Lo que sigue está tomado, casi en su totalidad, de la obra "Colapso" de Jarred Diamond, publicada por debolsillo. Les recomiendo encarecidamente su lectura.
Introducción
El 5 de abril de 1722 Jocob Roggeveen, un explorador holandés, descubrió por sorpresa una isla a 3.700 kilómetros de Chile, en el lugar más aislado del planeta. Estaba habitada por unos pocos miles de "pequeños, tímidos y pobres" polinesios, según escribe el famoso capitán Cook. Es una descripción típica de un europeo de la época.
Aunque sí parece probado que estos isleños subsistían en condiciones difíciles, aislados en un territorio seco e inhóspito. Sólo se veían hierbas y arbustos.
Sin embargo, la isla estaba poblada de colosales estatuas, prácticamente todas ellas derribadas en un ejercicio colectivo de violencia y caos. En algún momento la isla de Pascua acogió una cultura poderosa. ¿Qué sucedió? ¿Por qué quedaban únicamente los restos caídos de esa civilización? ¿Cómo pudieron trabajar, trasladar y erigir cientos de estatuas de toneladas de peso unas gentes que acudieron al encuentro de los europeos en paupérrimas canoas que les obligaban a achicar el agua de continuo? ¿Qué sucedió con la madera? Es curioso: en 1838 el capitán de un barco francés informa de que los habitantes de Pascua repetían ansiosamente una sola palabra: "miru"; era algo que deseaban por encima de cualquier otra cosa.
“Miru” significa "madera".
La isla de Pascua es el experimento sociológico más interesante que conocemos. Durante mil años, una población que constaba de unas decenas de miles de seres humanos creyó que la Tierra, el universo, consistía en su pequeña isla y tres diminutos islotes adyacentes. Pronto olvidaron de dónde habían venido. Sólo existía Pascua. Tuvieron que sobrevivir solos, sin contacto con otros grupos humanos. Llamaban a su isla Te pito o te henua; "el ombligo del mundo".
Desde un principio tuvieron a su disposición materiales y alimentos; pudieron elegir su ordenación social y política. Y este es el verdadero misterio de la isla de Pascua: ¿por qué destruyeron su hábitat hasta condenarse al hambre y la indigencia? ¿Por qué hubo guerra y canibalismo en las últimas fases? ¿Acaso Pascua es un símbolo de lo que nos espera?
En definitiva: ¿Pascua nos muestra nuestro futuro? ¿Somos tan miopes que sacrificamos nuestro futuro como especie por satisfacer intereses inmediatos y espurios? ¿O acaso los habitantes de Pascua estaban condenados a la desolación por causas ajenas a su voluntad? ¿No fue un acto de irresponsabilidad el que sufrieran un cataclismo medioambiental irreversible?
De cómo respondamos a esta pregunta depende, créanme, nuestro futuro. Es, posiblemente, la pregunta más importante que podemos hacernos.
Presten atención. Puede haber mucho en juego.
Los principios. Una isla que es el paraíso
Circa el año 800 de nuestra era, el ser humano llega a su último destino, en una peregrinación que había durado decenas de miles de años: la isla de Pascua, el lugar más aislado del mundo.
Fue una hazaña espectacular. Los navegantes llevaban consigo en sus barcas de cáñamo algunos animales domésticos, fundamentalmente gallinas, unas pocas semillas, ratas y grandes conocimientos en navegación y pesca.
Pascua debió de parecerles el paraíso. Su clima subtropical permitía la existencia de un bosque frondoso, compuesto por varias especies de árboles enormes, entre ellos la mayor palmera del mundo, endémica de Pascua, cuyo tronco superaba los 2 metros de diámetro. También había moreras de papel, palisandros oceánicos, manzanos malayos, acacias o toromiros. Los restos arqueológicos nos muestran que los primeros pobladores construyeron grandes barcos con los que podían pescar delfines. Contaban con árboles de hasta 30 metros de altura, como el toi.
En Pascua encontraron al menos seis especies de aves terrestres autóctonas, todas extintas, como garzas, calamores, loros o lechuzas. Pero más impresionante resulta su riqueza como lugar de refugio de aves marinas: albatros, pelícanos, golondrinas de mar, palomas, faisanes de agua... Pascua era el lugar de cría más importante del pacífico. Además había focas, peces, marsopas, marisco, tortugas marinas, erizos de mar... Los habitantes de Pascua vivían en la opulencia.
