €) por botella. Hoy en día sólo se consiguen en subastas. Claro que hablamos de un producto excepcional;  está embotellada en animales disecados: 1 liebre, 7 armiños y 4 ardillas. Sólo sacaron 11 botellas a la venta.

Aseguran que todos los animales murieron atropellados. En todo caso, es discutible el buen gusto.


AB10


Denominación de un bajo eléctrico fabricado por la empresa Washburn, de Chicago, que fábrica instrumentos musicales desde 1886.

Washburn, una marca de leyenda, fue pionera en la idea de promocionar sus guitarras regalándoselas a intérpretes conocidos, o incluso pagando por su uso. Este fue el caso de bandas como kiss, Pantera o Black Eye Peas.
 

AB10

 

 
Según la Organización Marítima Internacional, nombre del buque remolcador número IMO 9093610. Con un tonelaje de arqueo bruto de 197 toneladas, el AB10 fue construido el 2006 y navega bajo bandera Indonesia.

Tiene acreditada su clasificación por Biro Klasifikasi.

 
AB10

 

Tubos y boquillas de gaita de la empresa escocesa McCallum, realizados en madera de granadilla (blackwood) y con terminaciones de plata tallada a mano.
 
Una obra de arte.


AB10


AB10 es usted, lector.

Me explico: el órgano en el que radica su identidad, consciencia, sentimientos y recuerdos es el cerebro. A principios del siglo XX, Un neurólogo alemán, Korbinian Brodmann, dividió la corteza cerebral en 52 regiones. Es una clasificación (una citoarquitectura) un tanto desfasada, y que ha merecido algunas críticas. Sin embargo, su difusión e impronta es tal que sigue estando vigente. En general, las distintas áreas se transcriben como AB (Área de Brodmann) + número correspondiente.

El área 10 de Brodmann (AB10), o área frontopolar de los lóbulos frontales, es un lugar muy especial de nuestro cerebro. Es, por decirlo de alguna manera, el director de orquesta que pone orden, planifica, organiza y, finalmente, ejecuta las funciones superiores de nuestra consciencia. Es el lugar en el que, oído todo el cerebro, se toman las decisiones.

Se encuentra justo detrás de la frente, y tarda mucho en madurar. Hasta los 25 años no completa una sinapsis que, de alguna manera, nos define. Refleja la manera como actuamos.

Es un lugar de una complejidad formal increíble, porque está conectado con múltiples zonas del cerebro. Por ejemplo, el AB24 (o cíngulo anterior) le remite informes provenientes del sistema límbico (en concreto la amígdala), y hace que las emociones jueguen un papel importante.

Los niños aquejados de Déficit de Atención suelen mejorar al llegar a la edad adulta, porque su problema tiene como fundamento alteraciones en el desarrollo de los lóbulos frontales que, como hemos dicho, tardan mucho en madurar.



AB10. También es una vetusta (y preciosa) locomotora japonesa, un cable USB, un tipo de transformador, un avión monoplaza francés de principios de siglo, una tienda de ropa...

Dos letras y dos números: AB10.

Formando todo un universo de posibilidades.

Antonio Carrillo.

jueves, 24 de enero de 2013

Las avispas del infierno



¿Tiene rostro el mal?

Desde luego, pero siempre bajo criterios éticos. Por ello, siempre será un rostro humano.

Por desgracia, tienen donde elegir.

Y, sin embargo, desde las profundidades de mi amígdala, y por mucho que mi corteza cerebral insista en que es absurdo otorgarle categoría moral a un animal, el mal lo asemejo al "rostro" de un enorme avispón, un monstruoso insecto de 5 cm, enorme y agresivo. Su nido es mayor que un balón de fútbol.

El avispón asiático gigante.

 

La avispa más grande del mundo, conocida en Taiwán como "abeja del tigre", es una máquina de matar asombrosa: tiene un temperamento muy agresivo, unas mandíbulas poderosas, armadura y uñas tarsales para agarrar a sus víctimas mientras las devora.

National Geographic las califica como “las avispas del infierno”

Su aguijón de 6 milímetros inyecta un poderoso veneno, que contiene una enzima capaz de disolver el tejido humano. Su picadura es extremadamente dolorosa, y peligrosa para las personas alérgicas a su veneno. Este insecto es el animal que causa más muertes de humanos en Japón.


Buscan comida en colmenas de avispones comunes o abejas europeas importadas a Asia. Masacran a una comunidad de miles de individuos en cuestión de pocas horas; cuando llegan a las larvas y a las crisálidas, las exprimen para devorar los fluidos de su interior. Pueden matar 40 abejas por minuto, dejando a la mayoría agonizando, cortadas por la mitad. Lo normal es que mueran decenas de miles de abejas europeas, en una matanza terrible.

¿Se imaginan un monstruo así en España?

Según múltiples foros, incluso de periódicos, en noviembre del 2010 se detectó en en norte de España el primer nido de lo que parecía el avispón gigante asiático. A finales de 2004 se encontró un nido en un contenedor, en el puerto de Burdeos, que contenía porcelana china. Hoy se encuentran avispas asiáticas en Portugal, Navarra, Valencia o el País Vasco.

