sábado, 23 de noviembre de 2013

Huelga de la basura en Madrid, 2ª parte.

Este artículo está dedicado a un valiente: a mi sobrino Guillermo Fernández Carrillo, de 6 años, al que acaban de operar de urgencia de apendicitis.

En un hospital público


En contra

Mi adversario de seguro defenderá el derecho a la huelga como una conquista fundamental de los trabajadores. Alzará su voz con la firme convicción de apoyar una causa justa, legítima y necesaria.

Mi adversario, me atrevo a pronosticarlo, reflejará la ira de muchos, el malestar de tantos que se sienten mancillados por una crisis cruel y despiadada. Frente a la fría conveniencia del poder empresarial o político, mi oponente abrazará la causa de un pueblo cansado de esperar una respuesta honesta y viable que alivie su ya larga desesperanza. Les encumbrará en un fragor de argumentos pasionales, de despecho y hartazgo. Lo tendrá fácil.

Y, sin embargo, se equivocará al hacerlo.

Porque no es de huelga de lo que hablamos. Hablamos de otra cosa. Hablamos de cientos de contenedores quemados, de coacciones, de daños en vehículos y viviendas; hablamos de una ciudad de cuatro millones de habitantes en cuyas calles se acumulaban toneladas de basura y comenzaba a percibirse el insoportable hedor de lo podrido.

Hablamos, pues, de salud pública y de servicios mínimos.

El Tribunal Constitucional afirma taxativo que "servicios como agua, iluminación, recogida de basuras o extinción de incendios tienen influencia directa en la seguridad y la salud de la población y, por ello, deben ser considerados como esenciales a efectos de lo dispuesto en el artículo 28.2 de la Constitución". Siempre que asistimos a una colisión de derechos debemos establecer cuál prevalece. Y en este caso la respuesta parece evidente.

Prevalece la salud de la ciudadanía.

Los bomberos pueden ponerse en huelga, cierto, pero ello no implica que un ciudadano corra el riesgo de morir abrasado víctima de un incendio. El colectivo médico puede ejercer su derecho a la huelga, lo cual afectará a las intervenciones quirúrgicas no esenciales; pero un ataque agudo de apendicitis precisa, exige, de una respuesta inmediata y de una asistencia adecuada ¿Acaso alguien discutiría este argumento? Los servicios mínimos, cuando afectan a servicios esenciales, como la limpieza, deben ser respetados escrupulosamente. Durante una huelga de recogida de basura la ciudad estará más sucia de lo normal, es algo obvio y posiblemente incómodo; pero no es admisible que prolifere la podredumbre ni el olor a descomposición por las calles. Tampoco el riesgo cierto de que aparezcan las asquerosas ratas, o que un niño resulte herido por jugar en un estercolero en vez de un parque infantil. Lo que digo es de sentido común.

Hay un límite; y en este caso se ha traspasado.


El primer día de huelga el centro turístico de Madrid amaneció sembrado de cartones, plásticos y todo tipo de basura que los turistas intentaban sortear. Durante la noche grupos de exaltados habían volcado contenedores y papeleras. Parecía que lleváramos una semana de huelga. Pronto supimos que hubo dificultades para cumplir los servicios mínimos establecidos, y en los días sucesivos los trabajadores que realizaban esta tarea debían ir escoltados por la policía municipal y nacional. A pesar de todo, no se pudo evitar la coacción ni el vandalismo.

El ayuntamiento ha cifrado en medio millón de euros el coste de esta huelga salvaje. Un dinero que es de todos, como de todos es el mobiliario urbano quemado.

La policía tiene que proteger a empleados que cumplen lo que estipula la ley y limpian cerca de hospitales, colegios o mercados en los que se manipulan alimentos ¿les parece sensato llegar a estos extremos? A pesar de todo, y tras una semana de huelga, la capital nos deja imágenes denigrantes. Llegamos al límite de lo soportable. ¿Por qué?


Buena culpa la tienen los denominados "piquetes informativos"; un grupo de trabajadores que a menudo ejercen coacción, amenazas o violencia contra otros compañeros (o ciudadanos, en el caso de huelgas generales) que, por la razón que estimen conveniente, deciden en libertad no secundar la huelga. El ejercicio de la violencia "justificada" no es inusual: hoy mismo un grupo de demócratas antifascistas han asaltado la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, acometiendo con bates de béisbol contra el local que ocupa una asociación de estudiantes de ideología conservadora. Su valiente lucha antifascista ha dejado el saldo de cinco heridos y una persona atendida en el hospital.

En este caso, y a pesar de que mi ideología progresista, yo me siento entre los agredidos.

No puedo sumarme a tanto disparate. Francamente, no lo entiendo. ¿Qué tiene que ver la democracia, mi (nuestra) democracia, con la imposición y la desobediencia civil? La Ley nos protege de la arbitrariedad y del capricho de unos pocos que quieren imponer su criterio a base de fuerza y opresión. El fascismo es la certeza de tener la razón, y el ejercicio de imponer cualquier criterio con la convicción que genera el odio "al otro". Fascistas son quienes no consienten la disidencia ni respetan la divergencia.

