Hay amores que nacen en el
arrullo de un barco en alta mar, en la estrechez y el vértigo de una noria o en
la oscuridad de un cine, y son intensos. Los amores que surgen en el
supermercado son eternos.
Cuando iniciaron su relación
guardaron el secreto de su amor, por miedo a las familias, a que no los
comprendieran. Fueron semanas de susurros, de miradas fugaces. A él le
encantaba la ligereza de su talle, su aroma embriagador. Ella soñaba con su
apariencia robusta y firme, imperturbable.
Dormían abrazados a sus hermanos,
pero soñaban con estar en los brazos del otro, en una intimidad cálida y
reconfortante. Cuando las luces blancas iluminaban el nuevo día, se buscaban
con ansiedad. Y se enviaban un beso furtivo, imperceptible para los demás.
Él era un puerro de buen tamaño,
pálido por haber crecido enterrado. Esa experiencia le causó un trauma que
perdura y lo hace sudar por la noche. Ella lo sabe y le susurra palabras suaves
para que descanse. Están cerca, puerros y apios, hermanados en la sección de
verduras del supermercado. Las traviesas zanahorias se burlan de su altura,
envidiosas de su silueta longilínea.
El amor de un puerro y un apio es
un amor imperturbable y perpetuo. Sólo los nabos pueden amar con tanta
intensidad, aunque su timidez les obliga a domeñar su pasión. Los nabos
comprenden a los amantes y les guardan el secreto de su ardor. El resto de las
verduras no saben nada, ajenas a este universo de sentimientos eternos, tan
antiguos como la tierra misma. Tan profundos como el mar.
El apio mira arrobada al puerro, y
se inventa apodos para él. Tan alto, tan fuerte, pero dulce y amable al mismo
tiempo. No sabe qué ha visto en ella, pero cuando siente que le observa mil
calambres suben por sus hojas.
En el supermercado hay descuentos
y promociones. Hay secciones y novedades. Y empleados de mantenimiento. Pero
por encima de todo se percibe el calor suave y sutil del amor romántico, una
energía que empuja galaxias e ilumina firmamentos.
Y prende luces de miradas entre
las verduras. A diario.
Antonio Carrillo
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