jueves, 5 de julio de 2018

El infame Acueducto de Segovia

Fue en la época de Trajano que los ingenieros romanos de Segovia, ciudad perteneciente a la provincia Tarraconense y al Convento jurídico de Cluniensis, decidieron trasladar las límpidas aguas del manantial de la Fuenfría, sito en la lejana sierra de Guadarrama, al centro mismo de la ciudad, por medio de una canalización de 17 kilómetros.

En el centro de la ciudad salva una profunda depresión con una maravillosa arquería que alcanza una altura máxima de 28 metros y que se muestra liviana y elegante engalanada con sus 167 arcos.

Es, junto con el teatro romano de Mérida, la mejor muestra de la arquitectura romana que perdura al paso de los milenios en España.

Lo que ven son sillares de granito, sin nada de argamasa que los sujeten entre sí. Sólo la piedra y su peso sostienen esta magnífica obra. Si se ha conservado es porque está muy bien hecha y, además, ha seguido trayendo el agua de la sierra durante milenios.

Hoy es noticia en internet una iniciativa ciudadana que pretende derrumbar este monumento ¿Por qué? Porque representa un símbolo de la opresión de los romanos.

Esto me recuerda la maravillosa escena de la Vida de Bryan


Estoy perplejo por la estulticia que impera por doquier. Es como si la civilización misma, basada en unos valores humanísticos inexcusables, estuviese en peligro por la intervención de unos pocos iluminados que vociferan porquerías como llamar "carne humana" a los inmigrantes ilegales. Otros prohombres actúan separando a padres e hijos en la frontera.

En Italia se quiere hacer un censo de los gitanos.

Y no pasa nada. Derrumbemos el acueducto de Segovia. Señalemos a los gitanos, homosexuales, rojos o negros. Pongámosles una marca. Procuremos salvaguardar la pureza de nuestra inmaculada civilización.

Ellos o nosotros. Aunque a veces no esté del todo claro quienes somos "nosotros". Porque somos el resultado de una mezcolanza de milenios.

Ellos o nosotros. Nosotros y ellos. Iguales. Habrá que elegir, tomar partido. Decir basta.

Beber del dulce agua de la sierra. Y compartirla.



Antonio Carrillo

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