La mina de Mirny, Sibería: un camión tarda 2 horas en llegar al fondo. |
Kola, o el
asombroso pozo de la ciencia (y de la ficción).
El historiador Paul Kennedy afirma que la guerra es un gran
catalizador de la economía y de la actividad industrial, científica y creativa.
Y hay mucho de cierto en sus palabras.
La guerra fría supuso un impulso irrefrenable hacia una
carrera armamentística que puso (y pone) en peligro nuestra supervivencia como
especie. Pero también el enfrentamiento tuvo una derivada científica y tecnológica;
y nada caracteriza mejor este afán por la supremacía que la lucha por la
conquista de la Luna. Todos sabemos que esta carrera frenética por alcanzar los
astros la ganaron finalmente los norteamericanos, en 1969.
Pero pocos saben que los rusos ganaron por desistimiento otra
batalla, ésta mucho menos conocida pero no por ello menos emocionante: la de
alcanzar los secretos que esconden las profundidades de nuestro planeta. Y este
reto resultó mucho más complejo que situar un hombre sobre nuestro satélite.
De hecho, es un reto que todavía aguarda un vencedor
definitivo.
El Proyecto norteamericano, denominado Mohole, se proponía
alcanzar la discontinuidad de Mohorovicic (donde la corteza se une con el
manto) perforando la corteza oceánica. Pensaban que, dado que la corteza es
mucho más fina en el fondo del océano, era en las profundidades marinas donde
debían de perforar.
Harry Hess (uno de los fundadores de la teoría de placas) y
Walter Munk, (el primero en explicar por qué la Luna ofrece sólo una cara a la
Tierra), idearon y lideraron un proyecto destinado al fracaso. Consistía en un
perforador con cabezas de diamantes, enfundado en un embudo que evitaba su
oscilación. Otras máquinas tenían la tarea de contrarrestar la fuerza de las
mareas oceánicas. Un esfuerzo titánico que exigía una precisión y potencia
tremendas. Finalmente, en 1960, tras diez años de esfuerzo, los norteamericanos
arrojaron la toalla. Se les había roto la cabeza de diamante, y los costes del
proyecto eran ya inasumibles. Dejó de haber financiación, y el proyecto Mohole
acabó en el olvido.
Los rusos eligieron perforar desde tierra firme. Escogieron
la península de Kola, en el noroeste de Rusia, no muy lejos del Báltico. A 10
kilómetros al oeste de Zapoliarni.
El 24 de mayo de 1970 comenzó la perforación, con el uso de
maquinaria Uralmash-4E y, más tarde, Uralmash-15000. Con el paso de los años,
salvando todo tipo de dificultades, se alcanzaron profundidades increíbles.
Después de llegar a los 12.066 metros, el 27 de septiembre de 1984 se produjo
el desastre: un derrumbe cubrió de tierra unos 5 kilómetros. Pero los rusos
retomaron las excavaciones desde los
7.000 metros, y en 1989 alcanzaron la profundidad récord de 12.262 metros (pozo SG3).
Y ese nivel resultó ser el límite de lo posible. No pudieron seguir debido,
fundamentalmente, al calor.
Las teorías indicaban que a 12.250 metros la temperatura
debería rondar los 100 °C, pero los sensores indicaban una temperatura de 180
°C, casi el doble. Si hubieran alcanzado los 15.000 metros previstos, la
temperatura habría subido hasta los 300 °C, lo cual era inviable. Las cabezas
perforadoras corrían el riesgo de fundirse.
Con todo, el pozo de Kola no se consideró un fracaso; ofreció
bastantes datos de gran interés, como algunas sorpresas sobre la estructura por
capas de la corteza, la enorme cantidad
de hidrógeno presente en las profundidades, o las considerables reservas de
agua a profundidades inverosímiles. Hoy en día el laboratorio, situado a 8
kilómetros de profundidad, no realiza analíticas; y el fantástico logro
tecnológico que es Kola permanece prácticamente abandonado desde 1994; pero a
unos 10 kilómetros al sur, en la ciudad de Zapolyarniy, se almacenan y
conservan toneladas de muestras de núcleos, que siguen interesando a geólogos
de todo el mundo.
Y en este punto debería acabar la historia de Kola, el pozo
más profundo escavado por el hombre; pero hay algo más: si usted escribe
"pozo de Kola" en un buscador cualquiera no espere encontrar
artículos científicos sobre la "transición granito/basalto, o la presencia
de fósiles de microorganismos (plancton) a 6 kilómetros de profundidad. Lo que
copa internet son "los sonidos del infierno" de Kola.
Según afirma el (presunto) periódico finlandés
“Ammennusatia.”, al taladrar un agujero de 14.4 kilómetros de profundidad para
llegar al núcleo de la tierra, lo rusos dijeron haber escuchado gritos humanos.
Se trataba, sin lugar a dudas, de las almas condenadas a penar por sus pecados
en el centro de la tierra.
Los científicos detuvieron la excavación, temerosos de haber
desatado los poderes malignos del infierno hacia la superficie de la tierra.
