La palabra "madre" tiene una
importancia que supera, en mucho, su significado. En muchos aspectos, es una
palabra primordial.
Un recién nacido nace con el reflejo
primario de mamar del pecho de su madre. Para ello junta los labios. El sonido
que produce su aparato fonador cuando abre los labios y expulsa el aire es una
consonante bilabial: "m", y una vocal abierta, anterior y redondeada:
"a". "Ma" es un sonido universal, una sílaba que surge
espontánea de toda garganta humana a los siete meses.
"Mamá" o
"mami", sonidos fáciles cuyo significado nos reconfortan. Sonidos que
evocan calor y recompensa. Tan gratificantes como una sonrisa.
Pero hay más. Mucho más. Observe este
listado:
"Mutter" en alemán,
"mat" en ruso,
"ma" en afrikáans,
"ama" en euskera,
"móõir" en islandés,
"majka" en macedonio,
"omm" en maltés,
"matka" en polaco,
"mamã" en rumano,
"mama" en suajili,
"me" en vietnamita,
"mama" en quechua,
"mor" en danés,
"mère" en francés,
"motina" en lituano,
"mama" en chino,
"muji" en hindú,
"makuahine" en hawaiano,
"ima" en hebreo,
"mãe" en portugués,
"omá" en coreano,
"mother" en inglés...
Desde hace tiempo llamó la atención de los
expertos la semejanza de la palabra "madre" en multitud de lenguas.
Según un reciente estudio publicado en la revista Science, "madre"
nos remite a una lengua proto-hindo-europea que se hablaba en Turquía hace
9.500 años, en el pasado neolítico.
Puede que la primera vez que se utilizase
"mamá" fuese en lugares como Catal
Hüyük o Göbekli Tepe, monumentos
ambos de nuestro pasado, nombres que sólo conocen los expertos y estudiosos; y
es una lástima. Es en estos lugares remotos en donde vislumbramos nuestros
orígenes como civilización. Son el hogar de nuestros ancestros culturales.
Sin embargo, la presencia en el listado de
idiomas africanos, del lejano Oriente, de islas del Pacífico y de América nos
obliga a mirar incluso más lejos en el árbol genealógico del lenguaje; al menos
a unos 15.000 años, fecha que coincide con el final de la última glaciación.
En todo caso, son éstas teorías difíciles
de validar. Puede que todo tenga una explicación más sencilla: la fisiología de
nuestro aparato fonador condiciona ciertos sonidos primordiales. Sigamos, pues,
otro camino.
Nuestra palabra castellana
"madre" procede del latín, "mater". En ocasiones el estudio
del lenguaje nos ofrece pistas sobre la realidad; es como si construyéramos las
palabras como reflejo de algo tangible o, lo que es más inquietante, como si la
palabra interactuara sutilmente con la realidad que define, modificándola o, si
se quiere, dotándola de sentido al nominarla. Y, en este antiguo ejercicio de
magia o chamanismo, "madre" es un ejemplo sorprendente.
"Madre" está llena de
corporeidad, de leche cálida, de raíces. "Madre" es tierra y siembra,
ciclos lunares y menstruación. Es tangible porque es dadora de vida; y nada es
más concreto. "Madre" no se oculta en ensoñaciones, es pragmática
como la naturaleza, la mayor de las madres.
Pero, ¿cómo probarlo? ¿Cómo demostrar esta
íntima ligación con lo concreto? El sufijo "ia" refleja la cualidad,
el estado de la palabra a la que acompaña. ¿Y cuál es la cualidad de
"madre"? Es sorprendente, ¿se han dado cuenta?; a la raíz
"mater" se le acompaña el sufijo "ia" y tenemos una palabra
nueva: "materia".
La materia es lo tangible y concreto; se
puede tocar y oler, como el pecho de una madre. Nos ofrece seguridad y certeza,
nos acoge. En un universo tan
incomprensible la materia nos da calor cuando arde, sacia nuestra sed, emite
sonidos.
Pero hay más: "madre" da nombre a
"matriz": el útero, el órgano de la gestación, el lugar del origen.
