jueves, 15 de junio de 2017

Sin palabras


Tan solo un video realizado a partir de imágenes captadas por la sonda Juno, que sobrevuela el gigante gaseoso en una órbita polar.

El vídeo lo ha realizado Enneagon, un usuario de vimeo.

Pongan el vídeo a pantalla completa, pulsando junto al símbolo HD abajo a la derecha. Prepárense para el vértigo.

Les recomiendo que suban el sonido y disfruten de la banda sonora de la película Moonraker, obra de John Barry.

Realmente, sobran las palabras. Es sobrecogedor.





¿Saben? Según el científico jefe del programa Juno vemos llover nieve de hielo de amoníaco.

También acaban de informar de que Júpiter es más antiguo que el mismo Sol.

Bagatelas, supongo. Pero me quedo sin palabras.

Sobrecogido.

Antonio Carrillo

lunes, 12 de junio de 2017

La araña y usted




La araña no sueña con la mosca que le alimenta.

Es posible que usted, lector, se vea a sí mismo como alguien especial. Es normal. Al fin y al cabo, es el protagonista principal – acaso único – de una trama que transcurre, fundamentalmente, en el oscuro interior de su cráneo.

Lo llamamos vida. Y tiene mal final.

La vida es un soliloquio incesante que se alimenta de lo que nos aportan los sentidos. La vista, el oído u olfato. No se descansa jamás, ni tan siquiera durante el sueño; Somos un cerebro estimulado y condenado a tomar decisiones constantemente.

Vivir no resulta fácil, por cansado. Es demasiada responsabilidad. Nadie puede pensar por nosotros. No podemos delegar los sueños. Tampoco las ilusiones, expectativas o desesperanzas, de las  que solo nosotros sabemos.

Vivir no resulta fácil porque se vive en secreto. Siempre.

Es posible, he dicho, que se perciba como alguien especial. Pero ¿se da cuenta realmente de lo que es: un organismo excepcional? ¿Un milagro que burla durante años la más cruel e inevitable ley física, la de la entropía? ¿Es consciente de lo que hace todos los días, de los viajes que emprende, de su capacidad inexplicable para construir universos metafóricos?

Lector; es usted único, irrepetible y, por ello, valioso.

Permítame: Les mostraré unas cuantas imágenes. Se tomaron en la superficie del planeta Marte por vehículos enviados desde la Tierra; las sondas Viking 1 y 2, la Mars Pathfinder, los rover Spirit y Opportunity (que sigue funcionando después de 13 años) o el vehículo Curiosity, que lleva 5 años recorriendo la superficie de marte; un utilitario de casi una tonelada de peso y 2,7 metros de largo.

Tenemos además varios satélites orbitando el planeta, recopilando información.

Usted puede observar estas imágenes y, por medio de su imaginación, pasear por la superficie de Marte. Sorteando rocas, con la agilidad que proporciona una gravedad menor que la terrestre, pueden asomarse a llanuras inmensas, a enormes dunas de arena. Hay volcanes tres veces más altos que el Everest, cañones que ridiculizarían al Cañón del Colorado.

Observe las imágenes y cierre los ojos. Hace frío, unos 10 grados, aunque la temperatura varía bastante según las estaciones y el hemisferio.

Le propongo que viaje con su imaginación al polo sur, un lugar de hielos permanentes. En una llanura observa fascinado que del suelo brotan columnas de polvo y gas. Son geiseres fríos, compuestos de Co2 y arena.


Para enviar estas naves a Marte hemos empleado miles de millones de dólares, toneladas de combustible, incontables horas de trabajo de ingeniería.

Pero usted acaba de estar ahí. Con el único gasto de cerrar los párpados.

La atmósfera de Marte es tenue, pero ello no evita que sienta el viento, que puede soplar con una enorme virulencia. El Sol es más pequeño que en la Tierra. Predomina el color rojizo del óxido de hierro, y un enorme escalón divide el planeta en dos hemisferios muy diferentes; el norte es llano. El sur es escarpado. No sabemos con certeza la razón, pero usted tiene previsto visitar esta muralla de kilómetros que rodea el planeta cerca del ecuador. Se sospecha que el choque con un planetoide del tamaño de Plutón hace 4.000 millones de años pudo causar esta anomalía. Y usted se imagina presenciando el cataclismo.