Los poderes públicos, representados en este caso por la nefasta alcaldesa de Madrid, tienen el deber de protegernos de cualquier expresión de violencia. Y es violencia que la comida se pudra tirada en la calle. Con cuatro millones de habitantes nuestra tribu necesita normas de convivencia asumidas y respetadas por una mayoría, y nadie puede sentirse legitimado para obviar el cumplimiento de la ley. No es posible si queremos convivir en paz y armonía gentes de tan distinto pelaje. Un mínimo es lo que pido, aplicar el sentido común y no atentar contra la dignidad de nuestros vecinos.

Porque, en definitiva, de eso se trata. De unos pocos que ponen en riesgo la salud de muchos impunemente. De unos pocos que ven en la masa un objeto propicio para ejercer presión.

De unos pocos.

A favor



¡Qué fácil resulta construir argumentos sobre los firmes cimientos de la prudencia, del respeto a la Ley y del sentido común! Unos desaprensivos se dedican a destruir la ciudad mientras los niños inocentes deambulan entre pútrida mierda. Ciudadanos inocentes son rehenes de los violentos, los cuales, con tal de defender sus puestos de trabajo, son capaces de poner en peligro la vida de todos.

Es el miedo al caos, a enfrentarnos a nuestros demonios, a levantar la mirada. A protestar y poner en riesgo las migajas que el poder nos lanza condescendiente. Mejor abandonarnos al hipnótico brillo del smartphone. Mejor creernos lo que vierten los noticiarios; paciencia. Todo va mejor. Aguante. No piense. Cállese.

Es por su bien.


Desde hace décadas una silente marea de especulación y codicia nos ha arrebatado la estructura pública que constituye la esencia del Estado del Bienestar, el mayor avance hacia la dignidad del hombre tras la invención de la democracia. Se está desmantelando la sanidad pública con la excusa necia y proterva de que la gestión privada es más eficaz y barata. Se detrae dinero público de becas o ayudas a la investigación en aras de una sociedad civil pujante y ferozmente competitiva.

Todo es mercado. La cuenta de pérdidas y ganancias siembra de paro las calles. Se nos denigra asumiendo que somos una masa idiota e indolente. En ocasiones se destapan escándalos de corrupción que provocan encendidos debates, la fulgurante intervención de la fiscalía y, finalmente, un político (presuntamente) contrito pide disculpas. Los trileros de la moral desvalijan lo que es nuestro y, encima, tenemos que dar las gracias. Por cuidar de nosotros.

No toda la suciedad se ve o huele. En ocasiones lo más asqueroso se oculta bajo ropajes de seda y oro.

Y viaja en perfumados coches oficiales.

En los años noventa una concejala ultraliberal decidió privatizar el servicio público de recogida de basura de Madrid. Su argumento: gracias a la gestión privada, iba a funcionar mejor y más barato. Esperanza Aguirre representaba la corriente neoconservadora que tenía en Reagan o Tatcher sus principales referentes. Era una ideología política basada en un capitalismo rígido y especulativo, que tiene por motor la codicia y que, decenios después, nos ha conducido al abismo.



El último contrato de limpieza se adjudicó en agosto, hace apenas tres meses. En las cláusulas de los pliegos, por vez primera, no se exigía un mínimo de personal. El principal criterio de adjudicación (un 80 sobre 100) era el porcentaje a la baja sobre el presupuesto de licitación.

El grupo empresas que ganó el concurso ofreció una "oferta temeraria"; es decir, ofrecieron trabajar por mucho menos de lo que realmente cuesta prestar ese servicio. El precio temerario, una medida que procura rechazar propuestas irrealizables o que fomenten la explotación del trabajador, ya no se aplica. Conozco multitud de ejemplos.

¿De dónde ahorran las empresas para ofrecer ese precio? No del sueldo de sus directivos. Tampoco disminuyendo su margen de beneficios. Simplemente, decidieron despedir a 1.500 trabajadores, y rebajaron el sueldo del resto un 40%. Imagine; de un día para otro la empresa le comunica que va a ganar casi la mitad ¿Podría permitírselo?

El problema no está en unos miles de trabajadores que luchan por su trabajo. La esencia del problema es el desmantelamiento inmisericorde de los servicios públicos en detrimento de todos, y beneficio de unos pocos. El ejemplo de la sanidad es terrible. La Comunidad de Madrid, aplicando las teorías ultraliberales de su presidenta, intenta privatizar buena parte de la sanidad pública. Es curioso; más de un consejero de sanidad de la comunidad ha acabado trabajando para las empresas ganadoras de los concursos. Y en el accionariado de la principal empresa adjudicataria aparecen los nombres de altos cargos del partido conservador que gobierna en España con mayoría absoluta.

