domingo, 26 de enero de 2014

¡La crisis ha pasado!



Felicidades.

A todos.

Los datos macroeconómicos mejoran.

Se destruye menos empleo, y los jóvenes se asoman a un futuro laboral nuevo, precario en derechos, abusivo en salarios y vergonzoso en los horarios.

Pero la macroeconomía se solaza autocomplaciente en un contexto que parece favorable, con una competitividad al alza.

El trabajador ha retrocedido treinta años en derechos laborales; pero el miedo amordaza conciencias y sentires. La calle se silencia con decretos que amenazan con multas y sanciones.

Un noticiario proclama que el Tesoro Público coloca la deuda a un interés mucho más bajo. Es algo bueno, qué duda cabe. Pero ha habido muchos padres de familia que no han podido encender la calefacción este invierno.

Lo sé. Lo he visto.

El mercado de acciones se recupera, pero mi amigo Juan Andrés se acaba de quedar sin trabajo, a sus 44 años. Su empresa, una multinacional poderosa, que cotiza en bolsa, gana mucho dinero. Pero menos.

Juan Andrés tiene seis hijas. La mayor me enseñaba hace poco su modesta colección de minerales y fósiles.

Tiene 16 años.

No tiene, sin embargo, acciones de la empresa de su padre. Unos fondos de inversión extranjeros, los verdaderos propietarios, exigen beneficios a los Consejeros Delegados. Son especuladores a los que no incumbe la tragedia que acompaña a un ERE.

Con 16 su padre y yo jugábamos al baloncesto en el patio del colegio, en Móstoles. Con el "moñi", el "gallufo", el "ramonet" y otros. Me duele mi amigo.

Me duele tanto.

El ministro de economía se muestra satisfecho. Mientras tanto, Guillermo, un ingeniero técnico, le tiene que pedir ayuda a sus padres para pagar el alquiler. Le da vergüenza tener que hacerlo, pero el sector servicios en el que trabaja se ha convertido en una selva inmisericorde para con la honestidad y el buen hacer. Cuesta cobrar un precio digno por un trabajo profesional y bien hecho.

A su alrededor, proliferan los buitres al olor de la carroña del negocio fácil. Ellos saben regatear, y no tienen pudor ni conciencia. Becarios desesperados por conseguir una oportunidad caen en sus pútridas redes. Es una realidad que todos conocemos, pero preferimos mirar a otro lado. 

El Primer Ministro proclama ufano el fin de la crisis; pero un amigo, padre de una niña pequeña, no puede permitirse ni siquiera pagar la cuota mínima de autónomos. Gana 400 euros al mes malvendiendo su talento de humanista y sabio por unas migajas. Su hija toma leche en polvo y lleva pañales, que no son baratos.

Mis disculpas. 

No quise molestar. 

Todo va mejor, y la macroeconomía nos augura un futuro esplendoroso. 

Jamás lo puse en duda.

Lástima de este presente de mierda.


Antonio Carrillo

7 comentarios:

  1. ¿Qué decir? Sin lugar a dudas, tienes toda la razón, Antonio. Llevará un tiempo hasta que el final de la crisis llegue al ciudadano común... Es así la dura realidad.

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  2. Tienes razón, Antonio, pero en tu texto me falta el paso lógico siguiente: ese ministro Montoro que está tan satisfecho, sigue cobrando dietas cuando tiene tres pisos en propiedad (alquilados) en Madrid. Esos 1.800 euros de sus dietas son los pañales de la hija de tu amigo para toda su vida y la de muchos niños más. Ahí está el dinero. Y en las cuentas en Suiza de los señores de La Casta: ahí están, esos millones son la radiografía de mi abuela, la clase de danza de mi sobrina... Y sin olvidar los privilegios, prebendas y concordatos de la iglesia católica, que no tiene crisis, mientras hay gente (¡niños!) sin comer, ni atención médica, ni nada ya. ¿Qué vamos a hacer para recuperar lo que es nuestro, de todos? ¿Lamentarnos y ya está? ¿Con buenos modales, encima? ¡Es nuestra vida y nos la han robado! Y, como tú dices, ¡están satisfechos! La realidad seguirá siendo dura para el ciudadano común, como dice María Dona, mientras ese ciudadano siga esperando que quizá sólo "nos llevará un tiempo hasta el final de la crisis"... por las buenas, eso no va a ocurrir, mientras el ciudadano común no se levante a luchar por sus derechos, tan duramente conseguidos a lo largo de dos siglos, ahora robados en menos de 5 años. Y lo que nos queda, porque aún será peor y peor, mientras nos callemos.

