martes, 12 de diciembre de 2017

Los templos de la ciencia: donde la ingeniería se vuelve belleza



Hay lugares que no son muy conocidos. Algunos, la mayoría, fascinantes. Y todos ellos de una belleza que provoca el asombro.


Encerrado entre montañas, una enorme superficie curvada hecha de aluminio, con 300 metros de diámetro, hace que las señales provenientes del espacio converjan hacia una antena suspendida grácil en el aire, a 138 metros de altura y con un peso total de 1.000 toneladas. Tan solo sustentada por unos cables de acero.

Asomarse al enorme observatorio de Arecibo, en Puerto Rico, es una experiencia inolvidable.




Más grande incluso es el CERN, que incluye un acelerador de partículas subterráneo de 27 kilómetros de diámetro, el mayor del mundo.

En su interior, a una temperatura de −273,15 °C (menos de 2 grados por encima del cero absoluto), las partículas viajan casi a la velocidad de la luz y acaban chocando frente a unos inmensos detectores. Se alcanzan temperaturas de billones de grados, que se acercan a las del inicio del universo.

Y el mayor de todos los detectores es el Atlas.


Este detector de partículas mide 40 metros de largo y 25 metros de alto. Pesa lo mismo que la torre Eiffel. Normalmente no se puede ver, pero si su visita al CERN coincide con un periodo de mantenimiento y el acelerador se encuentra apagado, puede asomarse a uno de los espectáculos más impresionantes del planeta.


De todos modos, y en todo caso, a las afueras del CERN puede ver iluminada la enorme esfera de madera de 27 metros de altura y un diámetro de 40 metros: El llamado “Globo de la Ciencia y de la Innovación”. En su interior hay 18 grandes arcos redondos cubiertos por planchas. Todo de madera. Es una cúpula mágica, algo así como la catedral de la ciencia. Acoge una exposición permanente.




Ahora bien; si me preguntan por el lugar más impresionante, por el templo definitivo de la ciencia, no me cabe duda: elegiría el interior del Super-Kamiokande, el detector de neutrinos japonés.


A 1.000 metros de profundidad, en lo más recóndito de una mina abandonada, se ha fabricado una estructura cilíndrica de acero inoxidable que mide 42 metros de alto y 39 de ancho. En su interior de han instalado 11.000 tubos fotomultiplicadores y se lo ha rellenado de 50.000 toneladas del agua más pura.


El resultado: la estructura tecnológica – en mi opinión - más alucinante fabricada por los humanos. Las imágenes hablan por sí mismas.




Tampoco está nada mal la conocida como “máquina Z” (Instalación de Potencia Pulsada Z), el generador de ondas electromagnéticas de alta frecuencia más grande del mundo, situado en el Laboratorio Nacional Sandia en Albuquerque, Nuevo México.

El equipo de alimentación de la máquina Z está sumergido en cámaras que contienen 2.000 m³ de aceite para transformador y 2.300 m³ de agua desionizada. Esto se debe a que el voltaje inmenso que provoca su funcionamiento necesita de un entorno aislante. A pesar de ello, el pulso electromagnético provoca un impresionante relámpago. Es lo que pueden ver en la imagen superior.


Por cierto, este dispositivo ha conseguido alcanzar una temperatura de 3.700 millones de grados kelvins; la tercera temperatura más alta provocada por el hombre. Y lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta la razón de este hito. Pero se especula con que pueda ser una puerta al descubrimiento de una energía poderosísima y barata.


Lo sé ¿Se han quedado con ganas de ver un lugar tan bonito como el Super-Kamiokande?



Tenemos otro laboratorio encargado de estudiar neutrinos de bajas energías, el Borexino, situado en los Laboratorios Nacionales del Gran Sasso, Italia,


Es más pequeño, con “sólo” 14 metros de diámetro  2.200 fotomultiplicadores.

Pero es precioso.




Por último, tenemos el Observatorio de Neutrinos de Sudbury (SNOLAB) en Ontario, Canadá. Es el más profundo, a 2.000 metros de profundidad.  Se trata de una esfera geodésica de acero inoxidable de 18 metros de diámetro. 

En su interior una cápsula de 6 metros está llena de 1.000 toneladas de agua pesada con 9.522 sensores de luz.



Lugares, todos ellos, que nos abren ventanas al saber, a los secretos que encierra el universo.

Pero, además, son templos dotados de una belleza innegable.



Antonio Carrillo

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