Pero también aparece en la etimología de otra palabra fascinante, una materia
prima de origen orgánico; de "mater" procede "madera". Y de
nuevo hay algo de esencia en esta palabra: "tiene madera de líder",
decimos.
Pero, ¿es tanto? "Madre" nos
identifica con un tiempo y un lugar, nos define porque nos sitúa.
¿Pruebas? No harían falta. Pero quiero que
sepan que de "madre" procede otra palabra: "matrícula".
Son detalles pequeños, anécdotas que a
nadie importan. Pero si lo piensan, pocas cosas hay más profundas.
Una palabra maravillosa: "madre".
Antonio Carrillo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarvPrecioso texto, como todos los del Blog y...si me permites un apunte que creo que viene al caso: Ayer estábamos hablando un compañero traductor y yo sobre personas con padres de distintas lenguas y me dijo, hablando de un caso concreto, que un compañero llamado Salvador era curioso porque era hijo de española e inglés (nacido en UK) y hablaba inglés perfectamente pero apenas hablaba español y de repente dijo: "No, perdona, es el padre el que es español" y le dije "Ya me parecía raro porque por algo, la "lengua materna" se "llama lengua materna" y es porque uno aprende siempre primero y mejor la lengua de la madre que la del padre...en alemán también se dice "Muttersprache" y creo que no es casualidad...
ResponderEliminarOtro posible mantra con este sonido es mathra de origen egipcio.
ResponderEliminarLa misma palabra " mantra" contiene una sonoridad de este estilo.
Una hermosa reflexión. Diría incluso que esta palabra no sólo es tan importante por la realidad universal que evoca, sino porque es el propio bebé, al pronunciar esa sílaba -la más sencilla, la más asequible para su inexperto sistema fónico- el que da nombre a su progenitora. Pues si bien serán los padres los que enseñarán a los hijos a comunicarse, es la criatura la que les enseña esta primera palabra. En los momentos de intimidad con su madre, en el sosiego de haber saciado su necesidad de alimento y protección, mirándola a los ojos y tratando de comunicarse con ella, es el bebé quien materializa el vínculo maternal al balbucear esta sílaba, con la que nombra a la persona a quien reconoce como dadora y sustentadora de la vida. Y ella, la madre, acepta y asume ese nombre como un regalo de su bebé. Nombre, además, que la acompañará toda la vida, porque los hijos de sus hijos, reconocerán en ella esa figura matriarcal y eludirán designaciones como "abuela", preferiendo llamarla "mama", "mammy", "mamie", "mémé"...
ResponderEliminarEn mi tierra, el Alto Guadalquivir, para llamar a nuestras abuelas añadimos a su diminutivo el sufijo "mama-". Mis abuelas eran Mamapepa y Mamalela (de Manuela).
EliminarEn polaco, en cambio, se dice "język ojczysty" (literalmente,l "lengua natal"), y la palabra "ojczysty", aunque supongo que viene de "ojczyzna" (patria), etimológicamente está relacionada con "ojciec" (padre) y no con "matka" (madre). Es difícil decir si la lengua se transmite mejor a través de la madre o del padre. Por los casos que conozco de parejas mixtas que viven en el país de uno de los dos, o en un país distinto de cualquiera de los países de origen de los de la pareja, creo que al final depende del empeño que pongan tanto el padre como la madre en transmitir su lengua. Algunos ejemplos:
ResponderEliminarPareja 1: padre colombiano, madre polaca, viven en Polonia; los hijos entienden español pero no lo hablan, el polaco es su lengua materna.
Pareja 2: padre español, madre polaca que sabe español, viven en Polonia; los hijos hablan en español y solo en el colegio en polaco.
Pareja 3: padres polacos, por su profesión viven en Inglaterra y Francia durante 20 años; obligan a los hijos a hablar polaco en casa. 40 años después, los hijos hablan polaco como nativos aunque en total no hayan vivido nunca en Polonia.
Pareja 4: padre portugués, madre rumana; viven en Polonia, en casa hablan en portugués; los hijos hablan portugués y polaco, pero no rumano.