martes, 31 de diciembre de 2013

Aníbal, Escipión, cinceles y un faro



 
Mi amigo Ángel Segado Bernal, traductor y cartagenero de pro, insiste en que dedique una entrada al general Aníbal. No estoy nada convencido; ¿qué podría aportar sobre Aníbal que no se haya dicho mil veces ya? El famoso militar, que estuvo en un tris de derrotar a la poderosa Roma, es una de las figuras más conocidas del mundo antiguo ¿Cómo podría sorprender a los lectores de este blog con algo nuevo?

 


Aníbal


No se me ocurre otra manera que bajar de las alturas del personaje y contar alguna anécdota que, por cotidiana y pequeña, pudiera pasar desapercibida. Ello me llevará a profundizar en la figura de Escipión, el antagonista vencedor de Aníbal. Al final, puede que aparezca alguna sorpresa. Es lo que sucede con estos artículos: uno nunca sabe con certeza hacia dónde le conducirá la senda de una historia.

Comencemos pues a transitarla.    

Dos mundos

La lucha de Roma contra Cartago es la continuación de una guerra permanente entre Oriente y Occidente. Si unos siglos antes Grecia se había enfrentado a Persia, ahora Roma se enfrentaba a los herederos de los fenicios ¿Qué hubiese sucedido si Persia o Cartago hubieran vencido? Probablemente, nuestra herencia grecolatina habría dado paso a una cultura diferente, en la que la influencia del Oriente mesopotámico habría sido mayor.

Mileto, ciudad jonia

Pero esto es simple especulación. Además, no debemos perder de vista un aspecto que ya hemos tratado anteriormente: Alejandro Magno había adentrado la influencia griega prácticamente hasta las orillas del Ganges y, por otro lado, corrientes de pensamiento oriental se habían asentado a su vez en el sur de Italia, provenientes de las ciudades jonias, enclaves de Anatolia conocidos como "la Grecia asiática". Lo vimos en otras entradas, al hablar de Parménides o Empédocles. Los cartagineses habían tenido frecuentes contactos - y conflictos - con las ciudades griegas, y habían asimilado buena parte de su cultura y su ciencia; y los romanos, a su vez, habían hecho suyas enseñanzas provenientes de la "Magna Grecia". Un ejemplo de esto último lo tenemos en una anécdota que pasa casi desapercibida, y que tiene por protagonista a Escipión.

Tito Livio
El historiador Tito Livio nos cuenta que el joven Publio Cornelio Escipión era fiel todos los días a un extraño ritual; un hábito que seguiría practicando el resto de sus días. Al amanecer, se dirigía al Capitolio, y una vez dentro se sentaba en silencio y pasaba un tiempo solo. Meditando.

Esta costumbre nos recuerda poderosamente a la actitud contemplativa que recomendaba recluirse en el interior de un templo y encerrarse en sí mismo, como forma de encontrar tanto la curación como la sabiduría. Esta práctica tiene un claro origen en Zoroastro y en rituales chamánicos centroeuropeos, que llegaron a través de la influencia mesopotámica y se instauraron en los templos de Apolo, el dios curador.

Polibio
Es importante destacar que esta actitud meditativa de Escipión causó una enorme impresión en sus conciudadanos romanos, menos dados a la introspección, y más al "jolgorio expansivo". De hecho, Escipión se fue labrando una reputación de hombre espiritual, de estirpe divina, cuyos "ensueños" le permitían estar en comunicación con los mismos dioses. Polibio cuenta que en la elección de Escipión como edil curul, a la temprana edad de 22 años, él mismo invocó unos sueños premonitorios que le aseguraban la victoria.

Dos años después, una terrible derrota en Hispana puso a Roma frente al abismo. Con Aníbal venciendo en tierras italianas y el frente hispano perdido, Roma se podía considerar irremisiblemente derrotada.

Escipión


Pero entonces, cuando nadie se ofreció a asumir el mando de las tropas en Hispania, el joven Escipión, con 24 años, se subió a la tribuna de oradores y se postuló como procónsul. Fue elegido entre aclamaciones. Seis años después, con el ejército cartaginés hispano derrotado, sería elegido cónsul. Era el Salvador de Roma.

