Tengo una sobrina, María Fernández Carrillo.
Y es alguien muy importante.
Y no es sólo importante porque tiene la sonrisa más bonita
del mundo.
María tiene nueve años.
En su mente inteligente y sensible están sucediendo mil
cosas a la vez. Todas ellas nuevas y trascendentales.
Vitales para María. Y para todos nosotros.
María representa esa realidad intangible y nebulosa que
llamamos futuro. En María germina nuestra identidad como grupo, se manifiestan
nuestros valores y se confirma nuestra valía como sociedad. Porque nada importa
más que María.
Porque nada tenemos más valioso que una niña de nueve años.
En esta época de incertidumbres creo necesario llamar la
atención sobre lo que realmente importa: María tiene nueve años, y nos
necesita.
Si fracasamos, si permitimos que un suspenso borre su
sonrisa, si no construimos los adultos un entorno amable con el hombre, si nos
desentendemos de nuestra herencia aprisionados por la vorágine de lo inmediato,
habremos cometido el peor de los crímenes.
María Fernández Carrillo debe reír para que la misma vida
tenga sentido. La de todos nosotros.
Porque tiene una sonrisa de primavera. Y para los que ya
vislumbramos el otoño es reconfortante percibir en ella la ilusión. La
esperanza. La dulzura.
La inconmensurable fuerza de la inocencia.
Gracias, María.
Antonio, gracias por compartir algo tan tuyo, tan personal y esa sonrisa con la cual también me siento obsequiada.
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