domingo, 23 de octubre de 2011

Matrículas prohibidas

En España, los automóviles tienen una matrícula que consiste en cuatro números seguidos de tres letras.

Sin embargo, observamos una peculiaridad: las letras son todas consonantes. No verá una matrícula ABV o HGU. ¿Por qué?

La razón es clara. Con vocales se pueden formar palabras, siglas o acrónimos "inconvenientes". He estado pensando, y se me han ocurrido las siguientes:


PEO

ETA

ANO

MEA

ERE (Expediente de Regulación de Empleo)

PIS

GAL (Grupo Armado de Liberación)

FEA

GAY

PUS

OGT

SEX

TOS



¿Se le ocurre alguna más? ¿MUS, FBI, AMO, OPA? Las debe haber mejores, más divertidas.

¿Me ayuda a buscarlas?


Antonio Carrillo.

viernes, 21 de octubre de 2011

Viaje de novios al espacio




Sueñe….

Hoy es 21 de octubre del 2111.

Es su primer día de viaje de novios; y está nervioso. No es para menos: se va muy, muy lejos. A 37.590 kilómetros de altitud, en donde le espera un hotel situado en órbita geoestacionaria sobre la Tierra.

El traslado se realiza gracias a unos “ascensores de levitación cuántica”, un invento sorprendente que ha permitido a la especie humana alcanzar el espacio sin usar combustibles fósiles; ha bastado con la invención de materiales superconductores que, a temperatura ambiente, permanecen atrapados de forma rígida en campos electromagnéticos, lo que les permite mantener la distancia y posición relativa con el cuerpo que genera el campo.

La superconductividad por captura de quantum, que es como se llama al fenómeno, no implica desgaste por fricción, ni necesitan que se generen campos magnéticos por medio de corrientes eléctricas. Los ascensores no flotan, como sucedía hace siglos con los trenes de levitación magnética, sino que se bloquean envueltos en campos magnéticos de una intensidad inimaginable. La nanotecnología aplicada a los superconductores, faceta en la que fue pionero Fermín González, permite generar una enorme cantidad de kilos de empuje por unidad de energía.

Es rápido, seguro y barato.

Usted llega al mostrador de embarque, y un escáner de retina confirma su reserva. Muy pronto estará cómodamente sentado en unos sillones, convenientemente sujeto, y disfrutando de un espectáculo fascinante: la Tierra se aleja y acaba adentrándose en la oscuridad del espacio.

A su lado, su esposa mira absorta. Se cogen de la mano.


Volvamos….

Este video es muy reciente; de hace dos días. Expertos de la Universidad de Tel-Aviv hacen una demostración de levitación cuántica durante la reunión de la Asociación de Centros de Ciencia y Tecnología celebrada en Baltimore.

Créaselo. Lo que va a ver es real.



Y  ahora sí, sueñe….


Antonio Carrillo

lunes, 17 de octubre de 2011

El exilio interno.






La vida, como la lluvia, casi siempre sucede en el pasado; esto es algo bien sabido por los ancianos. Y por ello es tan incomprensible.

Los sabios y poetas pretenden, desde las alturas de sus libros, o alzados al vértigo de las más altas nubes, aportar una perspectiva más amplia. Pero el sentido de la vida siempre se escurre de entre los dedos; también en los lugares más lentos, como los velatorios, o en las noches desveladas por la respiración de un hijo enfermo.

La vida está hecha de cosas sencillas, salvo si se sufre una guerra. O el hambre. Y acaba antes de tiempo; antes de que hayamos podido llegar a entendernos. A perdonarnos. Malvivimos una existencia ajena, entre-tenidos. El ahora nos rinde cuentas a final, cuando ya es tarde. "¿Dónde anduviste toda la vida? Te estuve esperando".

Machado propone una prueba:


Poned sobre los campos
un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.

Llevadlos al teatro,
y sólo el carbonero no bosteza.

Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.

El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.