Por cierto, nos atrevemos a dar un salto en el tiempo. 30 años, nada menos. El héroe Escipión se muere, y lo hace lejos de Roma. Ha abandonado la ciudad después de haber sido acusado de malversar fondos públicos. Rota su alma y su cuerpo, muere sin decir ni una sola palabra, fiel a su costumbre reservada y callada. Pero ordena poner en su tumba el siguiente epitafio: "Patria ingrata, no posees ni mis huesos".

Ese mismo año, el 183 a.C., morirá Aníbal. Su gran enemigo.

Pero volvamos: el joven romano con costumbres orientales y el gran general cartaginés con formación griega iniciaron una lucha enconada que sólo podía acabar con la derrota de uno de ellos. Cartago y Roma tenían a sus héroes, a dos de las principales figuras de la antigüedad clásica. Dos personajes extraordinarios.


El ejército de Aníbal



Aníbal ha cruzado los Alpes y ha vencido a los romanos en sucesivas batallas. En concreto, la batalla de Cannas se considera el ejercicio más brillante de estrategia militar, y es estudiado hoy en día en todas las academias.

Tenía bajo su mando a un ejército multiétnico de mercenarios, en el que destacaban los soldados íberos, tanto en infantería como en caballería. Pero hay un aspecto del ejército de Aníbal poco conocido y, sin embargo, fundamental: su artillería.

El ejército cartaginés utilizaba máquinas de guerra de su invención, como la catapulta o la ballesta gigante. Pero mucho mas mortífera resultaba su primera línea de batalla, formada por especialistas capaces de lanzar proyectiles más lejos, más fuerte y con mejor puntería que cualquier otro ejército. Claro que no disparaban flechas, sino piedras; y no utilizaban arcos, sino hondas.

Aníbal admiraba especialmente a sus 2.000 honderos, todos ellos procedentes de las islas Baleares.

Estos guerreros aprendían a utilizar la honda desde muy niños, de tal manera que, según se dice, no probaban el pan sin antes acertar con el pedazo colocado por su madre sobre la rama de un árbol. Portaban tres tipos de hondas, según la distancia de disparo, y las que no utilizaban se las anudaban a la cabeza. Utilizaban como proyectiles piedras o trozos de plomo que podían pesar hasta medio kilo. Con ellos podían atravesar cualquier armadura. Un hondero podía alcanzar objetivos situados a 100 metros, con una precisión y un daño que sobrepasaba, y con mucho, la de un arquero.

Como anécdota, sepan que cuando Roma quiso apoderarse de las islas Baleares tuvo que acorazar sus embarcaciones forrándolas de cuero, porque los honderos, disparando a la línea de flotación desde la orilla, las hundían. ¿Se lo imaginan?; destrozaban barcos a pedradas.

Las legiones romanas tardaron dos largos años en someter las islas.


La ciudad y el faro de Escipión

Pero volvamos con nuestro joven Escipión, y sus éxitos en Hispania.

El procónsul había decidido acabar con las líneas de aprovisionamiento que llegaban al ejército de Aníbal desde la península Ibérica, y para ello atacó y exterminio al ejército cartaginés en España. Sin la ayuda procedente de Cartago-Nova (Cartagena) y otras poblaciones similares, Aníbal tenía pocas posibilidades de sobrevivir en Italia.

Finalmente, una vez sometida Hispania, Escipión decidió atacar la propia patria de Aníbal, y se dirigió hacia el norte de África. Ello obligará a Aníbal a enfrentarse a Escipión en territorio cartaginés. La audaz maniobra de Escipión ha dado resultado: Roma está a salvo.




Pero antes, fijémonos de nuevo en otra anécdota. Durante su estancia en Hispania, antes y después de la guerra, Escipión se ganará el respeto de los habitantes íberos, y a lo largo de su vida promoverá algunas obras públicas de importancia.





