Dedicado a mi padre.
A lo largo del mundo hay aulas techadas o descubiertas,
ágrafas o en las que reina la palabra escrita, humildes o aristocráticas. Basta
una hoguera en la que se relatan mitos o un padre enseñando los rudimentos de
un oficio. Es de enseñanza de lo que hablo. De aprender.
Hay más escuelas que cuarteles, más estudiantes que soldados. En
este cuerpo rocoso, que deambula alrededor de una estrella, millones de mentes
se descubren al milagro de la lectura, y voces mil años muertas renacen con una
intensidad inaudita. La inmortalidad encuentra refugio en los estantes de
cualquier biblioteca. Un niño que aprende a leer adquiere, así, el más
fascinante de los dones.
En las aulas se acumulan, con el tiempo, invisibles pedazos del
alma desgastada, porque tanta energía tiene un coste. No sólo el alumno
trabaja; los maestros se esmeran en moldear unas mentes
inquietas e intensamente receptivas. Pocos oficios se me ocurren más
importantes y difíciles. Los profesores, escultores de la imaginación, deben
sembrar la semilla de la curiosidad.
Y, por desgracia, jamás verán sus frutos, ni serán reconocidos por
ello. Año tras año decenas de alumnos pasan por una misma aula, y son
sustituidos por otros, y luego por otros tantos. No se puede guardar recuerdo
de todos ¿O sí? El profesor envejece en su atril remozado; y acaba siendo
olvidado.
Teognis de Mégara, un poeta poco conocido de hace 2.500 años, lo
dejó dicho, con un profundo poso de melancolía en sus palabras:
"Te
he dado alas con las que puedas volar sobre tierras y mares. En todas las
fiestas y banquetes te verás en la boca de la gente. Encantadores jóvenes
cantarán tu nombre a la música de las flautas. Y aún después de tu descenso al
Hades seguirás caminando por Hellas y las islas y atravesarás el mar para ser
cantado por los hombres futuros en tanto que permanezcan la tierra y el sol.
Yo
no valdré ya nada para ti y, como un niño, me engañarás con palabras".
Mañana mi hijo pequeño va disfrazado al colegio del señor
"P", la primera consonante que ha aprendido. Su madre le ha cosido un
gorro de panadero y yo le he pegado unos panecillos en una bandeja.
Sé que llegará un día en el cual mi hijo, siendo adolescente, renegará del
padre y de mucho de lo que le he enseñado. Se abandona al padre porque ya no somos
capaces de seguirlos por la senda de la vida. Tengo otro hijo que acaba de
cumplir los 14, y asumo resignado que así debe ser. Con el tiempo volverán a mí de nuevo, como yo he vuelto a mi propio padre antes de que sea demasiado tarde. Sólo
esperó que tengan suerte. Que sean humildes y aprendan a escuchar. Que se hagan
hombres buenos.
Pero hoy es tiempo de ser niño y, además de otras muchas otras cosas que
sucederán en este mundo convulso, quiero que sepan que mi hijo, todavía inocente, ha aprendido que con
la "p" y la "a" se puede formar una palabra sencilla y,
para él, maravillosa. La que conjura al héroe de su todavía corta vida:
"Papá".
Antonio Carrillo.
¡qué niño más rico! y me ha gustado mucho el texto sobre la enseñanza
ResponderEliminarYesterday was my father's birthday so this post meant a lot to me. Gracias. One of my nephews wanted to be a baker when he was younger but he's now 14 - so, more into eating than into baking/cooking :-)
ResponderEliminarSorry about writing in English but I feel like a 8 year old writing in Spanish - not necessarily a bad thing but a bit 'limitative'. Yet I do admire the fact that you write your blog in Spanish and not in English.
Una vez más, gracias por todo. Parabéns e felicidades (a bit of Portuguese to complete the language mix ;-)
¡Hermosas reflexiones! Muchas gracias por compartirlas.
ResponderEliminarPara mi hija ya hace mucho que dejé de ser la heroína más maravillosa del mundo, la que todo lo podía y a todo ponía remedio e incluso hace tiempo que superó la fase del monosílabo y de renegar de tener padres "que no se enteran de nada". Al salir ella de la "asnolescencia" pudimos construir una relación hermosa y entrañable (en el sentido más primario del término), desde el respeto -sigo siendo su madre y ella mi hija -- y con una complicidad intelectual muy fuerte.
ResponderEliminarDe todo lo bueno (y menos bueno) que he hecho en mi vida, de todas las enseñanzas que he impartido el haber contribuido a que una niña aprendiera (no sólo física, sino también emocional y socialmente) a caminar y a construir su destino y se creciera como una mujer hermosa (¡amor de madre!), luchadora, consciente y partícipe del tiempo en el que le toca vivir, amante de la risa y de la vida es lo más bello que he logrado.
Y eso no quita que me siga emocionando al recordar sus primeras etapas de aprendizaje, esas cuando cada habilidad aprendida es un nuevo mundo que se abre.
Hago mías las palabras de Isabelle, cuánto miedo al dejarla volar sola y, al mismo tiempo, que orgullo al verla independizarse y seguir el buen camino.
ResponderEliminarFelicitaciones Antonio, tienes el don de la palabra !!