Acaso convenga vivir ligeros de equipaje, como ligero caminó Machado hacia el exilio. Ser como la brisa, que ni tan siquiera los prejuicios pesen. Ser sencillos en lo posible, como un arbusto de romero:


Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.

Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.


León Felipe lo vivió en sus carnes, también lejos de casa; en una ausencia permanente del cielo que se ha visto de niño. Porque todos los cielos son distintos.

Por eso, insiste:


Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.


Porque esta sencillez nadie te la puede arrebatar. La vida transcurre en el pasado, y todo lo que te rodea está usado. ¿Alguna vez ha pisado un pedazo de tierra que no haya sido hollado antes por humano alguno? Esta perspectiva cuesta entenderla en estos tiempos frenéticos, de inmediatez y caducidad. Hay una voz alemana, la de Brecht, otra voz rota por el exilio, que se acuerda con ternura de algo intrascendente:


De todos los objetos, los que más amo
son los usados.

Las perolas de cobre con abolladuras y los bordes achatados,
los cuchillos y tenedores con sus mangos de madera
desgastados por tantas manos: tales formas
me parecen las más nobles. Las losas de piedra
alrededor de las casas viejas,
pulidas por el paso de tantos pies
y entre las que crecen mechones de hierba,
también son objetos felices.

Puestos al servicio de los muchos,
a menudo alterados, han ido perfeccionando su figura y se han vuelto
preciosos
de tanto como han sido apreciados.

Amo incluso los fragmentos de esculturas
con sus manos cortadas. También ellas
vivieron para mí. Si cayeron fue porque fueron trasladadas.
Si las derribaron, fue porque no estuvieron demasiado altas.
Los edificios medio en ruinas
tienen de nuevo el aspecto de grandiosos proyectos
aún inacabados: sus bellas proporciones
ya se adivinan, aunque aún precisen
de nuestra comprensión. Además,
ya sirvieron, sí, tras cumplir su cometido.

Todo esto
me hace feliz.


No hemos dicho nada nuevo, que no supiera. Lo sabemos. Leer estas frases puede haber sido una pérdida de tiempo. No nos apetecía (no hemos sabido) ser originales.

Habrá ocasiones, muchas, para la sorpresa y la inventiva.

Pero tocaba ser romero.

Sólo romero.


Antonio Carrillo




lunes, 10 de octubre de 2011

Las falsas religiones: vacas sagradas.






Les propongo tres alternativas:



Religiones absurdas


Hay religiones absurdas, que obligan a sus fieles a prácticas aberrantes y sin sentido. Son doctrinas a menudo primitivas, encantadoramente ingenuas y, si se me permite, algo infantiles.

Son creencias sin un cuerpo doctrinal mínimamente serio; algunas incluso tienen un sustento únicamente oral, sin un anclaje que fije el dogma sobre la base de unos escritos inmutables, estudiados durante siglos. No disponen de una Biblia, o de un Corán.

Cuesta creer que alguien piense en el sol como una deidad, en el árbol como una expresión de la fuerza de la naturaleza; o que vea en las fases lunares una manifestación de lo divino. Se practican ritos chamánicos adivinatorios, prácticas curativas sin fundamento científico alguno y, lo que es peor, se obliga a sus creyentes a obedecer mandatos irracionales y, en ocasiones, dañinos, que ningún europeo civilizado entendería.

Tenemos un ejemplo de práctica religiosa incomprensible en la creencia hinduísta de que el cuerpo de la vaca contiene unos 300 millones de dioses; y por lo tanto es intocable. ¡Cómo es posible que en un país en el que mueren de hambre miles de personas, una fuente de proteínas como la vaca sea intocable, y simplemente lastimarlas implique la cárcel! Es irracional, y el mejor ejemplo de una práctica religiosa ilógica.


Igualitarismo cultural


El texto anterior es un ejemplo (vergonzante) de chauvinismo europeo, aliñado con el aceite de la necedad.