Había dos grupos humanos diferenciados, los "orejas grandes" y los "orejas pequeñas", que habían llegado en distintas oleadas. La isla se organizó como si de una tarta se tratara, con distintos territorios con una franja de mar que confluían en el centro. Esto posibilitó el intercambio, puesto que si un clan tenía la mejor madera en su terreno, otro tenía las mejores canteras de toba volcánica, y el siguiente las mejores playas desde las que hacerse a la mar. Mientras hubo riqueza, hubo paz y concordia. El trueque era una forma de vida. Y había un único jefe religioso que los integraba a todos.
Esta situación se mantuvo durante unos siglos, en los que los jefes tribales asentaron la costumbre de fabricarse fabulosas tumbas, en forma de plataformas suntuosas (ahu) y grandes estatuas (moáis) que mirasen al lugar de enterramiento (prácticamente siempre tierra adentro, y no como lo están ahora). Las estatuas son el símbolo de Pascua, pero los ahu sobre los que se asientan son, probablemente, su obra de ingeniería más sobresaliente. Tenían una longitud de hasta 200 metros, y podían pesar hasta 9.000 toneladas. También merecen una mención especial los enormes corrales de piedra en los que guardaban uno de sus más preciados tesoros: los pollos que les habían acompañado en la travesía incial.
Pero, entonces, sobrevino el desastre. El ritmo de tala de árboles se mantuvo constante: hacía falta madera para hacer fuego, trasladar y erigir las estatuas o fabricar barcos. Sin embargo, la tierra comenzó a dar síntomas de agotamiento. Los árboles no se reponían con brotes nuevos, y lentamente la isla perdió su riqueza natural.
Los jefes, preocupados, tomaron una decisión fatal: hacer más y mayores estatuas. Rogaron a los dioses ayuda.
El caos. Se derriban las estatuas.
En efecto, los mayores moáis de Pascua pertenecen a la última época. De hecho, en la cantera Rano Raraku se conserva sin terminar el más grande de todos, una estatua colosal de 21 metros de altura: un edificio de 5 plantas.
La isla perdía masa forestal a un ritmo imparable, y el suelo se empobrecía. Sin las raíces de los árboles ni la protección de sus troncos ante el fuerte viento y la lluvia, el humus perdió riqueza y se hizo inviable una flora que respondiera a las necesidades de la comunidad humana. De hecho, cuando llegaron los europeos, no había ni un solo árbol que midiera más de tres metros. Todo era matorrales y hierba rala. Ya no se pudo practicar una pesca de altura, no había madera de árbol para alimentar el fuego. Era una catástrofe de dimensiones colosales.
Los jefes querían más, e incluso es posible que propusieran acrecentar el ritmo de fabricación de moáis con la intención de aplacar a los dioses y frenar el empobrecimiento de Pascua. Pero, finalmente, la población, que ya sufría los estragos del hambre y la miseria, inició una revolución violenta.
El mayor testimonio de la revuelta lo tenemos en los moáis rotos o tumbados que encontramos por doquier en Pascua. Cuando llegaron los europeos no había ni una sola estatua en pie. Algunas habían sido destrozadas, incluso en la propia cantera. La totalidad de los ahu habían sido destrozados. Los que se pueden ver hoy en día son reconstrucciones recientes.
La violencia se extiende. Hay rastros de canibalismo, y de luchas terribles entre clanes. Los habitantes de Pascua ven como su mundo, antaño rico, se derrumba entre el fango y la pobreza.
Pascua está herida de muerte, y nunca se recuperará. No hay aves, ni árboles, ni barcas con las que pescar. Sólo quedan tres fuentes de proteínas: pollos, ratas y seres humanos. Los habitantes se refugian en cuevas, más fáciles de defender. La población mengua considerablemente. Es el fin.
La llegada de los europeos no supuso una buena noticia; más bien lo contrario. Los habitantes de la isla contrajeron múltiples enfermedades para las que su sistema inmunológico no estaba preparado. Seis de cada siete habitantes murieron. Además, llegaron barcos de esclavistas, dispuestos a hacer negocio con esos "salvajes". El 90% de la población muere o es esclavizada. La “civilización europea” deja su huella.
Sólo en tiempos recientes hay un intento por recuperar las tradiciones y la identidad de lo que antaño fue un pueblo orgulloso y próspero. Pero sigue pendiente la pregunta: ¿cómo pudieron acabar con su hábitat, en lo que fue un suicidio inexplicable? ¿Cuál es la clave del secreto de Pascua?
Causas. Respuesta al misterio
En realidad no hay una, sino varias, aunque nos centraremos en una respuesta fascinante, que se conoce desde tiempos muy recientes; desde que disponemos de satélites.