Es tiempo de volver a casa. Ha estado en Marte. Los vehículos que deambulan por su superficie en realidad no ven nada. Somos nosotros los que vemos a través de sus imágenes. En la parte posterior de nuestro cerebro la imaginación ilumina valles y relieves. Nos basta cerrar los ojos para imaginarnos a 150 millones de kilómetros. Usted es excepcional porque tiene la facultad de salvar distancias imposibles, de llegar a lugares inverosímiles. Incluso puede deambular por el foro de la Roma de hace 2.000 años ¿Qué se lo impide? ¿A quién debe rendir cuentas de lo que sueña?

Permítaselo; sueñe con todo ello. Que no le engañen con pobres distracciones. Lea, imagine, viaje. Embárquese en el Nautilus del capitán Nemo, dirija una orquesta o sea campeón del mundo de ajedrez. Y utilice el arma más poderosa para darle sentido a esta existencia: la metáfora.

Estamos hechos de la materia de la que está hecha la imaginación. La metáfora es tan real como el agua o la leche que brota del seno. Nos alimentamos de imágenes, de símbolos. Bebemos de la fuente de la ilusión, tangible en su ubicuidad. Firme en su ir y venir maleable.

Como la araña.


La araña no sueña con la mosca que le alimenta.
Sueña con tejer nubes con su seda pálida.


Antonio Carrillo.

martes, 6 de junio de 2017

MDC: La orquesta del siglo XXI




Hace poco más de un mes, en el patio porticado del museo arqueológico regional de Alcalá de Henares, asistí a un concierto.

Eran las siete de la tarde del 30 de abril de 2017.

Se trataba de un concierto benéfico a favor del Colectivo de Acción para el Juego y la Educación (CAJE) Un pequeño colectivo con no más de 40 voluntarios que presta apoyo escolar y lúdico a niños de familias que pasan dificultades económicas. Todos los veranos, 40 niños sin recursos acuden a un campamento multicultural en plena montaña.

La orquesta: la MDC (Miguel de Cervantes). No les sonará el nombre. Era su primer concierto.
Si me lo permiten, les voy a compartir un pequeño secreto. La MDC es una iniciativa extraordinaria de unos amigos que comenzaron a estudiar música en el Conservatorio de su ciudad: Alcalá de Henares. La mayoría tuvieron que completar su formación en instituciones españolas, europeas y norteamericanas.
Muchos se integran hoy en orquestas de todo el mundo.

Pero a menudo vuelven a casa, al hogar de sus padres y amigos. Una ciudad, Alcalá, en la que todos ellos tocaron por primera vez un instrumento, donde sintieron el vértigo que provoca el sonido armonioso y descubrieron que el rigor y la disciplina tiene como recompensa la comunión con un arte etéreo pero – qué paradoja – inmensamente tangible.

En el patio de butacas, padres orgullosos que no hace mucho esperaban dentro del coche a que sus hijos saliesen de clase en el conservatorio; padres y madres que se conocían unos a otros, como sus chavales, que organizaron recogidas, itinerarios, algunos cumpleaños… Se respiraba un ambiente de franca camaradería que sólo se explica por tantos años apoyando a sus hijos en un empeño común, difícil y exigente: el de convertirse en músicos profesionales.



Y ahora que ya son músicos, los amigos y compañeros de la infancia se han propuesto devolver a su ciudad parte de lo que les aportó. Desde hace unos meses las redes sociales bulleron de mensajes, propuestas e intenciones. Decenas de músicos se reencontraron para tocar, de nuevo, juntos. Para formar su propia orquesta. Para crear un organismo hecho de talento, rigor e ilusión a partes iguales.