Las religiones son manifestaciones culturales que dan sustento y consolidan prácticas, en la mayoría de los casos, necesarias y racionales. En concreto, el ejemplo de las vacas sagradas en India es paradigmático y de sobras conocido.

Si los hindúes mataran a las vacas conseguirían, en efecto, un pequeño aporte proteico cuyo efecto real sería, prácticamente, irrelevante. En cambio, si se mantienen las vacas con vida en una sociedad preindustrial, las ventajas son considerables. Por ejemplo, son una fuente constante de leche, y por tanto de proteínas animales. Pero hay mucho más.

En la India no se tiene acceso a los abonos de origen químico. El único aporte de riqueza para la tierra procede de los residuos orgánicos de las vacas y otros animales, así como de elementos vegetales en descomposición; una fuente de nutrientes imprescindible para renovar el humus, la capa fértil que sirve de sustento a las cosechas. Acabar con las vacas tendría como consecuencia un progresivo deterioro de la calidad de la tierra cultivable y, en consecuencia, acarrearía terribles hambrunas.

Además, para sembrar es preciso realizar surcos en la tierra, para lo que es necesario disponer de una fuerza motriz considerable. Estamos acostumbrados al uso de tractores; pero en muchos lugares el hombre no tiene a su alcance maquinaria alguna. Pero, sin embargo, sí puede utilizar la fuerza del buey, un animal domesticado capaz de arar la tierra. Y la vaca es, en esencia, una fábrica de bueyes. A cambio, las vacas viven de los residuos que se acumulan en las ciudades y no representan una carga para la sociedad. No es preciso alimentarlas.

El estiércol de vaca no sólo se utiliza como abono. También es un aislante que se emplea en la construcción de suelos y paredes, y como fuente energética es un combustible imprescindible en la gastronomía India, por el tipo de llama constante y suave que produce. Es un sustituto perfecto del carbón o el gas.

En definitiva, las vacas son más útiles vivas que muertas; y la religión sólo institucionaliza lo que representa una ventaja socioeconómica. Algo parecido sucede con usos y costumbres religiosos en todas partes del mundo: detrás suele haber una explicación lógica perfectamente clara. Sólo hay que estudiar algo más el problema, verlo desde una perspectiva más amplia. No en vano, el ejemplo de las vacas sagradas está extraído del libro de texto de Marvin Harris "Introducción a la Antropología", manual de obligada lectura el primer año de filosofía. Algunas religiones prohibieron comer cerdo para evitar la propagación de la “triquinosis”; otras propugnan la circuncisión porque resulta más higiénico, y detrás del celibato se esconden razones de índole económicas.

Todo esto conlleva un mensaje final claro: convendría observar un poco de humildad a la hora de hacer juicios de valor sobre otras culturas y costumbres. No hay una cultura mejor que otra, una lengua, creencia o valor superior.


No todo vale

Lo anterior nos supone un problema de conciencia. ¿Qué sucede, por ejemplo, con hábitos como el de la ablación del clítoris? ¿Debe respetarse? Con la ablación se intenta evitar el orgasmo femenino, lo cual implica un desinterés mayor de la mujer hacia la práctica del sexo y, por tanto, es una manera de asegurar la fidelidad y con ello la herencia genética del esposo. Pero todo ello presupone que la mujer es una propiedad subordinada al marido. Hay afectadas unas 135 millones de mujeres en el mundo, y muchas mueren durante la operación. Y esto no sucede sólo en África: en el sur de Colombia es una práctica de la etnia Emberá-chamí ¿Lo sabían?

Finalmente: ¿Dónde están los límites?

No todo vale. La cultura debe someterse a unos mínimos comúnmente establecidos por la comunidad internacional, que salvaguarden aspectos que conforman la esencia de la dignidad humana. En realidad, estos mínimos inexcusables los tenemos plasmados en la Declaración de los Derechos de Hombre de Naciones Unidas.

En un sentido amplio, asistimos a una confrontación emocionante: cultura frente a civilización. La segunda debe prevalecer, porque la mujer no debe ser esclava del hombre, porque los niños tienen derecho a una protección especial, porque nadie debe sufrir persecución por razón de creencia, género, raza, orientación sexual o ideario político.

El respeto a las creencias tiene un límite claro en la defensa de la dignidad de todo ser humano.

Y esto no es objeto de discusión.


Antonio Carrillo

jueves, 6 de octubre de 2011

Sin aire: experimento, pintura, usted y yo



Dedicado a Carlos González Ruiz, científico y soñador.


El experimento


Robert Boyle nació en el magnífico Castillo de Lismore, situado en el condado de  Waterford, Irlanda, el 25 de enero de 1627. Fue el decimocuarto hijo —de un total de quince— del millonario conde de Cork, Richard Boyle. De pequeño, Robert dio muestras de una inteligencia poco común, con un perfecto dominio del francés y latín.

En el colegio de Eton casi fallece por un medicamento que le recetó un farmacéutico, lo cual le impulsó a estudiar las sustancias químicas que se dispensan a los enfermos. De adulto hizo famosa la frase "temo mas a los médicos que a la enfermedad”. En general, la niñez es una época difícil para el joven Robert: su madre muere pronto, los otros niños se burlan de sus cuidados modales y del fuerte acento irlandés; evita todo contacto, no participa en los juegos y busca refugio en los estudios y la lectura solitaria. Se denomina a sí mismo "Philaretus" (amante de la verdad).

A los 15 años inició un viaje que le lleva a recorrer varios países de Europa. Son años felices, en los que aprovecha para estudiar las paradojas de Galileo, practicar esgrima o aprender idiomas. Un día, paseando por Ginebra, se vio sorprendido por una terrible tormenta, un infierno desatado de truenos y rayos. Tuvo entonces un instante de revelación, según cuenta en sus memorias: si ningún fenómeno cósmico lo dañaba, sin duda era indicio de que Dios lo había elegido para alcanzar grandes metas; en concreto una: descubrir las leyes que rigen la realidad de las cosas. Desentrañar el tejido del cosmos.

Boyle regresó a Inglaterra a mediados de 1644, tras la muerte de su padre, y se esfuerza en concretar un ideario teológico y moral. Aprendió hebreo, caldeo, sirio y árabe, preocupado por el conocimiento de los clásicos e interesado por interpretar las Escrituras desde una perspectiva anglicana: mientras, su interés por la alquimia y la medicina lo impulsa a crear un laboratorio en casa. Se rodea de un círculo de amigos, científicos todos de primera categoría, y con los años se va formando la mente inquisitiva del hombre de ciencias. Crea el primer instituto de investigación de la historia, e interviene en la creación de la Royal Society, de la que le piden sea director. Se opone por motivos de conciencia. Esta institución, la más prestigiosa del mundo, tendrá como lema "Nullius in Verba" (en palabras de nadie), es decir, toda la ciencia, todo conocimiento, debe tener un sustento experimental, empírico, y no basarse en las palabras de nadie. La frase tiene su origen en un poema de Horacio.

Nada es ajeno a la curiosidad de Boyle: física, química, ética, medicina, geología... Escribe más de 40 trabajos sobre las características físicas del aire, los efectos de la descompresión en la salud, la temperatura en la corteza terrestre y las profundidades marinas, así como sobre geología de las gemas, la salinidad del mar, la electricidad y el magnetismo; o la sangre humana. Y, entre medias, tratados de filosofía o teología, o la fuerza expansiva en la congelación del agua, aspectos de la densidad relativa, la teoría de la refracción en cristales, tratados sobre el color, hidrostática...

De todo este bagaje sorprendente, nos interesa la época que abarca de 1656 a 1668, un período en el que trabajó en la Universidad de Oxford junto a Robert Hooke, con quien realizó una serie de experimentos que establecieron las características físicas del aire, así como el papel que éste desempeña en los procesos de combustión, respiración y transmisión del sonido. Estos primeros experimentos, y en concreto el rigor mostrado, lo convirtieron, en opinión de muchos, en el padre de la química moderna.