Pondré un ejemplo: esta misma empresa privada ha firmado un contrato para realizar las mamografías de la Comunidad de Madrid, asunto del que se venía ocupando la Asociación Española sobre el Cáncer. El negocio está claro: con el dinero proveniente de subvenciones públicas la empresa privada aporta a la sanidad pública madrileña 7 mamógrafos. A la empresa susodicha el alquiler de los siete aparatos y contratar a cuatro administrativos le representa un coste total de 4 millones. Por tanto, la privatización del servicio supone un beneficio de 3 millones de Euros. Como la realidad se empecina en ser como es, al final hay menos aparatos a disposición de las mujeres de la Comunidad de Madrid para hacerse mamografías ¿resultado? Hace un par de semanas se supo que Madrid suspendía por siete meses la realización de mamografías preventivas. 30.000 mujeres se quedaban sin este servicio esencial para la salud pública.

Y no pasa nada. El sistema sobre el cual descansa el reparto equitativo de la riqueza se desmorona. No pasa nada. Una generación entera de jóvenes se enfrenta a un presente desolado y yerto. La culpa es de ellos, seguro. Y no pasa nada.

Las calles de Madrid han estado sucias. Lo estaban antes ¿No se han fijado? ¿La cantidad de personas indigentes que se encuentran en las esquinas? ¿Los padres de familia que tienen que acudir a la beneficencia? ¿Los niños que comen en los comedores públicos? Es una suciedad silente y atronadora a la vez.

La lucha de los trabajadores de la limpieza es algo más que una huelga. Es un símbolo.

Así estaban nuestras calles y así siguen: sucias. El que no vea suciedad no importa realmente.

Todos (o casi) nos sentimos desprotegidos. Descuidados.

Sucios.

Antonio Carrillo

martes, 19 de noviembre de 2013

Le marteau de Thor



On me demande parfois où je puise mes idées pour écrire et si j’ai une source qui alimente mon imagination.
Il y en a une, en effet, c’est la vie tout simplement.
Voici un exemple :
 
Hier, j’ai regardé le film Thor avec le plus petit de mes fils, qui serrait fortement contre lui son marteau Mjöllnir, l’arme fabuleuse offerte par Odin à Thor lorsqu’il fut proclamé successeur au trône.
Grâce à ce film, Pablo et moi savons maintenant que la matière avec laquelle Mjöllnir a été forgé vient d’une vieille étoile. Ce marteau est si lourd que Thor est le seul à pouvoir le soulever ; il crée de puissants champs magnétiques autour de lui et peut passer à travers n’importe quoi. Thor peut utiliser le marteau pour voler et quand il le lance, il lui revient dans les mains. C’est un marteau extraordinaire, cela ne m’étonne pas que mon fils en ait fait son jouet.
Le soir, le marteau nous a suivis au lit (maman se trouvait bien loin, dans un avion) et le conte de tous les soirs allait forcément porter sur ce fabuleux marteau de ce dieu scandinave. Un doute me trottait cependant dans la tête.
Quelque chose ne collait pas dans cette histoire, voilà comment j’ai décidé d’écrire sur le sujet.
Voyez-vous, le poids et la composition de Mjöllnir me semblent un point important. Pour sa composition, Odin nous donne une piste : des particules d’une vieille étoile. Qu’est-ce qu’il entend par là ?
Lorsqu’une étoile similaire à notre Soleil meurt, elle le fait lentement en se dilatant jusqu’à ce que sa taille atteigne l’orbite de Vénus. À la fin de sa vie, elle se contracte à nouveau pour former ce qui est connu sous le nom de « naine blanche », une petite étoile, très chaude et extrêmement dense. Ce qui se produira ensuite dépendra de sa masse : les naines blanches les plus petites s’éteindront pour former des naines noires. Mais elles mettront beaucoup de temps à parvenir à cet état : plus longtemps que l’âge de l’univers.
Il n’y a pas de naines noires. Pas encore. On ne connaît que leur formulation théorique.
Si sa masse est très grande, l’étoile se contractera sur elle-même, prisonnière d’une  gravité énorme et croissante, jusqu’à s’effondrer dans ce que nous appelons un « trou noir » : un siphon, qui n’est pas gouverné par les lois de la physique mais par un principe étrange : la singularité. C’est un sujet passionnant, mais il vaut mieux que je m’arrête là si je ne veux pas trop m’étendre.

 
Une naine blanche moyenne se contractera également jusqu’à former un corps étrange, appelé « étoile à neutrons ». Pour comprendre le processus conduisant à une étoile à neutrons, il nous faudrait parler de « matière dégénérée », de « principe d’exclusion de Pauli » ou de « distribution fermionique ». Mais nous nous y perdrions, moi le premier. La seule chose à retenir, c’est qu’une étoile à neutrons est un corps qui s’est tellement comprimé qu’un gigantesque transatlantique pourrait rentrer dans une lentille.
 
Une étoile à neutrons, c’est en fait un monde où les lentilles pèsent des milliers de tonnes.
Pour connaître le poids du marteau, il nous faut d’abord calculer son volume.

