Toda
cultura humana, casi sin excepción, se asienta sobre unos cuantos arquetipos, a
menudo los mismos: el hijo pródigo que vuelve a casa, el dios que renace tras
una injusticia y trae consigo la salvación del hombre, la añoranza de una "Edad
de Oro" de la humanidad...
Piense
en la expulsión del paraíso que relata el Génesis bíblico, protagonizada por
Adán y Eva, la manzana y la serpiente; es un mito, el de la caída, presente en
múltiples culturas todo a lo largo del planeta. El hombre es expulsado del
paraíso hindú, por ejemplo, por comer de un árbol sagrado. En el jardín griego
de las Hespérides había un árbol con manzanas de oro, vigilado por una
serpiente. El demonio persa Arimán convence a la primera pareja humana para que prueben
del fruto prohibido. También una serpiente, sempiterna personificación de mal, le arrebata
al mesopotámico Gilgamesh la hierba de la vida. En lugares tan distantes como
América, Asia o Australia se repiten relatos semejantes
¿Casualidad?
No lo creo.
Otro
ejemplo de arquetipo cien veces repetido es el conocido como Diluvio Universal.
Un ejemplo claro lo tenemos en el mito de Deucalión y Pirra: Zeus decide
exterminar a los hombres con un diluvio, pero Deucalión y su esposa Pirra,
avisados por Prometeo, construyen un arca. De todos modos, parece claro que el
relato judeocristiano bebe de fuentes anteriores, mesopotámicas: el dios Enlil
decidió exterminar a la humanidad con un gran diluvio, pero Uta-na-pistim
recibe una advertencia de Enki, el dios amigo de los hombres, y construye un
arca que llena de semillas y animales. Uta-na-pistim utiliza un ave (un cuervo)
para atestiguar la presencia de tierra firme.
De
nuevo, mitos similares presentes en culturas de todas las épocas y lugares.
Estos
arquetipos tienen siempre un trasfondo moral. Manifiestan y fijan unos valores
que se transmiten de generación en generación, promoviendo así una identidad
grupal y la consolidación de unos principios que se consideran importantes; y
los arquetipos adoptan la forma de relatos orales, más atractivos y fáciles de
memorizar. Además, los dioses humanizan los relatos, dotándolos de emociones
como la ira, la venganza o la piedad.
Nace
el mito, pues, al calor de una hoguera. Y resulta apasionante, hipnótico,
seductor. Durante miles de años las historias se han enriquecido con la
creatividad de los ancianos, protagonistas de la noche tribal. El humano crea
la leyenda a su imagen y semejanza: es curiosa y fascinante, a menudo
contradictoria. El mito es la obra más compleja jamás creada, fruto de una
inteligencia comunal, madurada con el tiempo y asumida como propia por hombres,
mujeres y niños.
Ni
catedrales ni sinfonías; el mito es, posiblemente, la culminación de la
creatividad humana.
Un
autor conocido, Luc Ferry, filósofo y antiguo ministro de educación de Francia,
defiende en su libro "La sabiduría de los mitos" que el mito sigue
siendo útil como herramienta de aprendizaje de lo que podríamos llamar
"vida buena". Las leyendas nos fascinan porque llaman a lo más íntimo
de nosotros. A algo que sabíamos incluso antes de nacer; a una memoria
filogenética que compartimos por el hecho de ser humanos.
Luc
Ferry propone así el mito como entretenimiento y aprendizaje de vida para los
más jóvenes, y nos llama a los adultos a una tarea fascinante: la de contar
historias a nuestros hijos, para luego reflexionar sobre la moraleja, el
mensaje, que acompaña al relato. Perry afirma, y creo que con razón, que
cualquier niño escuchará fascinado ese relato y asimilará la enseñanza que lo
acompaña. Por propia experiencia puedo atestiguar que mis hijos no han olvidado
historias como la de Icaro, Sísifo o Asclepio. Como ejemplo, hablaré de esta
última.
Asclepio
es hijo del dios de la medicina, Apolo, y él mismo es el primer médico.
