A través de la escucha, aprendemos.
El cantautor
argentino Alberto Cortez lo explica:
«Que
suerte he tenido de nacer
para
callar cuando habla el que más sabe.
Aprender a
escuchar, esa es la clave,
si se
tienen intenciones de saber.»
Además, la escucha es una herramienta con la que doy a
entender a la otra persona que tiene algo interesante que decir, se respeta con silencio su opinión.
Las expectativas que jefes o profesores tienen con un alumno o
subordinado condicionan el rendimiento de éstos, y por ello resulta útil, beneficioso el hábito de escuchar a la persona, de cuidar por la autoestima ajena.
Hace muchos años se realizó un curioso experimento en los EEUU; por medio de test se midió el cociente de inteligencia de una clase, y se dividió en dos grupos: los del cociente más alto y los del más bajo. Sin embargo, el experimento realmente consistió en dar la información a los profesores justo al revés: los más listos tenían en realidad un cociente menor, y viceversa. Se pidió a los profesores que no tuviesen en cuenta el dato, que lo olvidasen. Sin embargo, al cabo de cinco años se repitieron los test. Los niños con un cociente menor habían subido, y los que dieron un cociente alto en el primer test habían descendido en su rendimiento.
Insisto: las expectativas que ponemos en hijos, amigos o empleados condicionan - aun sin saberlo - su rendimiento. Por eso la escucha es, fundamentalmente, el alimento de la dignidad del otro.
La escucha es el método más eficaz para conocer la raíz
de los problemas; pero no sólo se debe bucear en la palabra. A menudo, la respuesta se oculta en los silencios. Muy especialmente con los niños.
Es una lástima que a los niños se les escuche poco, y que apenas se aliente la conversación con-sentida.
Ante las dificultades, las personas que deben tomar decisiones muestran su habilidad social y su inteligencia emocional si consultan y prestan atención a lo que dicen las personas involucradas. Los médicos deben escuchar a las enfermeras y los arquitectos a los oficiales de obra. Todos debemos escucharnos, unos a otros, porque nadie está en posesión de toda la verdad ni de un saber absoluto.
Los necios tan sólo se escuchan a sí mismos.
Aún hay más, si me lo permiten. Ante el castigo o el reproche, la escucha atenta y previa es un antídoto contra el prejuicio. Además, si la persona concernida se sabe escuchada, estará más dispuesta a aceptar el castigo.
He descubierto, con los años, un fenómeno asombroso: la escucha fomenta
la autoestima propia de quien escucha. El escuchante domina el manejo de una
herramienta extraña a un mundo de habladores, y así realiza un descubrimiento fascinante: los demás acuden prestos a
quien sabe escuchar. No a quien gusta de dar consejos ni resolver problemas.
Son muy atractivas las personas educadas en el arte de la
escucha.
Esto trae a mi memoria un consejo de un sabio; el remedio infalible para encontrar el amor: "si quieres ser amado, ama"
Esto trae a mi memoria un consejo de un sabio; el remedio infalible para encontrar el amor: "si quieres ser amado, ama"
Finalmente, con la escucha atenta obligo
al otro a que me escuche una vez haya acabado de hablar. Si yo lo he escuchado,
se sentirá más dispuesto a guardar silencio y a atender lo que yo tenga
que decir.
Si escucho, seré escuchado.
Antonio Carrillo
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