Sin embargo, seamos serios: las imágenes se corresponden, en efecto, a la "avispa asiática" (Vespa velutina nigrithorax), y no a nuestro terrible "avispón asiático gigante" (Vespa mandarinia). Se puede distinguir el abdomen negro con un único anillo amarillo. Es una especie mucho más pequeña; y aunque puede causar daños en la apicultura, su peligrosidad es mucho menor.
 

 
Terminamos con una anécdota sorprendente. Las abejas japonesas (Apis cerana) han diseñado un sistema de defensa increíble contra el avispón gigante: los matan de calor.

Cuando las abejas detectan a un avispón explorador, lo invitan a entrar en el nido. Una vez dentro, sobre el monstruo se abalanzan unas 500 abejas, que crean una bola alrededor del atacante, que se queda inmóvil. Las abejas comienzan a vibrar los músculos de las alas, y la temperatura en el interior de la estructura sube hasta alcanzar los 47ºC. Es increíble, porque el avispón muere por asfixia y asado a los 46ºC, y el límite de la abeja está en los 48ºC. Por tanto, hay una sutil diferencia de 2ºC, que las abejas utilizan para matar a sus enemigos.
 

 
Este mecanismo de defensa no lo tienen adquirido las abejas europeas, indefensas ante “las avispas del infierno”

Antonio Carrillo.

martes, 22 de enero de 2013

La asombrosa historia del pueblo sordo.


Al sur de Israel, en el desierto de Néguev, encontramos la aldea del pueblo beduino Al-Sayyid.

Si entramos, algo nos llamará la atención; en ese lugar las gentes se comunican utilizando un lenguaje de signos. Y es que Al-Sayyid es el lugar con más concentración de personas sordas del mundo.

Fundada hace 200 años por 150 individuos, todos ellos descendían de cinco hijos del fundador, de los cuales dos eran sordos. La historia es la siguiente:
 
 

El líder se mudó desde Egipto con su esposa (de origen local) en algún momento del comienzo del siglo 19, y llevaban una existencia modesta como agricultores. Debido a su baja condición social, otras tribus de la zona se negaron a tener lazos familiares con los Al-Sayyids. However, their low social status meant that they continued to be rejected locally, and so the next generation began to marry cousins, a trend that continued for five generations.En consecuencia, la tribu tuvo un mínimo trasvase genético, ya que lo normal era que se casaran primos. Esta costumbre endogámica perduró durante cinco generaciones. Incluso hoy en día está mal visto casarse con alguien de la tribu de Al-Sayyid Even today other tribes continue to veto marriage ties with the al-Sayyids.

 


El fundador era portador de un gen recesión en el cromosoma 13q12, que provoca la pérdida prelingual del oído. Por ello tenía dos hijos sordos. La endogamia, fenómeno poco habitual, supuso que, a día de hoy, un 5% de la población sea absolutamente sorda, frente al 0,1% de la población mundial.

Los 3.500 individuos (sordos y no sordos) crearon en los últimos 100 años, de manera espontánea, un lenguaje de signos propio, sin ninguna relación con las lenguas del entorno (árabe y hebreo). Su gramática es única en el mundo, y surgió de manera espontánea.

¿No conocía este caso? No se extrañe. Nadie sabía de este fenómeno hasta que el antropólogo Shifra Kisch lo estudió en 1990; y el lenguaje de signos no se estudió en profundidad hasta 2005.
 

Hoy, el lenguaje de signos del pueblo de Al-Sayyid es objeto de estudio por lingüistas de todo el mundo.

Antonio Carrillo

miércoles, 16 de enero de 2013

"Después de Cristo": ensayo sobre un presente sin Dios.




Título
"Después de Cristo"
Autor
Alfredo Fierro
Editorial
Trotta,
Fecha de edición
2012
ISBN:
978-84-9879-328-4


(Lo que siguen son reflexiones personales sobre un ensayo de reciente aparición. La opiniones del autor del libro vienen entrecomilladas, y en absoluto se le deben pedir responsabilidades por lo que sigue. Sólo yo soy responsable de lo que lean)


Alfredo Fierro ha publicado un nuevo libro. Y ha vuelto a la teología. Son dos noticias extraordinarias que, sin embargo, nos obligan a conducirnos cum grano salis: con prudencia ante un tema, sin lugar a dudas, polémico.

Pero Alfredo ha vuelto (nunca se fue); y con la profundidad a que nos tiene acostumbrados. Llamando al pan pan, y al vino vino. Y es precisamente su coherencia (y su asombrosa erudición) lo que hace que sintamos, en múltiples ocasiones y todo a lo largo de la lectura, algo parecido a una epifanía laica, si tal oxímoron es posible.

Hablamos así de un ensayo extraordinario, porque excepcional es su autor.

El autor: Alfredo Fierro Bardají.


Alfredo es teólogo. Digo más; es doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, acaso la universidad de teología más prestigiosa del mundo. Su tesis, publicada a varios idiomas, lo convirtió en el máximo experto mundial sobre la figura de San Hilario, obispo de Poitiers y Padre de la Iglesia.