En efecto, Boyle consideraba los elementos como las piezas que constituyen la materia, y comprendió la distinción entre las mezclas y compuestos, realizando progresos considerables en las técnicas para la determinación de componentes, un proceso que bautizó como "análisis químico". En este ámbito, propuso la forma de distinguir las sustancias alcalinas de las ácidas, lo que dio origen al empleo de indicadores químicos. Realizó ensayos sobre el oro y la plata, hizo pruebas sobre el cobre con amoníaco, practicó ensayos sobre la presencia de sal en agua con nitrato de plata y diseñó una prueba que contenía alrededor de treinta reacciones para el análisis de minerales en el agua.

Boyle representa de hecho la transición de la alquimia a la ciencia experimental. Al introducir el método científico en sus experimentos alquímicos, dio origen a una era nueva de razón y empirismo. Fue Boyle (un alquimista confeso) quien suprimió la primera sílaba del término alquimia para transformarlo en química (“alchemist” - “chemist"). No sólo publicaba sus aciertos; también sus fracasos. Era un hombre íntegro.

En 1657, tras tener conocimiento de la existencia de la bomba de aire de Otto von Guerickes, diseñó junto a Robert Hooke la "máquina Boyleana", que le permitió realizar  toda una serie de experimentos famosos sobre las propiedades del aire. Gracias a esta bomba de Boyle (que donó a la Royal Society) demostró que en un espacio sin aire no se producía la transmisión del sonido, como tampoco había combustión ni era viable la vida.  Las velas se apagaban, las cosas no emitían sonido y los animales morían. En total realizó 43 experimentos, en los que sacrificó aves, reptiles, mamíferos e insectos. Estos experimentos lo convirtieron en una celebridad. A los ingleses de su época les fascinaba que una campanilla, en un ambiente de vacío, no emitiera sonido alguno.

Bajo su apariencia siempre austera, Boyle escondía el alma de un soñador, de un utópico. Hizo una lista de 24 inventos que consideraba factibles o, al menos, deseables: la facultad de alargar la vida, la posibilidad de volar, construir un barco insumergible y que pudiera navegar con cualquier viento, una droga que exaltara la imaginación, quitara el dolor y potenciara la memoria... son todas elucubraciones de alguien que tiene su mente abierta a la sorpresa y la maravilla, que sueña con un mundo mejor.

Curiosamente, escribo esto utilizando un IPad el 6 de octubre de 2011. Acabo de tener noticia del fallecimiento del inventor del Ordenador Personal (PC), de la fábrica de sueños infantiles que llamamos "Pixar", y de herramientas de comunicación sorprendentes, como ésta con la que escribo, máquinas capaces de cambiar los hábitos de trabajo. Ha muerto un Boyle del siglo XXI, un alma creativa capaz de llevar la tecnología a los hogares y crear un universo virtual atractivo. Steve Jobs acaba de morir.


La pintura




En el año 1768, las bombas de aire eran un instrumento corriente, y artistas del espectáculo realizaban exhibiciones en las que sacrificaban animales.

Joseph Wright, un pintor de Derby, realizó una serie de escenas iluminadas con velas sobre temática científica. "Experimento con un pájaro en una bomba de aire", del año 1768, es un óleo sobre lienzo que se encuentra en la National Gallery.

Fíjense en el cuadro. Es realmente hermoso, y terrible a la vez. Este óleo se considera una obra maestra de la pintura inglesa.

Mide 183 por 244 centímetros, y muestra a un ave agitándose mientras el aire es lentamente sustraído. Los testigos del experimento manifiestan emociones dispares: dos niñas aparecen asustadas; una de ellas mira con preocupación mientras que la otra se tapa los ojos con la mano y es reconfortada por su padre. Un caballero mide el tiempo del experimento con una absoluta falta de emoción. A su lado vemos a un chico, que mira con interés, sin empatía alguna. Otro caballero, a la derecha del cuadro, muestra una actitud pensativa, mientras que una pareja de enamorados a la izquierda se desentienden de todo, absortos el uno en el otro. Sólo las niñas se preocupan por el animal.