"Esperamos que lo que este allá abajo, allá se quede", afirmó el Dr.
Azzacov, líder del proyecto.
Uno imagina a un anciano asomado al pozo de Kola (si es que
algo así es posible) y diciendo con voz fúnebre: "los rusos excavaron
con codicia y ambición, y despertaron a criaturas malignas". Sólo falta un
"Balrog" atemorizando la región.
Como guión de película no es malo. Aunque yo prefiero la
realidad, mucho más apasionante, sin duda.
La isla del roble, el pozo de ficción (y algo de
ciencia)
La isla del Roble es una isla pequeña (con una superficie
equivalente a unos 60 campos de fútbol) que se encuentra en el litoral sur de
Nueva Escocia, Canadá, en el océano Atlántico. Es una más de las 360 pequeñas
islas en la bahía de Mahone, en el condado de Lunenburg.
Esta pequeña isla es famosa en el mundo entero porque en ella
se encuentra el llamado "Pozo del Dinero".
En 1795, tres amigos adolescentes, Daniel McGinnis, Samuel
Ball y Anthony Vaughan descubrieron una
hondonada circular en el sur de la isla; parecía señalar la existencia de un
pozo. Excitados por el descubrimiento, excavaron lo que resultó ser, en efecto,
una profunda poza. Tras haber removido 3
metros de tierra, se encontraron con una hilera de troncos. Seguros de estar
cerca del final, retomaron sus esfuerzos, pero debieron de abandonar a los 10
metros. Este sorprendente hallazgo mereció unas reseñas periodísticas en el
Liverpool Transcript.
En 1803 la Onslow Company de Nueva Escocia excavó hasta los
27.43 m, y encontraron más troncos cada 3 metros. Además, había capas de
carbón, masilla y fibra de coco a 12, 15 y 18 metros. Según se relata, a 27 metros
encontraron una piedra plana con símbolos escritos. Tal piedra desapareció a
principios del siglo XX.
Poco después el pozo se inundó con agua del mar, y ante la
imposibilidad de achicar tanta agua, la Empresa Onslow abandonó. Operarios de
la Truro Company siguieron excavando en 1849 hasta los 26 m de profundidad, produciéndose
entonces de nuevo una inundación.
Se sucedían los años, las capas de roble, arcilla, fibra de
coco, y las empresas obsesionadas con encontrar el tesoro: la Oak Island
Association, el Old Gold Salvage group (del que formó parte Franklin Delano
Roosevelt), la Triton Alliance, Ltd… se sucedieron las inundaciones, algún
descubrimiento esperanzador y un total de seis defunciones por accidentes. Se
trasladó maquinaria pesada al lugar, y se ha seguido excavando hasta bien
entrado el siglo XX.
La pregunta es: ¿qué motiva tanto esfuerzo? ¿Qué impulsa a
tantos hombres en un empeño de tal complejidad? ¿Por qué el ”Pozo del dinero”
ha merecido ocupar espacios en Readers' Digest o en programas de televisión y
radio?
La historia se puede contar de la siguiente manera: unos
jóvenes descubren un pozo en una isla canadiense, antaño refugio de piratas. En
la isla se pueden observar algunos fenómenos extraños. Los árboles que rodean
el pozo parecen protegerlo y, en general, la distribución uniforme y simétrica
del arbolado presupone que éstos han arraigado siguiendo un plan específico y
en absoluto producto del azar. Y los robles no crecen en 20 años. Quien plantó
esos árboles, lo hizo hace siglos y con un propósito (El Roble tarda 200 años
en alcanzar su madurez, y puede vivir más de 600 años).
Cerca de la isla, en el continente, se han encontrado restos
de un embarcadero con un diseño propio de la Europa de finales de la Edad Media.
Los análisis realizados sobre la piedra encontrada en el pozo demostraron que
era de un mineral que sólo se encuentra en Eurasia, y en los símbolos se vislumbraban
números romanos. Los excavadores se topaban con plataformas de roble, fibras de
coco ¡procedentes del Caribe!, capas de arcilla… todo ello colocado en una
distribución reglada y periódica ¿Por qué? ¿Qué razón puede haber para traer
material desde el Caribe? Además, el pozo era una obra de ingeniería
sorprendente. Bastaba una mínima desviación para provocar una acometida de agua
que imposibilitaba el avance. ¿Quién podía disponer de una tecnología de ese
calibre? ¿Qué había escondido en el pozo del dinero? Unas imágenes tomadas bajo
el agua a mediados del siglo XX, parecen detectar la presencia de una calavera
y de unos cofres ¿Quién es responsable de tanta maravilla?
