La escucha cuenta con enemigos poderosos. Pero podemos aportar unos cuantos consejos que nos ayuden
a ejercitarla; recomendaciones que nos conviertan en escuchadores activos. Muchos serán consejos de Perogrullo.
1. Es importante atender y
recordar lo que se nos dice, porque de lo contrario nos enfrascamos en un diálogo de sordos (o
de besugos). Es un consejo muy básico, cierto, pero importante. Por infrecuente.
3. En general, conviene
discernir lo que es importante de lo que es accesorio en el mensaje. Es
frecuente perderse en las anécdotas y descuidar el fundamento del mensaje;
confundir, en definitiva, la forma con el fondo.
7. Una de las condiciones más
importantes – y difíciles – para la escucha eficaz es la facultad de atender al
emisor sin que nos distraigan otros estímulos externos. Es conveniente preparase
para la conversación, asegurándonos de que vamos a poder centrarnos en ella sin
que las constantes interrupciones corten el hilo de la conversación. Cuando me
comunico, dedico todo mi esfuerzo a la única tarea de escuchar y comprender a
la otra persona. Todo lo demás, por un momento, queda fuera de mi atención. No sólo apague el móvil en el cine; si un amigo le cuenta un problema, desconéctese del mundo por un rato.
9. La atención es selectiva, lo
venimos diciendo desde el principio, y esto puede ayudarnos a educar la
escucha. A menudo, las transacciones son monólogos encubiertos en los que
cada uno dice y contesta lo que le interesa, sin tomar en consideración lo que
nos han dicho. Podemos, sin embargo, educar la escucha propia y ajena si cuidamos lo que decimos porque tenemos la intención de
interesar al otro, de atraer su atención. Podemos hacer un esfuerzo por pensar lo que
vamos a decir, hablar estrictamente lo necesario, tener en cuenta a la persona a la que va
destinado nuestro mensaje y – esto es básico – debemos procurar no personalizar
en nosotros, e introducir menciones al otro, de manera que le resulte más
interesante lo que decimos. También es interesante hacer entretenido nuestro
mensaje, sin que ello vaya en menoscabo de su rigor y precisión.
10. A menudo los mensajes nos
llegan con una fuerte carga afectiva, que pueden distraernos. Una persona
enfadada, o triste, condiciona nuestra escucha porque nuestra parte emocional responde
antes que la racional. Para evitarlo, deténgase un brevísimo instante antes de
responder. Es usted quien decide el curso de la conversación. Si responde a la agresividad con agresividad, o con miedo, la transacción será inútil. Insista en su adulto, y llame al adulto de su interlocutor. El
Niño y el Padre que hay en nosotros no sabe escuchar.
11. En la escucha es importante
cuidar las formas, sobre todo si son contradictorias con las intenciones. Es
muy común fingir una atención mayor de la que realmente se siente, lo que se traduce en una marea de
mensajes no verbales que retratan nuestro engaño. A menudo
pretendemos resultar agradables, simpáticos; pero en realidad nos importa un ápice lo que se nos dice. La escucha es una actitud de profundo y sincero
respeto e interés. Sea siempre cortés, pero sincero con usted mismo y con los demás. La falsa adulación lleva el ropaje del desprecio.
12. Puede intentar “hacer de espejo”
de lo que siente y transmite "el otro". Póngase en su lugar y ejercite ese milagro que llamamos empatía. Sin que se dé cuenta, incluso adoptará los mismos gestos. Su interlocutor se sentirá com-prendido.
Y, si acaso, un último consejo. El más extraño acaso: aprenda a hablar solo. El soliloquio es una forma elaborada de
escucha, en la que quien habla y escucha es una misma persona. “Quien habla
solo espera hablar a Dios un día”, decía Machado. Sea paciente y amable; con los demás,
cierto.
Pero también con usted mismo.
Practique con la lectura; no en una pantalla digital que lo distraiga con mails, búsquedas o juegos. La lectura silenciosa es una forma sutil de escucha que descubrieron los griegos.
Y goce de la suerte que tenemos de seguir despiertos a la vida. A los demás.
Antonio Carrillo