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  3. Desde luego no creo muy acertada la frase del final, dado que un viejo proverbio dice "las costumbres hacen leyes". Asi que se trataría de acostumbrar a este modo de vida a los ciudadanos, y así, se acomodarían las leyes tan restrictivas que tenemos, a pesar de que nuestra Carta Magna, subscribe los Derechos Humanos, pero claro, ni siquiera la portadora de los mismos, la ONU, tiene suficiente poder como para que se cumplan en lugar de cacarearlos.
    Supeditado todo como está al poder financiero, cuyas prácticas ilegítimas son la causa de nuestros males, no parece que se vaya a rectificar, dado que no se ve arrepentimiento alguno, esa tendencia propia de gente de enorme codicia, que se apropia del todo siendo una ínfima parte.
    Por mi parte, mi esperanza reside en que la gente tome conciencia de que no necesita intermediarios, que además se corrompen con facilidad, para tomar el destino en sus manos y que eso sea de contínua evolución en las sucesivas generaciones, siendo consciente de que no habrá una salida satisfactoria si el progreso no es de todos y para todos, sin que todo ello quede en la decisión de unos pocos.
    Y por supuesto, que todos los acontecimientos que nos lleven a ello se den sin violencia.

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  4. Jústamente has dado en el clavo: la frase del final es lapidaria.

    Es una lápida que nos ahoga en vida.

    Suscribo palabra por palabra lo que has dicho. Y el final me parece soberbio: sin violencia. Porque los altercados son proteínas para el poderoso que nos regatea Derechos y Libertades. Porque así puede utilizar el más poderoso de sus aliados: el miedo.
    Mientras, podemos utilizar una pizca de ironía para despertar conciencias a una realidad tan cruel que parece de pesadilla.
    Pero no soy optimista. No quiero serlo.
    Por asco y hastío.

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  5. Desolador... aquí en Brasil, a pesar de la situación económica favorable tras décadas de crisis, la realidad de la mayoría de los ciudadanos es muy precaria.

    Mientras nuestra presidenta se jactaba la semana pasada declarando que esta será "la copa de las copas", un tren se descarriló en Río de Janeiro provocando caos en el transporte público.

    En nuestras capitales, la gente viaja apiñada durante horas sin poder sentarse y recibiendo empujones y codazos, para luego trabajar durante ocho horas seguidas y al fin del día tener que volver a casa nuevamente apiñados y agotados. Ayer, un reportaje mostraba a la gente subiendo a los trenes como bestias, empujándose, insultándose, dándose codazos, una verdadera lucha de hombres que olvidan que son ciudadanos porque no son tratados como tales.

    Luego de participar en el forum económico de Davos, y al dirigirse hacia Cuba, nuestra presidenta y su comitiva, decidieron pasar la noche en Portugal, ocuparon 30 cuartos de dos hoteles de Lisboa, el Ritz y el Tivoli. La presidenta ocupó la suite presidencial a un costo de 8 mil euros por noche para después cenar en el restaurante más caro de la ciudad.

    Nada mal, no? Pena que la noticia se coló en la prensa, si la ley de control sobre los medios se hubiera aprobado, como se pretendía, eso no hubiera pasado.

    Mientras tanto, nuestros trenes, autobuses y aeropuertos siguen apiñados!

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  6. Los habitantes del mundo no nos estamos dando cuenta de cómo caemos en este juego que poco a poco nos irá consumiendo... este sistema de créditos con el que todos pagan hasta las cuentas más pequeñas y no se dan cuenta de la cantidad de intereses que por ello pagarán. A abrir los ojos y manejar mejor los propios fondos!!!

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  7. Muy bueno, Antonio.

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