Primero; ¿Sabía escribir
Jesucristo?
La única mención inequívoca que
he encontrado al respecto es la fantástica parábola de la mujer adúltera del
evangelio de San juan.
Unos escribas y fariseos le
preguntan a Jesús si debían apedrear a una mujer adúltera.
Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: “Aquel de
vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”.
E, inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
Creo que es un texto de una
elegancia literaria innegable.
Que Jesús supiese leer y escribir
no resulta en absoluto extraño. Junto a la sinagoga de Nazaret se encontraba la
escuela, a la que los niños acudían a partir de los cinco años. Había un primer
ciclo, de enseñanza obligatoria, en el que se enseñaba el alfabeto hebreo, a
leer y escribir fundamentalmente textos sagrados. En un segundo ciclo de dos
años profundizaban en el conocimiento de la Ley oral judía.
Por tanto, no resulta tan extraña
la fascinante historia protagonizada por Abgaro, el toparca (reyezuelo) de
Edesa, hoy la turca Urfa.
Eusebio, obispo de Cesarea y
(denostado) historiador de la iglesia del siglo IV, nos relata lo sucedido en
su “Historia Eclesiástica”. Resulta que, en tiempos de Cristo, el pobre Abgaro penaba
de una enfermedad incurable y, conocedor de la fama milagrera de Jesús, se decidió
a escribirle una carta. El historiador Eusebio tuvo el buen sentido de
transcribirla del siríaco original al griego.
Disponemos en realidad de dos
versiones, con una traducción realizada por Antonio Piñero Sáenz, catedrático y
profesor emérito de griego clásico por la Universidad Complutense de Madrid,
una autoridad mundial en textos neotestamentarios y, lo que es más importante,
nacido en Chipiona, provincia de Cádiz (Mi madre nació en Chipiona; un beso
mamá).
La carta de Abgaro a Jesucristo,
en la versión de “La Enseñanza de Adai”, es del tenor siguiente:
Abgaro Ouchama a Jesús, el Buen Doctor Quien ha aparecido en el
territorio de Jerusalén, saludos:
He oído de Vos, y de Vuestra sanación; que Vos no usáis medicinas o
raíces, sino por Vuestra palabra abrís (los ojos) de los ciegos, hacéis que los
paralíticos caminen, limpiáis a los leprosos, hacéis que los sordos oigan; cómo
por Vuestra palabra (también) curáis espíritus (enfermos) y aquellos
atormentados por demonios lunáticos, y cómo, de nuevo, resucitáis los muertos a
la vida. Y, al darme cuenta de las maravillas que Vos hacéis, me he dado cuenta
de que (de dos cosas, una): o habéis venido del cielo, o si no, Sois el Hijo de
Dios, quien hace que sucedan todas éstas cosas. También me doy cuenta de que
los judíos murmuran en contra Vuestra, y Os persiguen, que buscan crucificaros
y destruiros. Poseo únicamente una pequeña ciudad, pero es bella, y lo
suficientemente grande para que nosotros dos vivamos en paz.
De haberle hecho caso Jesús ¡Cómo
hubiese cambiado la historia!
Hanán, secretario, bibliotecario
y pintor de la corte de Abgaro transmitió en persona la misiva a Jesús.
Mientras esperaba la respuesta, fascinado por la majestuosidad del rostro del
Mesías, Hanán hizo un retrato del rostro de Jesús; el conocido como “Mandylion”,
la imagen más antigua que se conoce de la cara de Jesucristo.
El propio Jesús escribió la
respuesta, que rezaba de esta guisa:
Id, y decid a vuestro amo, quien os envió a Mí: ‘Feliz seáis, vos que
habéis creído en Mí, sin haberme visto, porque está escrito de mí que quienes
me vean no creerán en Mí, y que aquellos que no me vean creerán en Mí. En
cuanto a lo que habéis escrito, que debería ir a vos, (he aquí, que) todo a lo
que fui enviado aquí está terminado, y subo de nuevo a Mi Padre Quien me envió,
y cuando haya ascendido a Él os enviaré a uno de Mis discípulos, quien sanará
todos vuestros sufrimientos, y (os) dará la salud de nuevo, y convertirá a
todos aquellos con vos a la vida eterna. Y vuestra ciudad será bendecida por
siempre, y el enemigo nunca prevalecerá sobre ella.