En el golfo de Cádiz se encuentra la desembocadura del río Guadalquivir, uno de los principales ríos navegables de España (en la actualidad, el único). El delta del río forma una gigantesca marisma, llamada Doñana, que, por su situación y clima, se convierte en la principal zona de cría e invernada de Europa. Pero hay algo más: la marisma y sus bosques es zona de cría del felino más amenazado del planeta, el Lince Ibérico, y en ella se encuentra la raza de caballo salvaje más antigua de Europa, el "Caballo de las Retuertas". Además es hogar de ciervos, nutrias, lirones, gamos, jinetas, flamencos, anguilas, águilas imperiales, tritones, buitres, halcones, camaleones... su riqueza faunística lo convierte en la mayor reserva biológica de Europa.





Escipión, según algunas fuentes locales, dará su nombre a la población gaditana situada frente a Doñana, y que da entrada al río Guadalquivir: Chipiona. Hablamos de una de las zonas marítimas con más pecios (barcos hundidos) del mundo, ya que hay múltiples afloramientos rocosos en sus aguas, que son muy transitadas desde hace milenios. Esto supuso que desde la antigüedad se decidiera erigir un faro que ayudara a la navegación. El nombre de la ciudad, según algunos (dudosos) cronistas, vendría de "Scipionis turris": la torre de Escipión. Poco conocemos del faro original, pero Estrabón afirmaba que el faro de Chipiona casi podía semejarse al mítico Faro de Alejandría.

El faro de Chipiona, en la actualidad, es una impresionante obra civil de mediados del siglo XIX; el faro más alto de España, el tercero de Europa y el quinto del mundo. Sus 70 metros de altura se construyeron utilizando "piedra ostionera", una piedra típica de la provincia de Cádiz, de origen sedimentario y formada por restos de conchas marinas y piedras erosionadas del mar. Resulta fascinante la (fatigosa) subida por el interior del faro, donde se puede acariciar la roca repleta de restos de crustáceos como conchas o nácar. Desde lo alto, las vistas del Parque Nacional de Doñana y del Guadalquivir son impresionantes.

Como símbolo, la luz del faro de Chipiona era lo último que se divisaba de la costa española cuando se viajaba al Nuevo Mundo. Hoy en día se utiliza como baliza por los aviones, ya que es uno de los 20 faros aeromarítimos de España.

Pero he de ser honesto, y no puedo ocultar que el nombre de Chipiona (donde nació mi madre) tiene en realidad su origen, con casi total seguridad, en la figura del cónsul Quinto Servilius Caepión, un personaje poco menos que detestable.

Caepion, Incapaz de vencer al líder lusitano Viriato, logró su muerte sobornando a tres lugartenientes durante una tregua. Lo asesinaron mientras dormía. Por este hecho cobarde Roma le negó los honores del triunfo, y fue conocido Caepión como el "Cónsul sin honor". Posteriormente, se apropió supuesta e indebidamente de los tesoros del templo de Tolosa. Por último, su manifiesta negligencia supuso la muerte de 150.000 soldados romanos en la batalla de Arausio.

Terminó sus días en el exilio y despojado de la ciudadanía romana.

Espero que me perdonen mis conciudadanos chipioneros, pero la historia no siempre responde a lo que uno desea.


Los cuatro protagonistas de Zama


Estamos en el norte de Africa. En el 202 a.C. Aníbal y Escipión se enfrentan por primera y ultima vez. Pero algo extraordinario sucede. Pocas horas antes de la batalla Aníbal envía un mensajero a Escipión: quiere entrevistarse con él.

Ambos generales adelantaron sus campamentos para facilitar el encuentro, hasta una distancia de 5 kilómetros. Tito Livio cuenta que "a media distancia entre ambos se eligió un sitio bien visible para que no hubiese lugar a una emboscada. Dejaron los hombres armados a igual distancia y se acercaron" ¿Se imaginan la intensidad del momento? "Guardaron silencio unos instantes, mirándose uno a otro como sobrecogidos de admiración mutua".