La figura central, el científico, mira hacia nosotros, como si nos invitara a participar. ¿Debe seguir con el experimento?, nos pregunta. Sostiene la cúpula de cristal. La vida del animal depende de nuestro criterio.

Curiosamente, en un primer estudio Wright cambiaba la actitud de los participantes; el científico consolaba a las niñas, y ello nos hace prever que el ave va a salvar finalmente la vida. El ánimo de las niñas es entonces más importante que el experimento en sí. Sin embargo, la versión definitiva es mucho más cruda. El animal, casi con total seguridad, va a morir. Lo demuestra la actitud del caballero de la izquierda, que cronometra el tiempo mientras observa interesado la agonía del ave. Incluso la actitud del padre es ambivalente: consuela a su hija, pero a la vez parece invitarle con la mano a mirar.

Las niñas, su dolor, no importan. Se impone la necesidad del experimento.


Desde dentro: Enseñanza, salud y silencio


Han pasado casi 150 años, y estamos todos metidos en una enorme campana de cristal. Desde hace unos años, y sin que apenas nos demos cuenta, nos están sustrayendo el aire.

Enseñanza

Hay una vela encendida: representa la educación. El saber nos ilumina.

Y se está apagando.

España, que tiene una inversión en investigación y desarrollo muy por debajo de lo que le corresponde por P.I.B. ha decidido recortar drásticamente la inversión en educación. Hablamos de un país que tiene unas cifras de fracaso escolar que rondan el 30%, que no tiene ni una sola institución de enseñanza entre las 200 mejores del mundo, que apenas genera patentes, y cuyo tejido productivo se basa en la especulación del ladrillo, el turismo de segunda categoría y el consumo interno.

Recortar en educación es un absurdo desde cualquier punto de vista. No podemos competir con países del tercer mundo cuya mano de obra es baratísima, y en los que no existen convenios ni normativa laboral. O mejoramos nuestra competitividad, o generamos valor añadido a nuestras innovaciones tecnológicas en, por ejemplo, energías alternativas, ingeniería aerospacial o técnicas alimenticias, o simplemente no habrá futuro.

Y no es un problema de profesionales. Gracias a la excelente predisposición y cualificación de nuestros científicos, la batalla del progreso no es una batalla perdida. Lo que necesitamos es pensar en términos más amplios. En lo que queremos llegar a ser como país. ¿Sabían que hay profesionales que dedican el dinero que les conceden en premios para pagar a sus ayudantes? Así estamos. Así nos va.


Salud

España dispone de un sistema sanitario reconocido como uno de los mejores del mundo. Tenemos los mejores profesionales, los mejores medios; y es un servicio universal y público.

Sin embargo, en los últimos años se está retrayendo inversión en sanidad pública, optando en cambio por subcontratar servicios de todo tipo con empresas privadas. De hecho, los últimos hospitales inaugurados en la Comunidad de Madrid tienen financiación y gerencia privada.

¿Cuál es el problema? ¿Acaso lo que importa no es que haya hospitales, y que estén al alcance de los usuarios de la sanidad pública?

El problema es el siguiente: la sanidad de calidad es siempre deficitaria. Los tratamientos, pruebas diagnósticas y actuaciones quirúrgicas son extremadamente caros. Y una empresa privada está para ganar dinero. Así de sencillo.

Pondré un ejemplo: hace poco asistí a un accidente doméstico de bastante gravedad. Una mujer se había caído de una escalera, desde una altura considerable, y se había desgarrado un dedo, tenía varios huesos rotos y contusiones de consideración. Llamamos al servicio de urgencias para que enviaran una ambulancia, y mientras tanto intentamos contener la hemorragia. Pasaron los minutos, y la ambulancia no aparecía. Bajamos a la calle: estábamos en pleno centro de Madrid. Paramos a un coche de la policía municipal, que solicitó de nuevo una ambulancia. Nada.