Esta leyenda (a todas luces
falsa) fue muy popular durante la Edad Media: las copias de la carta de Jesús
se usaban como amuleto. Y la importancia del relato ha llegado hasta nuestros
días: Abgar es un beato en la iglesia oriental, y durante la cuaresma se
conmemora su historia. En el billete armenio de 100.000 drams aparece Abgar y la
bandera con el Mandylion.
Por acabar con este relato, hay
quien defiende la (improbable) teoría de que el Mandylion (desaparecido en la
Edad Media) sea la Sábana Santa de Turín.
Las historias no tienen que ser
verídicas para ser interesantes ¿No creen? En el año 745 el Papa San Zacarías
tuvo que convocar un concilio en la basílica de Teodoro del Palacio Lateranense
para, fundamentalmente, pronunciar un anatema en contra de las herejías de dos
sacerdotes: Clemente y Adelberto.
Nos interesa especialmente
Adelberto, un sinvergüenza de tomo y lomo que había montado un pingüe negocio
de reliquias falsas. Y ¿saben cómo consiguió fama y miles de seguidores? Todo
se basaba en una carta escrita de puño y letra por Jesús.
La carta, que fue leída en el
concilio, demuestra los serios problemas a los que se enfrentaba la
infraestructura de correos de una época al parecer frenética. La carta, tras
ser escrita por Jesús, cayó del cielo en la ciudad de Jerusalén, donde la recogió
el arcángel San Miguel en la puerta de Efrén. El periplo epistolar se vuelve
algo caótico: el sacerdote Icoré, tras leer y copiar la carta, se la envió a su
colega Talasio, en la ciudad de Jeremías. Éste remitió la carta al sacerdote Leohan, en
Arabia, quien a su vez se la envió a Macruis, en Vetsania. Finalmente, y por
razones que se escapan a mi comprensión, Macruis envió la carta al monte del
arcángel San Miguel, de donde partió, suponemos que en forma de correo urgente,
por intermediación de un ángel que, finalmente, la depositó en el sepulcro de san Pedro en Roma.
Pero, si hubo un momento en la
historia en el que florecieron las cartas de Jesús, sin duda debemos centrar
nuestra atención en la época de las cruzadas.
Ya desde un principio Pedro el
ermitaño, líder de la primera cruzada, enseñaba en su peregrinación en busca de
adeptos una carta que el propio Jesús le había dado en el Santo Sepulcro de Jerusalén,
con órdenes explícitas sobre la cruzada.
Si de algo podemos estar seguros
es de que una figura que abogaba por la paz, como Jesús, no pudo influir de
ninguna manera en las decisiones de un genocida como Pedro. Tras tomar
Jerusalén el 15 de julio de 1099, y nombrado capellán del ejército victorioso,
exigió en un sermón en el monte de los Olivos que los valientes soldados saquearan
la ciudad y aniquilaran a todos los infieles desarmados, mujeres y niños,
musulmanes y judíos por igual. A cambio, con la sangre de sus espadas los
cruzados se aseguraban la entrada en el paraíso.
La historia de las cruzadas es
una historia de infamia, en ocasiones justificada por supuestas cartas de Jesucristo.
Un conde de Renania, el conde Emicho, cabeza de la "cruzada alemana" de
1096, necesitado del dinero de las comunidades judías asentadas a
lo largo del Rin, exterminó a poblaciones enteras. Lo curioso es que a menudo
los obispos cristianos de las ciudades intentaron proteger a los miembros de la
comunidad judía. En Mainz, por ejemplo, el Arzobispo Ruthard se refugió con la
población judía en su residencia personal. Sin embargo, Emicho y sus tropas
asaltaron el palacio arzobispal y masacraron a los allí presentes.
Emicho llevaba consigo misivas
del mismo Jesús, con las que justificaba su barbarie.
A un pastor llamado Esteban de
Cloyes le bastó anunciar que portaba una carta de Jesús destinada al rey de
Francia para aglutinar una marea de 30.000 seguidores. Y al monje cisterciense
húngaro Jacobo, el “maestro húngaro”, la Virgen María le entregó una carta
escrita en arameo (idioma que desconocía) en la que le informaba que los ricos
caballeros jamás conquistarían Jerusalén; que debían encargarse de la tarea los
pobres y desheredados; pastores y campesinos sobre los nobles y caballeros.
Una verdadera revolución.
Por supuesto, lo habrán
adivinado, el tal Jacobo acabó siendo ejecutado por la nobleza.
En fin, han sido unas pinceladas
sobre un tema que, espero, les habrá distraído.
No espero más.
Antonio Carrillo
Muy interesante como todo lo que escribes, saludos.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Miguel!
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