Hijo
de banquero, Charles Babbage pudo permitirse el lujo de asistir al Trinity
college de Cambridge. Desde muy pequeño destacó por sus dotes para las
matemáticas, y en 1812 fundó la Sociedad
Analítica Junto a John Herschel y George Peacock, una institución que tuvo
como propósito promover el cálculo Leibniziano (con notación integral) sobre el
Newtoniano; algo difícil de asumir para cualquier inglés.
Sin
embargo, Babbage, amigo de la familia Bonaparte, y con muchos contactos en el
continente, no estaba sujeto a prejuicio alguno; de hecho constató que las
tablas astronómicas inglesas presentaban infinidad de errores. Para
solucionarlo recurrió a una idea genial: diseñar y construir una máquina de
cálculo.
Por
este empeño a Charles Babbage se le considera el padre de las computadoras
modernas.
En
1822 presentó ante la Royal Astronomical
Society el proyecto de construir una "máquina diferencial". Lo
que Babbage pretendía con su invento era tabular polinomios usando un método
numérico capaz de calcular cifras de hasta 20 dígitos, almacenarlos y efectuar
sumas. La Sociedad le apoyó con 1.500 £, pero pronto comenzaron los problemas.
La
técnica utilizada provocaba fricción y vibraciones en los engranajes internos.
Además, Babbage cambiaba continuamente el diseño para solventar los problemas.
A pesar de todo, en 1827 una pequeña parte operativa de la máquina había sido
capaz de calcular tablas de logaritmos de 1 a 108.000. El mundo asistía así al
nacimiento de la primera calculadora automática (o, al menos, eso creemos; la
existencia del mecanismo griego de Anticitera nos obliga a ser prudentes).
Pero
la máquina en su totalidad no avanzaba, y en 1833 se habían gastado unas 34.000
£ (la mitad proveniente del propio Babbage) sin un resultado satisfactorio. La Royal Astronomical Society se rindió
finalmente, y no ofreció más fondos.
10
años más tarde, el hábil ingeniero sueco Pehr Georg Scheutz fabricó con ejes
diferenciales la máquina de Babbage. Cuando la presentó en Inglaterra, un
Babbage feliz le mostró todo su apoyo. En 1855, la máquina fabricada por
Scheutz ganó la medalla de oro de la Exposición Internacional celebrada en
Francia. Al año siguiente fue comprada por un millonario norteamericano, quien
la donó al observatorio astronómico Dudley de Albany con el fin de realizar los
cálculos astronómicos.
Pero
para entonces Babbage estaba enfrascado en el diseño de otra máquina, mucho más
compleja: la "máquina analítica".
Este
instrumento de cálculo usaba cilindros, clavijas y engranes, todos al servicio
de una unidad de procesador central y una memoria. Se trataba de transformar
datos en información a través de un procesador aritmético, con un mecanismo de
entrada y otro de salida (input/output). Era una computadora, sin duda, que
utilizaba tarjetas perforadas (como las utilizadas en los telares del francés
Jacquard) para transmitir instrucciones.
En
este punto aparece en escena un personaje fascinante: Lady Augusta Ada king,
condesa de Lovelace, matemática y (desgraciada) hija de Lord Byron.
Ada
se interesó enseguida en la máquina de Babbage, e intervino diseñando varios
programas (instrucciones). Este hecho hace de Ada King la primera programadora
de computadoras del mundo. En su memoria, el segundo lenguaje de programación
(tras el famoso Cobol) ideado por departamento de defensa de los EEUU lleva su
nombre: Ada. Es el lenguaje utilizado hoy para procesos críticos, como muchos
sistemas de control de tráfico aéreo.
Por
curiosidad: la facultad de ingenieros informáticos y de telecomunicaciones de
la universidad de Zaragoza se llama Ada Byron; y su rostro ha aparecido como
marca de autenticidad en los certificados de licencia del sistema operativo Microsoft Windows
La
historia de Ada King (o Ada Lovelace, como es más conocida) tiene un final
trágico. Su afición por las carreras de caballos le impulsa a convencer a
Babbage para que idee un sistema basado en la estadística para ganar en las
apuestas. Ambos se arruinan. Por último, y como era norma en la familia Byron,
la fascinante (y bella) Ada muere tempranamente, a los 36 años, por un cáncer
de matriz.
La
"máquina analítica" de Babbage nunca vio la luz, por similares
motivos a la máquina diferencial; pero en 1991, coincidiendo con el
bicentenario de su nacimiento, el museo de ciencia de Londres construyó una
réplica basándose en los dibujos del científico, y utilizando sólo técnicas
disponibles en aquella época.
La
máquina funcionó sin problemas.
Lo
que he contado hasta ahora bastaría para que Charles Babbage ocupara un lugar
en cualquier enciclopedia; pero hay más, mucho más.