La primera explicación fue que un pirata como Edward Teach (el
archifamoso Barbanegra), y otros de similar calaña, utilizaban las islas de la
Bahía de Mahone para guarecer los productos de sus rapiñas. Los hay que opinan
que pudiera tratarse de un tesoro español, francés o británico. Se ha
especulado con que pudiera ser el escondrijo de las joyas de María Antonieta, o
incluso con que fuera el lugar elegido por Francis Bacon para ocultar las
pruebas de que era el verdadero autor de las obras de William Shakespeare. En
algún libro he leído la posibilidad de que estemos ante el tesoro que los
Caballeros Templarios ocultaron tras ser perseguidos por la inquisición en el
siglo XIV. Reliquias como el Santo Grial o el Arca de la Alianza, que los
templarios recuperaron supuestamente tras las cruzadas, habrían llegado a
Escocia, bajo la protección del monarca Robert the
Bruce y de la familia Sinclair, y más tarde
habrían embarcado rumbo al oeste, por rutas desconocidas por una mayoría hasta
recalar en la Isla del Roble. Este periplo aparece reflejado en la narración
conocida como “viaje de Zeno”. Gracias a este texto podemos ofrecer algún dato
más: era doce navíos, 100 caballeros templarios y la fecha 1398. Transcurridos 400
años desde su llegada, sí les habría dado tiempo a cambiar la fisonomía
forestal del lugar.
Pero hay una alternativa.
Hace
miles de años, la Bahía de Mahone, situada muy al norte, abandonaba la última
glaciación bajo el embate moldeador de los glaciares. La tierra caliza de la
zona sufre todo tipo de fuerzas: expansiones de lentes de hielo, solifluxiones
propios de zonas periglaciales, depósitos por sedimentación llamados drumlins,
morrenas… un lugar como la Isla del Roble está afectada por el hielo y, en
épocas posteriores, el agua, que forma oquedades, sifones, cavernas y pozos.
La
única expedición científica que ha estudiado en 1995 el pozo del dinero,
formada por miembros de la Woods Hole Oceanographic Institution, reflejó en su
informe final que las recurrentes inundaciones no se debían a “trampas”
diseñadas por el hombre, sino a la interacción natural entre manantiales de
agua dulce y presiones de mareas en el subsuelo. Todas las cavidades que se
encontraron tenían un origen natural.
Por si esto no fuera suficiente prueba, se han encontrado otros
pozos similares al del dinero en otras zonas de la Bahía de Mahone, también con
capas de tronco. También se han encontrado fibras tanto enterradas como en las
playas de la zona. El instituto Smithsoniano ha concluido que, en efecto, se trata
de fibra de coco, y posteriores análisis por radiocarbono fechan algunos restos
entre el 1.200 y el 1.400: pero la marea pudo traer estos restos al norte desde
aguas más cálidas, y las oquedades y cavernas las depositaron tierra adentro, a
la altura de pozo.
Por último, no hay pruebas concluyentes de las imágenes de la
calavera, del material supuestamente europeo ni de las inscripciones. Y el “viaje
de Zeno” es una fabulación del siglo XVI que no tiene ninguna verosimilitud.
Por cierto, lo probable es que los templarios no llegaran a Escocia (en donde
no estaban a salvo: dos compañeros fueron sometidos a juicio).
La “Navaja de Ockham” establece que cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas
consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta
que la compleja. El pozo del dinero ¿es el resultado de un plan ideado por
caballeros templarios a finales del XIV, o es una oquedad que tiene una
explicación desde la geología?
Yo, al menos, me quedo con la segunda respuesta.
Por cierto: la historia de la Isla del Roble me ha deparado
en el pasado momentos muy felices, cuando Carlos Canales y Jesús Calleja
desentrañaban en el programa de radio “La Rosa de los Vientos” su vertiente más
mistérica. No es necesario creérselo: los podcast que se encuentran en internet
sobre el tema son apasionantes. Esta historia sirvió de inspiración a los
escritores Douglas Preston y Lincoln Child
para su obra “El Pozo de la Muerte”. Por supuesto, no es “Guerra y Paz”, es un "best seller" de tapa blanda, pero confieso (abochornado) que me la leí de un tirón y disfruté con ella.
Y es que una cosa es lo que tu mente racional te dice, y otra, muy distinta, es soñar con las cosas que aligeraban tu mente de niño.
Puede que en el pozo de Kola no se llegara al infierno, es probable que en la Isla del Roble no se guarde ningún tesoro, e incluso estoy
dispuesto a creer (con dificultad)que no se puede descender al centro de la tierra desde un
volcán en Islandia, pero en realidad todos estos datos empíricos no importan. Si
buscan “Oak Island” en Google Maps verán una lengua de tierra artificial que
tuvieron que construir para llevar maquinaria pesada al pozo; es la expresión de un sueño. Y nada cuesta
Elucubrar con la maravillas qué encontraremos si somos capaces de profundizar en Kola hasta los 15.000 metros.
Piensen en esto: ¿Sabían que existía el pozo de Kola? Eso sí es importante.
Despertar la curiosidad. Disfrutar del privilegio de saber algo nuevo.
Imaginar. Y, por encima de todo, no dejar de buscar.
Porque sólo los vivos. excavan pozos y buscan tesoros o respuestas.
Porque sólo los vivos. excavan pozos y buscan tesoros o respuestas.
Antonio Carrillo