Aníbal, que seguro sabía que tenía la batalla perdida, hace un último intento para evitar la debacle: "tengo miedo de tu juventud y de tu ininterrumpida buena estrella, dos cosas que suelen inspirar mayor arrogancia de lo que requiere una negociación serena"

La réplica de Escipión es implacable: "preparados para la guerra, ya que no pudisteis soportar la paz"

Hablo de los cuatro protagonistas de Zama. ¿Por qué cuatro, y no dos?

Una vez más, proponemos un giro a la historia, y dos personajes anónimos aparecen. Se trata de dos profesionales de la traducción, dos intérpretes. Dos colegas de hace 2.200 años.

En efecto, Aníbal y Escipión iban acompañados de intérpretes. Es extraño, puesto que Aníbal debía de entender el latín, y sin duda ambos hablaban griego. Habría sido interesante contar con unas actas de lo que realmente se habló durante la entrevista; algunos autores hablan de un acuerdo encubierto entre Escipión y Aníbal, que sirvió para terminar con un conflicto de la manera menos gravosa para ambos. Pero ello implica que Aníbal cometió errores estratégicos durante la batalla a propósito, sacrificando la vida de miles de hombres. Y es algo difícil de creer.

La batalla de Zama puso fin a la segunda guerra Púnica.


Final: elefantes para una película




Hollywood está rodando una película sobre Aníbal, y se cuenta con un gran presupuesto. El productor le muestra orgulloso al director los 40 elefantes que solicitó para la batalla de Zama.

- ¿De dónde ha sacado tanto elefante? - pregunta el director.

- De zoológicos privados y públicos, circos... ¿Sabe?, Estados Unidos es el país con mayor número de tigres del mundo. Es como para estar orgulloso. Tenemos de todo.

El director se calla su opinión. Tiene los elefantes que quería, y podrá grabar con imágenes reales, no generadas por ordenador. Está satisfecho.

Se dirige a un enjuto personaje que está leyendo el guión sentado en una silla. Es un experto en historia antigua, que les asesora sobre la época. Acaba de llegar al rodaje, y le cae bien; aunque es un tanto excéntrico.

- ¡Qué le parece, profesor! ¡Impresionante!

El anciano levanta la cabeza de la lectura, y observa la enorme concentración de paquidermos.

- Muy bonito, sí. ¿Para qué son?

El director se lo queda mirando, nervioso.

- Son elefantes, profesor ¡Elefantes! ¡Vamos a recrear la batalla de Zama, y hemos reunido 40 elefantes africanos!

- Pero Aníbal no utilizó a estos animales. Sus elefantes eran muy distintos.

- ¿Cómo dice?

- Aníbal utilizaba elefantes de la especie "Loxodontia Africana Cyclotis". Elefantes de bosque, procedentes del norte de Africa. Del Sahara. Eran mucho más pequeños, apenas si alcanzaban los 2,30 de altura. Están extinguidos, ¿sabe? Una lástima. No se parecían a estos enormes animales que ha traído. No le sirven.

El director mira angustiado a los 40 elefantes. El profesor se levanta y le da una amable palmadita al hombro mientras señala el cuaderno del guión.

- Piense además en el asunto del cincel. Yo no estoy seguro de cómo abordarlo. En el guión no se menciona ¿No le parece un problema?

El director lo mira como si se hubiera vuelto loco

- ¿El cincel? ¿Qué cincel?

- El conductor del elefante, el mahout, llevaba siempre un cincel y un martillo. Por si el el animal se asustaba.

- No le entiendo.

- Verá. El elefante es un animal imprevisible, sobre todo si no está bien entrenado ni gobernado. A menudo provoca estragos entre sus propias tropas si se desmanda. Por eso lo del cincel.

- Explíquese.

- Un elefante asustado podía significar la muerte de decenas de combatientes aliados. El mahout debía de acabar con su vida de inmediato. Con su martillo y cincel golpeaba salvajemente el cuello del animal hasta que le cortaba la espina dorsal. Debía frenar la estampida. A menudo el conductor fallecía aplastado cuando el animal se derrumbaba.

El director siente que se marea.