Al cabo de una hora, en la casa deambulaban no menos de siete policías municipales. Algunos se habían ido a buscar una ambulancia con sus coches patrulla. La señora, que tenía unos 60 años, empeoraba rápidamente. Al cabo de dos horas, los agentes tomaron la decisión de subir a la accidentada al coche patrulla, bajándola en volandas sobre una silla.

A las dos horas y cinco minutos apareció la ambulancia. Cuando les pedimos explicaciones se limitaron a encoger los hombros: el procedimiento les obliga en estos casos a que en la ambulancia vaya un titulado en medicina; y había habido recortes. Apenas si había médicos disponibles.

Al padre de un amigo el Servicio de Inspección de Medicamentos le ha rechazado un tratamiento contra el cáncer extremadamente caro; y a un niño de 13 años el mismo Servicio de Inspección le ha denegado esta semana un tratamiento para una dolencia mental grave. Los médicos están obligados a prescribir genéricos si están disponibles, y hay dudas sobre su efectividad en algunos casos; en concreto, se plantean interrogantes sobre el proceso de depuración, que no es tan exhaustivo como en los medicamentos de marca, lo cual puede significar que como excipientes aparezcan trazas de metales pesados, que interfieren en la metabolización del medicamento. La efectividad puede variar hasta en un 20%. Y es distinta según la marca de laboratorio que fabrica el genérico.

Este asunto de los genéricos es controvertido. Lo que he escrito procede de testimonios de psiquiatras, químicos y farmacéuticos, aunque es justo indicar que he tenido opiniones contrarias. Lo que resulta evidente es una degradación de la asistencia sanitaria pública debida a ajustes presupuestarios.

Si nos van detrayendo aire, acabaremos sin oxígeno; sólo podrán respirar los que puedan permitirse pagar un suministro de aire puro. ¿Les parezco exagerado? Es posible que el próximo presidente de los Estados Unidos sea el actual gobernador de Texas, un republicano que puede presumir de haber conseguido estos últimos años unos resultados económicos espectaculares. Mientras en el resto de EEUU (y en el mundo) parecemos abocados a una recesión imparable, Texas ha crecido; y lo ha hecho con fuerza y consistencia. ¿Su fórmula? Miles de empresas se han trasladado por unas mejores condiciones fiscales y una legislación laboral más flexible y agresiva, lo que supone para la empresa un importante ahorro de costes. Por ejemplo, Texas ha suprimido una Ley que exigía complementar el salario con un seguro de asistencia sanitaria mínimo.

¿Resultado? En Texas, que está creciendo, el 25% de la población no está cubierto por seguro de salud alguno. ¿Quieren que les explique lo que esto significa? No hace falta. Es una espada de Damocles permanente sobre millones de personas y sus familias.

Menos aire en la botella. Cada vez menos. Sin que nos demos cuenta. Lentamente.


Silencio

¿Hay una respuesta social a esta situación que describo? Es minoritaria. Incluso la prensa está silenciada.

Los profesionales de la comunicación se están acostumbrando a ruedas de prensa en las que no se permiten preguntas; y los intereses empresariales de los grupos de comunicación a menudo interfieren en la veracidad de la información. El poder político utiliza los medios públicos para hacer propaganda, y estamos viviendo tiempos de una censura soterrada, pero evidente.

Con menos aire el ruido es menor. La falta de oxígeno nos está apagando, adormeciendo y callando.

Desde dentro de la campana vemos el rostro de una niña que observa preocupada nuestro declive. Pero nada podemos hacer. Son otros los que mandan, los que pueden detener este proceso de extracción de aire. Y no parece que estén dispuestos a parar.

Siempre ha habido sujetos prescindibles. La educación de calidad está al alcance de unos pocos, la mejor medicina es cara y cada vez más escasa; y conviene que estemos callados.


La otra niña tapa sus ojos. Prefiere no mirar.



No me extraña.


Antonio Carrillo