Es Alfredo un autor prolífico, con obras de filosofía y teología de enorme interés; profesor de teología en Zaragoza y Madrid, pronto sus publicaciones, teñidas de la heterodoxia postconciliar, alcanzan un eco muy significativo, tanto en España como en Europa. En concreto, su libro "El evangelio beligerante" se publica en 15 idiomas, lo cual da idea de su repercusión a nivel mundial.

Pero a finales de los sesenta su vida da un giro, en lo personal y profesional, y vuelca su atención en la psicología. Alfredo es doctor en filosofía (rama psicología) por la Universidad Complutense, y muy pronto es profesor de psicología en la Universidad de Salamanca. Más tarde con seguirá (inaugurará de hecho) una cátedra en la facultad de psicología de Málaga. Antes, ha fundado "Voces" y "Siglo Cero", dos revistas de referencia sobre el tema de la discapacidad. El poliédrico y políglota Alfredo, que habla alemán, francés, italiano, latín e inglés, se convierte en uno de los mayores expertos europeos en retraso mental.

Una vida así, un legado tan inmenso, no puede resumirse en unos párrafos, ni le hacen justicia los fríos datos. Alfredo ha escrito más de treinta libros y cientos de publicaciones; es articulista en el diario El País, e interviene a menudo en la tertulia del programa televisivo "La Clave", un hito televisivo de los años setenta y ochenta. Al cabo de unos años, lo eligen Decano de la facultad de psicología y, más tarde, lo nombran catedrático emérito. También participó activamente en políticas de ordenación académica, como Director General en el Ministerio de Educación y Ciencias. Otro dato que seguro les sorprende: en el año 1984 el Colegio Oficial de Psicólogos de España le encarga el estudio y redacción del código deontológico, que regirá la actuación de los psicólogos en España.



La revista Anthropos, publicación de referencia para la intelectualidad española, dedica su número 161 por entero a la figura y la obra de Alfredo Fierro. Los reconocimientos se suman, y sería largo hasta la extenuación pararse en todos; en 2002 recibió la Medalla de Oro de Aragón a los Valores Humanos. Posteriormente, la Junta de Castilla y León le otorgó el Premio Fray Luis de León de 2005, en su modalidad de Ensayo, por su obra "Heterodoxia". Abandonamos este apartado de 'méritos', no sin antes mencionar el Real Decreto 851/2007, de 22 de junio: el gobierno concede a Alfredo Fierro la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.

Pero no se completa el autor con esta avalancha de logros. Para entender su talla, como sucede con otros grandes hombres, resulta útil descender al fértil terreno de la anécdota. Propongo un ejemplo: los años que estudiaba en Roma, Alfredo descansaba los veranos en casa de sus padres, donde (según confiesa) se aburría. Por ello, se dispuso a leer los manuales de Derecho de su hermano, que cursaba la carrera en Zaragoza. Se decidió a presentarse por libre, y en apenas tres veranos obtuvo, casi sin quererlo, La licenciatura en Derecho por la Universidad de Zaragoza.

Esta anécdota cuesta creérsela, lo sé; pero tengo otra más impresionante. Un día Alfredo encontró a mi padre, Antonio Carrillo Robles, muy abatido en el comedor dl Colegio Español , en Roma. Por circunstancias que no vienen al caso, mi padre se había visto obligado a aprobar los cuatro años de teología en uno sólo. Una locura que le forzaba a cursar 45 asignaturas en la Pontificia Universidad Gregoriana. Cuando lo consiguió, tuvo que ingresar dos meses en un sanatorio de reposo.

Para mi padre resultaba del todo imposible cumplir con el plazo de entrega de la tesina final; tan sólo había podido recopilar una extensa documentación. Alfredo le pidió los folios, y estuvo un día estudiándolos. Al día siguiente, a primera hora de la tarde, llamó a la puerta de la habitación de mi padre. ¿Podía dedicarle unas horas? Mi padre se sentó ante la máquina de escribir, y Alfredo le dictó, prácticamente de memoria, con el apoyo de unas breves anotaciones, 80 folios sobre el tema "El argumento de Escritura de la encíclica municicetissimus deus".

A mi padre le aprobaron la tesina. La nota fue un 10.

Pero basta de anécdotas; no acabaríamos. Total, en ningún foro de internet leerán que Alfredo tiene terminada la carrera de piano (los 10 años), que es un magnífico intérprete de Chopin.

Detalle éste sin importancia, al alcance de cualquiera.

La obra: "Después de Cristo".

Presentado el autor, es momento de reseñar su texto. Más de 500 páginas en las que Alfredo Fierro recorre los 2.000 años de cristianismo, dividido el libro en Edad antigua, medievo, tiempos modernos y postrimerías. 29 capítulos que se inician siempre con una fecha, que enmarca temporalmente un enunciado: año 30 "en aquel tiempo", año 50 "el mito de Cristo", año 70 "leyendas de evangelios"...  Es un transcurso, un itinerario durante el cual la idea de Cristo genera controversias, pasiones o indiferencias. En definitiva, es un intento por explicar un fenómeno, el religioso, que protagoniza buena parte del debate ideológico y conceptual de los últimos dos mil años, en un esfuerzo epistemológico que acaba por conducirlo, agotado de ideas y acorralado por el empirismo científico, hacia su decadencia.

