jueves, 19 de mayo de 2011

El viaje más lejano: la librería Méndez


Le propongo un viaje.
Va a ser un viaje largo, por lo que debe ir bien pertrechado. Viajaremos lejos en el tiempo, a una época en la que se ajusticiaba a los delincuentes y se quemaba a los herejes. Visitaremos una casa tan estrecha que sólo tiene un balcón, y comeremos en el restaurante más antiguo del mundo.
Pero, por encima de todo, les propongo que me acompañen a un lugar donde la magia encuentra refugio. Es un espacio misterioso, lleno de leyendas, historias, fantasías y recuerdos. Es un universo interminable, una espiral de evocaciones, un laberinto de palabras infinitas.
Es, lo habrán adivinado, una librería.

En el número 18 de la calle Mayor se encuentra la librería Méndez. Es una de las más importantes de Madrid. No es de las más grandes, ni de las más antiguas; pero en su interior suceden cosas a menudo sorprendentes, como corresponde a todo nido de duendes.
Antonio y Javier Marías
Es normal encontrarse a escritores como Javier Marías, Arturo Pérez Reverte o Javier Rioyo. Escritores, académicos y clientes se deleitan paseando entre susurros por sus estanterías; y es normal que el tiempo transcurra algo más lento si uno habla con Antonio o Alberto, los responsables de que los libros no vuelen por sí mismos, de que algunas palabras no se escapen de libro en libro. Se los ve vigilantes, por si los duendes hacen travesuras.
El ruido de la calle llega amortiguado; y uno se olvida por un instante de casi todo. Es un confesionario en el que los libros nos exculpan. Cuesta trabajo salir a la calle. Hay cien libros que no se han ojeado; y alguno nos estaba esperando. Eso seguro. Otro día.
Acabo de venir de hablar un rato con Alberto. Mientras charlaba, pude ojear algunas novedades: un ensayo sobre los dioses griegos, otro sobre la ética en Aristóteles y Platón; el tomo XX del investigador romano Falco o la última novela – al parecer magnífica – de Javier Marías. Cientos, miles de libros expuestos con gran claridad y que se renuevan constantemente. Obras algunas para un público minoritario, aunque también se encuentran todos los éxitos del momento. Pero en Méndez prima la calidad, el buen trato y mejor gusto.



La segunda estantería central, en su lado derecho, acoge siempre tentaciones magníficas; ensayos sobre música, sociología, ética o teoría de la ciencia; escritos a menudo sorprendentes por su originalidad, que suelen aportar una mirada imprevista de la realidad. Cuesta salir. Ya lo dije. Uno tiene la tentación de quedarse, como quien se acoge a sagrado. Mal dicho: “a-coge” no es la expresión que buscaba. Porque en Méndez sí te hacen sentir parte de algo difícil de explicar; miembro de una secta peligrosa y secreta: la de los que aman a los libros. La de los que escuchamos.

Pero toca salir.
Justo al lado, en el número 10, hay una pastelería fundada en 1855, “El Riojano”. En ella encargaban los pasteles para el rey Alfonso XII, un niño que debía acudir a las reuniones del consejo de Estado. La fachada de maderas nobles y todo su interior es obra de los artistas de palacio. No se la pierda.


Enfrente, cruzando la calle, la Plaza Mayor, construida en el siglo XV. Fue escenario de corridas de toros, ejecuciones públicas y autos de fe. El patíbulo se montaba en distintos lugares de la plaza, según la pena: portal de pañeros para el garrote, casa de la panadería para la horca o casa de la carnicería si el hacha iba a cercenar la cabeza.
En el número 61 hay una casa tan estrecha (sólo 4 metros de fachada) que sólo puede tener un balcón a la calle. Es del siglo XVII, y en ella vivió y murió Calderón de la Barca. Estoy seguro de que ha pasado por delante muchas veces, y ni se ha dado cuenta.
Hay más: la farmacia más antigua de Madrid, el restaurante más antiguo del mundo (de 1725) o la casa donde vivía el ratoncito Pérez, en el número 8 de Arenal. Todos lugares que cito están casi juntos. ¿Sabe dónde se proyectó la primera película en España? También cerca.
En el plano de la web de Tradux hacemos mención a estos lugares, y los situamos.



Si nos visitan, paséense por este Madrid de los Austrias, antiguo y venerable. Y si lo necesitan, busquen refugio en la librería Méndez.
Digan que van de mi parte. Sabrán que son de los suyos.

De los nuestros.


Antonio Carrillo Tundidor

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