Los factores que hacen que una isla sufra los efectos de la deforestación son varios:
· La ausencia de lluvias. En Pascua llueve, pero mucho menos que en otras islas situadas más cerca del ecuador. Pocas islas del pacífico sur se encuentran tan al sur.
· La temperatura. Cuanto más lejos se encuentra del ecuador, más fríos son los inviernos.
· Las islas con actividad volcánica antigua tiene menos nutrientes que las islas con actividad reciente.
· Las islas con poca altitud generan menos nubes, y son más propensas a que se aproveche todo el terreno para el cultivo. Pascua es una isla excepcionalmente baja.
· Las islas más remotas hacen imposible el comercio con otros clanes o los afanes de conquista de otros territorios. No hay alternativa al cultivo, la pesca o la tala de árboles. Toda energía humana que nace en Pascua se concentra en la propia isla, que acaba agotada.
· Lógicamente, las islas pequeñas se deforestan antes que las grandes.
Pues bien. Pascua es una isla que se encuentra a bastante distancia de la línea del ecuador; llueve menos que en otras islas y hace más frío. No tiene actividad volcánica desde hace 600.000 años y no tiene grandes cumbres. Finalmente, es la isla más remota y una de las más pequeñas. Cumple con creces todos los requisitos para sufrir el fenómeno de la deforestación.
Y, sin embargo, falta algo ¿No es cierto? Los lectores habituales de este blog se esperaban una respuesta algo más sorprendente, un detalle inesperado que haga de la deforestación de Pascua un fenómeno inevitable y, lo que es más importante, impredecible para sus habitantes.
Pues bien: a este fenómeno se le denomina "linea andesítica del Pacífico". Y su existencia es un hecho sorprendente; la auténtica respuesta al misterio de Pascua.
La línea andesítica es una línea que separa la parte más profunda del Pacífico de las áreas continentales más superficiales. Todos los territorios situados a la izquierda de esa línea reciben grandes cantidades de nubes de polvo volcánico que alimentan y nutren la tierra. Los territorios situados a la derecha, sin embargo, sólo reciben polvo procedente de las estepas del Asia central, en masas que se sitúan en las capas más altas de la atmósfera.
Pascua, que se encuentra a la derecha de la línea andesítica, tiene además el inconveniente de encontrarse muy alejada al sur de la influencia asiática. Pascua no recibe lluvias de polvo fertilizante. Es una isla cuyo ecosistema resulta extremadamente frágil.
¿Cómo podían saberlo los navegantes polinesios? Cuando atravesaron la línea andesítica, y se dirigieron al sureste, estaban adentrándose en territorios nuevos, en los que no se cumplían las normas de crecimiento y reforestación a las que estaban acostumbrados. Los árboles no crecían al ritmo esperado, y la desertificación fue inevitable. Además, los vientos alisios, que convergen en el oeste (Australia y Polinesia), y crean un frente de bajas presiones (lluvias), al retornar hacia el este descienden justo sobre la zona de Pascua, creando un ambiente de altas presiones, fresco y seco. Algo parecido a lo que sucede con las Azores, y su famoso anticiclón.
Por último, la acción de tala intensiva coincidió con un episodio extraordinario: la "pequeña edad de hielo", del que hemos hablado en una entrada anterior ¿Cómo pudo afectar al ecosistema de Pascua? ¿Se acrecentaron los fenómenos climáticos como "el niño"? Es difícil de saber. Pero son demasiados factores, muchos frentes abiertos contra una biosfera que poco podía hacer para protegerse. Pascua no estaba "diseñada" para el hombre. Quizá por ello estaba tan lejos. Debimos de haberla dejado en paz.
Ahora todo se ha perdido. Lo que queda en Pascua son apenas 3.000 habitantes, 6.000 visitantes al año y cientos de estatuas, la mayoría caídas, en un paraje desolador y yermo.
Aunque ¿saben? si tuviera que elegir la fotografía más triste de Pascua sería esta:
|
Sacada de jec.cl |
El Banco Santander inauguró la única sucursal bancaria privada de la isla. Un lugareño, vestido para la ocasión, se dispone a utilizar un flamante cajero automático.
En Pascua, que estaba en el lugar equivocado para recibir al humano, ya no hay palmeras gigantes, ni lechuzas, ni focas.
Pero hay hipotecas, tipos de interés y seguros de hogar.
Supongo que ha salido ganando.
¿O no?
Antonio Carrillo