 
Le volume se calcule en multipliant la surface de la base (14x14 cm) par la hauteur (21). Par conséquent, le volume de la tête du marteau de Thor est d’environ 4116 cm3 (si on prend la taille du marteau que l’on voit dans le film). Si la densité d’une étoile à neutrons atteint 1015 grammes par centimètres cubes, le marteau de Thor pèse alors (son volume équivaut à) 4 116 000 000 000 tonnes environ. Le volume de la Lune, par exemple, est de 70 000 000 000 000 000 000 tonnes environ.
Plus de quatre billions de tonnes, c’est énorme. C’est comme si on mettait sur une balance 22 milliards de baleines bleues femelles de 30 mètres de long. Mais le plus étonnant, c’est son volume : il s’agirait de comprimer et de rassembler 22 milliards de baleines dans une boîte de 14x14x21 cm. Plus petite qu’une boîte à chaussures !
Odin punit Thor pour son esprit rebelle en l’envoyant sur la Terre, le blond super musclé finissant par s’écraser sur un véhicule conduit par Natalie Portman. Ça, c’est de la chance. Mais Odin jette également du ciel l’arme Mjöllnir, dont la chute provoque un cratère d’environ 100 mètres de diamètre et 30 mètres de profondeur. Ça, par contre, c’est complètement absurde.



Un corps de cette densité en chute libre à plusieurs centaines de milliers de kilomètres heure transpercerait la Terre sans à peine perdre de vitesse. Supposons qu’il entre au niveau de l’Espagne, un néozélandais le verrait ressurgir de la terre vers le ciel. L’énergie cinétique résultant d’ajouter à la densité de Mjöllnir la force d’attraction gravitationnelle de la Terre est difficile à chiffrer.
Et après ? Tout dépend de l’inertie. Si la vitesse avec laquelle Mjöllnir ressort est supérieure à 40 000 km/h et s’il conserve cette vitesse jusqu’à échapper à l’attraction gravitationnelle terrestre, il repartira comme une flèche en direction de l’espace profond. Si les frottements causés par la traversée de la planète alliés à l’intensité du champ gravitationnel réduisent la vitesse de Mjöllnir au-dessous de la « vitesse de libération », celui-ci retombera. Et ça, ce serait la catastrophe.
Imaginez : un objet de plus de quatre billions de tonnes formerait des millions de cratères sur la planète et des failles, causerait un déplacement du magma, des distorsions dans les courants de convection du manteau terrestre, des déséquilibres dans la tectonique des plaques et ce qui m’inquiète le plus, affecterait gravitationnellement le fonctionnement du noyau de la Terre. Il est difficile de prévoir l’impact que ce bombardement constant aurait sur la mer de fer et de nickel liquide entourant le noyau solide mais il est fort probable qu’il freinerait sa rotation. En outre, le noyau de fer pourrait voir en péril son équilibre structurel et se fissurer.
Ces faits auraient des conséquences sur le champ magnétique de la Terre qui nous protège des radiations cosmiques. Sans ce bouclier, la vie sur la Terre serait impossible, sauf probablement dans les obscures profondeurs abyssales où vivent les extrêmophiles.
Mjöllnir arrêterait finalement sa course dans le noyau, augmentant ainsi la masse de la Terre de 4 billions de tonnes. Ce fait, allié au bombardement constant, affecterait probablement le mouvement de rotation et de translation de notre planète, son axe d’inclinaison ou sa délicate interaction avec la Lune. Ce seraient dans tous les cas de mauvaises nouvelles.
J’arrête là mes réflexions sur  Mjöllnir. J’ai dit la vérité à Pablo : que le marteau provenait de la matière d’une étoile, que c’étaient des géants en pierre qui avaient forgé le marteau et que personne n’était capable de le soulever. Ils ont dû se faire aider par mille dauphins cosmiques, ceux qui flottent sur les nuages stellaires, pour traîner le marteau jusqu’au Royaume d’Asgard. C’est la vérité d’un enfant de six ans.
 
J’espère avoir éveillé sa curiosité. Peut-être qu’un jour il me posera une question sur cette étoile où les lentilles pèsent autant que des maisons et peut-être qu’il me demandera s’il existe un objet encore plus gros. Je lui parlerai alors des étoiles à quarks, que personne n’a encore jamais vues mais qui pourraient exister un jour. Au fait, à propos de mythologie, je vous avoue que mon personnage favori de la mythologie islandaise est Bard, plus connu sous le nom de Gandalf.
Il y a tellement de choses à raconter ! Pablo me demandera peut-être : « Papa, si le marteau pèse autant, comment cela se fait-il qu’il peut être tenu par un manche en bois ? Et la sangle avec laquelle Thor le tient à son poignet, en quoi elle est faite ? »
Mais ça, c’est une autre histoire, un autre conte. Il se fait tard et il faut aller faire dodo.

 
Demain peut-être.
Antonio Carrillo.
 
Traducteur: Valérie Guilbert
Merci Valérie

viernes, 15 de noviembre de 2013

Retórica Gorgiana y basura en Madrid. Primera parte


 
Primera parte: Respirar belleza

Estamos en el 427 a.C. y Atenas aún llora la muerte del gran Pericles hacía menos de dos años, víctima de un terrible brote de fiebre tifoidea que diezmó la ciudad, ya de por sí castigada por la guerra que le enfrenta a Esparta.

Se anuncia la llegada de una delegación procedente de la ciudad de Leontinos, en la actual Sicilia. Al frente de la misma, como máximo responsable y embajador, se presenta Gorgias, un sabio de 60 años, conocido en toda Grecia, alumno que fue de Empédocles y que aprendió el arte de la retórica de los grandes maestros Córax y Tisias.

Atenas está debilitada, cierto, pero el legado de Pericles perdura con fuerza. Desde el 462 Atenas vive lo que se denomina una "democracia radical": el arte y la cultura alcanzan alturas nunca vistas, la educación (la Paideia) pasa a ser un asunto que a todos afecta e interesa. Con Efialtes y Pericles el pueblo participa de los asuntos de estado, y se instaura un sistema procesal en el que cualquiera puede acusar o ser acusado. La elocuencia se convierte entonces en un arma, defensiva u ofensiva, que esgrimir ante 201 ciudadanos que forman el jurado. Se crea la figura del logógrafo: un profesional que construye discursos que deben ser memorizados. Los jóvenes se esfuerzan por cultivar la dialéctica para poder desarrollar una carrera política.

Es la Atenas clásica, del Partenón y del teatro, de Sócrates y del hombre como centro de todas las cosas. Es la cuna de la filosofía, del amor por el saber.

 

Gorgias es el maestro de la retórica. Durante sus años en Atenas acostumbraba a lucirse en público argumentando una postura sobre una cuestión cualquiera para, inmediatamente después, pasar a defender con la misma lógica y convicción la postura contraria. En ambos casos convencía a sus oyentes, dejándolos así confundidos ¿dónde estaba la verdad? ¿Qué opinaba realmente Gorgias?

La verdad para Gorgias no era importante. Lo que ocupaba su tiempo era el estudio de la palabra, del discurso como arma de persuasión masiva. El uso de la palabra exacta, del ritmo embaucador o del sonido hipnótico es un fin en sí mismo. Gorgias difumina la frontera entre poesía y prosa, cabalgando a lomos de figuras retóricas y metáforas provocando una marea que hechiza y atrapa.

Es una droga adictiva, que embota el alma acunándola de nostalgia, elevándola con la risa o cobijándola en el llanto.

La verdad, lo inefable, se muestra huidizo. Se procura atisbar lo probable; pero siempre perdura la duda. En este malabarismo epidíptico la belleza formal enaltece almas y corazones, confundiendo ambos en lo que más parece un sueño.

Y, con todo, de sueños nos alimentamos los hombres; de belleza y palabras respiramos.
 

 

Sócrates aborrece de este ejercicio de funambulismo. Años antes, Lao Tse lo dirá en su Tao Te Ching:

"la verdad no se dice con hermosas palabras,
las palabras hermosas no dicen la verdad"

 
Y, sin embargo, ¡que añoranza percibo de la palabra! ¿No lo sienten en estos tiempos de barbarie?

En el artículo que sigue, aplicaré (a mi burda manera) la retórica Gorgiana para hablar (a favor y en contra) de un tema candente: la huelga de basura que azota la ciudad de Madrid.

Espero convencerles. Las dos veces.

Antonio Carrillo

sábado, 9 de noviembre de 2013

Thor’s hammer



I'm sometimes asked where do I get the ideas I write about? Is there a source nourishing my imagination?
There is, indeed. It’s called being alive.
An example:

Yesterday, I saw the movie Thor with my young son, who had the hammer Mjolnir in his lap, the supreme weapon Odin gifted to Thor the day he was proclaimed heir.

Thanks to the movie, Pablo and I know that Mjolnir was made with matter from an ancient star; it weighs so much that only Thor can lift it, and it creates intense magnetic fields around it. It can go through anything, Thor can fly with it and, when thrown, it returns to its owner’s hand. It is astonishing; I'm not surprised that it’s among my son’s toys.
 The hammer went to bed with us at night (mother was away, flying) and, naturally, the usual bed-time tale dealt with the fabulous hammer of the Scandinavian god. But a doubt seethed in my mind.
Something did not fit in this story, and I decided to write about it.
Mjolnir’s weight and composition seems to me an important point. Odin offers a clue as to the latter: the matter of an ancient star. What might he be referring to?


 
When a star similar to our Sun dies, it does so slowly, expanding beyond the orbit of Venus. At the end of its days, it contracts once more until it ends up forming what is known as a "white dwarf"; a small, very hot, extremely dense star. What happens then depends on its mass: the smallest white dwarves go out, until forming a black dwarf. But they take a long time to reach this state, longer than the universe has existed.
There are no black dwarves. Not yet. Just their theoretical formulation.
If of very great mass, the star contracts on itself, under vast and growing gravity, until collapsing in what we call a "black hole": a sump ruled not by the laws of physics but by a strange concept: the singularity. This is a gripping subject, better left here so as not to stray too far.


The average white dwarf will also contract until forming a peculiar body known as a "neutron star". To understand the process leading to a neutron star we have to talk about "degenerate matter", the "Pauli Exclusion Principle" or "Fermi world distribution". And we would eventually get lost; starting with me. What is important to understand is that a neutron star is a body which has compressed as much as if, let’s say, a huge trans-Atlantic liner were to fit into a lentil.

 
A neutron star is a world where lentils weight thousands of tons.
To find how much the hammer weighs, we must first calculate its volume.
This is done by multiplying the area of the base (14x14 cm) by the height (21). Thus the head of Thor's hammer has a volume of some 4,116 cm3 (based on the size of the hammer in the movie). If the density of a neutron star reaches 1015 grams per cubic centimetre, the hammer weighs (it has an equivalent volume to) some 4,116,000,000,000 tons. The volume of the Moon for example is the equivalent of about 70,000,000,000,000,000,000 tons.
More than four trillion tons is preposterous, like putting 22,000,000,000 female blue whales each 30 metres long on the scales. However, what is really astonishing is the volume: this means compressing and combining 22 billion whales in a box 14x14x21 cm. Smaller than a shoe box.
Odin punishes Thor for rebelling, and banishes him to the Earth, where the super-muscular blonde ends up crashing into a vehicle driven by Natalie Portman. That is lucky. But Odin also throws Mjolnir the weapon, which drops to create a crater about 100 metres in diameter and 30 metres deep. And this is supreme nonsense.
 
A body of that density in free fall at hundreds of kilometres per hour would go through the earth, its speed hardly affected. Were it, for example, to fall vertically on Spain, a New Zealander would see it emerge from the earth and head for the heavens. The kinetic energy implied by adding Mjolnir’s density to the attractive force of the Earth’s gravity is hard to measure.
And next? That depends on the inertia. If Mjolnir emerges at more than 40,000 km/h and keeps that speed up until escaping from the force of the Earth’s gravity, it would shoot out into deep space. If the friction from going through the planet plus the intensity of the gravitational field mean that Mjolnir’s speed drops below "escape speed", it will fall back. And that would be a catastrophe.

Imagine: an object weighing more than four trillion tons perforates the planet millions of time, causing fissures, displacing magma, distortions in the mantle’s convective currents, imbalances in the tectonics of plates and, what worries me most, affecting the functioning of the Earth’s core gravitationally. It is difficult to predict the effect of this continuous bombardment on the sea of molten iron and nickel around the solid core, but the most likely is that its rotation would be checked. Moreover, the iron core’s structural equilibrium might be endangered and it might fracture.

 
These events would affect the Earth’s magnetic field, which protects us from cosmic radiation. Without such a shield, life on Earth would become unviable, save perhaps in the obscure, abyssal depths where extremophiles live.
Ultimately, Mjolnir would stop in the core, increasing the Earth’s mass by 4 trillion tons. This development, and the non-stop bombardment would affect the planet’s rotation and passage, the axis of inclination or the delicate interaction with the Moon. The news would in any event be bad.

Ok. To here, reflections on Mjolnir; I told Pablo the truth, that the hammer comes from the matter of a star, which stone giants were able to forge and could move. They had to ask for help from a thousand cosmic dolphins among those floating in the stellar clouds, and who hauled the hammer to the kingdom of Asgard. That is the truth for a six-year-old boy.
I hope I have awakened his curiosity. Maybe one day he will ask me about that star where lentils weigh as much as houses and perhaps even whether there is an even more massive object. I will talk to him of Quark stars, which no-one has seen but which may exist. And if we speak of mythology, I will confess to him that my favour character from Icelandic mythology is Bard, whom we call Gandalf.
So many things! It is possible that Pablo will ask, "Dad, if the hammer weighs so much, how can it be held with a wooden handle? And the animal-hide band Thor uses to secure his wrist, what material is it made of?"
But that’s another story, another tale. It’s late, time to sleep.

Tomorrow maybe.

Antonio Carrillo
(Translation: Gordon Burt)

lunes, 4 de noviembre de 2013

El mito de Er y la doctrina Parot



El Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de ordenar la inmediata puesta en libertad de la etarra Inés del Río, una persona deleznable que seguía en prisión a pesar de que había cumplido la pena, al aplicarle el Tribunal Supremo, de manera retroactiva, una jurisprudencia que le perjudicaba: la conocida como "doctrina Parot".

¿Conocen la historia de Er? Un guerrero armenio que murió por la espada, como tantos otros del mundo antiguo. Los compañeros tardaron diez días en recuperar su cadáver del campo de batalla. Era extraño: lo encontraron sin signos aparentes de descomposición. Dos días más tarde, el caído obra el milagro y regresa de la muerte cuando ya reposaba sobre la pira ceremonial.

Er narra entonces su historia, por boca (pluma) de Platón en el libro "La república". Y nos habla de maravillas; del mundo al que acuden los espíritus de los muertos.

El alma de Er había abandonado su cuerpo roto y viajado a un páramo fabuloso, una explanada en cuyo centro los jueces sentenciaban los destinos de justos y pecadores. A los primeros les colgaban un cartel en el pecho con la sentencia favorable, y se dirigían entonces dichosos a dos aberturas que ascendían hasta el cielo. Elegían el camino de la derecha, que era el ascendente. Por el de la izquierda las almas descendían del cielo tras mil años de dichas.

Los juzgados injustos, por el contrario, portaban en sus espaldas humilladas un cartel que detallaba los malos actos, y les obligaban a cruzar al otro extremo del prado, en el que dos túneles se adentraban en la oscuridad de la tierra. El de la izquierda era de bajada, y por el de la derecha regresaban del tártaro los que habían expiado su culpa con mil años de penalidades. Eran almas las que volvían sucias, polvorientas y tristes, merecedoras de lástima.


Las almas provenientes del cielo y las que habían dejado atrás el martirio subterráneo se encontraban y saludaban felices en la llanura, y “todas parecían llegar de un largo viaje, y acampaban alegres y gozosas en la pradera como en una asamblea del pueblo en fiesta; las que se conocían se saludaban cariñosamente, y las que llegaban de la tierra se informaban por las otras de las cosas del cielo, y las que descendían del cielo, de las cosas de la tierra”.
 
Er caminó por entre las almas allí reunidas, y escuchó que alguien preguntaba por Ardiedo el Grande, Tirano de Panfilia; hombre cruel que había cometido parricidio y fratricidio, amén de  muchos otros actos sacrílegos, mil años atrás. La respuesta que escucha es terrible: “no ha venido a este lugar y es de creer que nunca venga”.

 El interpelado afirma haber visto a Ardiedo, entre otros grandes pecadores, en la abertura de salida, transcurridos los mil años pertinentes y cumplida, pues, su condena. Sin embargo, “en el último instante, en el momento en que pensaban salir, la abertura los rechazó, lanzando un rugido todas las veces que intentaba alcanzarla alguno de aquellos cuya condición era de perversidad incurable o que no había expiado suficientemente su culpa. Unos hombres salvajes y ardientes, apostados junto a la abertura, al oír el rugido les interceptaban el paso, obligándolos a retroceder, y a Ardiedo y a los demás les ataron los pies, las manos y el cuello, y después de arrojarlos en tierra y desollarlos, los arrastraron fuera del camino, desgarrándolos contra las zarzas espinosas, y a los que pasaban constantemente les hacían saber el motivo por el cual trataban de aquel modo a esos criminales, agregando que los llevarían al Tártaro para precipitarlos desde allí.”

Er afirma que, de entre los terrores de toda índole que asaltan a las almas durante el ascenso,“ninguno podía compararse a la expectativa de que la abertura dejase oír su rugido en el momento de alcanzarla y que había sido para ellos un placer inigualable el no haberlo oído al tiempo de su salida.”

El mito de Er nos dice que la discrecionalidad, el arbitrio en la ejecución efectiva de la condena, es peor que cumplir la pena en sí. No podemos dejar al albur del capricho de un juez, de una corriente de opinión dirigida por la prensa sensacionalista o de los intereses de la clase política el tiempo efectivo de condena, o aplicar con efectos retroactivos decretos que alargan el tiempo en prisión. Todo preso que salda su cuenta para con la sociedad, en los términos que establece la Ley que es de aplicación, merece la libertad. Por muy deleznable que nos resulte. Aunque se trate de una terrorista sangrienta y en absoluto arrepentida.

La Ley que la libera es la misma que la condenó, y la Ley nos pertenece a todos y a todos compete su defensa. Porque la alternativa es la barbarie.



Es de dignidad de lo que hablo. De democracia, libertad e igualdad. De ejercer la soberanía a la que tenemos derecho.

El modelo garantista nace del espíritu libertario e individualista de la Revolución Francesa, y tiene como sustento la fuerza moral proveniente de la ilustración. Voltaire o Montesquieu son padres de la defensa de la dignidad del hombre, y ellos a su vez beben de Erasmo, Montaigne o Pico della Mirandola. No ha sido fácil vencer la barrera del arbitrio proveniente del poder. Es un logro extraordinario, del que no siempre somos conscientes.

A menudo, lo realmente importante pasa desapercibido.


La convivencia es un fenómeno siempre complejo, sometido a tensiones constantes. Para alcanzar la paz social es imprescindible callar las entrañas donde hierve la venganza y optar por una visión optimista por y para el hombre. Les sonará raro, lo sé. Más en estos tiempos. Pero lo que digo es cierto. Si abandonamos el espíritu de la redención, de la resocialización que proviene del "Sistema de Crofton", si permitimos que se vulneren los derechos más fundamentales y si vemos en el otro al enemigo, caeremos en una trampa y nos veremos atrapados, todos, en la peor de las cárceles.

