martes, 4 de mayo de 2021

Mi hermana María Carrillo, una heroína de andar por casa

 

Borges decía sentirse orgulloso de los libros que había leído, no de los que había escrito.

Los libros que leemos y nos reconfortan en las estanterías de casa son una ventana a nuestro interior profundo, porque lo que leemos con el tiempo nos conforma. Nos hace. Enseñar tu biblioteca es una manera sutil de desnudarte.

No solo los libros. Vivir consiste en un trasiego incesante de decisiones que trazan las muchas sendas que enmarañan nuestra vida. Y entre otras muchas cosas elegimos a quien admirar; a quien tener como héroes.

Yo tengo una heroína callada y humilde: mi hermana María.

Y es una heroína de andar por casa.

Mi hermana María es la mejor persona que conozco. Y es increíble lo afortunado que soy. Podría haber sido mi vecina, una amistad o compañera de estudios. Pero es mi hermana.

Soy el mayor de una familia de 5 hermanos, todos muy unidos. Somos gente muy dados a la jarana y a compartir tanto la alegría como la tristeza, sin demasiado rubor. Desde que murió mi padre, todos los años, el día de su cumpleaños, nos reunimos en un lugar oscuro y los niños escriben mensajes al abuelo en globos de helio. Son alientos de palabras que ascienden hasta hacerse invisibles. Nos quedamos mirando en silencio, viendo como desaparecen entre las sombras de nubes y estrellas.



María representa lo mejor de este espíritu solidario, generoso y entrañable. Hay infinidad de ejemplos: hace poco vacunaron a mi madre contra el COVID y María tuvo una idea genial. Nos enteramos de dónde y cuándo iba a vacunarse y, cual comandos de élite, nos fuimos acercando sigilosos – para que no nos viera - a la calle donde estaba el centro de salud. Cuando mi madre apareció por fin por la puerta, en plena calle, la recibió una marea de aplausos y un precioso ramo de flores. La gente que aguardaba su turno para vacunarse alucinaba, no sin razón. Pero ¿saben?, para nosotros mamá se había vacunado y estaba a salvo. Eso había que celebrarlo por todo lo alto.


María tuvo la idea. Siempre las tiene.

María tiene ideas de andar por casa, de abrir las casas a los demás. Los martes y los jueves recoge a mi hijo del colegio y se lo lleva a su piso. Le da de comer y vigila que haga los deberes. Se le ocurrió que era una manera de cambiar las rutinas y ofrecerle un lugar de estudio libre de distracciones. Luego me lo trae a casa.

María ha organizado – como todos los años – unas actividades en verano para sus sobrinos. Se los llevará a una casa rural, a hacer un curso de windsurf en una playa o se irá con ellos al extranjero para que visiten los mejores museos de Europa.

Para todos ellos sin excepción María es la madrina.

Están siendo torpes brochazos de una manera de ser volcada hacia los demás, de una generosidad que no conoce límites. Hace dos días supe que María suele visitar a su vecina de 85 años, que vive sola. María se involucrará en ayudar a amigos y compañeros, pero nunca le dará la menor importancia. Es su naturaleza; desde niña.

La vida no ha sido justa con María. No pudo ser madre. Y, sin embargo, no tiene la bilis del resentimiento ni se queja de su suerte. Ella se considera afortunada por tener a su familia, a sus amigos y un trabajo que le encanta. Oyéndola pareciera como si todo fuese fruto de la suerte. Como si no fuesen conquistas de un corazón indomable y constante. María se labra su fortuna todos los días, sembrando amabilidad y honradez. Calladamente, con el ritmo pausado de la humildad.

Para que lo pongan en perspectiva: hace años apareció en toda la prensa una imagen de mi hermana mostrando por primera vez los objetos recuperados de la nave La Mercedes. No era la responsable ni tenía una participación significativa, pero a alguien se le ocurrió que era muy buena imagen para representar al ministerio. El periódico El Pais escribió:

Mientras seguían los dimes y diretes políticos, fuera de la sala y flanqueada por dos guardias civiles, María Carrillo, de la Subdirección general de Museos Estatales, lucía sonrisa, bata y guantes blanquísimos. A ella le cupo el honor de coger las monedas y las tabaqueras para que pudieran retratarlas los fotógrafos.



Antes María había conseguido otras plazas de funcionario por oposición en la administración autonómica, y había sido por ejemplo la responsable de la red de exposiciones itinerantes de la Comunidad de Madrid. En la actualidad es la Directora de Exposiciones Temporales del Museo Arqueológico Regional de Madrid. Es invitada a simposios y conferencias, tiene una sólida reputación en el ámbito de la museología y hace unos meses le pidieron que fuese la presidenta del tribunal examinador a unas plazas de conservadores de museos en la Comunidad de Madrid.

Pero todo esto – que tiene un mérito incuestionable – no es lo que hace de María mi heroína. Ayer mismo vino a casa con mi madre para ayudarme a hacer una a limpieza a fondo, que yo había descuidado desde la muerte de mi mujer; también vinieron Patricia, Raúl, Borja y Cristina con los niños. Pedimos comida del Burguer King y estuvimos de charla hasta las 6 de la tarde. Mañana martes hemos quedado en casa de mamá para ver juntos los resultados de las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Nuestra anfitriona de 80 años hará una cena ligera y estaremos comentando lo que suceda.



Lo sé. No hay nada extraordinario en lo que cuento. Cuántas Marías no habrá en el mundo. Espero que muchas. Y sospecho que la mayoría serán mujeres. Las heroínas de andar por casa.

Pero en este mundo cada vez más frío, de almas consumidas por el consumo, de logros materiales vacíos de cariño, quería presentarles a María. A mi hermana.

Y deseo de corazón que tengan la misma suerte que yo y haya una María Carrillo en sus vidas. Porque por muy mal que vayan las cosas, por muy gris que se adivine el futuro, sabrán que María siempre estará ahí. Que no les permitirá sentirse solos.

Que por mucha oscuridad que sientan, siempre les traerá su luz blanca.

 

Antonio Carrillo