Se avecinaban días festivos, el puente de mayo, y podían quedar. Pero no tenían apenas tiempo. Desde conservatorios españoles llegaron instrumentos y las autoridades ofrecieron su apoyo ¿Saben de cuánto tiempo dispusieron para ensayar? Un día.

El día anterior pudieron hacer un único ensayo.

Y, sin embargo… la orquesta nos ofreció un concierto soberbio. No sólo digno o meritorio. La MDC tenía (tiene) un sonido propio, una entereza que me resulta inaudita. Desconozco si ello se debe al buen hacer de su director, Carlos Ocaña, a la maestría de sus componentes o a un factor difícil de evaluar: estos músicos fueron no hace tanto niños, colegas de una vocación (primero) y de un oficio (más adelante); aprendieron tocando juntos. Ensayaron miles de horas, durante años. Se conocen. Se entienden.

En la primera mitad del programa destacó el buen hacer de la mezzosoprano segoviana Cristina del Barrio; le auguro un futuro brillante no sólo por la calidad de su voz (bellísima), sino por su innata capacidad interpretativa.

Pero nuestra orquesta de amigos, la MDC, tuvo en la Sinfonía Inacabada de Schubert una oportunidad para mostrarnos su verdadera personalidad.

Es curioso lo que sucede con Schubert. Si se pregunta por músicos de renombre nos vienen a la cabeza los mismos nombres: Bach, Mozart, Beethoven… es posible que Wagner, Malher o Brahms. Pero Schubert es ¿cómo decirlo? un músico de músicos. Quiero decir… aparentemente su música es un compendio de bellísimas melodías; pero cuando se interpreta, el grandioso dominio que demuestra de la orquestación genera una atmósfera riquísima de matices. Hay en Schubert mucho más de lo que aparenta; pero debe encontrarse un equilibrio en la manera como se interpreta. Es un romántico que no necesita de artificios. Es un jovial amigo que esconde un trasfondo de melancolía. Es un misterio.


Lo que hizo la MDC fue, por decirlo de una vez, digno de llamar la atención. Schubert sonó con una elegancia desprovista de artimañas ni vaguedades. Con apenas dos movimientos el patio del museo, las mismas piedras, contuvieron la respiración. Lástima los aplausos entre ambos. Carlos Ocaña estuvo elegantemente comedido. Los músicos, soberbios.

La orquesta adquirió una voz propia, madura. Recuerdo que pensé: “me gustaría escucharles tocando a Malher”.

Alcalá de Henares tiene la oportunidad de darle continuidad a un proyecto que puede darle renombre no en España; en el mundo. La MDC es un tesoro de valor incalculable; una inversión inexcusable para un país – una sociedad – culta y avanzada. Es un ejemplo de talento que no podemos permitir desaprovechar.


Los intérpretes no cobraron ni un céntimo de euro ese 30 de abril. En realidad, lo que hicieron no tenía precio. Sólo pondré un ejemplo que les sonará absurdo: mi hijo Pablo de 9 años vio por primera vez cómo la primera violín o concertino afinaba la orquesta. Por cierto, con no poca elegancia. Carolina Iglesias es su nombre. Una breve señal de Carolina y el oboe da un “la”. Se lo susurro a Pablo para que esté atento. Le siguen el resto de instrumentos.

Ojo: Carolina en la actualidad es uno de los primeros violines de la Orquesta Sinfónica de Basilea, Suiza. Hay maestría en estos jóvenes.

Si queremos que grandes talentos regresen y permitan que germine la semilla de la cultura en este país tan necesitado, hará falta un mínimo grado de compromiso desde los organismos públicos, un poco de visión por parte de las instituciones.

Cuando un oboe hace sonar un “la” y poco después renace Schubert en presencia de un niño de 9 años, todos salimos ganando.

Por de pronto, y en lo que mí respecta, propongo que la MDC sea la orquesta “de cabecera” del grupo de LinkedIn “Humanismo siglo XXI”.

Propongo que apostemos por el talento. Por la cultura. Por la esperanza.

Antonio Carrillo