miércoles, 27 de abril de 2011

El mejor traductor, 3: la traducción literal Vs. la literaria.


Interpretación de "las manos" de Escher por Myriam Mahiques



Un traductor no se limita a trasladar un texto de un idioma a otro. Una palabra puede tener distintos significados, o pueden elegirse distintas palabras para expresar lo mismo; es el contexto y la intención que se le  intuye al autor lo que nos encauza hacia unas palabras y no otras.

Un programa informático de traducción, por avanzado que sea, siempre tendrá problemas para identificar el contexto, la intención, lo que se intuye; una base de datos nunca podrá abarcar la totalidad de lo que se quiere expresar, se aturullará con el humor, con los juegos de palabras, con la emoción. En su famoso ensayo "La nueva mente del emperador", el profesor Roger Penrose dejó establecido que la inteligencia artificial es una quimera irrealizable. Es algo con lo que yo estoy de acuerdo. Construir una máquina consciente y pensante implica entender y aprehender cómo funciona el órgano más complejo que jamás haya existido: el cerebro humano. Y eso es algo, por el momento, fuera de nuestro alcance. No se engañe: los neurólogos y los psiquiatras están abrumados por lo difícil que resulta su tarea. Por cada respuesta fiable que encuentran, les surgen diez preguntas nuevas.

El traductor, por tanto, debe atesorar un buen conocimiento de la cultura del texto de origen para así poder adentrarse en el metalenguaje, en las oscuras oquedades del significado. Por ello la traducción literal resulta empobrecedora: porque al santificar el significante se pierde toda la riqueza del significado. E incluso, desde el punto de vista meramente formal, las traducciones son erróneas. Un texto en castellano atestado de formas pasivas está gramaticalmente mal, por mucho que se haya trasladado la literalidad del texto francés. Hay una exigencia ineludible de adaptar el idioma de origen a las formas y reglas del idioma de destino, sin que se pierda la esencia creadora que inspira el texto original.

¿Que no es fácil? Por eso no existe una computadora capaz de hacerlo.

En ocasiones, el traductor se detiene en su trabajo y necesita que le venga la respuesta. Es una espera difícil de explicar; sabe que tiene la clave, pero necesita de un instante de inspiración para encontrarla. ¿Cómo podríamos programar en un software la intuición, la pausa? ¿Cómo podríamos insertar en lenguaje informático la necesidad de salir a la calle, de distraer el cerebro en cosas aparentemente inconexas con el trabajo de traducción, de aprovechar el bagaje de una vida no sólo profesional sino, por encima de todo, personal, para hacernos mejores traductores con los años?

Bertrand Russell decía que tenía la certeza de que una formulación matemática era correcta antes de hacer la comprobación ¿Cómo lo sabía? Por su belleza. Había una sensación de plenitud y de coherencia interna de la que se embebía la fórmula. Y esa certeza le llegaba al instante. Todos hemos sentido lo que Henri Bergson llamaba "aliento vital" o Abraham Maslow " instantes de flujo": una experiencia brevísima en la que el tiempo se detiene y se alcanza una sensación reconfortante de plenitud y paz. En la traducción sucede: ésa, y no otra, era la palabra, la frase que el texto requería. La he encontrado porque soy traductor, porque tengo como oficio el encontrar maneras de darle nueva vida a lo que ya está vivo.

Soy un buscador de tesoros maravillosos: de palabras.

Y, sin embargo, el traductor no crea la obra. El texto, literario, comercial, técnico o jurídico, sólo tiene un autor. Un traductor puede sentir la necesidad de "mejorar" el texto tal y como le llega. Pero, al igual que un corrector de estilo apenas afina la melodía de manera que sea formalmente correcta, un traductor intenta transponer las intenciones del autor de manera que sea comprensible para su propia cultura. Se convierte así en la voz del autor, cierto, pero no es el autor. Tiene el encargo de llegar a conocer las intenciones de quien creó la obra, desentrañar los riesgos que ha asumido, las sensaciones que asoman, la sutil descripción de un lugar o un personaje... pero hablamos de un universo simbólico ya creado.

La traducción literal es peligrosa. La traducción libremente literaria lo es también. Encontrar el justo medio, la medida de lo que el texto requiere, es una tarea que el buen traductor debe asumir como condición inexcusable.

Antonio Carrillo Tundidor

9 comentarios:

  1. Hola, soy Myriam Mahiques, agradezco que hayan puesto la referencia a la autoría de mi trabajo digital. Muy bueno el artículo de Antonio Tundidor. Justamente estas manos las hice para mostrar que uno puede recrear una obra pero no copiar, lo mismo sucede con las traducciones, creo que cada traductor pone algo de sí mismo. Si puedo, prefiero leer los libros en el idioma original, de lo contrario, busco buenas traducciones que no quiten la esencia del texto.
    Saludos,
    Myriam

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  2. Muchas gracias por este artículo. Me ha gustado mucho.
    Y qué me dices del sentido común? Cómo le van a hacer comprender a una máquina que no puede decir, pongamos por ejemplo, "Estoy Esfera", cuando le digo 'I'm Sphere' (como apodo, claro)?
    Menos mal que todavía hacemos falta los traductores de carne y hueso.
    Hay que encontrar el equilibrio entre la literalidad y la literatura, que por supuesto hace que esta profesión sea un reto y apasionante.