Hacia la muerte de Cristo. Acaso hacia la muerte de Dios.

Lo avisé: el tema es polémico, pero insoslayable. En los inicios del siglo XXI tenemos perspectiva para plantearnos, sin miedo a censuras o exabruptos, la idea de Cristo como mito, al igual que Osiris o Prometeo, habitantes ambos de un universo extraño, el del arquetipo humano. Fríos ya los rescoldos de la inquisición, podemos alzar la mano y preguntar sin miedo a represalias ¿tiene cabida Dios en esta realidad compleja en la que vivimos? ¿Hace falta? 

El discurso de Alfredo Fierro es demoledor por inclemente. Como el mejor cirujano, disecciona la figura de Jesús, desde su vertiente histórica primero, cribada después por el cedazo definitorio de Pablo o los evangelistas, y consolidada más adelante por Agustín o la (fascinante y escabrosa) historia conciliar y papal. Jesús tuvo muchas interpretaciones a lo largo de esta historia centenaria, pero Cristo, en definitiva, aparece más como constructo de Pablo que como figura histórica. Porque de Jesús de Nazaret, del hombre, no sabemos apenas nada.

Esto es algo que sorprende. Si bien el autor no plantea dudas sobre la existencia del Jesús histórico, no puede dejar de señalar la absoluta oscuridad que rodea al personaje. De las fuentes cristianas posteriores poco podemos fiarnos; pero incluso las fuentes no adscritas al cristianismo son vagas y escasas. Apenas dos menciones tempranas de autores romanos, Tácito y Plinio el Joven, acreditan la existencia de cristianos, pero no aportan datos sobre Jesús. Y, respecto de las fuentes judías, Filón no le cita, y Flavio Josefo incluye un párrafo laudatorio de dudosa autenticidad.

Quien nace pronto es Cristo como trasunto paulista de Jesús. Alfredo Fierro es claro:


"Pablo se inventa a Cristo como figura conceptual. Lo que importa, desde Pablo, es Cristo en cuanto idea, una idea que él supo 'vender' bien y que ha venido a funcionar de maravilla. Por eso, Pablo ha de reputarse principal - aunque no único - forjador del mito de Cristo. El Jesucristo paulino no es una leyenda, ni un retablo de leyendas reunidas, como luego lo son los evangelios. Es más y es menos que leyenda: un mito intemporal abstracto y, a fin de cuentas, desencarnado" (p. 43).

Sólo los (posteriores) evangelios sinópticos nos ofrecen una imagen del Jesús hombre; pero una lectura desapasionada nos aporta una semblanza "de varón malhumorado, atrabiliario, iracundo (p. 66)".  "Queda Jesús muy lejos de la estampa con que cristianos de buen corazón desean recordarle. De atenerse a lo que de él se cuenta, fue adoctrinador, intransigente y quizás fanático, al igual que otros profetas (p.68).

Hay algo en Jesús que cuesta entender: su absoluta falta de humor. Los evangelios nos apabullan con un Jesús triste, serio, malhumorado. El Jesús huraño carece "de esa ironía - sello de inteligencia sabia - que, en cambio, poseyeron Sócrates y Buda (p. 68)". Es un producto de su época, de su tierra dura y hosca, de tiempos de sangre y dominación. Tampoco Pablo era un dechado de virtudes, ni un hombre alegre. Alfredo Fierro, en una cruel gradación, y en fiel reflejo de humor aragonés, lo define en un párrafo memorable:

"De los testimonios suyos mismos se desprende, dicho con benevolencia, que Pablo ha tenido la fe típica del converso: apasionado y excesivo, sin fisuras; dicho con moderación: que era un iluminado con ínfulas; dicho lisa y llanamente: que se encuentra en los bordes del fanatizado (p 42)".

Es una descripción fantástica no sólo de Pablo de Tarso; también de otros muchos que engrosan las páginas de este libro, repleto de fanáticos seguidores de una verdad única, aunque siempre distinta, veleta esquizofrénica que gira con el rumbo incierto del viento doctrinal. Los Padres de la iglesia lo tuvieron difícil desde el principio, preocupados por justificar el fracaso de la parusía, el verdadero compromiso de Jesús, su regreso inminente, que mantuvo el ánimo clandestino de las primeras comunidades cristianas. El tono del libro avanza y cobra fuerza con el transcurso de los siglos, pero se hace truculento, desesperanzado, lúgubre en ocasiones; porque Alfredo no les concede tregua a los impostores del logos encarnado, ni a nosotros nos ofrece un resquicio de esperanza. Hay un aire de revancha, un ajuste de cuentas del autor frente al dogma irredento. Es una historia de cadáveres, de mentes libres abandonadas (silenciadas, torturadas o quemadas) en la oscura cuneta de la historia.

A todos se nos han embaucado en algún momento con los malabares del Dios amable. Es una esperanza de la que cuesta (y duele) zafarse.

Los concilios, papados y príncipes se suceden, pues, en una pantomima que nada aporta, acaso certidumbre ante el miedo que supone tanto la caída del orden romano (que justifica la obra del obispo de Hipona) como la posterior adveración sobre la culpa y el pecado original. O, más importante incluso, la muerte cotidiana por pestes, guerras o hambrunas. Siempre en orden de revista el rigor doctrinal, la seriedad formal y el dolor, presentes todos como señales de identidad de la fe.

La Pasión de Cristo es algo (mucho) más que un símbolo; es la razón de ser del cristianismo. Sin pena no hay necesidad de salvación. Cristo crucificado presupone la culpabilidad incluso de los recién nacidos, que sólo hace unos pocos años pudieron abandonar el cruel limbo. Bajo esta admonición se explica el martirio de Cristo y de los santos. 

Por ello, el primer tercio del libro sólo se ilumina ante la llegada de una personalidad como Francisco de Asís, un resquicio de esperanza desde la sencillez y el humor. Se le nota a Alfredo la querencia hacia el italiano, bueno hasta las trancas. Tan sencillo e indefenso que no se le castigó por pregonar algo inaudito: la amabilidad del hombre hacia la vida. No era Francisco peligroso, ni contestatario, ni proselitista. Ello le salvó de la herejía. Así lo explica Alfredo Fierro:

"Francisco sobresale entre los pioneros de la pobreza voluntaria. La iglesia, algo a regañadientes, pero en acto de justicia poética - o teológica - hubo de reconocerle como hijo suyo insigne y ejemplo de santidad. La pronta canonización de Francisco, en 1228, fue, por otro lado, hasta cierto punto, un truco de neutralización póstuma de su figura ejemplar. También en esto se manifiesta la astucia de la iglesia, tan hábil al condenar como al elevar a los altares. Toda ideología minoritaria - como la de la pobreza - y desviada de la oficial se expone a ser considerada herética. Ahora bien, al no ser posible anatematizar sin distingos a todos los divergentes, conviene discernir en ellos: reconocer y canonizar a algunos como santos, reprobar a otros como heréticos. Esta decisión ha dependido de la sumisión o insumisión ante la autoridad de la iglesia; y el franciscanismo ha sido aceptado porque fue sumiso (p.207)"

Francisco de Asís es sólo un instante, un espejismo; como antes sucedió con Juan Bautista, una figura posiblemente de gran enjundia. Su simiente no ha calado porque no pretendió adoctrinar. El poder estaba bien guardado, celosamente pensado en un suma teológica que recupera a Aristóteles. El púlpito centra (hipnotiza) todas las miradas, aún vacío. ¿Cómo no puede haber verdad si resuena en la grandiosa catedral de Reims? Y sólo desde la exótica y griega Bizancio, desde los cultos emiratos omeyas, o desde los scriptorium de los monasterios, la raíz humanística encuentra sustrato en que sobrevivir. Y gracias. En el siglo XV, con hitos como la caída de Bizancio (1453), la invención de la imprenta (1450) y la impresión de la Biblia (1456), renacerá el hombre para el hombre, sin que Dios intervenga como árbitro necesario.

Nos recuerda Alfredo una anécdota que casi nos pasa desapercibida: Boticelli pinta a la (bellísima) diosa pagana Venus naciendo del agua. Es el año 1485.

De nuevo otro instante de luz en el ensayo, esta vez en la página 271, de la mano del príncipe Pico del la Mirandola, quien escribe en 1487 el manifiesto "la dignidad del hombre". Nace el humanismo como alternativa; se intenta pensar al hombre y exculparlo. Comienza Pico su obra desde gran altura:

"He leído en los antiguos escritos de los árabes, padres venerados, que Abdalá el Sarraceno, interrogado acerca de cuál era a sus ojos el espectáculo más maravilloso en esta escena del mundo, había respondido que nada veía más espléndido que el hombre. Con esta sentencia coincide aquella otra, bien famosa, de Hermes: 'Gran milagro, oh Asceplio, es el hombre'".

Con autores como Pico, Nicolás de Cusa, Lorenzo Valla, Marsilio Ficino, Erasmo, Montaigne, Vives, Rabelais o Tomás Moro, cambia el prisma del pensamiento. No en vano:

"Humanismo significa colocar lo humano y la humanidad, con Protágoras, como noble medida de todas las cosas (p. 274)"

El cristianismo responde. Primero al cisma protestante, enrocándose en su dogmatismo papista. Sometida también a los urbanitas aires de libertad que el humanismo ha provocado, busca en mentes privilegiadas - y no del todo ortodoxas - como las de Descartes, Grocio, Locke, Spinoza, Laplace, Rousseau, Kant o Hegel una respuesta racional que justifique el hecho religioso, cada vez más acorralado; pero nacen voces agnósticas, como las de Hume, Comte, Feuerbach, Nietzsche o Marx... Es una lucha perdida de antemano, ya que la ciencia le resta espacio vital a Dios, responde por él a las más graves preguntas: de dónde venimos, qué somos, cómo pensamos. Copérnico, Galileo, Darwin, Hubble, Einstein, Mendel, Freud... El hombre encuentra respuestas fiables en la investigación empírica. El creacionismo es una entelequia que no se estima en un ardite frente a los descubrimientos provenientes de la paleontología o la genética. No resiste comparación.