El
héroe Perseo acaba de rebanar la cabeza de Medusa, y de la vena izquierda de la
Gorgona asesinada mana un veneno poderosísimo; de su vena derecha, sin embargo,
fluye un líquido fascinante, capaz de curar cualquier enfermedad e, incluso, de
resucitar a los muertos. Atenea recoge tan preciado viático y se lo regala a
Asclepio. Hades, dios del inframundo y de los muertos se queja a Zeus; gracias
a Asceplio y su nueva pócima apenas si recibe almas.
¿Qué
hace Zeus? Es expeditivo e inmisericorde, y mata al joven Asclepio ¿Por qué? ¿Acaso no eran
nobles sus intenciones?
Aquí
entra en liza un término fundamental en la mitología griega y mundial: el
desorden. La "hybris". La vida como experiencia humana no se compone
de absolutos, de blancos y negros, de buenos y malos. Hay una infinita gama de
grises, de matices, que la enriquecen y matizan. El relativismo no es un mal
actual, como denuncian augustos prelados, sino una expresión de inteligencia y
perspicacia. Es difícil mantenerse firme al timón envarados por la rigidez del
dogma. Dudar, cuestionarse la realidad es inevitable si se deambula por la vida
con los ojos abiertos. Ante el embate del viento, mejor ser flexibles.
Zeus
castiga a Asclepio porque la vida no puede existir sin la muerte, ni el bien
sin el mal. El orden no se encuentra en un extremo. La armonía mantiene fija la
balanza, y Zeus tiene la obligación de mantener este precario equilibrio.
Asclepio buscaba el bien, pero atentó contra el orden natural de las cosas. La
gente debe morir para dejar sitio, para que otros ocupen su lugar; para que
vivir (estar vivo) tenga sentido. A todos nos llegará la hora del adiós, y no
habrá un Asclepio que nos devuelva de la oscuridad.
El
abuelo ha muerto ¿te das ahora cuenta? porque así es la vida. Porque el orden
natural de las cosas implica que se sufre, que se añora, que se odia. Que se
mueren aquéllos a los que amamos; nosotros también moriremos. Es importante
tomar conciencia de esto; por ejemplo, nos ayudará a despedirnos a tiempo de
los que van a iniciar ese camino sin retorno. Podremos decirles
"gracias". O "te quiero". Y procura labrar una vida con
amor, para que en tu final dejes un poso de agradecimiento. De gratitud. No
aspires a más.
Llora
la muerte, pero disfruta la vida. No pretendas ser siempre joven; atente al
ineludible peso del tiempo sobre su hombros. No hay Bálsamos de Fierabrás en
las farmacias.
El
mito de Asclepio nos adentra en la reflexión más difícil, la de encontrarle un
sentido a la muerte ¿le parece poco?
Por
ir acabando, sepan que el mito está presente en lo cotidiano. Los días de la
semana o el nombre de los planetas proceden mayoritariamente de la mitología;
también el nombre de plantas como ciprés, azafrán, menta o Narciso. La araña
debe su nombre a la tejedora Aracne, y el cisne a Cicno. Asia, Atlántico, Europa
o Pirineos son nombres todos mitológicos, como cereal, eco, pánico, furia,
anfitrión o museo.
Los
ejemplos son innumerables; algunos, muy curiosos. Suponga que ingresa en un
hospital y le diagnostican tras un cultivo una infección causada por un estafilococo.
Mientras se recupera con antibióticos, sepa que Estáfilo era un hijo de
Dionisio, dios del vino Pero ¿qué tiene que ver el vino con un microorganismo?
Resulta
que la bacteria estafilococo se agrupa formando racimos, similares a las uvas
de la vid.
El
mito aguarda, pues, en cualquier esquina.
Este
verano, en la piscina, acuérdese de la hija de Níobe, que vio como Apolo y
Artemisa asesinaban a doce hermanos. Su rostro horrorizado adquirió un tono
pálido, casi blanco. Tan blanco como el cloro con el que tratan el agua en el
que se está bañando.
La
niña se llamaba Cloris.
