Deambulamos por la vida, los ojos bajos. Por no tropezarnos.
Por no caer.
Ayer recorrí, una vez más, los 300 pasos escasos que separan la salida del Metro a mi despacho. Son unos pocos metros que trasunto en este breve artículo. De lunes a viernes, de la Puerta del Sol al número 32 de la Calle Mayor de Madrid. Los mismos escaparates, un mismo adoquinado.
Pero ayer alcé la mirada, detuve mis pasos a cada instante y tomé fotografías con la cámara de mi móvil. Y sucedió algo extraordinario.
Ayer viajé por una ciudad nueva, con algunos detalles asombrosos.
Con su permiso, se la enseñaré.
El Metro me deja en la Puerta del Sol, una plaza importante de Madrid. Es un lugar muy concurrido durante todo el año; de hecho, la esquina con la calle Preciados es el tercer lugar más transitado del mundo al cabo del año. Siempre hay gente, a todas horas.
Es frecuente encontrarse manifestaciones. Yo tomé instantáneas de dos. Además, es un lugar en el que los artistas callejeros se disfrazan de estatuas vivientes, algunas auténticas obras de arte.
Domina la plaza el imponente edificio conocido como "Casa de Correos", de 1766. Lo culmina una torre con un reloj procedente de la antigua Iglesia del Buen Suceso. Es el reloj más famoso de España: todo el país celebra la llegada del año nuevo tomando doce uvas, una por cada tañir de sus campanas. Las televisiones emiten el acontecimiento.
A los pies del edificio puede pasar desapercibida una placa. Es el verdadero centro de España: marca el kilómetro 0, punto de origen de todas las carreteras nacionales. Si se encuentra usted en cualquier lugar del país, y un mojón indica 832 kilómetros, sepa que el centro de esta pequeña placa de piedra es el lugar exacto desde el cual se comienza a contar
En las paredes de la Casa de Correos, hoy sede de la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, se señala el lugar en el que comenzaron las hostilidades entre el pueblo de Madrid y el ejército francés de Napoleón el 2 de mayo de 1808. Desde la cercana calle Arenal y la plaza de Oriente llegaron rumores del palacio Real: los soldados franceses se llevaban al infante Francisco de Paula. Al grito de "que nos lo llevan" el pueblo de Madrid, armado con navajas y tijeras, mujeres y hombres, luchó contra el ejército napoleónico, el mejor del mundo. Fue una masacre terrible, que supo plasmar Goya.
En 1813, seis años y 500.000 muertos más tarde, y gracias al apoyo del ejército inglés, Napoleón tuvo que abandonar España. La batalla siguió en territorio francés en 1814, hasta Burdeos. De no haber detenido su avance, las tropas inglesas y españolas hubieran entrado las primeras en Paris.
Llamo su atención sobre la siguiente y anodina foto: es una ventana enrejada que asoma a nivel de calle e ilumina los sótanos de la Casa de Correos. Durante muchos años el edificio fue la sede de la Dirección General de Seguridad del aparato represor franquista. En sus sótanos se torturó a miles de personas.
De esto hace muy poco. Conviene recordarlo.
Entramos en la calle Mayor, una vía que aúna edificios modernistas de principios del siglo XIX con otros más antiguos, del XVII. Las calles suelen tener nombres de oficios, lo que refleja su antigüedad medieval. En la calle Mayor se concentraban joyeros, pañeros, manguiteros o esparteros.
La riqueza de los edificios modernistas tiene fiel reflejo en Edificios como el de la Compañía Colonial. Observe estas imágenes:
Sorprende el nivel de detalle
Tda la calle está repleta de hermosos edificios
Pero la verdadera magia de la Calle Mayor está en sus escaparates. Observen:
Dragmas de Alejandro Magno, y denarios romanos de plata. La calle Mayor está llena de comercios únicos: filatelia, numismática, enseres religiosos... Esta calle acoge pedazos de historia: monedas antiguas, armas, condecoraciones militares, relojes antiguos. Todo un universo de milenios agrupado en comercios añejos, embebidos del sabor de lo artesanal.
¿No me creen? Les propongo algunos ejemplos:
Esta pastelería, "El Riojano", de fecha 1885, está fabricada con caoba de Cuba, mármol de Carrara y los mejores bronces. Fue realizada por artesanos reales, enviados por la Reina regente María Cristina. En ella se fabricaban unos pasteles para el rey niño Alfonso XIII.
Por cierto, en una esquina de la calle Mayor se puede leer "Tiumviris monetaris, auro argento aere flando feriundo". En la antigua Roma, tres magistrados eran responsables de vigilar la acuñación de la moneda (“Triunviro para fundir y acuñar en oro, plata y bronce”).
Es historia viva. También la hay en placas y edificios. En esta se señala el lugar donde vivió Lope de Vega:
En este diminuto edificio del siglo XVII, tan pequeño que sólo tiene una ventana a la calle, vivió y murió Calderón de la Barca.
Y es fácil pasarlo de largo, pero en las aceras hay pequeñas placas de metal que conmemoran los comercios que llevan más de cien años abiertos. Como muestra, una humilde tienda de bisutería de 1905:
En definitiva, 300 pasos todos los días.
Salvo ayer. Ayer fue distinto.
Antonio Carrillo