La Tierra se muestra obstinada en su forma casi esférica, y en girar en torno al Sol.

Queda la fe como religión del sentimiento, pero:

"No es seguro, antes bien, es muy dudoso que la emoción ante lo sagrado difiera de la emoción en presencia del mar o del desierto; que sea diferente la experimentada en la audición de un oratorio o cantata religiosa y la de un coro de ópera o cantata profana (p. 449)"

Por último, los avances en neurociencia acorralan a la fe en su último reducto: el de la misma consciencia. Incluso los éxtasis religiosos se provocan en los laboratorios activando ciertas zonas de la corteza cerebral. No hay mística en ello, sólo bioquímica e impulsos eléctricos, como recuerda el neurólogo Antonio Damasio.

Por sí esto fuera poco, Dios, si existe, debe responder por el horror del Holocausto. Alfredo Fierro es aquí durísimo:

"El monoteísmo estricto y en particular el bíblico lo tiene muy difícil para sobrevivir a la conciencia de las atrocidades de las guerras y los genocidios, y a la reflexión sobre las catástrofes de la naturaleza (...) El horror (...) tanto más refuta a un dios - o a Dios - cuanto más poderoso y amoroso se le suponga (p. 481)"

Si Dios existe, viene a decir, debería rendir cuentas por tanto dolor. 

En definitiva, Alfredo Fierro es, una vez más, contundente:

"Con el tiempo, la historia pone a cada cual en su lugar. Dos mil años después de haber vivido queda Jesús devuelto a sus dimensiones propias, relativamente modestas, no ya esas gigantescas atribuidas y crecidas en todas direcciones: las de proclamarse Salvador de la humanidad, liberador de los individuos y los pueblos, de convertirse en ejemplo universal de ser humano, en referente de pobreza voluntaria, en objeto de una mística de su pasión, de su exaltación, ya en colmo, hasta hacerle igual a Dios. Queda devuelto y rebajado al nivel de otras personalidades y narraciones. Sigue siendo posible adherirse a Jesús, volverse a él, pero como leyenda y símbolo, y a conciencia de ello: de su valor simbólico, un valor, por otra parte, hoy ya menguante, bien mermado. (p.537)"

Los hechos son tozudos: los seminarios del siglo XXI están vacíos de vocaciones, y se percibe una laicidad imparable en las sociedades más avanzadas. Es inevitable: cuesta comulgar con ruedas de molino. Ni siquiera Alfredo Fierro le concede crédito a intentos de pastoral alternativa, como la teología de la liberación, circunscrita a un entorno geográfico y socioeconómico, y a una época diríamos, muy determinados. Los sueños del 68 acabaron germinando en muy poco, por mucha buena fe y mejor intención que llevaran. No les bastó con tener razón, con defender un mensaje de verdad y coherencia en la pobreza; a día de hoy, su presencia es testimonial, inexistente en la jerarquía eclesiástica. Ni siquiera la figura de Juan XXIII, el Papa bueno, un hombre que ofreció testimonio de sencillez, buen humor y bondad a lo largo de su vida, se salva de la crítica de Alfredo. No quiso - o no pudo - Roncalli conseguir sino un lavado de cara con el Concilio Vaticano II; al final hubo miedo al cambio.

Finalizo: sólo un necio le negaría al cristianismo un papel protagonista en el universo de las ideas los últimos dos mil años; pero el tiempo no juega a su favor. Me atrevo a diagnosticar que los siglos venideros conservarán del cristianismo su proyección en el arte (música, catedrales, esculturas), pero desatenderán una moral poco permisiva y una práctica ritual que pierde arraigo (salvo en manifestaciones puntuales, más folclóricas que propiamente religiosas).

¿Significa esto la muerte de Dios? No lo creo. No a corto plazo, al menos. Pero, si bien una mayoría de personas encuentren en Dios (su Dios) un rescoldo de calor que ofrezca consuelo en lo más íntimo, las sociedades como ámbitos de convivencia y de ejercicio de libertades están abocadas a la más absoluta laicidad. No le auguro futuro al púlpito ni al dogma, no mientras atente flagrantemente contra la igualdad de la mujer, o intente imponer una moral sexual que se asoma a lo patológico. Tampoco ayuda que se sustente en vericuetos lógicos difíciles de sostener, como la Santísima Trinidad. O el pecado original. O la existencia del infierno. 

Cristo tuvo su oportunidad, creo yo, desde la pobreza y el amor. Pero esa interpretación del mito Cristo fracasó repetidamente por intereses espurios. Y ya es tarde para recuperar al Dios amable. Sólo persiste en misiones donde religiosos, hombres y mujeres, sacrifican la vida en un servicio desinteresado hacia los que pasan hambre o necesidad, desoyendo doctrinas criminales sobre el uso del preservativo como problema moral, y no sanitario.