- No pretenderá que muestre algo así en pantalla. La MPAA nos va a dar una calificación -17. Sería un desastre para la taquilla. En América no matamos así a los animales. No en el cine.

- Me han contratado para que les explique la realidad de hace 2.200 años. Me han pedido que colabore en hacer una película realista. ¿Quiere que le explique cómo murió la primera fila de combatientes cartagineses, o cómo fue la acometida de la caballería númida por la retaguardia? ¿Los problemas de movilidad causados por la sangre y los cadáveres? 20.000 muertos merecen esa calificación -17 de la que habla. Fue una masacre horrible. No cuente con hacer una película para todos los públicos.

- Pero...

- Y debería cambiar su guión. La noche anterior a la batalla los romanos estuvieron abrillantando sus escudos, corazas y cascos. Escipión les había ordenado bruñir a conciencia todo el metal. Esta batalla se ganó con trapos y cera, no bebiendo junto a una hoguera.

- Eso no puede ser. Los asteros...

- Ah sí, ya he visto a esos actores musculosos que pretende poner en primera línea de batalla. Sepa que en realidad eran hombres muy jóvenes y pobres. ¿Sabe que se ponían plumas en el casco para aparentar ser más altos? Si quiere mostrar la realidad, a los verdaderos héroes de Zama, tendrá que realizar más cambios en el guión ¡Se han olvidado de los músicos!

A estas alturas, el director sólo escucha.

- Verá: Escipión colocó en primera fila de batalla no a soldados musculosos, sino a una numerosa banda de músicos, armados de cuernos y trompetas. Cuando los cartagineses atacaron con sus ochenta elefantes los músicos provocaron un estruendo de mil demonios. Además, los soldados, con sus metales relucientes, consiguieron deslumbrar a los animales. Todo esto provocó una estampida de elefantes, que retrocedieron asustados. Eran elefantes recién capturados, no veteranos curtidos en batallas. Tampoco los conductores tenían demasiada experiencia. Hubo una auténtica masacre, sobre todo en el ala izquierda.

"Un musical", piensa el director; "un musical gore es lo que pretende este tipo".

El productor se acerca.

- Han llamado de Los Ángeles. Que cuándo empezamos a rodar.

Pero el director piensa en otra cosa. Piensa en músicos, en soldados con delantal sacando brillo, en hombres golpeando hasta la muerte a animales asustados. Se dirige al profesor:

- ¿Hay algo más que deba saber?

El anciano reflexiona.

- En realidad, sí....



Antonio Carrillo

sábado, 21 de diciembre de 2013

Mi niña, que no llegó a nacer

Este artículo no tiene fotografía alguna; sólo un breve puñado de palabras.
 
Como un quejido.
 
Hace tres años mi esposa y yo supimos que íbamos a ser padres de nuevo. La primera ecografía no mostró nada anormal.
 
En la segunda, la expresión de la ginecóloga mostraba preocupación. El feto no estaba creciendo, y había indicios preocupantes. Era una niña.
 
Teníamos dos hijos varones, y guardábamos la ilusión de una niña. Habíamos decidido el nombre: Ana, como su abuela. Una Ana rubia de ojos claros, que su madre vestiría con lazos y volantes. Una princesa que peinar en casa.
 
Nos remitieron al mejor ecógrafo de Madrid. El corazón de Ana estaba mal; muy mal. Su cerebro presentaba malformaciones, también sus pulmones diminutos. La niña latía con dificultad , aferrándose a una vida imposible.
 
Hubo que esperar a posteriores ecografías y análisis genéticos, que confirmaron el diagnóstico. Ana tenía el síndrome de Williams. Si nacía, debía someterse a sucesivas operaciones a corazón abierto para sobrevivir, acaso, unos pocos meses. Tendría un retraso mental muy severo, pero mi hija vendría a la vida sólo para sufrir. Es difícil de explicar lo que se siente. La pena tan honda.
 
En este caso, todos los ginecólogos acordaban que la única salida razonable era interrumpir el embarazo.
 