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  3. Jolín, me ha encantado leer esta entrada, incluso estando como estoy hoy de resaca, la definición de lo que significa traducir y el papel de la inspiración... Muchas gracias por compartir el talento que tienes para expresar las cosas

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  4. Muy lúcidas las reflexiones de Tundidor sobre las complejidades de nuestra tarea. Estoy traduciendo un libro semiautobiográfico que contiene párrafos bastante repetitivos, e incluso varias inconsistencias. La autora, que tiene confianza en mi profesionalismo, me ha dado licencia para mejorar el texto traducido según crea conveniente. Me pregunto entonces si al final me debo presentar como la editora/traductora de esta obra. ¿Alguien tiene alguna experiencia similar?

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    1. Estimad@ Anónim@:
      Muchísimas veces me he topado con quienes creen que cualquier ocurrencia (sin una sola relectura) puede ser un "texto literario". Lo peor es que imaginan que con sólo una "corrección de estilo" estará a la altura. Creen que el trabajo se reduce a cambiar los subrayaditos en rojo que hace la computadora ("ordenador" en su "traducción" del mexicano al español), y con el pretexto de "confiar en nuestro profesionalismo", se quieren ahorrar el trabajo y la paga. Cuando me uní al grupo de LinkedIn, para mí fue importante su nombre: "La dignidad del traductor"; ¡defendámosla! Ricardo Delgado R.

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  5. Qué maravillosa definición le has dado a nuestra profesión "buscadores de tesoros".

    Aquí en Brasil, hay un traductor que se llama Paulo Henriques Britto, con cuyos pensamientos me identifico, que afirma que, al traducir una obra literaria, debemos ser lo más fieles posibles, de forma que el lector que no sepa español, por ejemplo, pueda leer el Quijote y afirmar que ha leído Cervantes sin estar mintiendo.

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  6. Comparto plenamente lo expresado por Antonio. En el mundo de hoy, la traducción tiene una misión, que muchas veces es considerada no productiva, por establecer una comunicación media y censurada, pero representa, en verdad, un medio de intercambiar ideas entre un individuo y otro, es decir, la simple traducción metafrástica jamás podría dar cuenta de todos los aspectos de una lengua en cuestión.
    Por lo tanto, debemos considerar los avances tecnológicos y sacar provecho de todas las herramientas disponibles, pero no debemos prever la extinción de la profesión de traductor. Al considerar la complejidad envuelta en el proceso traductor, percibimos que aun cuando utilizando las herramientas más avanzadas es necesario tener sentido común, creatividad y sensibilidad, aspectos exclusivamente humanos y que hacen la diferencia. Es importante, entonces, que el profesional esté atento a las nuevas tecnologías disponibles y permanezca en constante investigación y actualización en su área de trabajo.
    Un abrazo desde Florianópolis.

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  7. Gracias Manuel, por esto de "buscar tesoros maravillosos", y por incluir en un mismo párrafo a Russell y a Maslow.
    Hay una anécdota de Poincaré que relata Arturo Rosenbleuth en su libro "El método científico", (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, Instituto Politécnico Nacional, S.E.P., México, D.F., 1971) donde se refiere a ese largo proceso de búsqueda de la solución a un problema y la eufórica exaltación que se experimenta al saber que se ha creado una solución.
    Por otro lado, ¡Uuuuffffff, tanto que comentar! Traductor: ¿científico, artista;”traduttore, traditore”… ?
    Si la fidelidad al original es la nuez del asunto (como dice Diana Margarita), ¿cuál será más importante: el significado, el sonido, el idioma fuente, el idioma objetivo (o meta)… ?
    Cuál prefieren ustedes (y ¿por qué?):
    1) ¡Canta, diosa la funesta cólera de Aquiles, hijo de Peleo, que causó innumerables sufrimientos a los aqueos y envió antes de tiempo al Hades a muchas almas de héroes fuertes cuyos cuerpos fueron presa de los perros y de todas las aves de rapiña!
    2) Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves…
    3) Canta, ¡oh musa!, la cólera…
    4) Sing, oh goddess, the anger of Achilles, son of Peleus, that brought countless ills upon the Achaeans.
    Por último, una lectura esencial: Decir casi lo mismo de Umberto Eco.
    ¡Salud!
    Ricardo Delgado R.

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  8. Muy bueno el artículo y las reflexiones. Esto completamente de acuerdo, el cerebro humano es un sistema tan sumamente complejo que es imposible recrearlo digitalmente (en primer lugar, porque seguimos sin entender cómo funciona).

    Aún me acuerdo de la primera vez que me puse a jugar con un software de traducción (uno de los primeros que salió, hará más de una década), y me tradujo "Hi, how are you? I'm fine" como "Hola. ¿Cómo eres? Yo soy la multa"...

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