Puede que sea hora de volver la mirada a la diosa madre. En "las troyanas" de Eurípides las mujeres hablan con un desgarro atemporal de la muerte, de la guerra, de los hijos.... De lo que realmente importa. Y la anciana Hécuba describe a Dios como "quienquiera que tú seas, necesidad de la naturaleza o mente de los hombres". Lo mismo da. Acaba de enterrar a su marido, a sus hijos; porta en brazos el cadáver, todavía caliente, de su nieto pequeño, que ha sido asesinado, despeñado, por soldados; arrancado de los brazos de su madre por hombres armados.

Dios yace, definitivamente muerto para la esperanza, para el hombre, en el tierno abrazo de una abuela.

Antonio Carrillo.

viernes, 11 de enero de 2013

Charles Babbage: un hombre extraordinario.



Hijo de banquero, Charles Babbage pudo permitirse el lujo de asistir al Trinity college de Cambridge. Desde muy pequeño destacó por sus dotes para las matemáticas, y en 1812 fundó la Sociedad Analítica Junto a John Herschel y George Peacock, una institución que tuvo como propósito promover el cálculo Leibniziano (con notación integral) sobre el Newtoniano; algo difícil de asumir para cualquier inglés.
 

Sin embargo, Babbage, amigo de la familia Bonaparte, y con muchos contactos en el continente, no estaba sujeto a prejuicio alguno; de hecho constató que las tablas astronómicas inglesas presentaban infinidad de errores. Para solucionarlo recurrió a una idea genial: diseñar y construir una máquina de cálculo.

Por este empeño a Charles Babbage se le considera el padre de las computadoras modernas.

En 1822 presentó ante la Royal Astronomical Society el proyecto de construir una "máquina diferencial". Lo que Babbage pretendía con su invento era tabular polinomios usando un método numérico capaz de calcular cifras de hasta 20 dígitos, almacenarlos y efectuar sumas. La Sociedad le apoyó con 1.500 £, pero pronto comenzaron los problemas.

 
La técnica utilizada provocaba fricción y vibraciones en los engranajes internos. Además, Babbage cambiaba continuamente el diseño para solventar los problemas. A pesar de todo, en 1827 una pequeña parte operativa de la máquina había sido capaz de calcular tablas de logaritmos de 1 a 108.000. El mundo asistía así al nacimiento de la primera calculadora automática (o, al menos, eso creemos; la existencia del mecanismo griego de Anticitera nos obliga a ser prudentes).

Pero la máquina en su totalidad no avanzaba, y en 1833 se habían gastado unas 34.000 £ (la mitad proveniente del propio Babbage) sin un resultado satisfactorio. La Royal Astronomical Society se rindió finalmente, y no ofreció más fondos.

10 años más tarde, el hábil ingeniero sueco Pehr Georg Scheutz fabricó con ejes diferenciales la máquina de Babbage. Cuando la presentó en Inglaterra, un Babbage feliz le mostró todo su apoyo. En 1855, la máquina fabricada por Scheutz ganó la medalla de oro de la Exposición Internacional celebrada en Francia. Al año siguiente fue comprada por un millonario norteamericano, quien la donó al observatorio astronómico Dudley de Albany con el fin de realizar los cálculos astronómicos.

Pero para entonces Babbage estaba enfrascado en el diseño de otra máquina, mucho más compleja: la "máquina analítica".

Este instrumento de cálculo usaba cilindros, clavijas y engranes, todos al servicio de una unidad de procesador central y una memoria. Se trataba de transformar datos en información a través de un procesador aritmético, con un mecanismo de entrada y otro de salida (input/output). Era una computadora, sin duda, que utilizaba tarjetas perforadas (como las utilizadas en los telares del francés Jacquard) para transmitir instrucciones.

En este punto aparece en escena un personaje fascinante: Lady Augusta Ada king, condesa de Lovelace, matemática y (desgraciada) hija de Lord Byron.

Ada se interesó enseguida en la máquina de Babbage, e intervino diseñando varios programas (instrucciones). Este hecho hace de Ada King la primera programadora de computadoras del mundo. En su memoria, el segundo lenguaje de programación (tras el famoso Cobol) ideado por departamento de defensa de los EEUU lleva su nombre: Ada. Es el lenguaje utilizado hoy para procesos críticos, como muchos sistemas de control de tráfico aéreo.

Por curiosidad: la facultad de ingenieros informáticos y de telecomunicaciones de la universidad de Zaragoza se llama Ada Byron; y su rostro ha aparecido como marca de autenticidad en los certificados de licencia del sistema operativo Microsoft Windows

La historia de Ada King (o Ada Lovelace, como es más conocida) tiene un final trágico. Su afición por las carreras de caballos le impulsa a convencer a Babbage para que idee un sistema basado en la estadística para ganar en las apuestas. Ambos se arruinan. Por último, y como era norma en la familia Byron, la fascinante (y bella) Ada muere tempranamente, a los 36 años, por un cáncer de matriz.

La "máquina analítica" de Babbage nunca vio la luz, por similares motivos a la máquina diferencial; pero en 1991, coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, el museo de ciencia de Londres construyó una réplica basándose en los dibujos del científico, y utilizando sólo técnicas disponibles en aquella época.

La máquina funcionó sin problemas.