Nos dieron cita en una clínica. Ya no habría Ana de ojos claros. No queríamos que sufriera. No queríamos su dolor. Fue una mañana sórdida, desagradable.
 
Volvimos a casa llorando.
 
 
Hoy, 21de diciembre de 2013, el gobierno conservador de España acaba de aprobar una Ley restrictiva del aborto que hubiese obligado a mi hija a sufrir el calvario de una vida breve y absurda. Indigna.
 
Estoy triste. Por los padres que acogerán en sus brazos a niños recién nacidos cuya existencia es imposible. Por un país que está retrocediendo en derechos y libertades.
 
Estoy triste por mí. Por mi mujer. Por Ana.
 
Por todos nosotros.
 
Antonio Carrillo

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El refugio donde los ancianos se vuelven niños.


Otra entrada recuperada.

Espero que les guste

Dedicado a mi hermana, María Carrillo Tundidor, con todo mi cariño.


Los ancianos encuentran consuelo en el olvido de lo inmediato, y se reconfortan en el recuerdo de su niñez. Las personas mayores viven una realidad difícil, de achaques y pérdidas, mayores cuantos más años se acumulan sobre sus hombros frágiles. Por ello, la naturaleza nos ha dado una tregua en la remembranza de nuestro pasado, ofreciéndonos un lugar de refugio en el que descansar del ritmo, siempre frenético, de lo actual.

Este fenómeno se acrecienta con los años, de tal manera que una persona centenaria a menudo demuestra una memoria excelente de su adolescencia y su niñez, pero olvida lo acaecido hace apenas diez años.



En esto, resulta fascinante la figura de los padres. La pérdida de los padres aboca a la orfandad, y ello es siempre turbador. He visto a personas de 60 años mostrarse no sólo tristes, sino asustados y solos ante la muerte de sus padres, ya muy ancianos. Su pérdida es siempre un momento de vacío, de desgarro. De soledad absoluta. Con la madre perdemos la matriz que nos dio nombre, forma y sentido, que nos sostuvo cuando más vulnerables éramos. Y podemos ser nosotros mismos casi ancianos, que para nuestros padres siempre seremos hijos. Es algo que se entiende con la paternidad: los hijos duelen toda la vida, y los padres siempre hacen falta. Por si acaso. Cuando nos dejan, sufrimos un desarraigo que no admite explicación.

En definitiva, nuestra madre siempre muere antes de tiempo.




Todos seremos huérfanos. Y todos morimos solos; nadie muere por nosotros. La consciencia es inmisericorde en esto. La vida tiene mal pronóstico: es un estado siempre transitorio. Y, con los años, el cuerpo acusa el desgaste de la lucha. Vivir no es fácil, y lo normal es llegar a la meta muy cansados. Pero, entonces, el alma encuentra refugio en el recuerdo de unas manos grandes que cortaban el pan. Nos recordamos de niños, volvemos a una calle que ya no existe como quien regresa al nido. Y nos llega como un arrullo el recuerdo de unos olores y sonidos reconfortantes, casi olvidados.

Y de esta manera cerramos, sin darnos cuenta, el círculo de una vida.

Le debo a mi hermana María Carrillo el haber descubierto este cortometraje, ganador de un Oscar el año 2.000. No he encontrado una manera mejor de describir esta regresión:




Maravilloso. ¿No es cierto?

Esta vuelta a la niñez es una poderosa herramienta evolutiva (nos facilita una muerte más placentera) que se localiza fundamentalmente en el hipocampo, pero también en una zona más reciente de nuestro cerebro, un lugar poderoso y lleno de misterios: los lóbulos frontales. Permítanme que le dedique unas líneas a este lugar de maravillas que se oculta tras la frente.

Nuestro cerebro viene a ser como una orquesta: todas sus secciones trabajan de manera coordinada y armoniosa, de tal manera que su sonido es algo (mucho) más que la simple suma de unos tonos, intensidades y timbres. Una orquesta sinfónica tiene una entidad propia y diferenciada, un sonido propio. Y de esto es responsable, en buena medida, su director.

Los lóbulos frontales planifican la manera cómo se organizan y ejecutan las funciones cerebrales. Por ello es un lugar de intensa información neuronal aferente y eferente; es decir, de entrada y salida, y su red de información llega muy lejos, a zonas situadas bajo la corteza, en las que bullen las emociones, e incluso a las profundidades del cerebro troncal más primitivo: nuestro cerebro de reptil. Es un director que dispone de una visión de conjunto, y cuya influencia alcanza a todos los integrantes. El mismo cuerpo responde o inquiere a esta densa zona situada tras la frente, y nuestro estado de activación (nuestro estado arousal) responde a mandatos provenientes de los lóbulos frontales. Porque el cuerpo y el cerebro dialogan constantemente.

En realidad, son una misma cosa: yo.

En los lóbulos se encuentran las claves definitorias de nuestra personalidad, y, de hecho, determinan, definen y ajustan lo que estamos dispuestos a hacer para conseguir satisfacer nuestras necesidades. Nuestra conducta, impulsividad, habilidades sociales, ética y moral... todo lo que nos hace ser individuos y personas depende de este lugar fascinante. Si surgen problemas, si no se produce una maduración adecuada, aparecen rasgos distintivos, como la hiperactividad o el déficit de atención, pero también inmadurez emocional, trastornos de la personalidad y otras muchas patologías.

Los lóbulos frontales son el máximo exponente del equilibrio y la ponderación. De la madurez. De hecho, es la última estructura cerebral en completar su forma. A una edad tan avanzada como los 24 años continuamos enfrascados en la tarea de entretejer su intrincada red. Este dato es sorprendente.

Un accidente acaecido el año 1848 nos ofreció las primeras pistas sobre su importancia. En realidad, hablamos del caso clínico más importante dentro de la historia de la neurología y la neuropsicología cognitiva. Al menos, es el más conocido; y no es para menos, porque el caso Phineas Gage es casi un milagro.

El 13 de septiembre un obrero, de nombre Phineas Gage, estaba colocando cargas explosivas a las afueras de Cavendish, Vermont. Participaba en la construcción de una línea de ferrocarril. Su puesto era el de capataz, y, en líneas generales, era considerado como un hombre eficiente y capaz, al que se podían confiar trabajos peligrosos.

Sin embargo, ese día Phineas cometió un error, y la pólvora explosionó a su lado. Al instante, una barra de acero de un metro de largo y 3 centímetros de diámetro salió disparada como una bala, impactó contra su mejilla y atravesó su cráneo, saliendo despedida por la parte superior de la cabeza. Para que nos hagamos una idea de la fuerza brutal del impacto, la barra, de seis kilos de peso, aterrizó finalmente ¡a 30 metros de distancia!

Phineas debería de haber muerto en el acto.

Pero no sólo no falleció, sino que mantuvo la consciencia y fue capaz de hablar a los pocos minutos. A los dos meses le dieron el alta. En un principio, parecía que había logrado sobrevivir sin apenas secuelas visibles. Sin embargo, sus familiares y conocidos observaron un cambio profundo en la personalidad de Phineas: no era capaz de concentrarse en la tarea, y le había cambiado el carácter. El hombre tranquilo y responsable había dado paso a un sujeto irascible, impulsivo y blasfemo. Le había cambiado por completo la personalidad; era otra persona. La barra le había dañado los lóbulos frontales, y su estructura mental había dado un vuelco.

Phineas, el hombre que conocían su mujer y sus amigos, resultó que sí había fallecido en el accidente. Su otro yo acabó solo, abandonado, mostrándose como atracción de feria en un circo. Murió joven y hoy, tanto su cráneo como la barra, se conservan en el museo de historia de la medicina de Harvard.

Con los años, las neuronas se atrofian, y perdemos recursos y recuerdos. No sólo los huesos y articulaciones se resienten con los años; también las funciones cerebrales pierden frescura y capacidad. Lo usual es que esta degeneración afecte primero a las áreas más exteriores, las últimas en crearse. Como ya dijimos, a los recuerdos últimos, y también, y muy especialmente en los varones, observamos una pérdida de densidad sináptica en los lóbulos frontales. La pregunta sería: ¿afecta esto a nuestro carácter? ¿Nos sucede algo parecido a lo que le sucedió a Phineas Gage?

En mi opinión, es más que probable que, con la vejez, la personalidad cambie. Los ancianos a menudo son ¿cómo decirlo? difíciles. Se llenan de manías, se vuelven intransigentes, obstinados y desconfiados. Pero es importante recordar que a todos nos cambiará el carácter con la edad. Esto es algo que conviene tener en cuenta: todos llevamos a un viejo encima.

Ojalá a nosotros, cuando nos llegue la hora, nos traten con paciencia y respeto. Para ir mereciéndolo, conviene cuidar de los mayores; dar ejemplo a los más jóvenes. Ellos cuidarán de nosotros

Por supuesto, achacar el temperamento de los ancianos sólo a la pérdida de sinapsis en la zona frontal es un tanto absurdo por reduccionista. Los mayores han enterrado a semejantes, incluso a hijos, sufren de dolores crónicos y sienten la inseguridad de quienes han perdido firmeza y necesitan de bastones o de otras personas para sostenerse o ir al baño. Sólo esto bastaría para avinagrar el carácter de cualquiera. Además, este proceso degenerativo no es igual para todos, porque no hay dos cerebros idénticos. Una persona de edad avanzada puede mantener su cerebro activo, en buena forma; lo fundamental para ello es que no se abandone a la molicie de un ocio impuesto. El mayor enemigo del cerebro suele venir de una jubilación que trae consigo un estilo de vida sedentario, en lo físico y lo intelectivo. Me gusta la manera que tiene Tomás Mann de decirlo: "cuando se ha acabado de reformar una casa, ya sólo espera la muerte".

Y, encima, hay ancianos y ancianas sencillamente encantadores. Definitivamente, no se puede asumir como dogma de fe la imagen del viejo cascarrabias.

Quedémonos, pues, con lo fundamental de lo dicho al principio: es cierto que los ancianos retienen los recuerdos de su infancia, que se han grabado en zonas más profundas del cerebro, y suelen venir acompañados de experiencias emocionales intensas. Es un refugio al que se aferran los últimos años: los recuerdos lejanos suelen pasar por un tamiz placentero, que, compasivo, remite al olvido lo malo y recupera lo bueno.



¿Saben del video la escena que más me impresiona? Cuando la anciana desciende la colina y encuentra el esqueleto de la barca de su padre. Lo que hace entonces me sobrecoge: se acurruca dentro, y adopta una postura fetal, como de bebé.

Ha alcanzado ese refugio en el que los ancianos se pueden permitir volver a su infancia.

Tras una larga vida, no merecen menos.
Antonio Carrillo.


Morena


 Autor: Juan Ignacio Salmerón

 

 “Morena” llevas por nombre

porque tu piel es oscura,

oscuros son tus zapatos

desde el tacón a la punta.

 

Y aunque negro es tu interior

más que la luna tú brillas

cuando un paseo te doy

y todos mueren de envidia.

 

Te agitas cuando me agarro

fuertemente a tu cintura

y me pides que te lleve

a correr mil aventuras…

 

A pesar de que tus años

ya se cuenten por docenas

es tu espíritu tan joven

como la más joven bella.

 

Mil centímetros tú llevas

en tu corazón metidos,

un manillar, estriberas,

depósito, faro y escudos.

 

¡Te quiero como a ninguna,

“Morena” de mis diabluras,

cuando monto tus caderas

acelerando en las curvas!

 

Y solo seremos uno,

perdidos en horizontes,

en plácidas autopistas

o en carreteras de monte.

 

…Que tú “Morena” y yo blanco,

de grises nos vestiremos,

como el más bello retrato

de foto, que imaginemos…

 

Gracias por regalarme

cada uno de tus hierros…

 


Juan Ignacio Salmerón es poeta. Y fotógrafo. Y motero también, de los de motos con "poso", como su morena.

Juan es muchas cosas. Es mi amigo.