El
humano está hecho de la sustancia del mito. Nos rodea silente y discreto, pero
su presencia es indudable. El mito nos reconforta, nos cobija y ofrece sentido
a la vida.
Somos
carne de mito, de leyenda. Por ser humanos y mortales, somos hijos de la
memoria hecha relato.
No
prive a sus hijos de ese privilegio. Adéntrelos en un mundo de leyenda y, con
ello, edúquelos en valores, imaginación y armonía.
Será
la herencia más hermosa que les pueda regalar.
Sea
práctico: hágales soñar y muéstreles la medida del hombre.
Antonio
Carrillo
EStimado Antonio, además de agradecerte el entretenimiento, he de señalar que el Sr. Ferry tiene ciertas habilidades para embaucar al lector. Al leer hace años su "Nuevo orden ecológico" -en francés- ya me quedé boquiabierto ante tanta tergiversación y manipulación. Y al parecer no fui el único (http://www.reporterre.net/spip.php?article712). Sin hablar de cierta fama de "caradura" que se granjeó, según reveló Le Canard enchaîné hace unos años. Así que sobre mitos, de momento, me quedaré, además de con tu reseña, con R. Barthes. (Michel XR)
ResponderEliminarHola Michel. No sabía que Ferry era un personaje tan controvertido. Suelo coincidir contigo, y supongo que tienes razón. Lo cierto es que no percibí nada raro en el libro; tan solo, era fácil de leer.
ResponderEliminarYo también me quedo con Barthes; o mejor con Dumézil. El libro de Ferry es fácil de leer; es divulgativo y, como introducción a la mitología, no está mal.
En todo caso, lo de distinguir la personalidad del autor y su obra resulta, en ocasiones, complicado. Müller, por ejemplo, podía ser un cretino integral en sus opiniones sobre la cultura védica comparándola con el cristianismo, pero su contribución al conocimiento de la mitología universal es fundamental.
Ferry, más allá de su valoración como intelectual, hace su tarea con eficacia: aportar un gramo de curiosidad sobre un tema que no suele ocupar la atención de la gente.
Por cierto, como libros sobre mitología en castellano, recomiendo el diccionario de Grimal (paidos 2008) o el tocho de Hard de casi 1.000 páginas (esfera de los libros, 2008)
Un saludo
Hola Antonio. Lamento el retraso: imperativos laborales me han impedido volver al solaz que me procuran tus escritos.
EliminarGracias por las reseñas en castellano. Probablemente tenga tiempo para ello este verano. Desde luego ¡sólo a un traductor se le ocurriría recomendar un diccionario como libro de lectura! Y es que cuando se tiene el "virus"...
Coincido contigo en que los divulgadores tienen su lugar y su importancia, pero una cosa es hacerlo, como tú, con tu humildad, y otra muy distinta pretender sentar cátedra con sesgos y afirmaciones tendenciosas. Mil gracias de nuevo...
Excelente artículo. Me ha encantado, informativo, ameno y revelador. Simplemente corregirle un par de pequeñas faltas de ortografía a la hora de escribir algunos nombres (errores mecanográficos sin duda debidos a la prisa): No es Asceplio como a menudo escribe, sino Asclepio (o Esculapio). Y el dios sumerio acadio Enil en realidad se escribe ENLIL. Nada más.
ResponderEliminarGracias y hasta pronto.
Juan A. Cantos
Muy oportuna tu intervención, Juan antonio. Lo agradezco.
EliminarEstá corregido.
En el caso de Enlil, el error es mecanográfico. Con Asclepio me temo que juega en mi contra una latente dislexia, a la que se suma una memoria deficiente.
Gracias por la paciencia, y el tomarte la molestia de corregirme. Ahora el texto es mejor.
Un cordial saludo
En el estudio de los mitos es muy importante partir de la cultura sumeria, pues como indicas al principio de tu relato, allí encontramos el mito del diluvio y el arca de Noé, la trinidad, el héroe y la eterna juventud, el más allá, etc.
ResponderEliminarMe apasiona la cultura sumeria.