Los
planos de la "máquina analítica" incluían un componente asombroso:
una impresora, la cual también se ha construido. Esta impresora no es
precisamente portátil: consta de 8.000 piezas mecánicas y pesa aproximadamente
2,5 toneladas, pero es capaz de imprimir automáticamente los resultados de un
cálculo y permite cambiar parámetros como el espacio entre líneas, elegir entre
dos tipos de letra, el número de columnas y otros.
Charles
Babbage no sólo es el padre de los ordenadores; también lo es de las
impresoras.
Pero
no he acabado. Charles Babbage es un nombre fundamental en el mundo de la
criptografía. Fue capaz de romper la cifra auto llave de Vigenère, un éxito que
fue usado en campañas militares inglesas, y por ello era considerado un alto
secreto militar. Tan secreto era, que la posteridad ha concedido (falsamente) a
Friedrich Kasiski el mérito de descifrar este sistema criptográfico.
Babbage
diseñó el sistema de franqueo postal que todos utilizamos hoy en día, y propuso
la teoría de estudiar el clima pasado basándose en la anchura de los anillos de
un árbol, una propuesta que resultó extremadamente útil. Diseñó un submarino
para cuatro personas, que jamás se construyó, y era un apasionado de los
dispositivos mecánicos capaces de abrir cerraduras.
Vivió
el nacimiento del ferrocarril, y diseñó las luces de señales para las vías, así
como el añadido en forma de cuña en la parte inferior delantera de la
locomotora. ¿Adivinan cual era su función? Apartar a las vacas del paso del
tren sin provocar un descarrilamiento. También inventó el velocímetro, con el
cual calculaba la velocidad de una locomotora. Cuando compruebe en su vehículo
la velocidad a la que viaja, piense en Babbage.
Creó
un dispositivo para encender y apagar las luces de los faros, que se utilizó en
los EEUU, y aplicó la estadística en el estudio de los seguros de vida. Sus
tablas sobre mortalidad se aplicaron en toda Europa. Si se encontraba en el
campo, era normal verlo tomando mediciones relativas al pulso o respiración de
cualquier animal, porque pretendía escribir un libro al respecto.
Su
casa fue la primera en disponer del lujo del Aire Acondicionado en verano;
diseñó un ingenioso dispositivo que permitía la circulación del aire frío
procedente de bloques de hielo que almacenaba en el ático. Inventó en
dinamómetro, y también el oftalmoscopio, para poder estudiar el fondo del ojo: la
retina. Aburrido, mientras presenciaba una ópera soporífera, se entretuvo
ideando un sistema de iluminación para el teatro, que incluía luces de
distintos colores.
Se
interesó por el ocultismo; no en vano, su niñez coincide con el nacimiento de
la novela gótica y el romanticismo, una época apasionada por lo esotérico. Su
espíritu científico se manifiesta cuando un joven Babbage intenta probar la
existencia del diablo realizando una invocación en el sótano de su casa, para
lo cual marca un círculo con su propia sangre. Acordó con un amigo que aquél
que primero falleciera se le aparecería al otro como fantasma. Tras la temprana
muerte de su amigo a los 18 años, Babbage esperó ansioso toda una noche. Como
no apareció fantasma alguno, Babbage dedujo que no existían los espíritus.
Su
afán por experimentar lo condujo a situaciones de riesgo. De adulto se
introdujo unos minutos en un horno a 100 grados y sobrevivió a la experiencia.
Animado por ello, unos meses más tarde investigaría el interior del cráter del
Vesubio. Inventó un dispositivo que le permitiría caminar sobre el agua; no
debió de ser un éxito precisamente: estuvo a punto de morir ahogado.
Hombre
de manías, inició una campaña para deshacerse de los músicos callejeros que
proliferaban por Londres; especialmente los organilleros italianos, que lo
distraían con sus serenatas. Los músicos pronto respondieron, y se organizaban
en grupos muy numerosos, bajó la ventana de su despacho, tocando lo más alto
que podían. Era un acontecimiento en el Londres de la época, y la gente acudía
a ver el espectáculo. Cuando la policía acudía a la llamada de Babbage, los
músicos guardaban un silencio absoluto. También solían perseguirlo durante sus
paseos por las calles de la ciudad.
No
le faltaron reconocimientos. De 1828 a 1839 fue profesor de matemáticas en
Cambridge, ocupando la prestigiosa cátedra
Lucasiana, que había ocupado anteriormente Newton (y que después
ocupará Stephen Hawking y Michael Green en la actualidad). En 1816 fue nombrado miembro de la Royal Society, y
en 1820 de la Astronomical Society. Esta última le concedió la Medalla de Oro
en 1824. Más tarde, en1834, fue miembro de la Statistical Society.
En
1991 el bicentenario de su nacimiento fue conmemorado por el gobierno de Su
Majestad con una edición especial de sellos de correos. Un cráter en la Luna
lleva su nombre, y su cerebro se conserva en el Museo de la Ciencia de Londres.
Cuando
conduzca, acuda al oculista, utilice un ordenador, viaje en tren, ponga el aire
acondicionado, imprima o vea un faro recuerde este nombre: Charles Babbage.
Un
hombre extraordinario.
Antonio
Carrillo.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar