La Era Cenozoica o Era Terciaria,
se inicia tras la gran extinción de finales del cretáceo, hace unos 65 millones
de años y se extiende hasta la actualidad.
Usted y yo, lector, vivimos en la
era Cenozoica.
A finales del Mesozoico, durante el cretáceo, el oeste de
América daba signos de actividad, y se empezaron a formar las montañas rocosas
al norte y los Andes al sur. Pero es en el Cenozoico que en Eurasia se alza un
relieve con una orientación este – oeste, que comienza en los pirineos y
finaliza en indochina, en las islas de Java y Sumatra. El cenozoico asiste al
nacimiento de los Alpes, del Atlas, el Cáucaso o del Himalaya. Si las
cordilleras americanas no generan grandes ecosistemas por su cercanía al mar, especialmente
en el caso de los Andes, el relieve euroasiático sí provoca la aparición de
enormes ecosistemas en los que destaca la biodiversidad.
Al inicio del Cenozoico Europa y una
Groenlandia mucho más cálida estaban aún unidas. Un puente de tierra une por un
breve periodo de tiempo Norteamérica y Europa, pero la deriva al oeste del
continente norteamericano provocará su total aislamiento También Norteamérica y
Groenlandia comienzan a alejarse entre sí.
En el sur los cambios no son
menores. Lo que antaño fue Gondwana se ha disgregado en cinco masas de tierra:
Sudamérica, Australia, Antártida, India y África.
Norteamérica y Suramérica se
encuentran separadas por un mar ecuatorial, lo que provoca una diversidad
biológica interesante. La Antártida se dirige al sur, en lo que constituirá un
movimiento con enormes implicaciones climáticas. Australia se dirige al este y
la India, a una velocidad sorprendente, toma una deriva norte que provocará su
choque con el sur de Asia.
La colisión de la India con Asia
sucedió hace unos 50 m.a.
Toda la placa Africana interactúa
con la europea. Nacen los Pirineos, los Alpes o los Balcanes. Hace 45 millones
de años, por ejemplo, la placa Adriática, la península Italiana, chocó contra
Europa y se alzaron los Alpes, que crecieron durante 40 m.a. El antiguo mar de
Tethys desaparece, y queda un mar interior entre Europa y África. Cuando la
península Arábica choque con oriente próximo, hace 35 m.a., este mar sólo tendrá una salida al Atlántico:
el estrecho de Gibraltar. Al este del mediterráneo, bajo la península Arábica,
se conservan las enormes reservas de petróleo del mar de Tethys.
Pero centremos nuestra atención
en Norteamérica, que avanza velozmente hacia el este abriendo el Océano
Atlántico.
Hace 40 m.a. la masa de corteza
continental choca con el fondo oceánico del Pacífico. Unos 10.000 Km de corteza
se hunde bajo el empuje del continente. Esta fricción provoca una enorme
actividad plutónica: volcanes, fallas y terremotos.
Al hundirse el fondo oceánico, la
corteza se hace más gruesa. La placa continental americana avanza hacia el
este, pero la actividad volcánica se traslada tierra adentro. El mejor ejemplo
lo tenemos en tres estados: Wyoming, Colorado y Arizona. En el primero
encontramos el parque nacional de Yellowstone, el punto caliente de mayor
actividad de los EEUU. Uno de los supervolcanes más grandes del planeta.
Más al sur, la corteza muestra un
espesor de 70 kilómetros. Esto explica que el Estado de Colorado consista en
una planicie que supera los 1.000 metros, con montañas que sobrepasan los 4.000
metros de altitud. Si bajamos un poco, ya dentro de Arizona, la pendiente de
los ríos y su erosión provoca la aparición de enormes cañones, como el famoso
Cañón del Colorado.
Hacia el oeste, el punto de encuentro entre la placa del
pacífico y la norteamericana provoca fenómenos como la falla de San Andrés. En
esta falla de desplazamiento los terremotos son enormes y devastadores.
No menos espectacular resulta
Sudamérica. El avance de la plataforma continental hacia el oeste también ha
provocado que la actividad tectónica se traslade tierra adentro. Tenemos
ejemplos como el volcán Cocopaxi de Ecuador, con 5.900 metros de altitud o el
Láscar chileno, de 5.600 metros. Ninguno de estos volcanes se encuentra cerca
de la costa. Yo mismo he estado a las faldas del volcán Galeras, en Colombia,
lejos del pacífico. Es una mole que sobrecoge. Está considerado uno de los
volcanes más peligrosos del mundo.
En estas zonas andinas las
altitudes son difíciles de creer. Cerca del Galeras se encuentra un lugar
maravilloso, la laguna de la Cocha; una extensión de agua a casi 3.000 metros
de altitud. Entre Bolivia y Perú el lago Titicaca, a 3.800 metros sobre el
nivel del mar, es el lago navegable más alto del mundo.
Todos estos fenómenos tienen su fundamento en que la corteza es más gruesa en los Andes que en cualquier otra parte del
planeta. La Meseta del Collado, desde Perú hasta Argentina, tiene una altitud
que llega a los 5.000 metros sobre el nivel del mar. En este punto la corteza
terrestre supera los 75 kilómetros de grosor.
Las condiciones climáticas en estos parajes son
extremas, con un clima muy frío y extraordinariamente seco. Pero lo peor es la
altitud.
A 4.000 metros de altitud el
peligro no es tanto el frío como la radiación solar. La vida del altiplano
recibe cantidades ingentes de radiación procedente de nuestra estrella y del
espacio. Además, la conocida como “Anomalía del Atlántico Sur” no está lejos, y
debilita un tanto la fuerza del escudo del campo magnético terrestre. Pocos
animales pueden sobrevivir a estas condiciones; los que lo han hecho, se han
adaptado.
El ejemplo más sorprendente lo
tenemos en un camélido domesticado por el hombre hace 7.000 años: la Alpaca.
En época precolombina sólo la
nobleza Inca podía vestir ropajes confeccionados con lana de Alpaca: conocida
como el “Oro de los Andes”. Hoy, uno de los textiles más lujosos y
sorprendentes del mundo.
La lana de Alpaca (también la de la Vicuña, una especie similar) es muy
resistente y extremadamente suave. Es una fibra hipoalergénica (no contiene
lanolina) y no provoca por tanto rechazo. Su capacidad para conservar el calor
es increíble: abriga siete veces más que la lana de oveja. Un fino abrigo de
Alpaca resguarda del frío más intenso. Como detalle curioso, la NASA utilizó la
tela de Alpaca en el espacio por ser la fibra natural con mejor rendimiento
térmico.
Esta tela resiste el paso del
tiempo, y las telas parecen nuevas con el paso de los años. Su textura es muy
suave, similar al cachemir; es muy resistente al agua y no absorbe la humedad
ambiental. Además, no arde sino es en contacto directo y constante con el
fuego. Pero, además, su densidad y sus propiedades atómicas la convierten en un
escudo eficaz contra las radiaciones.
Increíble, ¿no es cierto?
La naturaleza ideó un material
como la lana de Alpaca que permite sobrevivir a 4.000 metros de altitud, al
frío y la radiación. Para comprender las propiedades únicas de este verdadero
tesoro es preciso estudiarla al microscopio.
La fibra de Alpaca es
extremadamente fina, unas 30 micras de diámetro, mucho más delgada que la lana de oveja. Pero lo que llama
la atención es que su núcleo está compuesto de células llenas de aire. Este
hecho le ofrece la protección, ligereza y aislamiento que atesora.
La naturaleza ha diseñado millones
de cámaras de aire de tamaño microscópico. Las condiciones ambientales fuerzan
a que la naturaleza, el más sofisticado laboratorio de investigación que haya
existido jamás, nos sorprenda una vez más.
Pero el asombro no ha hecho más que empezar.
Antonio Carrillo
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