La prisión del miedo.

Un jurista inglés dijo en una ocasión:

“Los funcionarios de prisiones tienen que convivir con los convictos durante su estancia en prisión;
El resto del país debe convivir con ellos después”.

Lo fácil sería hacer como con Ardiedo: no permitirles salir. Tirar la llave. O, acaso, acabar con su vida. Pero en Europa el holocausto judío nos ha dejado una herida tan profunda que está lejos de sanar. Supura todavía el recuerdo del odio, el juicio parcial e impredecible.

A esta vieja Europa le duele todavía el alma.



Por ello nos hemos refugiado en la esencia misma de la dignidad humana, representada por el garantismo procesal.  La ley penal debe ser predecible; debemos saber quién, cómo y porqué se nos juzga. Tenemos derecho a un juez imparcial, a que la pena se sustente en una Ley preexistente, a tener asistencia letrada, al principio de presunción de inocencia y al de irretroactividad de las leyes penales desfavorables.

En ocasiones será difícil de entender; más si estamos manipulados por un periodismo amarillista de trazo grueso, que trata de estos temas desde la emotividad de las víctimas antes que desde la ciencia legal o los Principios Generales de Derecho que sustentan la civilización. El análisis sosegado no es rentable, por aburrido; sí lo es una truculenta historia de crímenes atroces con un/una culpable prejuzgado y condenado por la opinión pública. Y los jueces o el jurado no son impermeables al sentir de la calle. Nadie lo es. Hablo de la justicia como un necio espectáculo mediático.

Percibo, además, una tendencia soterrada a ceder garantías individuales y derechos fundamentales
bajo la excusa de la defensa de la “Seguridad Ciudadana” La sociedad comienza a aceptar que se nos recorten todo tipos de derechos por nuestro bien. Los Estados nos someten a vigilancia sin mandato judicial, el armazón social y laboral que nos ha costado dos siglos de lucha sindical se fisura por el miedo al desempleo y la pobreza. Las fuerzas del orden público ejercen una violencia en ocasiones injustificada y se criminaliza a los que optan por una visión alternativa del “sistema”.

Y eso no es todo.


Se aplica un “Derecho Penal del Enemigo”, por el cual se distingue entre “los míos” y “los otros”. Siendo los otros, generalmente, enemigos del Estado. Esto no es nuevo; el nazismo hizo de esta teoría una práctica habitual. El problema es que volvamos a caer en los mismos errores y renazcan los fantasmas del odio al hombre. Seamos claros: lo que está sucediendo en la prisión de Guantánamo es un escándalo sin paliativos por el que la posteridad nos hará rendir cuentas. A todos ¿Y qué diremos? ¿Que era por seguridad que les negara la condición humana? ¿Qué ellos atacaron primero? ¿Qué es cosa de los norteamericanos, y los europeos o los latinoamericanos miramos a otro lado frente a la evidencia de tortura? Hemos vuelto a instalar cuchillas afiladas como navajas en lo alto de la valla que separa España de Marruecos. Los inmigrantes se dejan jirones de piel víctimas de la desesperación que provoca el hambre.
Total, es piel negra.


Vivimos además un derrumbe terrible del Estado de bienestar, y reinsertar a un preso es más caro que simplemente hacinarlo en una cárcel. Desde la década de 1980, el neoliberalismo ha denostado los intentos de reeducar a la población carcelaria. No hay dinero para ello. Hoy es noticia los problemas que sufren de abastecimiento del fármaco que se utiliza para ejecutar a los presos en los EEUU. Se va a ensayar próximamente el uso de un tranquilizante en vez de una anestesia. Y se va a inyectar sobre seres humanos que esperan su final en el corredor de la muerte. Igual sufren una muerte horrible, conscientes de su final agónico.

Total, una mayoría son negros o hispanos.

Un extranjero sometido a juicio tiene derecho a la asistencia de un intérprete cualificado, para entender y que se le entienda durante el proceso. Este derecho se vulnera todos los días en España. Se ha privatizado este servicio y, en ocasiones, los intérpretes, sin cualificación, no saben ni tan siquiera castellano. Los jueces lo han denunciado, y no pasa nada. 

Total, son extranjeros.

Y así, poco a poco, el espíritu ilustrado, el optimismo antropológico, sucumbe ante el miedo. Y cruzamos los dedos porque no nos toque. Por encontrar refugio bajo el amparo del poder.
 
 
Menos humanos. Menos libres.

Asustados y sumisos, como los condenados que abandonan el tártaro temerosos de escuchar el rugido de la abertura.
 
Son tiempos confusos. Y como padre, ciudadano y persona me niego a sucumbir ante esta mentira que rezuma bilis.

Antonio Carrillo.