En el transcurso de la historia, a
menudo individuos sin una lengua en común se han visto en la obligación de
convivir y comunicarse. En estos casos, en ocasiones se ha optado por inventar
una lengua nueva, muy simple, que aúna los rasgos lexicales, fonéticos y
morfológicos de dos o varias lenguas.
A este invento, fruto de la
necesidad, lo denominamos pidgin.
Un desencadenante del pidgin
puede ser el comercio. Los humanos, desde tiempos muy remotos, intercambiamos
bienes, a veces con gentes lejanas que no hablan nuestro idioma. En estos casos
se puede elegir unos sencillos códigos de conducta que posibiliten el
intercambio. Cuando los fenicios comerciaban con las poblaciones del sur de
España acordaron unas pautas durante la transacción que no implicaban un
contacto directo. Los fenicios dejaban su mercancía en la playa y volvían a su
barco. Después, los lugareños ponían a un lado una cantidad de plata, y también
se marchaban. Los fenicios regresaban y, si estaban de acuerdo con la cantidad,
se llevaban la plata. Si no, volvían al mar, hasta que la cantidad de plata
ofertada se correspondiese al valor de la mercancía. En todo momento nadie
tocaba los bienes, hasta que el intercambio finalizaba. Todo se basaba en la
confianza mutua.
Es una manera muy simple y eficaz
de hacer negocio, pero puede suceder que el trato precise de una comunicación
más efectiva, o bien el contacto físico puede ser más cercano y habitual. En
estos casos los negociadores necesitan de un idioma común, en el que puedan
entenderse.
Una lengua que, como sucede con
los pueblos nativos de las praderas de Norteamérica, puede no ser fonética. Los
amerindios de las grandes llanuras se dividían en etnias con lenguas muy
distintas. Para entenderse entre ellos y poder comerciar inventaron una lengua
de signos que todos entendían.
Si hay una potencia dominante en
la zona, se puede emplear su idioma como lengua de uso común. El griego clásico
se expandió por el Mediterráneo gracias a las muchas colonias griegas, y
posteriormente se propagó el latín. Hoy en día con el inglés puedes recorrer el
mundo. Es bien sabido.
Pero a veces, como he dicho, se
inventa una lengua nueva, un código simplificado que permite la comunicación
efectiva. Un pidgin.
A finales de la Edad Media el
comercio por el Mediterráneo volvió a florecer, con enclaves muy activos como
Génova, Venecia, Constantinopla, Lisboa, Barcelona, Túnez o Mallorca. Los
marineros de todas partes se encontraban en los puertos, intercambiaban
información, relatos y mercancías. Y acabaron inventando un lenguaje propio, el
idioma de las gentes de la mar. El sabir.
Daba igual de donde fueras; el
sabir te permitía hablar a lo largo del Mediterráneo, con una mezcla de
italiano, francés, español, árabe o portugués. El sabir o lingua franca se
hablaba en Argelia, en Marsella o en Alejandría. Lo normal era que al
encontrarse dos personas una preguntase “¿sabir…?”. Es decir, “¿sabes…?”
“¿Conoces este idioma...?”.
En una época en la que comenzaban
las grandes naciones a luchar por sus intereses, en la que la religión era
causa de guerra, mercaderes de todo tipo y condición se hermanaron por medio de
un lenguaje muy simple. Es curioso, pero Miguel de Cervantes, que estuvo preso
en una cárcel de Argelia, hace mención al sabir en El Quijote, cuando menciona
la existencia de una…
“lengua que en toda la Berbería y
aun en Constantinopla se halla entre cautivos y moros, que ni es morisca ni
castellana ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, con
la cual todos nos entendemos”
Curiosamente era una lengua del
pueblo llano, de marineros y mercaderes. Los oficiales de los barcos o los
diplomáticos se negaban a utilizar una lengua que consideraban de segunda
categoría. En sus elegantes camarotes se hablaba francés.
Por desgracia, finalmente las
grandes naciones impusieron sus idiomas; aunque hubo que esperar al siglo XIX y
la colonización del norte de África por ingleses, italianos, franceses o
españoles. Las tropas de conquista que arribaron a Argelia llevaban un
diccionario francés/sabir. En unos pocos decenios el sabir desapareció.
Otra fuente de pidgins fue la
esclavitud. A buena parte del Caribe y Norteamérica arribaron esclavos
procedentes de África, la mayoría de etnias muy distintas unas de otras. Los
esclavos no podían comunicarse entre sí, y crearon lenguas nuevas, mezcla de
sus lenguas de origen y el idioma de los terratenientes. Con el paso de las
generaciones estas lenguas nuevas se fijaron, y se convirtieron en las lenguas
maternas de los niños, olvidadas las originales.
Cuando una generación de niños
aprende un pidgin como lengua materna esta pasa a denominarse lengua criolla.
Y, si me lo permiten, les compartiré una pequeña sorpresa,
En el sur de filipinas, y en algunos enclaves de Malasia e Indonesia, se reza
el Padre Nuestro de esta manera:
Nuestro Tata Quien talli na cielo,
Bendito el de Ustéd nombre.
Mandá vene con el de Ustéd reino;
Hacé el de Ustéd voluntad aquí na tierra,
igual como allí na cielo.
Dale con nosotros el pan para cada día.
Perdoná el de nuestro maná pecados,
como nosotros ta perdoná con aquellos
quien ya peca con nosotros.
No dejá que nosotros hay caé na tentación
sino librá con nosotros de mal
Es el chabacano, una lengua
criolla que mezcla el español con otras leguas locales. Es la lengua que se
habla en la preciosa ciudad de Zamboanga, un idioma hablado por 1,2 millones de
personas. Aunque en franco declive.
La necesidad de encontrarnos
siempre se abre camino. La comunicación es consustancial al hombre; un impulso
irrefrenable a encontrarnos en y para los demás. Inventamos idiomas porque
queremos entender y que nos entiendan. Los intérpretes, los traductores,
construyen puentes de palabras por los que todos cruzamos. Son los embajadores
del verbo y del adjetivo correcto, desde hace miles de años.
En estos tiempos que se adivinan
oscuros, es uno de los oficios que aportan más luz.
Antonio Carrillo