Lo que he contado hasta ahora bastaría para que Charles Babbage ocupara un lugar en cualquier enciclopedia; pero hay más, mucho más.

Los planos de la "máquina analítica" incluían un componente asombroso: una impresora, la cual también se ha construido. Esta impresora no es precisamente portátil: consta de 8.000 piezas mecánicas y pesa aproximadamente 2,5 toneladas, pero es capaz de imprimir automáticamente los resultados de un cálculo y permite cambiar parámetros como el espacio entre líneas, elegir entre dos tipos de letra, el número de columnas y otros.

Charles Babbage no sólo es el padre de los ordenadores; también lo es de las impresoras.

Pero no he acabado. Charles Babbage es un nombre fundamental en el mundo de la criptografía. Fue capaz de romper la cifra auto llave de Vigenère, un éxito que fue usado en campañas militares inglesas, y por ello era considerado un alto secreto militar. Tan secreto era, que la posteridad ha concedido (falsamente) a Friedrich Kasiski el mérito de descifrar este sistema criptográfico.

 
Babbage diseñó el sistema de franqueo postal que todos utilizamos hoy en día, y propuso la teoría de estudiar el clima pasado basándose en la anchura de los anillos de un árbol, una propuesta que resultó extremadamente útil. Diseñó un submarino para cuatro personas, que jamás se construyó, y era un apasionado de los dispositivos mecánicos capaces de abrir cerraduras.

 
Vivió el nacimiento del ferrocarril, y diseñó las luces de señales para las vías, así como el añadido en forma de cuña en la parte inferior delantera de la locomotora. ¿Adivinan cual era su función? Apartar a las vacas del paso del tren sin provocar un descarrilamiento. También inventó el velocímetro, con el cual calculaba la velocidad de una locomotora. Cuando compruebe en su vehículo la velocidad a la que viaja, piense en Babbage.

Creó un dispositivo para encender y apagar las luces de los faros, que se utilizó en los EEUU, y aplicó la estadística en el estudio de los seguros de vida. Sus tablas sobre mortalidad se aplicaron en toda Europa. Si se encontraba en el campo, era normal verlo tomando mediciones relativas al pulso o respiración de cualquier animal, porque pretendía escribir un libro al respecto.

Su casa fue la primera en disponer del lujo del Aire Acondicionado en verano; diseñó un ingenioso dispositivo que permitía la circulación del aire frío procedente de bloques de hielo que almacenaba en el ático. Inventó en dinamómetro, y también el oftalmoscopio, para poder estudiar el fondo del ojo: la retina. Aburrido, mientras presenciaba una ópera soporífera, se entretuvo ideando un sistema de iluminación para el teatro, que incluía luces de distintos colores.

Se interesó por el ocultismo; no en vano, su niñez coincide con el nacimiento de la novela gótica y el romanticismo, una época apasionada por lo esotérico. Su espíritu científico se manifiesta cuando un joven Babbage intenta probar la existencia del diablo realizando una invocación en el sótano de su casa, para lo cual marca un círculo con su propia sangre. Acordó con un amigo que aquél que primero falleciera se le aparecería al otro como fantasma. Tras la temprana muerte de su amigo a los 18 años, Babbage esperó ansioso toda una noche. Como no apareció fantasma alguno, Babbage dedujo que no existían los espíritus.

Su afán por experimentar lo condujo a situaciones de riesgo. De adulto se introdujo unos minutos en un horno a 100 grados y sobrevivió a la experiencia. Animado por ello, unos meses más tarde investigaría el interior del cráter del Vesubio. Inventó un dispositivo que le permitiría caminar sobre el agua; no debió de ser un éxito precisamente: estuvo a punto de morir ahogado.

Hombre de manías, inició una campaña para deshacerse de los músicos callejeros que proliferaban por Londres; especialmente los organilleros italianos, que lo distraían con sus serenatas. Los músicos pronto respondieron, y se organizaban en grupos muy numerosos, bajó la ventana de su despacho, tocando lo más alto que podían. Era un acontecimiento en el Londres de la época, y la gente acudía a ver el espectáculo. Cuando la policía acudía a la llamada de Babbage, los músicos guardaban un silencio absoluto. También solían perseguirlo durante sus paseos por las calles de la ciudad.

No le faltaron reconocimientos. De 1828 a 1839 fue profesor de matemáticas en Cambridge, ocupando la prestigiosa cátedra Lucasiana, que había ocupado anteriormente Newton (y que después ocupará Stephen Hawking y Michael Green en la actualidad). En 1816 fue nombrado miembro de la Royal Society, y en 1820 de la Astronomical Society. Esta última le concedió la Medalla de Oro en 1824. Más tarde, en1834, fue miembro de la Statistical Society.

En 1991 el bicentenario de su nacimiento fue conmemorado por el gobierno de Su Majestad con una edición especial de sellos de correos. Un cráter en la Luna lleva su nombre, y su cerebro se conserva en el Museo de la Ciencia de Londres.

Cuando conduzca, acuda al oculista, utilice un ordenador, viaje en tren, ponga el aire acondicionado, imprima o vea un faro recuerde este nombre: Charles Babbage.

Un hombre extraordinario.

Antonio Carrillo.