Conducía
por Alcalá de Henares con la radio puesta cuando el locutor declaró que hoy, 19
de abril de 2021, era un día histórico.
¡No
me lo podía creer! ¡En horario vespertino una radio se hace eco de la fabulosa
noticia que me tenía emocionado desde por la mañana! Para que luego digan que
la gente no se interesa por los asuntos realmente importantes.
Enseguida
comenzó a desgranar la noticia; resulta que los clubs de fútbol más ricos de
Europa se han unido para crear una superliga europea, y así ganar más dinero.
Esa
era la noticia.
La
noticia no era lo que está sucediendo con Rusia, con un aumento de la
temperatura geopolítica muy preocupante, como también alarmante es la carrera
armamentística que se ha iniciado en el lejano este, con una China cada vez más
expansionista.
Podría
haber sido la entrevista a un famoso cantante desnortado, en la que niega la
importancia y la conveniencia de las vacunas. En estos días, en los que la
gente se muestra preocupada por la vacunación contra el Covid-19, conviene
recordar que las vacunas nos han hecho olvidar en el primer mundo enfermedades
tan espantosas como la viruela, el cólera, la rabia, las paperas o el
sarampión. Las vacunas nos protegen contra una de las muertes más espantosas:
la muerte por tétanos.
Y
este cantante millonario debería pensar lo que dice, porque en este mismo
momento, cada 20 segundos, muere un niño en el mundo por una enfermedad que
podría haber evitado una simple vacuna. Pero claro, es fácil decir idioteces en
un hotel de lujo y con un sistema sanitario del primer mundo a tu disposición.
Pero,
¿acaso no tiene el derecho este personaje a decir lo que quiera? Por supuesto.
Pero el mismo derecho tengo yo a calificar con dureza sus tonterías. Los
terraplanistas, los creacionistas o los negacionistas tienen todo el derecho a defender
sus teorías, aunque no tengan el más mínimo fundamento científico y vayan
contra el sentido común. Pero los medios de comunicación deberían manejar con
tino la difusión de tales disparates, porque podrían calar en una población más
atenta al fútbol que a la geopolítica, la historia o el análisis sosegado de la
realidad.
Y no
digamos nada de la ciencia.
Si
me subo a un taburete en la cocina tengo una visión más amplia de las cosas;
podría adivinar de un mero vistazo que la creación de una liga de fútbol puede
no afectarnos tanto como las tensiones entre potencias nucleares. No hace falta
ser muy listo para darse cuenta porque, y esto es significativo, la historia
nos enseña que nunca se ha dado una carrera armamentística que no haya acabado
en conflicto y muerte. Las armas no se acumulan, se usan.
Desde
mucho más alto, en lo alto de una montaña, todo se relativiza. Las pandemias
vienen y van. El Covid no es la primera ni será la última gran plaga que asole
el planeta. En realidad puede que hayamos tenido suerte; podría haber sido una
gripe de origen aviar o porcino. Los muertos podrían haberse contado por
cientos de millones. Es posible – y deseable – que este espanto que estamos
viviendo sirva al menos para concienciarnos sobre la importancia del sistema
público de salud, sobre el contacto insistente con animales que viven en
hábitats casi desconocidos para el humano o sobre el uso indiscriminado de los
antibióticos en los animales de granja.
Puedo
imaginarme desde mucho más arriba; en la Estación Internacional, con todo el
planeta bajo mis pies. Desde esta altura no tenemos una perspectiva de siglos o
milenios. Nuestra mirada abarca fenómenos geológicos y biológicos que se
manifiestan en millones de años ¡Qué pequeño se ha quedado el empeño del Real
Madrid o el Manchester United de crear una liga europea y hacerse más ricos! Es
una perspectiva en la que cuesta focalizar los detalles. La humanidad ¿hacia
dónde evoluciona? No está claro. Africa choca contra el occidente europeo y
forman un solo continente. El clima sufre variaciones impredecibles ¿Qué
efectos tendrá el cambio climático? Puede resultar catastrófico. Surgen nuevas
especies y se extinguen otras. La actividad humana lo acelera todo. Grecia y
sus tesoros se sumerge en el mar, para luego reaparecer cuando el Mediterraneo
se deseca. Nada es eterno. Nada dura para siempre.
¿Pueden
distinguirme ahora? Estoy aquí, agitando la mano, en la superficie de un cuerpo
helado que transita por la nube de Oort, a miles de millones de kilómetros. No
distingo el Sol del resto de las estrellas, aunque su levísimo empuje
gravitatorio evita que abandone el Sistema Solar. Miro la Tierra desde un
telescopio: apenas un punto azul borroso. El universo me acoge por entero. Me
empequeñece pero a la vez me hace tomar conciencia de la futilidad de lo
inmediato. Spinoza llamaba a esta visión “sub specie aeternitatis”. Bajo
la perspectiva de lo eterno.
El
planeta Tierra está condenado sin remedio, porque la estrella que le aporta
calor y luz tiene combustible para brillar otros 5.000 millones de años. Después
se apagará. Cuando una estrella muere (y todas mueren) todo acaba a su
alrededor. Esto es inevitable.
El
universo entero tiene fecha de caducidad; se expande cada vez más deprisa y se
enfría. Nada es tan cruel e inexorable como la entropía, la segunda ley de la
termodinámica. Sin embargo, la humanidad tiene una oportunidad: podría
sobrevivir durante cientos de miles de millones de años. Pero para ello debe
hacer aquello para lo que está realmente diseñada: debe adaptarse, asumir
riesgos y explorar. Debe colonizar las estrellas. Todo paso en esta dirección,
por pequeño que sea, es un hito en esta aventura definitiva, la que marcará la
frontera entre la vida y la muerte.
Hoy,
19 de abril de 2021, por primera vez, un ingenio humano ha alzado el vuelo en
un planeta que no es la Tierra. Ha sido un vuelo poco espectacular; ha
ascendido tres metros y en unos segundos ha vuelto a aterrizar a salvo. De esto
hace más de 17 horas, pero muchos estamos todavía esperando con ansiedad las
imágenes de video grabadas con buena definición. Se hace tarde, las veré
mañana. Pero al menos hoy he podido ver fotografías tomadas desde el vehículo
que lo acompaña, escenas en las que se distingue su pequeña figura alzando
brevemente el vuelo sobre la superficie de Marte.
Señor
locutor: hoy sí es un día histórico. La humanidad ha sido capaz de alzar el
vuelo sobre otro planeta. Eso nos acerca un poquito a la supervivencia. Puede
que le sorprenda, pero lo que pase con el Inter de Milán o el Bayern de Múnich
es una solemne tontería en comparación. Tan solo hace falta mirar desde más
alto para darse cuenta.
Le
invito a mirar desde esta roca congelada y sin atmósfera, en los confines del
Sistema Solar. El vuelo de hoy nos ha acercado un poco más a navegar por el
universo. Eso sí importa.
Véngase
conmigo. Asómese a la eternidad. Sólo hace falta imaginación.
Y vencer
al vértigo, claro.
Antonio Carrillo
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